Víctor Pavón dice que es más justo y eficiente asignar los recursos escasos de una sociedad mediante la cooperación voluntaria.
En los últimos días la aparición en los medios acerca del problema de la pobreza en el país ha suscitado diferentes propuestas para su solución. Prevalece en gran medida la idea colectivista por el cual se cree que cuanto más gobierno existe en la sociedad mediante diversos tipos de ayuda, la pobreza irá mermando.
La realidad, sin embargo, es muy diferente. Han sido los países que han adoptado el capitalismo de libre mercado los que lograron no solo incrementar el Producto Interno Bruto (PIB) real, sino también redujeron el índice de pobreza, sacando a cientos de millones de personas de la indigencia. Esto no sólo es una teoría. El Índice de Libertad Económica hecho por la Fundación Heritage en colaboración con The Wall Street Journal demuestran aquella aseveración.
Para comprender a este antídoto contra la pobreza, es necesario hurgar en la ciencia económica y la filosofía política. A través de estas dos áreas del conocimiento se llega a la conclusión que sólo hay dos maneras en el mundo de asignar los siempre escasos recursos con los que el ser humano se ha debatido desde el inicio de la civilización. La primera forma es utilizando la coerción, la fuerza que se impone mediante la legislación o la orden que viene de arriba, del más fuerte.
La segunda manera consiste en permitir que las personas puedan colaborar entre sí mediante acuerdos voluntarios para producir y comercializar los bienes y servicios para la subsistencia como para el lujo. Y si nos referimos de qué hacer en términos personales, la respuesta no es diferente. La misma se explica mediante aquel proverbio chino que dice: "regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida".
Resulta más justo y eficiente para todos que cada quien se organice para crear algún puesto de trabajo y así enseñar a pescar. Esto es predicar con el ejemplo. Es mostrar al indigente que el ser humano no está destinado a ser pobre toda la vida o que está predestinado a serlo por algún embrujo o designio del más allá.
Enseñar a pescar se convierte en una poderosa herramienta de conocimiento y motivación. La persona que trabaja aunque sea en la más humilde actividad es capaz de valorarse elevando su auto estima. Esto se debe a que se ha vuelto productivo para sí mismo y su familia, aunque ello signifique contar con una pequeña ganancia. Una persona que acepta su realidad y no le culpa a los demás de su situación, para así no convertirse en un resentido, pronto se percata que no hay mejor conducta que la del trabajo diario, el estudio y la disciplina. Nada es gratis. Tener la actitud de saber que todo cambia en la medida que nosotros primero cambiamos.
Aquella actitud se encuentra relacionada con la educación. Pero, para ello esa educación ya empieza primeramente en el hogar y luego en la escuela. Y no solo instruye a escribir, leer, sumar y restar, sino también la genuina educación enseña de buenos modales, del valor de la honradez, de la capacitación, de que es bueno tolerar las diferencias sin tener que dejar de lado los ideales propios, y que todo ello en conjunto tiene recompensa.
Esa es la educación para el trabajo y no está aislada de la cuestión política. Sobre los que más impacta, directa o indirectamente, es en los niños y jóvenes.
Cuando los gobernantes consiguen aumentar sus patrimonios sin causa justificada y mérito alguno que no sea más que el de la influencia del cargo que ostentan, entonces muchos de esos niños y jóvenes creen que ese es el modelo de vida a seguir y crecen en la idea de que es mejor esperar que alguien les provea el pescado. Si se enseña a pescar en lugar de dar el pescado promoviendo los acuerdos voluntarios entre los individuos, habremos dado un paso transcendental para realmente ayudar los pobres.
La realidad, sin embargo, es muy diferente. Han sido los países que han adoptado el capitalismo de libre mercado los que lograron no solo incrementar el Producto Interno Bruto (PIB) real, sino también redujeron el índice de pobreza, sacando a cientos de millones de personas de la indigencia. Esto no sólo es una teoría. El Índice de Libertad Económica hecho por la Fundación Heritage en colaboración con The Wall Street Journal demuestran aquella aseveración.
Para comprender a este antídoto contra la pobreza, es necesario hurgar en la ciencia económica y la filosofía política. A través de estas dos áreas del conocimiento se llega a la conclusión que sólo hay dos maneras en el mundo de asignar los siempre escasos recursos con los que el ser humano se ha debatido desde el inicio de la civilización. La primera forma es utilizando la coerción, la fuerza que se impone mediante la legislación o la orden que viene de arriba, del más fuerte.
La segunda manera consiste en permitir que las personas puedan colaborar entre sí mediante acuerdos voluntarios para producir y comercializar los bienes y servicios para la subsistencia como para el lujo. Y si nos referimos de qué hacer en términos personales, la respuesta no es diferente. La misma se explica mediante aquel proverbio chino que dice: "regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enséñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida".
Resulta más justo y eficiente para todos que cada quien se organice para crear algún puesto de trabajo y así enseñar a pescar. Esto es predicar con el ejemplo. Es mostrar al indigente que el ser humano no está destinado a ser pobre toda la vida o que está predestinado a serlo por algún embrujo o designio del más allá.
Enseñar a pescar se convierte en una poderosa herramienta de conocimiento y motivación. La persona que trabaja aunque sea en la más humilde actividad es capaz de valorarse elevando su auto estima. Esto se debe a que se ha vuelto productivo para sí mismo y su familia, aunque ello signifique contar con una pequeña ganancia. Una persona que acepta su realidad y no le culpa a los demás de su situación, para así no convertirse en un resentido, pronto se percata que no hay mejor conducta que la del trabajo diario, el estudio y la disciplina. Nada es gratis. Tener la actitud de saber que todo cambia en la medida que nosotros primero cambiamos.
Aquella actitud se encuentra relacionada con la educación. Pero, para ello esa educación ya empieza primeramente en el hogar y luego en la escuela. Y no solo instruye a escribir, leer, sumar y restar, sino también la genuina educación enseña de buenos modales, del valor de la honradez, de la capacitación, de que es bueno tolerar las diferencias sin tener que dejar de lado los ideales propios, y que todo ello en conjunto tiene recompensa.
Esa es la educación para el trabajo y no está aislada de la cuestión política. Sobre los que más impacta, directa o indirectamente, es en los niños y jóvenes.
Cuando los gobernantes consiguen aumentar sus patrimonios sin causa justificada y mérito alguno que no sea más que el de la influencia del cargo que ostentan, entonces muchos de esos niños y jóvenes creen que ese es el modelo de vida a seguir y crecen en la idea de que es mejor esperar que alguien les provea el pescado. Si se enseña a pescar en lugar de dar el pescado promoviendo los acuerdos voluntarios entre los individuos, habremos dado un paso transcendental para realmente ayudar los pobres.
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