El 'dictadorzuelo' Nicolás Maduro no se quiere ir
Por Jorge Ramos Avalos
Los dictadores –y sus imitadores, los
dictadorzuelos– nunca dejan el poder por las buenas. Es preciso
sacarlos. Pero hay maneras de sacarlos.
En el caso de Nicolás Maduro en
Venezuela la cosa es complicada. Primero, porque él no se percibe a sí
mismo como un dictador. Segundo, porque Venezuela todavía no es una
dictadura tipo Cuba; la oposición controla la Asamblea Nacional. Y
tercero porque la misma constitución bolivariana incluye una salida
democrática a través de un referéndum revocatorio. La pregunta es ¿cómo
salir de un líder que ya no es demócrata en un sistema autoritario?
Cuando a Hugo Chávez se le ocurrió
incluir en la constitución de 1999 un referéndum revocatorio, nunca se
imaginó que se le aplicaría a él –en el 2004– y luego al líder que
escogería por dedazo para sustituirlo. Chávez superó el referéndum y se
quedó en el poder hasta su muerte. Pero pocos creen que Maduro podría
hacer lo mismo con uno de los peores gobiernos en la historia de
Venezuela.
¿Es Venezuela una dictadura? le pregunté
al Secretario General de la Organización de Estados Americanos (OEA),
Luis Almagro. “Nosotros no hemos utilizado ese término en nuestro
informe”, me explicó. “Pero sí hemos hecho referencias a problemas
serios que existen en el funcionamiento democrático de Venezuela. La
existencia de presos políticos es totalmente inconsistente con el
concepto mismo de democracia. El hecho de poner obstáculo
administrativos a la realización del referéndum revocatorio es
obstaculizar a la gente para que se exprese. Es muy importante que se
haga este año. No hacerlo afectaría variables de legitimidad del
gobierno”.
Almagro se ha atrevido a hacer algo que
su predecesor, José Miguel Insulza, evitó durante toda una década:
invocar la Carta Democrática de la OEA. Insulza, cuidadoso de las formas
y las palabras, nunca tuvo el valor y la decencia de enfrentar a Chávez
y a Maduro. Prefirió no hacer olas. Almagro, en cambio, ha desatado una
tormenta.
La existencia de presos políticos es totalmente inconsistente con el concepto mismo de democracia
Luis Almagro, Secretario General de la OEA
Luis Almagro, Secretario General de la OEA
“Negarle la consulta al pueblo, negarle
la posibilidad de decidir, te transforma en un dictadorzuelo más como
tantos que ha tenido el continente”, le dijo Almagro a Maduro. Eso, sin
duda, no es diplomático pero sí es la verdad.
La oposición venezolana –con el apoyo de
20 países en la OEA– por fin ha encontrado la salida. Maduro ve el
final y por eso está peleando como gato en el agua. Trató de bloquear el
proceso para activar la carta democrática en la OEA y no pudo. Ahora
busca sacar el asunto de la OEA y llevarlo a una reunión en República
Dominicana –o donde sea– para ganar tiempo y apoyo de sus
incondicionales.
 
Mientras tanto, un grupo de chavistas
busca que el Tribunal Supremo de Justicia desconozca a la Asamblea
Nacional. En ninguna democracia un poder puede cancelar a otro. Pero en
la Venezuela madurista todo es posible. Y esa falta del equilibrio de
poderes le preocupa a Almagro. “Aquí hay un desconocimiento permanente
del poder legislativo”, me dijo, “y eso afecta todo el funcionamiento de
la democracia en Venezuela”.
Venezuela está al borde del colapso. El
desabastecimiento está generando dramáticos casos de hambruna en un país
que, hasta hace poco, era considerado uno de los más ricos del
continente. La corrupción del chavismo es a plena luz del día; no hay
que esconderse porque los del gobierno se sienten impunes. Y el crimen y
la inflación son el purgatorio todos los días.
Un gobierno relativamente racional
buscaría menos muertos y más orden. Pero el régimen de Maduro hace mucho
que perdió el rumbo y me recuerda una frase del personaje central de la
novela de Gabriel García Márquez, El general en su laberinto: “Nuestra autoridad y nuestras vidas no se pueden conservar sino a costa de la sangre de nuestros contrarios”.
Lo dicho: ningún dictadorzuelo se va por las buenas.
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