Michael J. Boskin
Michael J. Boskin is Professor of
Economics at Stanford University and Senior Fellow at the Hoover
Institution. He was Chairman of George H. W. Bush’s Council of Economic
Advisers from 1989 to 1993, and headed the so-called Boskin Commission, a
congressional advisory body that highlighted errors in … read more
STANFORD
– “La historia no se repite, pero rima”, dijo Mark Twain. Aguda
observación a la que varias generaciones de dirigentes políticos han
dado sustento con sus reiterados intentos de decidir cómo serán
recordados, atribuyéndose el crédito por lo que anduvo bien y culpando a
sus predecesores por lo que anduvo mal.
Muchos
políticos no dejan de maquillar los hechos ni cuando abandonan el
cargo. Es famosa la frase del primer ministro británico Winston
Churchill: “La historia me tratará bien, porque la escribiré yo”. Y los
varios volúmenes de su obra sobre la Segunda Guerra Mundial no solo
contienen muchas de sus frases más memorables (como aquella de “nunca
tantos debieron tanto a tan pocos”), sino que también están llenos de
justificaciones para sus acciones durante la guerra.
Tal
vez los escritos de Churchill no sean imparciales, pero ofrecen
multitud de detalles e información de primera mano, que no es fácil
inferir de memorandos y documentos oficiales (usualmente incompletos y
de estilo reservado). Los historiadores saben que la presión a recordar
el pasado como los vencedores quieren que sea recordado es grande. Como
dijo Napoleón Bonaparte: “La historia es un conjunto de mentiras
aceptado de común acuerdo”.
Hoy
el turno de tratar de definir su lugar en la historia le llegó al
presidente estadounidense Barack Obama, ya cercano el fin de su mandato y
con la atención pública puesta en la elección de quien lo sucederá. Y
no ha estado ocioso. Por ejemplo, durante su reciente visita a Japón
para la cumbre del G7, fue el primer presidente estadounidense en
funciones que visitó Hiroshima,
devastada en 1945 por el ataque nuclear que ordenó el presidente Harry
S. Truman para evitar una invasión por tierra y acelerar el fin de la
Segunda Guerra Mundial.
También ha estado pregonando sus aciertos económicos, que según asegura, evitaron otra Gran Depresión. Dijo
que la Ley de Reinversión y Recuperación Económica aprobada durante su
gobierno impidió que la tasa de desempleo llegara a 30% (cinco puntos
más que en lo peor de la Gran Depresión).
Esto es un sinsentido desde el vamos. Los propios asesores de Obama calcularon
que el paquete de estímulo impidió un aumento de un punto porcentual en
el momento de máximo desempleo, no los 20 puntos porcentuales que
aparentemente el presidente se atribuye.
No
será la primera vez que un dirigente político dice alguna exageración,
pero incluso para los tiempos de Internet, esta es bien grande. También repite
con frecuencia que todos los economistas coinciden en que sus políticas
funcionaron. La verdad es que si bien algunos coinciden con las
interpretaciones de sus asesores, otros creen que el efecto del paquete
de estímulo fue pequeño o incluso negativo.
Es
interesante que Obama sienta necesidad de ensalzar sus acciones ahora
que está por irse. Y será incluso más interesante verlo usar su
inteligencia, elocuencia y experiencia tras dejar el cargo. Los dos
presidentes de los que fui colaborador más cercano, Ronald Reagan y
George Bush padre, preferían que de hablar y escribir se encargaran
otros. Ambos parecían tranquilos con lo que habían logrado y lo que
habían tenido que dejar sin hacer; y ambos vieron crecer su estatura y
su popularidad con el tiempo.
La
primera imagen que dejan los líderes políticos suele cambiar (y a
menudo mucho) con el correr de las generaciones. Pocos presidentes han
sido tan elogiados por historiadores y periodistas como Franklin Delano
Roosevelt. Yo lo considero el presidente más grande del siglo XX, por su
liderazgo durante la Segunda Guerra Mundial. Pero la mayoría de los
economistas ya no suscribe la idea original de que el New Deal de Roosevelt puso fin a la Gran Depresión.
En
realidad, en 1938 el desempleo era todavía más del 17%. Un íntimo amigo
de Roosevelt, el secretario del Tesoro Henry Morgenthau Jr., lamentó
que después de ocho años de gobierno el país tuviera tanto desempleo
como al empezar (con el agravante de una deuda enorme). Algunos
economistas creen que los programas de Roosevelt, al elevar precios y
salarios, fueron contraproducentes, porque obstaculizaron el equilibrio y
la recuperación de los mercados. Hoy hay consenso entre la mayoría de
los historiadores en que lo que realmente puso fin a la depresión fue la
masiva movilización para la Segunda Guerra Mundial.
A
diferencia de Roosevelt, al principio a Truman se lo consideró un
presidente mediocre; un mercero de Missouri que llegó al cargo por el
mero azar de ser vicepresidente cuando murió aquel. En 1948 casi pierde
la elección contra el republicano Thomas Dewey, y en 1953, cuando lo
sucedió Dwight Eisenhower, pocos hubieran predicho que algún día se lo
incluiría entre los mejores presidentes de la historia.
Y
sin embargo, Truman puso fin a la Segunda Guerra Mundial y supervisó la
creación de la arquitectura económica y de seguridad global de la
posguerra: el Plan Marshall, la OTAN, el Acuerdo General de Aranceles
Aduaneros y Comercio (GATT), el Fondo Monetario Internacional y el Banco
Mundial. Y sus políticas permitieron la reconstrucción de las
sociedades devastadas por la guerra y convirtieron a Alemania y Japón
derrotados en grandes aliados, a diferencia del desastre perpetrado al
final de la Primera Guerra Mundial por el Tratado de Versailles. Además,
el primer gran paso en la revolución estadounidense de los derechos
civiles (el fin de la segregación dentro del ejército) fue durante la
presidencia de Truman.
Dicen
que poco después de que el presidente Richard Nixon restableció las
relaciones con China, le preguntaron al premier Zhou Enlai lo que
pensaba de la Revolución Francesa, y contestó: “Es demasiado pronto para
saberlo”. También es muy pronto para hacer un juicio imparcial de
líderes como la canciller alemana Angela Merkel y el primer ministro
británico David Cameron. Aunque los dos han tenido grandes momentos en
sus mandatos, también tuvieron que enfrentarse a desafíos importantes,
incluso existenciales: la inmigración desde Medio Oriente en el caso de Merkel y la relación con Europa en el de Cameron.
A
veces hay una conexión clara entre las políticas de un líder y la
situación de su país durante su mandato. Si un historiador hoy dijera
que el socialismo populista y el analfabetismo económico del presidente
Hugo Chávez vaciaron a Venezuela yo estaría de acuerdo.
Pero
en el caso de otros líderes importantes (Xi Jinping en China, Narendra
Modi en India, Mauricio Macri en Argentina, Enrique Peña Nieto en
México) todavía es demasiado pronto para hablar. Les toca gobernar en un
contexto muy problemático, y se los juzgará según el legado que dejen a
sus sucesores (y lo que hagan estos con él). La historia es así de
inconstante, y los historiadores que la escriben todavía más.
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