Gustavo Castillo García
Miguel Ángel Félix Gallardo, El Padrino, considerado uno de los narcotraficantes más importantes en los años 80, afirmó en un texto de 32 páginas escrito a mano, entregado a La Jornada, que “fue Guillermo González Calderoni (comandante de la extinta Policía Judicial Federal) y sus superiores inmediatos quienes repartieron plazas” a los narcos mexicanos al final de aquella década, y que “después del asesinato del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo se comenzó a hablar de cárteles”, porque no existían.Por primera vez públicamente Félix Gallardo da a conocer su versión de cómo fue detenido, pinceladas de la investigación del homicidio del agente de la DEA Enrique Camarena en 1985; que fue sometido a torturas para declararse culpable de ese asesinato, y su vida en prisión.
Luego de casi 20 años de estar preso por el asesinato de Enrique Camarena, Félix Gallardo señaló en su carta escrita de manera clandestina en el penal de máxima seguridad del Altiplano, que fue traicionado por González Calderoni y por ello fue detenido y acusado de ese crimen.
Aseguró que no tiene ningún parentesco con los hermanos Arellano Félix, líderes del cártel de Tijuana, ni con Sandra Ávila Beltrán, La Reina del Pacífico. De la misma forma aseguró que no fue él quien ordenó en 1989 el asesinato de la esposa y dos hijos de Héctor Luis El Güero Palma.
Se deslinda de los Arellano Félix
Félix Gallardo nació el 8 de enero de 1946 en el estado de Sinaloa, igual que sus progenitores. El padre de los hermanos Arellano Félix era de Magdalena de Quino, Sonora, y su madre, de Durango. “La supuesta Reina del Pacífico ni siquiera lleva un apellido parecido, a quienes inventaron el parentesco los invito a probarlo.”
Antes de que fuera señalado públicamente como uno de los principales narcotraficantes, Félix Gallardo trabajó de policía judicial en su estado natal, y desempeñó tareas de escolta con los hijos del ex gobernador de esa entidad Leopoldo Sánchez Celis (1963-1968), quien se convertiría en su protector político, pues, a pesar de contar con más de una decena de órdenes de aprehensión pendientes de cumplimentarse, no fue detenido hasta abril de 1989.
Socialmente era conocido como un empresario exitoso. Además de poseer ranchos, hoteles y empresas, fungió como accionista y consejero regional del desaparecido Banco Mexicano Somex.
El Padrino señaló: “llegué a Guadalajara con mi familia en marzo de 1987. Ellos en una casa y yo en otra. Nos veíamos los fines de semana, a veces cada mes o dos. Yo buscaba presentarme a las autoridades. Me asesoraba el licenciado Fernando Martínez; me decía: ‘al cambio de gobierno te presentaremos amparado, tu caso es político, espérate’.
“En Guadalajara, por esos tiempos estaba el comandante Guillermo González Calderoni, yo lo conocía, le pedí que no molestara a mi familia y me contestó que con ellos no era el problema.”
Un día, Calderoni “dijo que quería verme y luego de 3 o 4 llamadas ya no podía negarme y me mandó a un agente al que yo le tenía confianza, Héctor Sánchez Landa, y tres más. Me dijeron que la cita sería en la casa de Calderoni, cerca de la Universidad de Guadalajara. Calderoni me recibió en la entrada. Creo que la renta de la casa la pagaba un señor de apellido Ayala (era un agente de la DEA)”.
Calderoni habló con Ayala y luego de su conversación “hablamos de mi problema: me dijo, ‘mira, con el que hablé es quien llevó la investigación del caso en el que se te menciona, pero no hay nada firme en tu contra’.
“El 8 de abril (1989) me traicionó mandándome a aprehender a la casa del Budy Ramos en la calle Cosmos. Yo había llegado a ese domicilio minutos antes, pues al mediodía me vería con Calderoni en el restaurante Izao. Los agentes Cipriano Martínez Novoa, Roberto Sánchez y tres más penetraron a la casa, y de un riflazo me tumbaron al suelo. Esos elementos me conocían desde 1971 en Culiacán. Fuera de la casa apoyó el operativo el jefe de grupo, Salvador Vidal. Cuando estaba tirado en el suelo llegó Calderoni, le dije ‘¿qué pasa Memo?’, y me contestó: ‘no te conozco’.
“Fui levantado y sacado del domicilio. Yo no iba armado ni poseía ninguna droga. Me llevaron a un domicilio en el que había muchos aparatos de intervención telefónica y radios, carros y más elementos. Allí me dijo Memo, ‘discúlpame pero ésta es una orden de México y tuve que cumplirla, tú no tienes problemas graves, vas a salir pronto de la cárcel, yo te voy a ayudar’.
“Hizo una llamada a México con Javier Coello Trejo (conocido como el Fiscal de hierro, en la Procuraduría General de la República) y le dijo: ‘ya lo tengo’. Salimos rumbo al aeropuerto de Guadalajara en una caravana de 15 agentes y cinco carros.
“Tanto en la casa como en el avión de Guadalajara a México, Calderoni me rogaba que no le dijera a Coello que nos conocíamos y a cambio me ayudaría en el futuro y dejaría en paz a mi familia.
“Llegamos al hangar de la PGR en México una hora después. Ahí nos esperaba el comandante Manuel Pozos y dos suburban que nos transportaron a las oficinas de la PGR en la calle de Soto.
“Minutos después de las dos de la tarde un comandante me condujo a una sala con una mesa redonda. Había unas seis personas de las cuales reconocí de frente a Coello Trejo, prepotente y grosero me dijo: ‘usted chingó a su madre don Miguel, ya está en mis manos. Cante todo su rollo por la buena o se lo saco a chingadazos. A quiénes soborna, con quiénes trabaja, cantidades, dígame todo o se va a arrepentir y de todas maneras me lo dirá’, los presentes vieron cuando le contesté ‘me hubiera llamado y yo me hubiera presentado’. Me dijo: ‘no te agarramos nada, pero te voy a chingar’.
“Ordenó que me sacaran de la sala, me condujeron a los separos. Estuve más de un día bajo torturas: toques, tehuacanazos. Nunca supe si era de día o de noche. Me subían a oficinas oscuras una veintena de agentes. Los ministerios públicos y agentes, todos bajo las órdenes de Coello hacían una declaración y yo no firmaba porque eran puras mentiras.
“El agente del Ministerio Público que dirigió las investigaciones del caso Camarena me dijo: ‘tú no participaste, pero las presiones que teníamos eran fuertes. Florentino Ventura ordenó al último inmiscuirte porque no te pudo probar nada, te hizo famoso, ahora hay que hacer un teatro, declara cualquier cosa del pasado o inventada o te va matar Coello. Caíste como anillo al dedo, además, por patriotismo, colabora,” escribió Miguel Ángel Félix Gallardo.
No comments:
Post a Comment