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Friday, July 29, 2016

El rebote monetario que el Brexit nos dejó

Yamila Feccia estima que el Brexit probablemente conducirá a un mayor activismo monetario en el Reino Unido.
Yamila Feccia es Licenciada en Economía por la Universidad Nacional de Rosario, con experiencia en análisis y desarrollo de variables económicas. Es economista del Centro de Investigaciones Sociales y Económicas de Fundación Libertad (Argentina).
El pasado jueves 23 de junio 17,4 millones de británicos votaron a favor de la salida de Reino Unido, o Brexit, de la Unión Europea (EU) en un referéndum histórico. El resultado de la votación arrojó un manto de incertidumbre sobre el futuro del Reino Unido, de la UE, y de la economía global. Esto representó un shock para el mundo de los negocios, y como respuesta los mercados entraron en pánico, provocando el primer sofocón y hundiendo las bolsas el pasado viernes 24 de junio. Frente a este escenario cabe preguntarse: ¿cuál será la estrategia de Reino Unido para paliar esta situación?



Por el momento, el Reino Unido sigue siendo un miembro de pleno derecho de la UE, esto quiere decir que los negocios pueden continuar como antes, y los ciudadanos británicos pueden moverse libremente por Europa, ya que el artículo 50 del Tratado de la Unión Europea aún no se ha activado. Sin embargo, los mercados reaccionaron y los analistas prevén una desaceleración importante en el crecimiento económico; si bien la incertidumbre era alta, ahora es peor. La libra cayó a su nivel más bajo en décadas, exactamente desde 1985, perdiendo más del 10% en cuestión de horas. En ese espiral el euro también cayó frente al dólar un 2,6%. De cara a este escenario los inversores huyen de la libra y se resguardan en activos como el oro o el mercado de deuda.

Por este motivo, el pasado miércoles 6 de julio el oro alcanzó su precio más alto de los últimos dos años, cotizando por encima de los $1.365 la onza y logrando un aumento de 28% en lo que va del año. Sin embargo, algunas firmas estiman que podría llegar a $1.400. De igual forma, este “rally alcista” está impactando en el yen, que logró una apreciación de un 5% frente al dólar.
Tal como se mencionó  previamente, la otra cara de este proceso es el mercado de deuda, donde los inversionistas prefieren mantener menores rentabilidades y garantizar la seguridad de su dinero. De esta manera, tras la huida hacia el oro o deuda soberana relaja las rentabilidades de los países núcleos (Alemania, EE.UU., Japón), aunque también la de los periféricos. Mientras que los bonos estadounidenses alcanzaron mínimos históricos, la española se sitúa en 1,15% (su nivel mínimo desde marzo de 2015), el bono alemán marca rentabilidades negativas históricas del -0,177% y la japonesa también se ve afectada.
Por otro lado, el voto Brexit ha retrasado las expectativas de la Reserva Federal de EE.UU. en aumentar las tasas de interés este año, incluso, inversores apuestan que se mantendrán los tipos sin cambios hasta 2017. Esta es una buena noticia para América Latina, ya que manteniendo las tasas de interés estadounidenses bajas, la región continuaría seduciendo a inversores internacionales para refugiar su dinero en busca de mayores rentabilidades.
De igual forma, los bancos centrales asiáticos no son ajenos al rebote de la decisión británica, ya que muchos de ellos quieren flexibilizar su política monetaria. Esto se debe a que, Brexit golpeó fuertemente el consumo y el empleo, sumado a que los inversores advirtieron el retraso de sus inversiones perjudicando directamente las exportaciones asiáticas. Hoy en día, las economías dependientes del comercio de Asia están aún recuperándose de la débil demanda externa, puntualmente proveniente de China. En otras palabras, esta decisión ha prolongado un período de incertidumbre que amenaza con una de las caídas más grandes en el comercio e inversión.
En Portugal el sector bancario está tratando de contener discretamente una crisis bancaria, mientras que en Italia la morosidad es una preocupación y las acciones financieras se están desplomando, al igual que la confianza. Por otro lado, Roma y Lisboa están tratando de flexibilizar las normas de la UE para ayudar a los bancos a surfear sus dificultades.
Sin embargo, ante este sombrío escenario no debería sorprender la rapidez de los bancos centrales ante un posible rescate, con discreción, por supuesto. Tal como sostiene Judy Shelton en su artículo, “uno hubiese esperado que líderes mundiales se cuestionen el actual sistema monetario internacional, no sólo para prevenir otro debilitante desacople entre los flujos de crédito y la actividad económica real, sino también para establecer una base ordenada y estable para el crecimiento económico mundial. En cambio, vemos una continua dependencia por parte de la visión de los bancos centrales donde sostienen que a través del activismo monetario se podría evitar el desastre económico, a pesar de la trayectoria de aquellos que ejercieron autoridad completamente discrecional”.
¿Cuál será la estrategia del Banco de Inglaterra en materia de política monetaria?
Si bien los expertos esperaban un estímulo monetario, es decir, una baja de 25 puntos básicos del tipo de interés de referencia por parte del Comité de Política Monetaria, el Banco de Inglaterra se alejó de esa medida sosteniendo sus tasas. Además, en la reunión llevada a cabo el pasado jueves 14 de julio, se decidió mantener el programa de expansión cuantitativa, que fue introducido en marzo de 2009 y que se encuentra inalterado desde noviembre de 2012 en 375.000 millones de libras.
Según declaraciones de Mark Carney, presidente del Banco de Inglaterra "el panorama económico se ha deteriorado y probablemente será necesaria cierta relajación de la política monetaria durante el verano". No obstante, la estrategia alternativa será la de esperar hasta tener más datos económicos antes de decidir cómo ajustar la política monetaria. Esto se debe a que los datos económicos más duros, tales como las ventas minoristas, el empleo y la producción industrial no comenzarán a emerger hasta mediados de agosto.
Por un lado, debe tenerse en cuenta que las tasas de interés son aún bajas y lo han sido durante siete años, por lo tanto, si el gobierno insiste en un recorte en las tasas de interés o reiniciar la flexibilización cuantitativa (QE - imprimir dinero para comprar bonos) podría llevar a las empresas y a los consumidores a crear expectativas negativas y desencadenar la pérdida de confianza del Banco de Inglaterra que está tratando de evitar. Además, tras la fuerte depreciación de la libra, empujando hacia arriba la inflación (por encima del objetivo del 2% del banco), mayores tasas de interés podrían ayudar a la moneda a recuperarse de su caída brusca.
Igualmente, no sorprende, aunque sea lamentable, la plena disposición del Banco de Inglaterra en llevar a cabo aún más la flexibilización cuantitativa. Como Stephen Williamson afirmó el año pasado en su estudio para la Fed de St. Louis: "No conozco ninguna investigación que establezca un enlace causal entre la QE y los objetivos últimos de la Fed: la inflación y la actividad económica real. De hecho hay pruebas indirectas que sugieren que la QE ha sido ineficaz". Sin embargo, el Banco de Inglaterra en su reporte “The Distributional Effects of Asset Purchases” sugirió evidencia acerca de los efectos positivos de QE: “Los beneficios de la política monetaria flexible no se han distribuido por igual en todas las personas. Incluso algunos individuos son propensos a haber sido afectados negativamente por los efectos directos de QE”. El documento concluye que, en realidad, QE sólo beneficia al cinco por ciento más alto de la sociedad, y tiene poco efecto real sobre la economía.
Dicho esto, quedó claro que el voto Brexit parece ofrecer volatilidad para rato, mientras empujará aún más a los bancos centrales a las profundidades del activismo monetario. Si bien grandes cambios demandan grandes esfuerzos, le tomará tiempo al Reino Unido establecer nuevas relaciones con la UE y el resto del mundo. En un mundo donde abundan los riesgos, la sombra de esta decisión engorda la lista. Sin embargo, más allá de las decisiones en materia de política monetaria que se deberán tomar, el mayor riesgo que parece florecer a largo plazo será político. Y esta idea incluye a los bancos centrales y su incansable discreción que —en última instancia— podría alentar al proteccionismo y revertir los beneficios de la economía globalizada.

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