Argentina: Segundo semestre sin magia
Por Roberto Cachanosky
Finalmente llegamos al segundo semestre y
nada mágico pasó porque nada mágico tenía ni tiene que pasar. Se
equivocan quienes creen que la sola presencia de Mauricio Macri en el
sillón de Rivadavia es condición necesaria y suficiente generar un
tsunami de inversiones.
Por otro lado es tal el destrozo
económico e institucional que hizo el kirchnerismo en estos 12 años, que
recuperar el país de semejante destrucción va a llevar tiempo. Diría
que en realidad llevamos como mínimo 70 años de destrucción populista y
eso no se revierte en un semestre. Cualquier país que uno analice cómo
salió de la pobreza y creció (Irlanda, Corea, España, etc.) muestra que a
partir del momento que se volvieron racionales y dejaron de lado el
estatismo, intervencionismo y populismo, les llevó 20 años alcanzar
niveles de ingreso per capita del orden de los 20.000 a 25.000 dólares
anuales.
Por ahora el PRO logró remover las
políticas económicas más guarangas heredadas del kirchnerismo, como el
cepo cambiario, los controles de precios, los derechos de exportación y
terminar de arreglar con los holdouts por citar algunos ejemplos.
En rigor lo más problemático era salir
del cepo sin que estallara el sistema financiero y cambiario, y el
gobierno lo logró. Bajar los derechos de exportación está perfecto, pero
tampoco fue una medida tan complicada. Lo que ingresaba al fisco por
derechos de exportación de trigo, maíz, girasol, etc. eran monedas, de
manera que no sacrificó nada eliminando ese impuesto. En el caso de la
soja, la baja de 5 puntos porcentuales es un incentivo para recuperar
parte de rentabilidad que este grano había perdido por efecto del
aumento de los costos internos. Los productores más alejados del puerto
veían que los números no cerraban. Pero en términos fiscales lo que se
pierde por bajar 5 puntos el impuesto se gana con el aumento del tipo de
cambio de manera que el gobierno adoptó una medida correcta con los
derechos de exportación pero tampoco fue algo muy complicado de aplicar.
Diría que lo más insólito es que el kirchnerismo se haya encaprichado
durante años en mantener una medida que claramente no le convenía desde
el punto de vista fiscal. Solo la ignorancia y el resentimiento que
siempre dominó al kirchnerismo pueden explicar semejante capricho.
El segundo semestre seguramente va a ser
más tranquilo que el primero. El primer semestre tuvo una inflación más
alta por la salida del cepo y el consiguiente aumento del tipo de
cambio, por el incremento parcial de las tarifas de los servicios
públicos. Además en el primer semestre el BCRA tuvo que lidiar con la
liquidación de las ventas a futuro que realizó el gobierno anterior
generando una pérdida de $ 53.000 millones.
Es muy probable que el segundo semestre
tenga una tasa de inflación más baja que en el primer semestre pero
todavía muy alta para pretender ser un país normal.
En términos de actividad económica
tendremos sectores funcionando muy bien como el agropecuario y otros
complicados como la industria manufacturera por la recesión en Brasil.
Todo parece indicar que el promedio de la actividad económica dará una
suerte de estancamiento. Tal vez tengamos un segundo semestre con
estancamiento e inflación del 20% anualizada. Solo Dios sabe el número
final.
Pero el punto que más me preocupa no es
tanto embocar el número de inflación del segundo semestre o cuánto
subirá o bajará el PBI. El dato relevante y central consistirá en ver si
el gobierno comienza a torcer el timón de esta nave populista que
durante 70 años nos ha lanzado a esta persistente decadencia.
Nadie está pidiendo que en los próximos
seis meses el gobierno resuelva los problemas de los últimos 70 años.
Sería una locura. Pensemos en la generación del 80 que construyó una
Argentina próspera. Luego de la batalla de Caseros en febrero de 1852,
se sanciona la Constitución de 1853 pero recién en 1880 el país termina
su proceso de organización nacional. A esos líderes políticos,
verdaderos estadistas, como Mitre, Sarmiento y Avellaneda les llevó 27
años culminar el proceso de organización nacional. El punto es que esos
estadistas, que tenían sus diferencias, apuntaban hacia el mismo modelo
de país: integrado al mundo, con respeto por los derechos de propiedad,
previsibilidad en las regla de juego para atraer inversiones, en fin, lo
que se denominan instituciones de buena calidad.
Decir que el kirchnerismo dejó una bomba
de tiempo económica es ya una obviedad. Pero en el fondo la economía
argentina tiene recurrentes crisis (1975, 1981, 1985, 1987, 1989, 1999 y
2001) entre otras causas por tener un estado sobredimensionado que
destruye la riqueza que genera el sector privado.
El desafío del segundo semestre, a mi
juicio, es que el gobierno empiece a mostrar un camino totalmente
diferente al seguido hasta ahora. Es decir, comenzar a tener un estado
más chico y eficiente. Hoy tenemos un estado gigantesco que no ofrece ni
el más mínimo servicio de seguridad que debería ofrecer el estado.
Seguramente el gobierno podrá argumentar
que no tiene la fuerza política en el Congreso para poder imponer un
cambio de rumbo. Es un argumento posible, aunque uno escucha a varios de
los funcionarios del actual gobierno y muchas veces solo parecen querer
diferenciarse del kirchnerismo en que ellos administrarán más
eficientemente un sistema corrupto e ineficiente. Limitan todo a un
problema de personas cuando en rigor es un problema de sistema.
Argentina dejó de ser un desierto para
pasar a ser uno de los países más prósperos de la tierra cuando dejó de
ser gobernada por caudillos y comenzó a ser gobernada por instituciones.
La Constitución de 1853. Y entró en decadencia cuando abandonó las
instituciones como forma de gobierno y volvió a ser gobernada por
caudillos (Perón, Menem, Duhalde, Kirchner).
El desafío es volver a ser gobernados
por instituciones y no por caudillos. Eso significa cambiar el sistema
económico e institucional, no administrarlo eficientemente como dicen
ahora en el PRO. Veremos qué camino elige Macri.
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