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Monday, June 27, 2016

El “Brexit”: es hora de reaccionar

El “Brexit”: es hora de reaccionar

Por Álvaro Vargas Llosa
Hay dos formas de encarar, desde la decepción por el resultado, la decisión del pueblo británico de abandonar la Unión Europea a la que ha pertenecido desde 1973. Una consiste en tomar este acto de rebeldía como una excentricidad más de los ingleses (fueron ellos y los galeses, no los escoceses ni los norirlandeses, quienes apoyaron mayoritaramente la opción de salida) que no tendrá un correlato en el resto de la unión; la otra, la más seria, consiste en ver lo sucedido como un señal de los tiempos que corren, un guiño del “zeitgeist”. que tendrá -tiene ya- otras manifestaciones graves en el futuro.


Me refiero al populismo nacionalista. Ese que estuvo a punto de ganar las elecciones presidenciales en Austria, que encabeza las encuestas en Francia de cara a los comicios de mayo, que rechaza mayoritariamente la pertenencia a la Unión Europea en Italia según múltiples encuestas, que ya gobierna Polonia y Hungría, y que en Holanda y Dinamarca presiona a las instituciones para forzar un referéndum parecido al británico.
Y, sí, está también el del otro lado del charco, el estadounidense que tiene hoy en Donald Trump a su gonfalonero y que anida en la desazón de millones de norteamericanos, sobre todo varones, sobre todo blancos y sobre todo de cierta edad, ante todas estas cosas: la dislocación que ha producido la globalización; las consecuencias depresivas de la crisis de 2008; el vendaval disruptivo de las nuevas tecnologías y la realidad de ciudadanos trashumantes que cruzan fronteras geográficas y mentales más rápido de lo que el nacionalismo desconfiado del “otro” entiende.
Si el “Brexit” sólo fuera el “Brexit” y no un síntoma de la enfermedad populista, no habría razón para alarmarse mucho. Inglaterra, luego Reino Unido, llevaba 1.000 años de historia y tradición exitosas antes de pertenecer a la Unión Europea, y no hay duda de que, una vez que llegue a un acuerdo con el bloque de los 27 países que quedan (proceso que puede tardar dos años según el Tratado que los rige), las cosas, desde el punto de vista económico, adoptarán una cierta normalidad. Lo más probable es que los británicos hagan con Europa un acuerdo parecido al que tiene Noruega (acceso al mercado único a cambio de permitir la libre circulación de personas con ciertas limitaciones) o, en el peor de los casos, un acuerdo comercial amplio con restricciones migratorias. Eso, de por sí, no arruinará a los británicos ni a los europeos, sólo limitará parcialmente sus posibilidades a largo plazo. No, lo grave es otra cosa: todo lo que está detrás del “Brexit” y disimula su feo rostro, ese cúmulo de pasiones que tienen una expresión poderosa en casi toda Europa y que pueden acabar destruyendo la unión.
Las fuerzas centrífugas que el “Brexit” alimentará están por todas partes. Vaya ironía, están también al interior de Reino Unido, donde escoceses y norirlandes, que votaron mayoritariamente a favor de quedarse en la UE, ya anuncian que puganarán por desprenderse de Londres. Los escoceses pedirán un nuevo referéndum sobre la independencia que esta vez ganarán sin problemas (el gran argumento contra ellos en el anterior fue que si se iban ya no pertencerían a la UE) y los norirlandeses pedirán el suyo para la reunificación con Irlanda. Ante esas pulsiones separatistas, no es difícil predecir el ímpetu que mostrarán los separatismos de media Europa.
Se empieza a culpar a unos y otros por la derrota de la opción europeísta (y a David Cameron por haberse comprometido a un referendo en plena campaña para su reelección sin medir las consecuencias). Pero lo que aquí verdaderamente importa es corregir, en el menor tiempo posible, el grave defecto que ha llevado a esta situación: la ausencia de un relato europeo. Al menos, de un relato comparable en potencia seductora al que tiene el populismo nacionalista.
Es cierto que Bruselas es una burocracia supranacional antipática y entrometida, y que las 80.000 páginas de documentos que norman los intercambios entre unos y otros son un laberinto de Creta. Pero esto no es algo que el votante común siente en lo personal como una afrenta, es lo que dicen los políticos que tratan de armar un argumento para justificar su populismo nacionalista.  Lo que realmente ha movido a los votantes es el miedo, la incertidumbre, la desconfianza. Y a ellos les han dado un relato poderoso: el de la recuperación de la soberanía. En cambio, no ha habido un verdadero relato europeísta liberal a favor de la integración, apenas advertencias truculentas sobre el riesgo de dejar la UE.
Quizá el “Brexit” suministre ahora , sin quererlo, a los europeístas el relato que les faltaba y se produzca una reacción que ponga coto a una tendencia que podría llevar a que se desmadeje medio siglo de integración. Porque ahora el peligro del populismo nacionalista está muy cerca y Europa ya ha demostrado que es capaz de hacerle frente y derrotarlo. Es hora de reaccionar y hacerlo otra vez.

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