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Sunday, June 19, 2016

Capriles y Tintori, a la cabeza

Capriles y Tintori, a la cabeza

Por Álvaro Vargas Llosa
La gira latinoamericana de Henrique Capriles, en la que ha sido recibido por varios Presidentes, y la campaña internacional humanitaria, “Rescate Venezuela”, dirigida por Lilian Tintori, la indesmayable esposa de Leopoldo López, nos demuestran que Venezuela está en condiciones de superar la tragedia. Allí están los líderes, las ideas, la fortaleza moral. Lo único que falta es que la comunidad internacional acabe de darle a ese país, al que su dictador está infligiendo la peor humillación de su historia contemporánea, una oportunidad.


La próxima semana, gracias a que el Secretario General de la OEA, Luis Almagro, la invocó el 31 de mayo, se debatirá en Washington la aplicación de la Carta Democrática a Venezuela. Si prevalece lo de siempre, una actitud cómplice con los victimarios, la posibilidad de una solución de corto plazo habrá desaparecido. Si prevalece la solidaridad con las víctimas -las de carne y hueso, pero también la Constitución-, se habrá abierto una vía que podría acelerar la transición de la barbarie a la civilización.
La aplicación de la Carta Democrática dará un instrumento a quienes, dentro y fuera de Venezuela, pretenden que ese país recupere la democracia, la convivencia pacífica y la racionalidad económica. Es la ausencia de ese instrumento lo que hace tan difícil a la comunidad internacional, y me refiero a los países bien dispuestos, actuar de un modo eficaz. El vacío facilita mucho la tarea de los pocos gobiernos latinoamericanos y de otras partes que por razones ideológicas pretenden la eternización del chavismo y la de quienes, sin llegar a ese extremo, temen ser más enérgicos por el riesgo de quedar aislados o comprometidos.
Todos los mecanismos integradores de la región tienen cláusulas democráticas, empezando por el Mercosur, que Venezuela presidirá en el segundo semestre de este año, y Unasur, que Caracas preside ahora mismo. Si la Carta Democrática estuviera en proceso de ser aplicada, esos espacios se le cerrarían a Maduro. Como se le cerraría el que tan bien aprovecha cada vez que, ante una llamada de atención prudente de Washington, invoca el fantasma del imperialismo (le surtió efecto durante la Asamblea General de la OEA en Santo Domingo esta semana: bastó que Venezuela reprochara a John Kerry sus palabras en favor de la democracia y los derechos humanos para que éste anunciara diálogo con Caracas).
El gobierno de Obama no quiere hacer el papel de “malo” en solitario y exponerse a la acusación de injerencista. Si los latinoamericanos no se ocupan de su vecino, no nos meteremos nosotros, sostiene el Secretario de Estado. La Carta Democrática ofrecería una cobertura legal y moral para presionar a Maduro a aceptar el referéndum revocatorio que su propia Constitución autoriza. Porque de eso se trata: no de dar un golpe al golpista, sino de consultarle a un pueblo que soporta hambre (cuatro quintas partes ya malviven en la pobreza), escasez y violencia, si quiere seguir en manos de una tiranía o prefiere, como los vecinos, una democracia. Es todo lo que reclama la oposición. Qué digo oposición: es todo lo que reclama el sentido común para que la salida sea pacífica.
Si los tres ex Presidentes que piden diálogo para prolongar el régimen de Maduro pidieran el referéndum -como lo hacían, para que Chile se sacara de encima al régimen de Pinochet, sus pares ideológicos en los 80s-, la posibilidad de esa salida sería mayor. Por eso también es necesaria la Carta Democrática: para que Maduro entienda que el diálogo debe ser el inicio de una transición y no un subterfugio para evitar la consulta.

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