El último juicio de Richard M. Nixon
Por Iván Duque Márquez
El
nueve de agosto de 1974, Richard Milhous Nixon se convirtió en el
primer presidente de Estados Unidos en renunciar a su cargo.
Las
presiones de la opinión pública, los medios de comunicación y el
Congreso, luego de revelarse los vínculos directos de su círculo cercano
de colaboradores, e incluso el suyo propio, con el escándalo Watergate,
hicieron que el presidente número 37 dejara la Casa Blanca creando una
dura crisis de credibilidad institucional.
Un
mes después de su dimisión, el 8 de septiembre de 1974, Gerald Ford
quien sucedió a Nixon en la presidencia, lo liberó de toda acusación
apelando a la figura constitucional norteamericana del "Perdón
Presidencial". A partir de ese momento, y en medio de un ambiente de
impunidad, el gran ícono republicano de los años 70 se refugió en
California donde inició una triste forma de exilio esperando con
prudencia el momento para reivindicar su nombre.
En
1977, cuando el nombre de Nixon era el símbolo de la corrupción
política, David Frost, un presentador de televisión Británica,
especializado en entretenimiento y considerado por sus críticos como un
estereotipo de la frivolidad mediática, se le midió al reto de
proponerle al ex presidente una entrevista televisada con el objetivo de
responder los interrogantes de millones de personas.
Nixón,
como lo indicó en su libro, In the Arena, aceptó el reto por la
necesidad de cubrir sus millonarios gastos de abogados, pues Frost
ofreció la no despreciable suma de 540 mil dólares. Las reglas de juego
fueron estrictas. Se realizarían 28 horas de grabación en un período de
12 días y solo el 25 por ciento de las preguntas se referirían al
escándalo Watergate. Así mismo, Nixon no conocería las preguntas ni
tampoco podría ver las entrevistas antes de su divulgación pública.
La
preparación tuvo en los dos bandos la disciplina rigurosa de dos
boxeadores. Frost se preparó para enfrentar a un Golliat intelectual con
el apoyo de dos de los mejores periodistas investigativos del momento y
Nixon, quien había cargado el lastre de no manejar el lenguaje de la
televisión ni la precisión de los detalles de Watergate, buscó sus más
leales y versátiles asesores. El resultado fue inesperado.
El
19 de mayo de 1977, las entrevistas salieron al aire en cuatro
especiales de 90 minutos, y Frost, de quien se esperaba ser sometido por
la personalidad aplastante de Nixón, logró que el hombre de Estado
mostrara su lado humano y pidiera perdón a Estados Unidos, describiendo
los conflictos interiores de la soledad del poder. Nixón por su parte
expuso con solvencia sus logros como presidente y expresó puntos de
vista sobre el futuro de Estados Unidos, que aún hoy son recordados.
Luego
de las entrevistas Nixon inició la reivindicación de su nombre, y en
1994, durante su funeral en el cual se rindieron todo tipo de honores,
el senador Robert Dole en un discurso magistral exaltó los atributos
humanos y políticos de un hombre hecho a pulso. Frost quien aún vive, se
convirtió en uno de los íconos de la televisión mundial.
De
estas entrevistas, el director Ron Howard, acaba de producir una obra
maestra del cine político bajo el título de Frost/Nixon. La película
protagonizada por Frank Langella, quien con maestría interpreta a
Richard M. Nixon, permitirá que las nuevas generaciones se aventuren a
darle al presidente que acercó a Estados Unidos a China, el juicio que
se merece. El juicio de la historia.
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