La Detonación Que El Mundo No Escuchó
La reciente decisión de China de devaluar el yuan ha enviado ondas de choque a través de los mercados financieros mundiales y ha convencido a la mayoría de observadores de que ha dado inicio un nuevo frente en la guerra de divisas globales. La medida ha hecho que muchos observadores vislumbren una nueva ronda de devaluaciones competitivas alrededor del mundo en la que la carrera cuesta abajo se verá intensificada. En tal escenario, consideran que el dólar estadounidense logrará consolidar su posición como la única moneda fuerte. Esta idea pierde de vista el objetivo por completo.
En el pasado, la mayor parte de la acción en la “guerra de divisas” se había centrado en los esfuerzos asumidos por muchas naciones para evitar que sus monedas se elevaran frente al dólar estadounidense, el cual estaba siendo debilitado en sí mismo por la facilidad perpetua de la Reserva Federal, el persistentemente negativo comercio estadounidense y los déficits presupuestarios; pero con el significativo fortalecimiento actual del dólar, el gobierno chino ha comenzado a preocuparse de que el yuan –que se ha mantenido prácticamente atado al dólar– se haya vuelto demasiado fuerte frente a otras monedas, particularmente sus principales socios comerciales en Asia y el Pacífico. Para seguir siendo competitivo a nivel local, el gobierno chino decidió aligerar la sujeción al dólar y en su lugar permitir que su moneda flotara con más libertad. El propósito y las implicaciones de este significativo giro han escapado en gran medida a los medios de comunicación estadounidenses. En realidad, la medida plantea la posibilidad de que el yuan se eleve significativamente cuando el dólar reanude su mercado bajista a largo plazo, y no que aquel se mantenga débil por siempre.
En el pasado, la mayor parte de la acción en la “guerra de divisas” se había centrado en los esfuerzos asumidos por muchas naciones para evitar que sus monedas se elevaran frente al dólar estadounidense, el cual estaba siendo debilitado en sí mismo por la facilidad perpetua de la Reserva Federal, el persistentemente negativo comercio estadounidense y los déficits presupuestarios; pero con el significativo fortalecimiento actual del dólar, el gobierno chino ha comenzado a preocuparse de que el yuan –que se ha mantenido prácticamente atado al dólar– se haya vuelto demasiado fuerte frente a otras monedas, particularmente sus principales socios comerciales en Asia y el Pacífico. Para seguir siendo competitivo a nivel local, el gobierno chino decidió aligerar la sujeción al dólar y en su lugar permitir que su moneda flotara con más libertad. El propósito y las implicaciones de este significativo giro han escapado en gran medida a los medios de comunicación estadounidenses. En realidad, la medida plantea la posibilidad de que el yuan se eleve significativamente cuando el dólar reanude su mercado bajista a largo plazo, y no que aquel se mantenga débil por siempre.
Es sorprendente la rapidez con la que los observadores de mercado atribuyeron la reciente racha de pérdidas en Wall Street a la inestabilidad derivada de la devaluación de 2% del yuan. El desarrollo proporcionó una conveniente justificación para aquellos que continúan negando que cualquier debilidad económica en Estados Unidos es crónica y autogenerada. Pero ¿Por qué Estados Unidos debería preocuparse tanto por una pequeña caída en el yuan? Después de todo, se supone que económicamente hemos hecho bastante bien las cosas por nosotros mismos, aun cuando monedas como el yen, el euro, y todas las otras principales monedas alrededor del mundo han caído más del 20% frente al dólar desde mayo del año pasado.
En realidad, los mercados estadounidenses habían estado liquidando días antes de que cualquier cambio en la política de Beijing fuera remotamente claro. Con los datos económicos de Estados Unidos deteriorándose, las ganancias corporativas cayendo, y 95% de los economistas pronosticando un alza en las tasas para los siguientes meses, una aguda liquidación de acciones ya de por sí fuertemente valuadas, podría considerarse un desarrollo lógico que no necesita explicaciones internacionales. Pero dado que esta es una realidad que nadie quiere reconocer, la devaluación del yuan llega en un momento conveniente.El último round de la guerra de divisas comenzó alrededor del 2010, cuando la pronunciada debilidad del dólar, resultado del experimento de Flexibilización Cuantitativa de la Reserva Federal y los déficits de más de un billón de dólares anuales del gobierno Federal, habían causado que el dólar cayera fuertemente frente a la mayoría de otras monedas principales, exceptuando al yuan, el cual no subió porque el gobierno chino estaba aplicando un régimen de tipo de cambio fijo frente al dólar. Para afectar el vínculo, China tenía que acumular reservas de billones en dólares estadounidenses, con el beneficio añadido a Estados Unidos de mantener una cubierta sobre las tasas de interés a largo plazo y los precios al consumidor, que no habría sido posible sin la ayuda de China. Como resultado, muchas monedas ganaron terreno contra el dólar y el yuan simultáneamente. Ante tales perspectivas de miedo, muchos países devaluaron para mantener las cosas en equilibrio; iniciando, por consiguiente, la carrera cuesta abajo. Por el contrario, yo considero que en esta ocasión Beijing se vio forzado a actuar porque el surgimiento continuo del dólar había estado llevando consigo al yuan en un indeseado viaje al alza. Esta medida resultante frente a otras monedas no fue impulsada por fundamentos, y puso a China en desventaja frente a sus socios comerciales locales.
Al permitir que su moneda flotara con más libertad, su principal preocupación no fue su tipo de cambio con el dólar, el cual había permanecido fijo en gran medida, sino su tipo de cambio con monedas como el yen japonés, el dólar australiano, el euro, el dólar canadiense, y con monedas de otros mercados emergentes en Latinoamérica y el sudeste de Asia. Esto muestra en dónde se están colocando las prioridades del gobierno chino.
Durante el anuncio de su devaluación, Beijing dijo que quería que su moneda “reflejara fundamentos” y no simplemente el movimiento del dólar. Reconoció el hecho de que su paridad con el dólar era problemática y que deseaba un mecanismo mejor y más natural. Esta es la clave para entender el anuncio. El gobierno chino se está preparando para el momento en el que el mundo financiero no gire en órbita alrededor del dólar. Tal realidad debe hacernos pensar en el futuro.
Tal vez el gobierno chino, al igual que yo, considera que la subida actual del dólar tiene toda la pinta de una clásica burbuja. Después de todo, una parte importante del repunte del dólar en el último año ha sido la creencia vacía de que la economía estadounidense se ha recuperado por completo y que la Reserva Federal, en el 2015 y 2016, podrá elevar las tasas de interés y reducir sustancialmente el tamaño de su balance, aun cuando los otros principales bancos centrales del mundo continúan entregando estímulos. Si ellos ven las falacias que yo veo, inherentes a estas ingenuas suposiciones, deben estar reservándose alguna opinión en cuanto a su mejor curso de acción en caso de que el mercado bajista del dólar se reanude, como seguramente sucederá.
¿Qué sucederá si las tendencias actuales continúan y la economía estadounidense se desliza de nuevo hacia la recesión? Cualquier lectura sobria de los datos económicos actuales, que muestran una inversión anémica, un crecimiento mínimo de la productividad, un crecimiento apenas positivo del PIB, estancamiento salarial y una participación laboral decreciente, debería conceder la fuerte posibilidad de que de que la recesión se está cerniendo sobre los Estados Unidos. Si esto ocurre, o para evitar que ocurra en un año electoral, la Reserva Federal se verá forzada a dejar de lado sus planes de ajuste inmediatamente (si es que acaso tiene alguno) y en lugar de eso, ofrecer una nueva ronda de QE. Cuando eso ocurra, la confianza que inspiró el alza del dólar probará haber sido equivocada, y el repunte no será más que otra burbuja inducida por la Reserva Federal.
Al desacoplarse del dólar ahora, el gobierno de China está enviando un mensaje de que podría estar preparado para dejarlo caer más adelante. Esto significa que cuando el dólar empiece a caer en serio, China podría no estar ahí para atraparlo. Esto también significará que el mayor comprador extranjero de bonos del Tesoro podría no tomar acción alguna cuando el deterioro de las finanzas estadounidenses obligue al Tesoro a comenzar la emisión de billones de nuevos bonos anualmente. Así que cuando los Estados Unidos más necesiten la ayuda de China, ésta no estará dispuesta a proporcionarla.
En ausencia del respaldo de China, que por tanto tiempo Estados Unidos no ha valorado, cuando el dólar reanude su caída, ésta será mucho más pronunciada. Esto también generará una significativa presión al alza, tanto en los precios al consumidor en Estados Unidos como en las tasas de interés, la cual no se vio hace cinco años cuando la compra por parte de China proporcionó un gran amortiguador a la economía estadounidense. De hecho, los datos indican que China ya está cortando la cantidad de Tesoros almacenados en reserva. Eso significa que el estallido total de una crisis del dólar podría no haber sido evitada, sino simplemente pospuesta, con las terribles advertencias de la hiperinflación estadounidense potencialmente haciéndose realidad después de todo.
La medida también puede reavivar a la apreciación de China por el oro como un activo de terreno firme dado que el metal amarillo ha aumentado en términos del yuan en las últimas semanas. El aumento de la compra en China indica que, de hecho, este puede ser el caso. Dada la importancia del oro para el típico inversionista de China, el tipo de cambio yuan/oro puede volverse más importante globalmente que el del oro/dólar.
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