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Monday, October 24, 2016

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.


El proceso productivo tiene costos, pues requiere la adquisición de varios factores de producción –un solar, bienes de capital, fuerza laboral, materiales y capital –y luego hay que combinarlos y ordenarlos para tratar de crear algo de valor. Rossi, por ejemplo, tiene que gastar una cantidad de dinero en el solar para el edificio, en acero, en concreto, en ladrillos, en mármoles, en ventanas, en puertas, en artefactos sanitarios, en material de instalaciones eléctricas, elevadores, planta eléctrica, en tabiques, en salarios para albañiles, armadores, carpinteros, electricistas, plomeros, y ayudantes. Así mismo debe gastar en maquinaria para construcción, tractores caterpilar, camiones, grúas, mezcladoras y formaletas. También debe gastar en ingenieros, arquitectos, dibujantes, contadores, abogados y vendedores. También debe pagar intereses por el capital que necesite para producir durante el tiempo que requiere el edificio. Si puede vender el edificio por más de lo que le costó fabricarlo, lucra –obtiene ganancias. Si no puede, tendrá pérdidas.
El lucro o ganancia es el dinero que le queda a un negocio después de haber pagado sus gastos. Es el resultado de haber producido algo que otra gente valora más de lo que costó producirlo. Es la recompensa del éxito en haber producido valor en una economía de mercado o de división del trabajo. En una isla desierta, donde uno se encuentra aislado, uno produce las cosas que mejoran su calidad de vida. En una economía de mercado, uno hace dinero al producir cosas o bienes para comprar las cosas que mejoran su calidad de vida.
El afán de lucro es producir en el contexto de una economía dineraria.
La actividad central que hace posible nuestras vidas es la producción, el uso de la razón para crear valores materiales. Quien condena el lucro, condena la producción, y quien condena la producción condena la vida humana.
El instrumento mental de la economía de mercado es el cálculo económico. El concepto fundamental del cálculo económico es el concepto de capital y su correlativo la renta. Estos conceptos aplicados en contabilidad contrastan los medios y los fines. Quien calcula económicamente establece una línea divisoria entre bienes de consumo, que planea utilizar para sus satisfacción inmediata, y bienes de otros órdenes que planea utilizar para proveer para seguir actuando o para la producción y así satisfacer deseos futuros. La diferenciación entre medios y fines se manifiesta en diferenciación entre adquisición y consumo, entre el negocio y lo doméstico, entre fondos de transacción y bienes domésticos. Los bienes destinados para la adquisición se evalúan en términos dinerarios, y su suma denominada capital, es el punto de partida del cálculo económico. El fin inmediato de la acción adquisitiva es aumentar o al menos mantener el capital. El monto que puede ser consumido durante un periodo de tiempo definido sin mermar el capital se llama renta. Si el consumo excede la renta, la diferencia es consumo de capital. Si la renta es mayor que lo consumido, la diferencia es ahorro.
El fin primordial del cálculo económico es establecer los montos de la renta, el ahorro, y el consumo de capital.
Aún el hombre primitivo era consciente de las consecuencias de las acciones que para un contador moderno serían consumo de capital. El salvaje se rehusaba a cortar árboles frutales o a matar hembras preñadas en una muestra de acción premeditada y planificada. Sin embargo, sólo para aquel que actúa en una economía de mercado, dineraria, es posible recurrir al cálculo monetario y por tanto, establecer distinciones con respecto a las condiciones en perpetuo cambio de procesos industriales altamente desarrollados y de la compleja estructura de la cooperación social de cientos de miles de trabajos y acciones especializadas. El lucro se crea produciendo valor en base al cálculo económico, produciendo algo que sea rentable, no se roba, no se saquea, no se captura, ni se añade al costo de producción.
El lucro se crea mediante el cálculo económico en anticipación a precios futuros, precios que reflejan y comunican las preferencias futuras de los posibles consumidores. Sólo se lucra ayudándole a otros a lucrar. El éxito de Microsoft o de programas como Cadre –un programa de análisis estructural –reside en que les ayudan a sus clientes a ser más eficientes para producir y así lucrar, les ayudan a obtener ganancias con mayor facilidad y rapidez de lo que lo hacían antes.
Pero la ambiciosa y activa búsqueda de riqueza, requiere de quien calcula económicamente, que identifique la realidad, que no finja que las cosas son distintas de como son, que analice por sí mismo, que se aferre a su análisis, que conceda más a quien contribuya más, que busque soluciones innovadoras, que haga el trabajo, que no defraude y que beneficie a su cliente potencial. La ambición requiere entonces de racionalidad, honestidad, de independencia, de integridad, de justicia, de creatividad, de productividad, de determinación, de perseverancia, de laboriosidad, de honradez, de orgullo y de benevolencia. La ambición es afanarse por mejorar uno su calidad de vida.
Requiere también de frugalidad, es decir, ser sobrio en el consumo, no gastar más que para beneficiarse uno o a otros a quien se desee hacer bien, y no desperdiciar nada. De esta manera la renta será mayor de lo consumido y se podrá ahorrar.
El dinero ahorrado podrá destinarse a satisfacer futuras necesidades o a la producción con el propósito de aumentar el capital. Podrá destinarse a comprar aquellas cosas que le importan a uno, que uno valora, como comida, ropa, anteojos, joyas, autos, televisores, libros, conocimiento, salud, etc. El dinero es instrumental para enfrentar nuestras necesidades físicas y psicológicas. Nos permite intercambiarlo por los bienes requeridos.
Así como el tiempo es dinero, su conversa también es cierta: el dinero es tiempo. Rand lo explica muy bien en su novela La Rebelión de Atlas en el parlamento de Ellis Wyatt cuando explica los beneficios de su operación petrolera:
“¿Qué es la riqueza sino el medio de alargar la vida de uno? Hay dos formas en que uno puede hacerlo: o produciendo más o produciendo más rápido. Y eso es lo que hago: manufacturo tiempo… Produzco todo lo que necesito, trabajo para mejorar mis métodos, y cada hora que ahorro es una hora añadida a mi vida. Me tomaba cinco horas llenar ese tanque. Ahora me toma tres. Las dos que he ahorrado son mías –tan preciadamente mías como si hubiera trasladado mi tumba dos horas más lejos por cada cinco que tengo. Son dos horas quitadas a una tarea, para invertirlas en otra –dos horas más en las cuales laborar, para crecer, para avanzar. Esa es la cuenta de ahorros que estoy atesorando…”
Más dinero significa más tiempo, más tiempo que uno puede destinar a su bienandanza, permitiéndole ser más feliz. El dinero faculta la autonomía. Mayor independencia de las demandas de la necesidad significa mayor discreción sobre las actividades propias, mayor control sobre como uno desea vivir sus días. La autonomía es el andamiaje de la felicidad. El dinero pues, contribuye a alcanzar lo valorado, y la felicidad es la condición psicológica que resulta de haber alcanzado uno sus valores.
El lucro es la utilidad material ganada por la producción y por tanto el afán de lucro o la ambición por riquezas, es el deseo egoísta noble de ganar provecho material por medio de la producción de riqueza. El fin de quien es movido por el afán de lucro, por la ambición, no es conseguir dinero robando, defraudando, o engañando; su fin es hacer dinero, produciendo, según su mejor esfuerzo, bienes demandados, y negociándolos o intercambiándolos por los bienes, que son el mejor esfuerzo, de otros. Pero el dinero no es el fin, el fin es la felicidad.
El afán de lucro es el afán por mejorar nuestra vida, representa lo mejor de nosotros, y representa lo mejor para nosotros

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.

Monday, August 8, 2016

Objetivismo: Ayn Rand y los fundamentos filosóficos del Capitalismo

Objetivismo: Ayn Rand y los fundamentos filosóficos del Capitalismo

StatueoflibertyPor Ricardo M. Rojas
Cuando se menciona la palabra “filosofía”, muchas veces se tiende a pensar en cuestiones abstractas, desvinculadas de la realidad y sin aplicación práctica, que sólo pueden ser comprendidas por una élite: los “filósofos”. Esa impresión es el resultado de la actitud mantenida invariablemente por quienes han intentado despojarse de la lógica y negar la realidad al tratar con las ideas.
Ayn Rand, en cambio, partió del reconocimiento de los conceptos axiomáticos de “existencia”, “identidad” y “conciencia”, y a partir de ellos elaboró una filosofía basada en la realidad, coherente con el mundo y sin contradicciones. Ella nos ha enseñado que la importancia de la filosofía en la vida del hombre es la siguiente: sin filosofía no es posible vivir.
Para explicar esta afirmación, en 1974 utilizó el siguiente ejemplo frente a los cadetes de la academa militar de West Point: supongan que son astronautas, y que su nave espacial cae en un planeta desconocido para ustedes. ¿Qué es lo que harían una vez recobrado el conocimiento? 


Lógicamente, las tres primeras preguntas que el cerebro de un ser humano haría en tales circunstancias serían: ¿dónde estoy? ¿cómo lo sé? ¿qué debería hacer? Estas tres preguntas, fundamentales para el estudio de la existencia y por ende, para la supervivencia humana, son respondidas por las tres primeras ramas de la filosofía: Metafísica, Epistemología y Etica. ¿Dónde estoy? La filosofía no me dirá si estoy en Buenos Aires o en Paris o en otro lugar (aun cuando me dará las herramientas necesarias para averiguarlo); sin embargo, responderá al dilema: ¿estoy en un mundo gobernado por leyes estables, firmes, cognoscibles, absolutas? ¿o estoy en un caos incomprensible? ¿Las cosas a mi alrededor son reales, o son sólo una ilusión? ¿Existen independientemente de mi voluntad o son creadas por mi mente? ¿Puedo cambiarlas según mi voluntad o no? A estas preguntas responde la Metafísica, que es el estudio de la naturaleza de la existencia como tal.
¿Cómo lo sé? Como el hombre no es omnisciente ni infalible, debe descubrir el mundo, averiguar qué es el conocimiento y cómo probar la validez de sus conclusiones al respecto. ¿Adquiere conocimiento por un proceso racional o por una súbita revelación, o por instintos, o por acto reflejo? ¿Es la razón competente para descubrir la realidad o el hombre posee alguna otra facultad superior o paralela a la razón? ¿Puede estar seguro de algo o está condenado a vivir en una duda perpetua? A todo ello responde la Epistemología, que estudia el conocimiento y el medio de adquirirlo.

Esta conferencia le dio título a su libro: “Philosophy: Who needs it?”. Todos los conceptos que usaré en este trabajo están tomados, tanto de ese libro como de: “Introduction to Objectivist Epistemology”, “The Virtue of Selfishness”, “Capitalism: The Unknown Ideal” y “The Romantic Manifesto”.
¿Qué debería hacer? Las respuestas a las dos primeras preguntas determinarán la respuesta a la tercera. ¿Qué es bueno y malo para el hombre, y por qué? ¿Su preocupación debería ser alcanzar la felicidad o huir del sufrimiento? ¿Debería perseguir sus propias metas, o subordinarse a las de los demás? A ello responde la Etica, rama de la filosofía que estudia el modo en que un hombre debería comportarse.
A su vez, la respuesta que da la Etica determina cómo el hombre debería tratar con otros hombres, lo que involucra la cuarta rama de la filosofía, la Política, directamente basada en las primeras tres, que define los principios de un sistema social adecuado.
La necesidad de emplear ideas abstractas es fundamental para la supervivencia humana, y por eso no hay elección entre seguir o no una filosofía. Sí se puede elegir, en cambio, si esa filosofía será elaborada por un proceso de pensamiento consciente, racional y lógico, o mediante una acumulación de falsedades, contradicciones y afirmaciones dogmáticas.
Como ejemplo de la presencia constante de principios filosóficos en la vida cotidiana, Ayn Rand recordó algunas frases que se escuchan y repiten diariamente, originadas en el pensamiento de personas que han sido considaradas grandes filósofos, y que generalmente son aceptadas y repetidas sin un análisis racional consciente:
“No esté tan seguro: Nadie puede estar seguro de nada” (Platón).
“Ha hecho algo malo, pero sólo es humano, y nadie es perfecto en este mundo”
(San Agustín).
“Puede ser verdad para usted, pero no es verdad para mí” (William James).
“No puedo evitarlo. Nadie puede evitar lo que hace” (Hegel).
“No puedo probarlo, pero siento que es verdad” (Kant).
“Es lógico, pero la lógica no tiene nada que ver con la realidad” (Kant).
“Es malo porque es egoísta” (Kant).
“Primero actúe, luego piense” (John Dewey).
“He dicho eso en varias circunstancias, pero no tengo por qué creer en eso todo el tiempo: lo que ha sido verdad ayer no tiene por qué ser verdad hoy” (Hegel).
“¿No puede adoptar uno un compromiso y pedir prestadas diferentes ideas de filosofías diferentes de acuerdo con las necesidades del momento?” (William
James).
Un repaso de estas frases, después de comprender el desarrollo lógico de la filosofía Objetivista, podrá ser de gran utilidad.
Este desarrollo debe comenzarse, entonces, por la primera rama de la Filosofía: la Metafísica, que es el estudio de la existencia. El término “Metafísica” fue generalizado por los compiladores de Aristóteles, quien en el libro que lleva ese nombre en realidad se refería a la Filosofía, a la que definía como la ciencia que estudia el Ser en cuanto Ser.
La realidad es el conjunto de todo lo que existe, y por lo tanto, el primer problema que plantea la filosofía es el estudio de la existencia como tal.
La existencia de la realidad es lo único de lo que lógicamente no se puede pedir una prueba, pues es el presupuesto de toda prueba y todo conocimiento. Su demostración es ostensible: la realidad no se demuestra, sino que se muestra.
La petición de una “prueba” de que la realidad existe, constituye una prueba en sí misma: alguien que esté parado frente a usted, exigiendo pruebas de algo, deberá necesariamente existir. La realidad no puede ser probada porque, si por definición es el conjunto de todo lo que existe, incluye también a la misma prueba, y por lo tanto, pedir una prueba de la realidad significaría pedir que alguien se colocase fuera de la realidad para buscarla, y eso es imposible.
Esta es la premisa básica, el punto de partida de la filosofía: la existencia, existe. Este axioma es el primer ABSOLUTO, y es la base de la concepción de un mundo guiado por principios estables y cognoscibles. El primer paso en la tarea intelectual de destruir las herramientas de supervivencia del hombre ha sido negar que la realidad existe. Pueden recordarse como ejemplos de esta pretensión, con sus graves consecuencias metafísicas y espistemológicas, “el mito de la caverna” de Platón, la división de los mundos “noumenal y fenomenal” de Kant, o un paso más allá el Solipsismo o la pretensión de que el hombre crea al mundo cuando mira. Todas estas teorías pretendieron que el mundo con es compensible por el hombre, sino un sitio misterioso, voluble e imposible de entender.
Estas ideas suponen un ataque directo al concepto de “absoluto”. Pretenden que es imposible tener un conocimiento absoluto de cosa alguna, o que la realidad exista absolutamente, evadiendo el hecho de que la afirmación "los absolutos no existen” es una afirmación absoluta, y por lo tanto, contradictoria en términos: quien dice que los absolutos no existen, está haciendo una afirmación absoluta y por lo tanto incontroverible, pero que a la vez debería ser controvertida, pues no podría ser absoluta. Aristóteles jamás habló de Metafísica. La primera mención que se conoce a ese término fue hecha por Nicolás de Damasco en la primera mitad del siglo I, y se refiere a la ubicación metodológica de este libro dentro de la obra total de Aristóteles, toda vez que este trabajo fue elaborado con posterioridad a los Tratados de la Física. En este sentido se usó el concepto de Metafísica, que etimológicamente significa “lo que está más allá o luego de la física”. Tal vez una denominación más correcta hubiese sido “Filosofía”, que es a lo que Aristóteles se refiere en esta obra, y que sirve para identificar el estudio de las primeras causas y los primeros principios que rigen la realidad.
Es curioso advertir que el término “Metafísica” se usa hoy en día para significar “lo que está más allá del mundo físico o comprensible”, es decir, lo esotérico, lo incomprensible, lo inalcanzable, y finalmente, lo vinculado con la teología. Algo muy distinto a lo que Aristóteles tuvo en mente en esta obra.
En segundo lugar, lo que es, no puede “no ser”. Lo contradictorio es imposible. Afirmar que algo es y no es al mismo tiempo, en el mismo contexto, significa afirmar también lo contrario y así hacia el infinito; y eso es imposible. El principio de “no contradicción” es el segundo ABSOLUTO.
Existir significa existir siendo algo. Cada cosa que existe lo hace de acuerdo con su propia naturaleza. Del mismo modo, el hombre existe en el mundo con una naturaleza determinada.
La materia inorgánica no puede dejar de existir, sólo cambiar de forma. Unicamente respecto de la materia orgánica cabe la alternativa entre existir y no existir como tal. La vida es el proceso de acción auto-generada destinada a la auto-sustentación. Pero ese proceso no es insoslayable y depende de que concurran determinadas condiciones. Para vivir, los organismos deben actuar. La naturaleza de la acción necesaria para vivir depende de la naturaleza del organismo. Los organismos vivos, excepto el hombre, tienen un método automático de supervivencia que les indica el tipo de acción necesaria. Los vegetales poseen un mecanismo automático para absorber el alimento del suelo y buscar el aire y el sol con sus hojas. Los animales cuentan con instintos, que forman un método insoslayable de conducta destinado a la supervivencia. El hombre, en cambio, no posee tal código automático. Como el resto de los seres vivos necesita actuar para continuar viviendo, pero debe hacerlo “por elección”, pues no está predeterminado a ningún tipo específico de acción.
Para un animal, el problema de la supervivencia es esencialmente biológico: basta con que funcione correctamente su sistema automático de respuestas.
Para un ser humano, el problema es esencialmente epistemológico: debe adquirir el conocimiento, aprendiendo previamente cuál es su método específico de adquisición. El uso de ese método no es automático, pues de lo contrario sería un instinto: el hombre debe reconocer y usar ese método voluntariamente.
Tiene la necesidad biológica de pensar antes de actuar: precisamente porque su conducta es voluntaria, no automática, debe elegir cada acto que realiza. Si no piensa primero, no puede actuar.
El método natural de supervivencia humana es el uso de la razópn: la facultad que identifica e inegra el material enviado al hombre por sus sentidos. El hombre sólo puede sobrevivir adquiriendo conocimiento, y la razón es el único medio con que cuenta para conseguirlo.
Los sentidos aportan evidencia de la realidad, pero esa evidencia debe ser procesada por el propio cerebro. Para realizar correctamente esa identificación e integración, el hombre usa la lógica, que es el arte de integración no contradictoria: ningún concepto formado por un hombre es válido a menos que lo integre sin contradicción con la suma total de su conocimiento.
Llegar a una contradicción es reconocer un error; mantenerse en ella es abdicar a la razón. La verdad es el reconocimiento de la realidad.
La lógica es el reconocimiento de que determinadas reglas rigen lo que existe, independientemente de que el hombre las use o les dé cierto nombre. Las tres reglas básicas de la lógica, enunciadas por Aristóteles, son:
1. La ley de Identidad. La existencia, existe (A es A). Esta ley tiene dos axiomas corolarios: existe algo que uno percibe; el hombre existe poseyendo conciencia, siendo la conciencia la facultad de percibir lo
que existe.
2. Ley de No Contradicción. Lo contradictorio es imposible (A no puede ser a la vez NO-A).
3. Ley del Tercero Excluido. Una cosa puede ser o no ser, pero no existe una tercera posibilidad.
Se suele hablar de estas reglas y las que derivan de ellas como la “lógica aristotélica”. Sin embargo, el calificativo de “aristotélica” es sobreabundante, pues no existe otra lógica aparte de ésta. Una pretendida lógica distinta, debería comenzar por negar la existencia de la realidad, pues de lo contrario debería llegar a las mismas conclusiones. Y negar la existencia, como se vio, es imposible.

Pero como el uso de la razón y la lógica no se produce automáticamente, la racionalidad es una cuestión de elección. La voluntad es la cualidad del cerebro humano que le permite poenr en movimiento el mecanismo de la razón. El hombre debe hacer el esfuerzo de pensar. Por eso, la voluntad es la clave del estudio del ser humano.
El hombre es un ser de conciencia volitiva. La conciencia es la facultad de percibir lo que existe. Se puede estar consciente de una sola cosa a la vez, o sea, percibir una cosa a la vez. Pero un individuo no podría funcionar si cada vez que enfrenta una alternativa tuviera que repetir íntegramente el proceso de aprendizaje. Para resolver este problema, el cerebro humano cuenta con una herramienta equivalente a una tabla de datos, que le permite almacenar las conexiones efectuadas por la conciencia: el subconsciente. Todo problema que un ser humano ha analizado alguna vez en su vida, provoca algún registro en su
subconsciente.
El subconsciente del hombre es como una complejísima computadora cuya función principal es la integración de las ideas. ¿Quién lo programa? La mente consciente. Si no es programado con datos de la realidad, lógicamente estructurados, los resultados que constantemente emita el subconsciente serán ilógicos y contradictorios. El programador final del subconsciente es la clase de filosofía conscientemente elaborada.
Por eso, quienes desprecian a la filosofía, son quienes más necesitan de ella. La realidad es Objetiva. Los filósofos subjetivistas pregonan la libertad de evadir la realidad; que el universo sea lo que su voluntad decida. Tratan de falsear la relación entre la existencia y la conciencia, pretendiendo que su conciencia cree la existencia, en lugar de percibirla. Las ligaduras que intentan destruir son las relaciones causales. El enemigo al que tratan de derrotar es la ley de Identidad. La rebelión contra la causalidad se origina en el deseo de revertirla. Sin embargo, la conciencia del hombre no sirve para objeto alguno que no sea identificar la realidad.

Los fenómenos que ocurren sin participación humana son lo “metafísicamente dado” y no podrían ocurrir de otro modo. La existencia de estos fenómenos no depende de la conciencia del hombre, sino que deben ser reconocidos y aceptados por ella. Por el contrario, todo fenómeno que involucra la acción humana es lo “hecho por el hombre” y podría haber sido diferente o no ser.
La voluntad provoca contradicciones si los hombres no advierten la diferencia entre ambos conceptos. Lo metafísicamente dado debe ser aceptado, no puede ser cambiado. Lo hecho por el hombre nunca debe ser aceptado sin crítica: debe ser juzgado y después aceptado o rechazado, de acuerdo con el resultado de ese juicio.
Los sentidos envían sensaciones al cerebro, que allí se convierten en percepciones. La capacidad racional le permite organizar el material perceptual en conceptos primarios, y posteriormente a estos conceptos en otros cada vez más amplios, y de este modo captar y retener, identificar e integrar, cada vez mayor cantidad de conocimiento. Este proceso es vital para un ser humano, toda vez que no posee respuestas
automáticas a sus problemas.
Un concepto es la integración mental de dos o más unidades que poseen las mismas características distintivas, omitiendo las medidas particulares. Representa conocimiento condensado, lo que hace posible el estudio futuro y la división de la tarea cognoscitiva. La definición, por su parte, es una declaración que identifica la naturaleza de las unidades subsumidas bajo un concepto. El conocimiento del hombre es contextual y posee una estructura jerárquica, que va de sensaciones a percepciones, a conceptos primarios que se refieren a la realidad percibida, y se integra en conceptos cada vez más amplios. Por ejemplo, uno ve una mesa, esa sensación genera una percepción, y a partir de lo que percibe el cerebro elabora el concepto primario de forma, consistencia, posteriormente madera, propósito, hasta alcanzar el concepto de mesa, y posteriormente el más complejo de habitación, el de casa, el de ciudad, el de país. Los conceptos de abstracciones puras son los más complejos que el hombre puede elaborar.

Debido a que todo conocimiento del hombre es contextual, dada su naturaleza no omnisciente y el reconocimiento de la realidad en la cual vive, debe elaborar conceptos de acuerdo con ese contexto. Por ejemplo, conceptos tales como “certeza” o “perfección” sólo tienen sentido si se los define en el contexto de la naturaleza humana.
“Certeza” significa que toda la evidencia disponible respecto de un hecho determinado, analizada de acuerdo con las reglas de la lógica, indica que ese hecho es así y que no existe evidencia alguna que determine lo contrario. No significa que, por falta de conocimiento no pueda demostrarse posteriormente otra cosa (el hombre no es omnisciente).
Recuérdese que la verdad es el reconocimiento de la realidad, y la razón es el único estándar de verdad que posee el hombre. La verdad o falsedad de las conclusiones, inferencias, pensamientos y conocimientos de un hombre, descansan en la verdad o falsedad de sus definiciones.
Precisamente porque el hombre no es omnisciente es que existe el concepto de “certeza”. Si no pudiera equivocarse, no tendría sentido un concepto de error y no haría falta uno de certeza. Pero como el hombre necesita adquirir el conocimiento mediante un método especial, es que la necesidad de estar seguro del conocimiento que ha adquirido es básica para su supervivencia. Si no hubiese un conjunto de cosas de las cuáles está “seguro”, no podría siquiera mover un dedo y estaría destinado a perecer.El edificio del conocimiento humano se levanta con ladrillos que son verdades. “Error” significa tener como verdad algo que contradice algún hecho de la realidad. Un error de conocimiento se produce cuando un ser humano ignora algún dato de la realidad y afirma una falsedad; en cambio, un error moral ocurre cuando un individuo sostiene algo erróneo a sabiendas de que contradice los hechos de la realidad. Si un hombre quiere sobrevivir, debe aceptar que necesita utilizar siempre las reglas de la lógica, pues le proveen el único método para uni los datos de la realidad sin contradicción. Evadir voluntariamente las conclusiones de la lógica equivale al suicidio.
La “prueba” es el proceso de derivar una conclusión, paso a paso, desde la evidencia de los sentidos, cada paso dado de acuerdo con las reglas de la lógica. El método para validar el conocimiento consiste en coejar el contenido mental de un ser humano con los hechos de la realidad. Por ejemplo, si alguien afirma que los elefantes vuelan, la validación del conocimiento consistirá en observar el comportamiento de los elefantes. Una vez que el hombre ha respondido a las dos primeras preguntas que le plantea la filosofía (¿qué es el mundo en el que vive? y ¿cuál es el método que le permite conocerlo?), la tercera cuestión a determinar es ¿qué de bería hacer?, o lo que es lo mismo ¿cómo debería comportarse después de reconocer su propia naturaleza y la del mundo que lo rodea?
A esta pregunta responde la Etica, que es la ciencia que se ocupa de hallar y definir un código e valores para guiar las elecciones y acciones que determinarán el propósito y el curso de vida de un ser humano.
La primera pregunta de la Etica no es cuál debería ser el código de valores, sino si hace falta tal código y por qué.
Prácticamente todos los filósofos han considerado a la Etica como sujeta a caprichos, y no han provisto una respuesta racional, objetivamente demostrabla, a la pregunta de por qué hace falta un código de valores. Lo aceptan como un hecho dado, sin buscar su raíz metafísica o su validez objetiva. El desafío y gran aporte de Ayn Rand a la Etica fue definir un concepto objetivo y racional de la moral, basado en la naturaleza humana.

Toda vez que los organismos vivos tienen la alternativa entre existir y no existir como tales, y que deben actuar de una manera determinada por su naturaleza para lograrlo, sólo entre ellos puede elaborarse el concepto de valor; sólo para ellos las cosas son buenas o malas. Valor es aquello por lo cual se actúa, para obtenerlo y/o conservarlo.
La vida de un organismo depende de dos factores: el combustible que requiere del exterior, y la acción de usar ese combustible debidamente. El organismo no tiene elección posible respecto de lo que necesita para su supervivencia: es metafísicamente dado, depende del tipo de ente que sea. La vida sólo puede mantenerse por un proceso constante de acción de autosustentación. La meta de esta acción, el Valor Supremo que debe ser ganado en cada momento, es el mantenimiento de la vida misma del
organismo.
Entonces la vida es el estándar de valoración: lo que ayuda a mantenerla es bueno, lo que la amenaza es malo. El hecho de que un ser vivo sea, determina lo que debe hacer para vivir. Si no lo hace, muere. En este sentido, puede decirse que todo “ES” implica un “DEBERÍA”.
Solamente una meta final, un fin en sí mismo, hace posible la existencia de valores. Metafísicamente, la vida es el único fenómeno que es un fin en sí mismo. Epistemológicamente, el concepto de “valor” depende genéticamente y se deriva del concepto de “vida”. Solamente el concepto de vida hace posible el de valor.

¿Cómo descubre el ser humano el concepto de valor? En primer lugar, mediante las sensaciones físicas de dolor y placer. El mecanismo de placer-dolor sirve como protector automático de la vida del organismo, es una capacidad innata. Pero la naturaleza epistemológica del hombre hace que este mecanismo no sea suficiente para indicarle cómo actuar.
Recuérdese que los organismos inferiores sólo tienen la facultad de la sensación; los organismos superiores poseen la facultad de la percepción. Pero para un ser humano, la supervivencia depende de un proceso voluntario de utilizar la razón, y por ese camino descubrir lo que necesita para vivir.

No puede sobrevivir con la guía de meras percepciones. Una sensación de hambre le indicará que necesita comida, pero no le dirá cómo obtenerla ni cuál es buena para él. No puede satisfacer sus necesidades físicas más elementales sin un proceso de pensamiento.
El hombre no sabe automáticamente qué es verdadero y qué es falso, y por ende no puede saber automáticamente qué es correcto y qué es incorrecto, es decir, qué es bueno o malo para él. Pero necesita este conocimiento para poder vivir.
No puede evadir la realidad: es un organismo específico, con una naturaleza específica, que requiere un curso de acción específico. No tiene elección sobre lo que su naturaleza requiere, y ello deberá descubrirlo utilizando las reglas del pensamiento, es decir, las leyes de la lógica.
Entonces, ¿cuáles son las metas correctas que debe perseguir el hombre, y los valores que requiere para sobrevivir? A ello responde la Etica. No es una fantasía mística ni una convención social, sino una necesidad metafísica objetiva para la supervivencia del hombre. El estándar de valores de la Etica Objetivista es aquello que se requiere para la supervivencia del hombre como tal.
Un ser vivo que considerase maldad sus medios de supervivencia, no sobreviviría (por ejemplo, un pájaro que intencionalmente intentara romper sus alas).
El hombre debe obtener el conocimiento y elegir sus acciones por un proceso mental, que la naturaleza no le obliga a practicar, sino que sólo puede descubrir por sí mismo. Un código de valores aceptado por elección es un código moral. La alternativa del hombre es ser racional o animal suicida.
Si la supervivencia humana depende de que se use el propio cerebro destinado a la tarea de sobrevivir, el estándar de moralidad ha de ser el de un hombre que vive tomando decisiones sobre la base de razonamiento hechos con su propio cerebro. La racionalidad está directamente relacionada con la supervivencia. Dado que todo lo que el hombre necesita debe ser descubierto por su propia mente y producido por su propio esfuerzo, los dos factores esenciales de su método de supervivencia son: pensar y trabajar productivamente (Es posible imaginar una secta que adore la luna y pase el día durmiendo, para sentarse a admirar la luna por las noches; pero para que puedan sobrevivir, alguien deberá utilizar su cerebro y producir, al menos, el alimento que consuman).
Por el hecho de que el ser humano no posee un código de respuestas automáticas, y por ende su supervivencia es un problema esencialmente epistemológico, no puede sobrevivir según las necesidades del momento, como el resto de los animales. Cada acto de su vida es producto de metas que se desarrollan y persiguen durante días, meses, años, décadas, y no vive satisfaciendo puntualmente las necesidades biológicas básicas, como los restantes animales. El subconsciente es el lugar donde almacena los datos que le permiten establecer las metas futuras y los modos de alcanzarlas.
La Etica se encarga de definir un código de valores adecuado, y por lo tanto estudia al hombre como individuo, y no en sus relaciones con los demás. No existe nada parecido a una “Etica Colectiva” o “Etica Social” por lo mismo que no existe un “cerebro colectivo”. Respecto de las relaciones con los demás, el principio social de la Etica Objetivista indica que así como la vida es un fin en sí misma, todo ser humano es un fin en sí mismo y no un medio para los fines o el bienestar de otros.
Entonces, si la acción de un hombre está orientada a la supervivencia, él será lo más importante para sí mismo. El egoísmo es el motor de las acciones humanas. Un organismo vivo que tuviera a alguien o algo más que a él mismo como el móvil de su acción, no podría sobrevivir. Pero como para el hombre la decisión de actuar en procura de su bienestar es voluntaria, él es el único ser que puede actuar en contra de su propia vida, y adoptar el sacrificio como estándar de conducta.
La vida es el medio por el cual se obtienen y conservan los valores. Los tres valores cardinales de la Etica Objetivista son: Razón, Propósito y Autoestima, y sus correspondientes virtudes son: Racionalidad,
Productividad y Orgullo. A ellas se suman la Independencia, Integridad, Honestidad y Justicia.
Todo trato entre individuos debe ser realizado intercambiando valor por valor, ofreciendo cada uno el producto de la aplicación de su propio cerebro a una actividad productiva. Ello sólo puede suceder cuando los seres humanos se ven libres de coacción unos por otros. La libertad de acción es un requerimiento básico de la vida humana.
Sin embargo, como la racionalidad es potencial, nada impide que algún individuo recurra a la agresión como medio para tratar con los demás.
Agredir significa iniciar el uso de la fuerza entrando en contacto con el cuerpo o la propiedad de otra persona sin su consentimiento.
Por ello, la Política existe debido a la necesidad de establecer reglas de convivencia entre los individuos de una especie potencialmente racional, que requieren libertad de acción para llevar a cabo las decisiones de sus cerebros y al mismo tiempo poseen la potencialidad de la agresión.
El inicio del uso de la fuerza supone torcer la realidad que exige que el hombre persiga sus propios intereses; por el uso de la fuerza se le exige que actúe contra ellos. La realidad amenaza al hombre con la muerte si no sigue sus propios juicios racionales; la agresión lo amenaza con la muerte si lo hace.
La fuerza sólo puede ser usada en defensa propia, como represalia contra quien inicie su uso.
La libertad es un requerimiento básico de la vida humana. No pensar es sinónimo de muerte. Pensar sin actuar desnaturaliza la función del pensamiento. Garantizar la libertad de pensar y actuar es la única forma de proteger la vida humana.
El concepto de derecho se refiere a la acción, específicamente a la libertad de acción. Significa estar libre de toda compulsión física, coerción o interferencia por parte de otros hombres. Es un concepto moral: los derechos del individuo son el medio de subordinar la sociedad a la ley moral.
Un derecho es un principio moral que define y sanciona la libertad de acción de un hombre en un contexto social. Para cada individuo, un derecho es una sanción moral positiva de su libertad para actuar de acuerdo con su propia elección voluntaria. En cuanto a los demás, los derechos de un individuo sólo le imponen una obligación de índole negativa: abstenerse de agredirlo.
La fuente de los derechos del hombre no es la ley de dios ni la ley de congreso alguno, sino la ley de identidad: A es A y el hombre es el hombre. Los derechos son condiciones requeridas por la naturaleza humana para la supervivencia. Sólo existe un derecho fundamental, del cual derivan los demás: el de un hombre a su propia vida; lo que significa el derecho de llevar a cabo todas las acciones requeridas por la naturaleza para mantenerla. El derecho a la vida es el origen de todos los derechos, y el de propiedad es la única forma de implementarlo: dado que un hombre debe sustentar su vida por su propio esfuerzo, quien no tiene derecho al producto de ese esfuerzo no posee los medios para mantenerla. El hombre que produce mientras otro dispone del producto de su esfuerzo, es un esclavo.
Los derechos son principios morales que definen las correctas relaciones sociales. Dado que sólo un hombre individual puede tener derechos, la expresión “derechos del individuo” es una redundancia (necesaria en el caos intelectual imperante). Pero la expresión “derechos colectivos” o “derechos sociales” es una contradicción en términos.
Todo grupo es sólo una cantidad de individuos que no puede tener otros derechos que los de sus miembros individuales. En una sociedad libre, los derechos de cualquier grupo se derivan de los de sus miembros, a través de su elección individual y voluntaria y el acuerdo contractual que formalizó su agrupamiento, permitiendo la aplicación de esos derechos individuales a propósitos específicos comunes. Todo propósito legítimo de un grupo se basa en el derecho que tienen los participantes a la libre asociación y el libre comercio.
La noción de “derechos colectivos” supone que los derechos pertenecen a algunos hombres, pero no a otros, que algunos tienen el derecho de disponer de otros como les plazca, y que el criterio para esta diferencia radica en la superioridad numérica (tal es lo que sucede con los llamados “derechos” a la vivienda, salud, educación, alimento, que sólo podrían ser satisfechos utilizando a algunos seres humanos como animales de sacrificio en beneficio de otros).
Ahora bien: dado el concepto de derecho, ¿qué es un obierno? ¿Es necesaria su existencia?
En principio, si los individuos no organizaran un mecanismo para defenderse de la agresión, vivirían en un estado de guerra latente. Por eso, la organización de un gobierno surge como una necesidad lógica. Debe distinguirse, para comprender bien este punto, el concepto de “necesidad” entre lo metafísicamente dado y lo hecho por el hombre.
Nada de lo hecho por el hombre era necesario metafísicamente. El gobierno es necesario (recomendable su creación y sostenimiento voluntario) en tanto soluciona un problema de coexistencia pacífica entre los hombres. Pero ello no significa que individuo alguno deba o pueda ser obligado por otro a sostener un gobierno: el “derecho a obligar” es una contradicción en términos.
En este contexto, el gobierno es una institución creada por los hombres para poner en vigor ciertas reglas de convivencia en un área geográfica dada. Es un medio para mantener el uso de la fuerza física retributiva bajo un control objetivo.
Si se dejara a los individuos particulares la tarea de proteger sus propios derechos, por una parte la efectiva protección dependería de que el que se defiende tenga la suficiente fuerza frente al agresor, y por otro lado, se correría el riesgo de que se organizaran grupos de linchamiento que actuando subjetivamente perdieran de vista el justificativo del uso de la fuerza.
Ayn Rand hablaba de “gobierno”, y como este término ha sido objeto de muchas consideraciones en los últimos tiempos, es útil hacer una consideración adicional. A diferencia del cocenpto liberal clásico de gobierno, basado en el monopolio del poder, que a su vez descansa en la facultad de cobrar impuestos en forma compulsiva para mantenerlo, Ayn Rand extendió, como es lógico, el principio de que nadie puede iniciar el uso de la fuerza al propio gobierno.
De este modo, si bien Ayn Rand también usó la terminología clásica de gobierno como detentador del monopolio del uso de la fuerza, puede deducirse que en su concepción el gobierno sólo existiría en tanto y en cuanto se pudiese establecer un sistema de aportes no compulsivos que permitiese mantenerlo. Si se profundizase este razonamiento –cosa que Ayn Rand no tuvo tiempo de hacer-, pienso que habría un punto de acercamiento entre su pensamiento y el de quienes se oponen al concepto de gobierno –precisamente por la carga de compulsión que implica-, y prefieren hablar de auto-gobierno, agencias de protección de derechos, o términos similares.
Pienso que probablemente en la práctica, y por una simple cuestión de mercado, un gobierno sin facultades de recaudar impuestos ni iniciar de ninguna otra forma el uso de la fuerza contra los ciudadanos, estaría en condiciones similares y llegaría a los mismos resultados que las agencias de protección y seguridad.
La única función del gobierno es proteger los derechos, o sea, proteger al hombre de la violencia física. Es sólo un policía que actúa como defensor, y como tal sólo puede recurrir a la fuerza contra quienes inicien su uso.
Las únicas funciones propias de un gobierno son: policía, ejército y tribunales, para proteger los derechos y arreglar las disputas mediante reglas racionales y según leyes objetivas.
Si la protección de los derechos es lo que justifica la existencia de un gobierno, deberán existir reglas objetivas para determinar cuándo un derecho ha sido violado y para la prueba de que tal cosa ha ocurrido en un caso específico. Hay dos formas básicas de organización social: la que reconoce la existencia de los derechos del individuo como previos al gobierno y en consecuencia tiene por única función y protección; y la que presupone que el uso de la fuerza es el medio por el que deben tratar unos hombres con otros, y por lo tanto organiza un gobierno con facultades para agredir y violar derechos.
Ayn Rand definió al Capitalismo como el sistema social basado en el reconocimiento de los derechos del individuo, incluyendo los derechos de propiedad, en el que toda propiedad es privada. Es la única forma de organizar un gobierno moral, que se funde en el reconocimiento de los derechos y actúe para evitar el inicio del uso de la fuerza física de unos hombres contra otros. En una sociedad capitalista, toda relación humana es voluntaria. Los hombres son libres de cooperar o no, de tratar unos con otros o no, como les dicten sus propios juicios individuales, convicciones e intereses.
Tratan unos con otros sólo en términos y por medio de la razón, es decir, por la disuasión, persuasión, y el acuerdo contractual; por elección voluntaria y para el mutuo beneficio. El fundamento moral del Capitalismo no es que persiga el bien común – expresión contradictoria en términos-, sino el hecho de que es el único sistema consistente con la naturaleza racional del hombre, que protege la supervivencia del hombre qua hombre y cuyo principio fundamental es la justicia.
Toda vez que la supervivencia de un hombre depende de que sea libre de usar su cerebro para aplicarse a una tarea productiva, el fundamento de un gobierno capitalista es permitir que cada hombre pueda seguir su propio curso independiente de acción, de acuerdo con su propio juicio racional. Es el hecho metafísico básico de la naturaleza humana lo que el Capitalismo reconoce y protege.
Ayn Rand ha sido la primera filósofa en la historia en darle a la Etica un fundamento en la naturaleza racional del hombre, y a la Política un fundamento en esa clase de Etica. La consecuencia de ello ha sido la posibilidad de definir y caracterizar el gobierno de una sociedad libre, basado pura y exclusivamente en el reconocimiento de los derechos del individuo. Demostró que, ni los derechos son un caprichoso invento de algunos intelectuales o místicos, ni su protección como único justificativo de la existencia de un gobierno, una de tantas formas igualmente válidas de organización social: demostró que los derechos existen antes de su reconocimiento y que, por ende, la falta de tal reconocimiento supone contradecir la ley de identidad.
Ayn Rand ha dejado un legado que en los tiempos venideros será, seguramente, una fuente de reflexión y estudio filosófico.

Objetivismo: Ayn Rand y los fundamentos filosóficos del Capitalismo

Objetivismo: Ayn Rand y los fundamentos filosóficos del Capitalismo

StatueoflibertyPor Ricardo M. Rojas
Cuando se menciona la palabra “filosofía”, muchas veces se tiende a pensar en cuestiones abstractas, desvinculadas de la realidad y sin aplicación práctica, que sólo pueden ser comprendidas por una élite: los “filósofos”. Esa impresión es el resultado de la actitud mantenida invariablemente por quienes han intentado despojarse de la lógica y negar la realidad al tratar con las ideas.
Ayn Rand, en cambio, partió del reconocimiento de los conceptos axiomáticos de “existencia”, “identidad” y “conciencia”, y a partir de ellos elaboró una filosofía basada en la realidad, coherente con el mundo y sin contradicciones. Ella nos ha enseñado que la importancia de la filosofía en la vida del hombre es la siguiente: sin filosofía no es posible vivir.
Para explicar esta afirmación, en 1974 utilizó el siguiente ejemplo frente a los cadetes de la academa militar de West Point: supongan que son astronautas, y que su nave espacial cae en un planeta desconocido para ustedes. ¿Qué es lo que harían una vez recobrado el conocimiento? 

Wednesday, August 3, 2016

Los derechos individuales como absolutos

Derechos individuales 
La política, al igual que la ética, es una rama normativa de la filosofía. La política define los principios de un sistema social apropiado, incluyendo las funciones propias de un gobierno.
Vivir en sociedad es un valor para el hombre si es el tipo correcto de sociedad. El tipo errado, como cualquier otro curso de acción errado, es una amenaza para el hombre, y puede ser fatal.
Hay un único estándar que pueda guiar a un pensador a definir el sistema social “correcto”: el código de valores morales del hombre, es decir, los principios de la ética. La política está basada en la ética (y por lo tanto en la metafísica y la epistemología); es una aplicación de la ética a cuestiones sociales. La política, por lo tanto, es una conclusión extraída de todos los fundamentos de un sistema filosófico; no es donde el sistema empieza ni ningún tipo de aspecto primario. Eso es cierto de cualquier teoría política, sin importar dónde esté en el espectro ideológico.
¿Qué tipo de sociedad se ajusta a – o refleja – los principios de la moralidad? Esa es la pregunta planteada por la política filosófica. Dada la moralidad Objetivista, la pregunta se convierte en: ¿Qué tipo de sociedad se ajusta a los requerimientos de la vida del hombre? ¿Qué tipo hace posibles las virtudes que hemos estado estudiando? ¿Qué tipo representa la supremacía de la razón?
El principio básico en política, según Objetivismo, es el principio que fue ratificado por los Padres Fundadores de los Estados Unidos: Los derechos individuales.


“Derechos”, dice Ayn Rand,
son un concepto moral, un concepto que proporciona una transición lógica desde los principios que guían las acciones de un individuo hasta los principios que guían su relación con otros, el concepto que preserva y protege la moralidad individual en un contexto social, el vínculo entre el código moral de un hombre y el código legal de una sociedad, entre ética y política. Los derechos individuales son la forma de subordinar la sociedad a la ley moral. 
Un “derecho”, en la definición de Ayn Rand, “es un principio moral que define y sanciona la libertad de acción de un hombre en un contexto social”. Un derecho es una sanción a la acción independiente; lo contrario de actuar por derecho es actuar por permiso. Si alguien pide prestado tu lápiz, tú estableces los términos de su uso. Cuando lo devuelve, nadie puede establecer los términos por ti; tú lo usas por derecho.
Un derecho es una prerrogativa que no puede ser moralmente infringida o alienada. De hecho, los delincuentes son posibles; hombres inocentes pueden ser robados o esclavizados. En tales casos, sin embargo, los derechos de la víctima continúan siendo inalienables: el derecho sigue estando del lado de la víctima; el delincuente está actuando mal.
Si un hombre viviese en una isla desierta, no tendría sentido definir su relación correcta con otros. Aunque los hombres interactuasen en una isla pero lo hiciesen al azar, sin establecer un sistema social, el tema de los derechos sería prematuro. Aún no habría ningún contexto para el concepto ni, por lo tanto, ningún medio para implementarlo; no existiría una entidad que lo interpretase, lo aplicase, lo hiciese cumplir. Cuando los hombres deciden formar (o reformar) una sociedad organizada, sin embargo, cuando deciden perseguir sistemáticamente las ventajas de vivir juntos, entonces sí que necesitan ser guiados por un principio. Ese es el contexto en el que el principio de derechos surgiría. Si tu sociedad ha de ser moral (y por lo tanto práctica), dice ese principio, debes empezar reconociendo los requerimientos morales del hombre en un contexto social; es decir, debes definir la esfera de la soberanía que es prescrita para cada individuo por las leyes de la moralidad. Dentro de esa esfera, el individuo actúa sin necesidad de ningún acuerdo o aprobación de otros, y esos otros no pueden interferir.
En su contenido, como reconocieron los Padres Fundadores, hay un solo derecho fundamental que tiene varios derivados importantes. El derecho fundamental es el derecho a la vida. Sus principales derivados son el derecho a la libertad, a la propiedad y a la búsqueda de la felicidad.
El derecho a la vida significa el derecho a mantener y proteger la propia vida. Significa el derecho a tomar todas las acciones requeridas por la naturaleza de un ser racional para preservar su vida. Para sustentar su vida, el hombre necesita un método de supervivencia: debe usar su facultad racional para adquirir conocimiento y elegir valores, y luego actuar para alcanzar sus valores. El derecho a la libertad es el derecho a ese método; es el derecho a pensar y a elegir, y luego a actuar de acuerdo con el propio juicio de uno. Para sustentar su vida, el hombre necesita crear los medios materiales de su supervivencia. El derecho a la propiedad es el derecho a ese proceso; en la definición de Ayn Rand, es “el derecho a obtener, mantener, usar y disponer de valores materiales”. Para sustentar su vida, el hombre necesita ser gobernado por un cierto motivo: su objetivo debe ser su propio bienestar. El derecho a la búsqueda de la felicidad es el derecho a este motivo; es el derecho a vivir para el propio beneficio y la propia realización de uno.
Los derechos forman una unidad lógica. En palabras de Samuel Adams, todos ellos son “ramas manifiestas, en vez de deducciones a partir de él, del deber de auto-preservación, comúnmente llamado la primera ley de la naturaleza”. Sería una cruda contradicción decirle a un hombre: tienes derecho a la vida, pero necesitas permiso de otros para pensar o actuar. O bien: tienes derecho a la vida, pero necesitas permiso de otros para producir o consumir. O bien: tienes derecho a la vida, pero ni se te ocurra perseguir ningún motivo personal sin la aprobación del gobierno.
Los derechos a la vida, la libertad, y la búsqueda de la felicidad, aunque mal interpretados e implícitamente negados por los intelectuales de hoy, todavía reciben alguna atención formal en Occidente. El derecho a la propiedad, sin embargo, es regularmente atacado; la propiedad privada, alegan los intelectuales, colisiona con el principio mismo de derechos humanos. Ayn Rand responde a esta alegación de forma elocuente:
Así como el hombre no puede existir sin su cuerpo, así tampoco los derechos pueden existir sin el derecho a traducir los derechos de uno a la realidad – a pensar, a trabajar y a conservar los resultados – lo que significa: el derecho a la propiedad. Los modernos místicos del músculo que te ofrecen la fraudulenta alternativa de “derechos humanos” contra “derechos de propiedad”, como si uno pudiese existir sin el otro, están haciendo un último y grotesco intento por revivir la doctrina del alma contra el cuerpo. Sólo un fantasma puede existir sin propiedad material, sólo un esclavo puede trabajar sin derecho al producto de su esfuerzo. La doctrina de que los “derechos humanos” son superiores a los “derechos de propiedad” significa simplemente que algunos seres humanos tienen el derecho a convertir a otros en su propiedad; como el competente no tiene nada que ganar del incompetente, lo que significa es el derecho del incompetente a poseer a quienes son mejores que él y usarlos como ganado de explotación. Quien considere esto como humano y como correcto, no tiene derecho a ser llamado “humano”.
Dado que el hombre es un ser integrado de mente y cuerpo, cada derecho implica todos los demás; ninguno de ellos es definible o posible si está separado del resto. No puede haber un derecho a pensar sin un derecho a actuar: pensar (para un hombre racional) es una guía a la acción; el proceso consiste en establecer los fines y los medios de la acción de uno por medio de la identificación de hechos y de valores. De modo similar, no puede haber un derecho a actuar separado del derecho a poseer: una acción requiere el uso de objetos materiales (incluso el acto de hablar requiere un pedazo de tierra sobre el que pisar). La libertad – como el hombre – es indivisible. O, en palabras de Ayn Rand: “La libertad intelectual no puede existir sin la libertad política; la libertad política no puede existir sin la libertad económica; una mente libre y un mercado libre son corolarios”.
Pasando ahora a la cuestión de la validación lógica: puesto que no son primarios, los derechos del hombre requieren demostración a través de un proceso apropiado de reducción. En el enfoque Objetivista, la naturaleza de tal reducción es fácil de ver. Cada uno de los derechos del hombre tiene un origen específico en la ética Objetivista y, por debajo de eso, en la visión Objetivista de la naturaleza metafísica del hombre (que a su vez se basa en la epistemología y la metafísica Objetivista). El hombre es un cierto tipo de organismo viviente – lo que nos lleva a su necesidad de moralidad y que la vida del hombre sea el estándar moral – lo que nos lleva al derecho a actuar dejándose guiar por ese estándar, es decir, al derecho a la vida. La razón es el medio básico de supervivencia del hombre – lo que nos lleva a que la racionalidad sea la virtud principal – lo que nos lleva al derecho a actuar de acuerdo con el juicio de uno, es decir, al derecho a la libertad. A diferencia de los animales, el hombre no sobrevive adaptándose a lo dado – lo cual nos lleva a que la productividad sea una virtud cardinal – lo que nos lleva al derecho a guardar, usar y disponer de las cosas que uno ha producido, es decir, al derecho a la propiedad. La razón es un atributo del individuo, un atributo que exige, como condición para poder funcionar, un compromiso inquebrantable con la realidad – lo que nos lleva a la ética del egoísmo – lo que nos lleva al derecho a la búsqueda de la felicidad.
Ya que una filosofía correcta es un sistema integrado, cada derecho se basa no sólo en un único principio ético o metafísico, sino en todos los principios que acabamos de mencionar (y en última instancia en todos los principios, de cada una de las ramas de la filosofía, que preceden al tema de los derechos).
Todos los derechos se basan en el hecho de que la vida del hombre es el estándar moral. Los derechos son derechos a los tipos de acciones necesarias para la preservación de la vida humana. Así como “sólo el concepto de ´vida´ hace posible el concepto de ´valor´”, así también son sólo los requerimientos de la vida del hombre los que hacen posible la moralidad, y por lo tanto, el concepto de “derechos”.
Todos los derechos están basados en el hecho de que el hombre sobrevive por medio de la razón. Los derechos son derechos sobre las acciones necesarias para la preservación de un ser racional. Sólo una entidad con una facultad conceptual tiene criterio bajo el cual actuar, voluntad con la cual seleccionar objetivos, e inteligencia con la cual crear riqueza.
Todos los derechos están basados en el hecho de que el hombre es un ser productivo. Los derechos presuponen que los hombres pueden vivir juntos sin sacrificar a nadie. Si el hombre sólo consumiese objetos provistos en una cantidad estática por la naturaleza, entonces cada hombre sería una amenaza potencial para todos los otros. En tal caso, la regla de la vida tendría que ser la que gobierna a las especies inferiores: agarra lo que puedas antes de que los demás lo cojan, come o sé comido, mata o muere.
Todos los derechos están basados en la ética del egoísmo. Los derechos son posesiones egoístas de un individuo, la confirmación del derecho a su vida, su libertad, su propiedad, la búsqueda de su propia felicidad. Sólo un ser que es un fin en sí mismo puede reivindicar una aprobación moral a una acción independiente. Si el hombre existiese para servir a una entidad fuera de sí mismo, fuese Dios o la sociedad, entonces él no tendría derechos, sino solamente los deberes de un sirviente.
Quienquiera que entienda la filosofía de Objetivismo (o implícitamente acepte una moralidad aristotélica de interés propio, como pasó con los pensadores políticos de la Ilustración) puede comprender los derechos humanos adecuados sin esfuerzo; esto puede hacer que él considere que tales derechos, de la forma que expresa la Declaración de Independencia [de USA], son “evidentes”. Los derechos, sin embargo, no son evidentes. Son corolarios de una ética aplicada a una organización social… siempre que uno tenga la ética correcta. Si uno no la tiene, entonces ninguna de las dos se sostiene.
Los derechos a la vida, la libertad, la propiedad y la búsqueda de la felicidad son los únicos derechos discutidos por la política filosófica. Son los únicos derechos formulados en términos de abstracciones generales y basados directamente en principios éticos universales. Las numerosas aplicaciones e implementaciones de esos derechos, como la libertad de prensa o un juicio con un jurado, o las demás prerrogativas detalladas en la Declaración de Derechos [de USA], pertenecen al campo de la filosofía del derecho, y requieren para su validación un proceso de reducción a los derechos filosóficos del hombre.
Por su naturaleza, el concepto de “derecho” se refiere, en palabras de Ayn Rand, “sólo a la acción, específicamente, a la libertad de acción. Significa ser libre de compulsión física, de coerción o de interferencia por parte de otros hombres”. Como cada hombre está obligado a auto-sustentarse, nadie tiene derecho a las acciones o productos de otros hombres (a menos que se gane ese derecho a través de un proceso de intercambio voluntario). Un derecho no es un derecho a la asistencia o una garantía de éxito; si lo que uno busca implica la actividad de otros hombres, entonces es el derecho que ellos tienen de decidir si cooperar o no. Los derechos de un hombre no le imponen deberes a otros, sino sólo una obligación negativa: esos otros no pueden legítimamente violar los derechos de él.
El derecho a la vida es el derecho a un proceso de auto-preservación; no significa que otras personas deban darle alimento a alguien cuando esté hambriento, medicinas cuando esté enfermo, o trabajo cuando esté desempleado. El derecho a la libertad no significa que otros deban satisfacer los deseos de una persona o ni siquiera estar de acuerdo en tratar con él en nada. El derecho a la propiedad no significa el derecho a que el gobierno le dé a uno propiedades, sino a producir y de esa forma ganársela. El derecho a la búsqueda de la felicidad es precisamente eso: a buscarla, no necesariamente a conseguirla; si no fuese así, uno podría alegar que sus prójimos, al no darle los favores que él quiere, están destruyendo su felicidad y de esa forma violando los derechos de él. ¿Qué pasaría entonces con los derechos de ellos?
Si los derechos son definidos en términos racionales, entonces ningún conflicto es posible entre los derechos de un individuo y los de otro. Cada hombre es soberano. Cada uno es absolutamente libre dentro de la esfera de sus propios derechos, y cada hombre tiene los mismos derechos.
Si uno separa el concepto de “derechos” de la razón y la realidad, sin embargo, entonces sólo conflicto es posible, y la teoría de los “derechos” se autodestruye. Así como los malos principios expulsan a los buenos, así también los falsos derechos – los que reflejan principios malvados – expulsan a los derechos válidos… un proceso que está totalmente pervertido hoy día con la proliferación de palabrería contradictoria como “derechos económicos”, “derechos colectivos”, “derechos fetales” y “derechos de los animales”.
“Derechos económicos” en este contexto significa el derecho de un hombre, por el simple hecho de existir, a bienes y servicios hechos por el hombre, tales como alimentos, ropa, vivienda, trabajo, educación, guardería, cuidados médicos, una pensión de jubilación. Todos estos supuestos derechos tienen dentro una contradicción: si mi derecho a la vida implica un derecho a tu trabajo o al resultado de tu trabajo, entonces tú no puedes tener derecho a la libertad o a la propiedad. Si mi exigencia inmerecida no es satisfecha, mi “derecho” es violado; si es satisfecha – como una cuestión de derecho, sin tener en cuenta lo que tú decidas – entonces es tu derecho a la vida lo que es violado; tú te conviertes en una criatura sin derechos, que funciona con mi permiso o el de la sociedad. Leche gratis para una parte de la población, de la forma que explica este punto un teórico político, significa trabajos forzados para el resto. El “derecho a esclavizar”, observa Ayn Rand, es una contradicción en términos; significa el derecho a infringir los derechos.
Los derechos del hombre incluyen prerrogativas “económicas” exclusivamente en forma del derecho a la propiedad, y de los derechos a la libre asociación y al libre comercio (como aspectos de la libertad). Hablar de “derechos económicos” en cualquier otro sentido significa destruir el concepto de “derechos”. Tal noción representa el intento, derivado de la ética del auto-sacrificio, de convertir las necesidades de un hombre en deberes impuestos sobre los demás; es una inversión que de un plumazo destruye la esencia de la virtud para ambas partes, quien necesita y quien es necesitado. Virtud, como sabemos, es acción auto-generada y auto-sustentable.
“Derechos colectivos” quiere decir derechos que pertenecen a un grupo cual grupo, derechos supuestamente independientes de los poseídos por el individuo. Y así oímos hablar de derechos especiales de empresarios, trabajadores, agricultores, consumidores, de los jóvenes, los ancianos, los estudiantes, las mujeres, la raza, la clase, la nación, el público. Los portavoces de tales grupos presentan demandas que violan los derechos legítimos o de personas fuera del grupo y/o de los que están dentro de él. Las demandas varían desde favores económicos a poderes especiales a una masacre directa. Al igual que la teoría de los “derechos económicos”, todas esas variantes colectivistas reflejan la ética del auto-sacrificio; todas las variantes dividen a los hombres en beneficiarios y sirvientes, en amos y esclavos, y de esa forma invalidan el concepto de “derechos”, sustituyéndolo por el principio de la ley de la chusma.
“Un grupo”, observa Ayn Rand,
no puede tener más derechos que los derechos de sus miembros individuales. En una sociedad libre, los “derechos” de cualquier grupo se derivan de los derechos de sus miembros a través de su elección voluntaria e individual y de su acuerdo contractual, y son simplemente la aplicación de esos derechos individuales a un proyecto específico. . .
Un grupo como tal no tiene derechos. Un hombre no puede adquirir nuevos derechos por unirse a un grupo, ni perder los derechos que ya posee. El principio de los derechos individuales es la única base moral de todos los grupos o asociaciones.
“Derechos individuales”, en resumen, es una redundancia, aunque sea necesaria en el caos intelectual de hoy. Sólo el individuo tiene derechos.
Así como no existen los derechos de grupos de individuos, tampoco existen los derechos de partes de individuos: no existen los derechos de brazos o de tumores o de ningún pedazo de tejido que crezca dentro de una mujer, incluso aunque tengan la capacidad de llegar a ser un ser humano en algún momento futuro. Una potencialidad no es una realidad, y un óvulo fecundado, un embrión o un feto no son un ser humano. Los derechos pertenecen sólo al hombre, y hombres son entidades, organismos que están biológicamente formados y físicamente separados uno del otro. Lo que vive dentro del cuerpo de otro no puede hacer ninguna reivindicación contra su anfitrión”.
La paternidad responsable requiere décadas dedicadas a criar apropiadamente del hijo. Sentenciar a una mujer a tener un hijo contra su voluntad es una abominable violación de sus derechos: de su derecho a la libertad (a las funciones de su cuerpo), de su derecho a la búsqueda de la felicidad, y, a veces, de su derecho a la vida misma, incluso como sierva. Esa sentencia representa el sacrificio de lo real a lo potencial, de un ser humano de verdad a un trozo de protoplasma, que no tiene vida en el sentido humano del término.  Es una pura perversión del lenguaje el que los que demandan ese sacrificio se autodenominen “defensores del derecho a la vida”.
El punto culminante (hasta la fecha) de la campaña contra los “derechos” es separar ese concepto totalmente de la especie humana, o sea, alegar que los animales tienen derechos.
Los derechos son normas morales que instan a la persuasión en vez de a la coacción, y no hay forma de aplicar la moralidad a lo amoral, o la persuasión a lo no-conceptual. Un animal no necesita justificar su comportamiento; no actúa por derecho o por permiso; percibe objetos y acto seguido simplemente reacciona como tiene que hacer. Al tratar con tales organismos, no hay ninguna ley aplicable excepto la ley de la selva, la ley de la fuerza contra la fuerza.
Un animal (por su naturaleza) está ocupado sólo de su supervivencia; el hombre (por elección) debe ocuparse sólo de la suya, lo cual requiere que establezca un dominio sobre las especies inferiores. Algunas de ellas amenazan su vida y deben ser exterminadas; otras sirven como fuentes de comida o de vestidos, como objetos para la investigación médica, incluso como objetos de recreación o que sustituyen a una amistad (mascotas). Por su naturaleza y en todo el reino animal, la vida sobrevive alimentándose de vida. Exigir que el hombre ceda ante los “derechos” de otra especie es despojar al propio hombre del derecho a la vida. Se trata de “otro-ismo”, o sea, altru-ismo, un altruismo que se ha vuelto loco.
Un hombre debe respetar la libertad de los seres humanos por una razón egoísta: él puede beneficiarse enormemente de las acciones racionales de otros. Pero un hombre no gana nada respetando la “libertad” de los animales; al contrario, esa política podría poner en serio peligro su supervivencia. ¿Cómo puede el hombre moralmente infligir dolor a otra especie o tratarla como un medio para sus propios fines? Puede hacerlo, responde Objetivismo, cuando tratarla de esa forma sea necesario o conveniente, a juzgar por el estándar de moralidad; puede hacerlo porque las necesidades del hombre son la raíz del concepto “moral”. La fuente de los derechos, igual que la de las virtudes, no es el nivel perceptual-sensorial de la consciencia, sino el nivel conceptual. La fuente no es la capacidad de experimentar dolor, sino la capacidad de pensar.
No hay derechos sobre el trabajo de otros hombres, ni derechos de grupos, partes o no-humanos. Lo único que hay son los derechos del hombre, su derecho a perseguir por su cuenta un determinado curso de acción.
Los derechos del hombre, mantiene Ayn Rand, pueden ser violados sólo por un medio: por la iniciación de la fuerza física (incluyendo sus formas indirectas, como el fraude). Uno no puede expropiar los valores de un hombre, o impedirle perseguir sus valores, o esclavizarlo de alguna manera, si no es usando la fuerza física. Cualquiera que se abstenga de tal iniciación – sean cuales sean sus virtudes o sus vicios, su conocimiento o sus errores – necesariamente deja intactos los derechos de otros.
Aunque pensadores anteriores, incluyendo los Padres Fundadores, a menudo insinuaban lo anterior, ellos no llegaron a identificarlo explícitamente. Eso representó una laguna en la teoría de los derechos que hizo imposible su aplicación consistente a la realidad. Así, si un hombre no tiene educación o no ha sido capacitado formalmente para saber cómo elegir y actuar – muchos pensadores de la Ilustración creían – él no sabrá cómo ejercer su derecho a la libertad; esa creencia llevó a defender la educación estatal como un medio para proteger los derechos. O, un siglo más tarde: si un hombre no puede competir en un campo determinado por causa del poder económico de los ya establecidos en él – declaraban los conservadores Republicanos – su libertad queda reducida por esa misma razón; esa creencia llevó al principal precursor del estatismo norteamericano del siglo XX: la Ley Sherman Antimonopolios de 1890. Los supuestos defensores de la libertad, en esos casos, no hicieron ningún esfuerzo por señalar que algunos estaban iniciando el uso de la fuerza física; no había ningún principio reconocido que pudiera guiarles en sus interpretaciones transcendentales, ningún principio que definiese lo que constituye infracción o protección de derechos. De esa forma la puerta quedó abierta para la idea hegeliana de que la coacción – obligatoriedad escolar, impuestos obligatorios, competencia obligatoria, etc. – es el medio para conseguir la libertad; es decir, la puerta estaba abierta para la destrucción del concepto de “derechos”.
El descubrimiento de Ayn Rand de que los derechos pueden ser violados solamente por el uso de la fuerza física es histórico. Es esencial para completar adecuadamente la teoría de los derechos, dándoles a los hombres por primera vez los medios para implementar la teoría objetivamente. El violador de derechos, en la visión de Ayn Rand, no ha de ser detectado por “intuición”, emoción, o voto; su acción es un hecho tangible, manifiesto en principio para la percepción sensorial. La protección de los derechos, de acuerdo con eso, incluye una única función: proteger al inocente de tal acción.
El descubrimiento de Ayn Rand, en política, de la relación entre derechos y fuerza proviene de su descubrimiento, en ética, de la maldad moral de la fuerza física. La fuerza, enseña su ética, es una forma de acción – la única – que paraliza y anula la mente de la víctima. Es por lo tanto la única maldad que un hombre puede perpetrar contra otro y que niegue la herramienta de supervivencia de la víctima, o sea, que literalmente detenga la acción de auto-preservación humana, o sea, que contradiga el derecho a vivir.
Un individuo puede ser perjudicado de numerosas formas por la irracionalidad, la deshonestidad y la injusticia de otros hombres. Sobre todo, puede decepcionarse, quizás seriamente, por la maldad de una persona en quien una vez había confiado o incluso amado. Pero mientras su propiedad no le sea expropiada y él no sea molestado físicamente, el daño que sufre es esencialmente espiritual, no físico; en tal caso, sólo el individuo que ha sido víctima tiene el poder y la responsabilidad de curar sus propias heridas. Él sigue libre: libre de pensar, de aprender de sus experiencias, de buscar relaciones humanas en otro lugar; continúa libre para comenzar de nuevo y perseguir su felicidad. Sólo el crimen de la fuerza es capaz de hacer que su víctima se vuelva indefensa. La responsabilidad moral de una sociedad organizada, por lo tanto, radica en una sola obligación: la de proscribir ese crimen, o sea, la de proteger los derechos individuales.
La razón tiene un requisito social y sólo uno: la libertad; tal es la esencia del argumento de los derechos del hombre. Metafísicamente, el individuo es soberano (es un ser de un alma que él mismo ha creado). Éticamente, él está obligado a vivir como un soberano (como un egoísta independiente). Políticamente, por lo tanto, él debe ser capaz de actuar como un soberano.
Los hombres pueden optar por no reconocer los derechos, así como pueden optar por descartar la moralidad o evadir la realidad; pero no pueden hacerlo con total impunidad. Tanto en teoría como en la práctica empapada de sangre, hay sólo una alternativa a la libertad: la tentativa de los hombres de vivir desafiando los requerimientos de la razón. Esto significa la tentativa de sobrevivir sin una herramienta de supervivencia.
Los derechos son principios objetivos; son objetivos tanto en cuanto a contenido como en cuanto a validación. “La fuente de los derechos del hombre”, dice Ayn Rand,
no es ni la ley divina ni la ley del congreso, sino la ley de identidad. A es A, y el Hombre es el Hombre. Los derechos son las condiciones de la existencia requeridas por la naturaleza del hombre para su supervivencia apropiada. Si el hombre debe vivir en la tierra, es correcto que use su mente, es correcto que actúe de acuerdo con su propio libre albedrío, es correcto trabajar para sus valores y conservar el producido de su trabajo. Si la vida en la tierra es su propósito, tiene derecho a vivir como un ser racional: la naturaleza le prohíbe lo irracional.
De nuevo vemos aquí en funcionamiento la alineación con la primacía de la existencia. El mundo, incluyendo el hombre, es de una cierta forma; por lo tanto, si el hombre quiere sobrevivir, debe actuar en consecuencia.
En una filosofía basada en la primacía de la consciencia, en contraste, los derechos, si llegan a ser defendidos, proceden de los edictos de una consciencia.
El individuo, dice el intrinsicista que acepta los derechos, es una creación de Dios, y por tanto es propiedad de Él, no propiedad del colectivo. Tal enfoque implica una negación de los derechos; significa que sólo Dios es moralmente soberano. En la práctica, eso lleva a la conclusión de que el hombre en la tierra puede ser usado y desechado por los representantes de Dios en la tierra.
Ninguna sociedad religiosa ha apreciado ni protegido jamás la libertad individual, que es un valor y un logro puramente secular. Los derechos, contrariamente a una formulación muy común durante la Ilustración, no proceden del hacedor del hombre o de su “creador”. Proceden del hecho de la existencia del hombre y de los requerimientos de su supervivencia, da igual de dónde haya venido.
En la variante subjetivista (social), la fuente de los derechos son los sentimientos o las leyes del grupo. Esto representa una negación explícita de los derechos. En esta visión, los “derechos” de un hombre no son más que permisos que le son concedidos (temporalmente) por otros hombres.
La verdad es que los derechos son terrenales y absolutos al mismo tiempo, porque su fuente no es ni Dios ni el grupo, sino la realidad; la realidad, junto con la decisión de permanecer en ella.
“Individualismo” significa énfasis en el individuo. Los subjetivistas de la variedad personal usan el término para designar y justificar su adoración al capricho. Ayn Rand, sin embargo, usa el término dentro del contexto de sus premisas básicas. “Individualismo” es la visión de que, en asuntos sociales, el individuo es la unidad de valor; esto es un corolario moral del principio de que cada hombre es un fin en sí mismo. Políticamente, como expresión de este enfoque, un sistema social “individualista” es el que defiende los derechos individuales.
Lo contrario de individualismo es cualquier moralidad que valore algo – cualquier cosa – por encima del hombre como individuo, y cualquier política que ponga cualquier cosa por encima de los derechos individuales. Si dejamos de lado las supuestas afirmaciones de que Dios, los animales o la capa de ozono tienen preferencia en este sentido, entonces el competidor filosófico del individualismo es el colectivismo. El colectivismo es una aplicación a la política de la ética del altruismo. Dado que el hombre existe exclusivamente para servir a los otros hombres, dice, los derechos individuales son un mito; el grupo es la unidad de valor y el titular de la soberanía.
Nadie puede convertir al hombre en un eslabón en la cadena de la sociedad; no en un eslabón pensante. Lo único que uno puede conseguir si lo intenta es destruir al hombre. Un sistema colectivista, por lo tanto, igual que cualquier otra forma de irracionalidad, es necesariamente auto-destructivo, sean cuales sean sus líderes o políticas específicas. El mal es impotente en todas sus versiones y en todos los campos, incluida la política.
Ayn Rand es más realista que los aterrorizados anti-comunistas de la época de la Guerra Fría, que temblaban ante la supuesta practicidad de la dictadura. El mejor símbolo de este tema es el contraste entre dos proyecciones de un futuro colectivista: la novela 1984 de George Orwell contra Himno [Anthem, en el original, N. del T.] de Ayn Rand (publicado más de una década antes, en 1938). Orwell ve la libertad como un lujo; cree que uno puede acabar con todo vestigio de pensamiento libre y aún así mantener una civilización industrial. ¿La mente de quién la está manteniendo? No hay respuesta. Himno, en contraste, nos muestra “eslabones sociales” que han retrocedido, tanto espiritual como materialmente, a su condición de salvajes primitivos. Cuando los hombres pierden la libertad de pensar, entiende Ayn Rand, pierden los productos del pensamiento también.
La evidencia histórica que apoya la posición de Ayn Rand sigue acumulándose. La última parte (1990) es el desmoronamiento mundial del comunismo. Las víctimas de Marx, sin comprensión ni ideología, huyen para salvar sus vidas hacia alguna forma de economía de mercado. Sin libertad, incluso los líderes soviéticos admiten ahora, un país no tiene más futuro que morirse de hambre.
Durante setenta y cinco años, al ser confrontados con los fracasos del colectivismo, los intelectuales de Occidente se han refugiado en la dicotomía cuerpo-mente. El socialismo o el comunismo, dicen, son nobles en teoría, pero no son prácticos. Desde luego que no son prácticos. La razón es que son falsos y malvados en teoría.
El individuo es una entidad autónoma, cuyos derechos son un absoluto. Este es un hecho que no puede ser reescrito. Es el hecho con el cual cualquier teoría política verdadera y noble debe comenzar.

Los derechos individuales como absolutos

Derechos individuales 
La política, al igual que la ética, es una rama normativa de la filosofía. La política define los principios de un sistema social apropiado, incluyendo las funciones propias de un gobierno.
Vivir en sociedad es un valor para el hombre si es el tipo correcto de sociedad. El tipo errado, como cualquier otro curso de acción errado, es una amenaza para el hombre, y puede ser fatal.
Hay un único estándar que pueda guiar a un pensador a definir el sistema social “correcto”: el código de valores morales del hombre, es decir, los principios de la ética. La política está basada en la ética (y por lo tanto en la metafísica y la epistemología); es una aplicación de la ética a cuestiones sociales. La política, por lo tanto, es una conclusión extraída de todos los fundamentos de un sistema filosófico; no es donde el sistema empieza ni ningún tipo de aspecto primario. Eso es cierto de cualquier teoría política, sin importar dónde esté en el espectro ideológico.
¿Qué tipo de sociedad se ajusta a – o refleja – los principios de la moralidad? Esa es la pregunta planteada por la política filosófica. Dada la moralidad Objetivista, la pregunta se convierte en: ¿Qué tipo de sociedad se ajusta a los requerimientos de la vida del hombre? ¿Qué tipo hace posibles las virtudes que hemos estado estudiando? ¿Qué tipo representa la supremacía de la razón?
El principio básico en política, según Objetivismo, es el principio que fue ratificado por los Padres Fundadores de los Estados Unidos: Los derechos individuales.

Thursday, July 21, 2016

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.


El proceso productivo tiene costos, pues requiere la adquisición de varios factores de producción –un solar, bienes de capital, fuerza laboral, materiales y capital –y luego hay que combinarlos y ordenarlos para tratar de crear algo de valor. Rossi, por ejemplo, tiene que gastar una cantidad de dinero en el solar para el edificio, en acero, en concreto, en ladrillos, en mármoles, en ventanas, en puertas, en artefactos sanitarios, en material de instalaciones eléctricas, elevadores, planta eléctrica, en tabiques, en salarios para albañiles, armadores, carpinteros, electricistas, plomeros, y ayudantes. Así mismo debe gastar en maquinaria para construcción, tractores caterpilar, camiones, grúas, mezcladoras y formaletas. También debe gastar en ingenieros, arquitectos, dibujantes, contadores, abogados y vendedores. También debe pagar intereses por el capital que necesite para producir durante el tiempo que requiere el edificio. Si puede vender el edificio por más de lo que le costó fabricarlo, lucra –obtiene ganancias. Si no puede, tendrá pérdidas.
El lucro o ganancia es el dinero que le queda a un negocio después de haber pagado sus gastos. Es el resultado de haber producido algo que otra gente valora más de lo que costó producirlo. Es la recompensa del éxito en haber producido valor en una economía de mercado o de división del trabajo. En una isla desierta, donde uno se encuentra aislado, uno produce las cosas que mejoran su calidad de vida. En una economía de mercado, uno hace dinero al producir cosas o bienes para comprar las cosas que mejoran su calidad de vida.
El afán de lucro es producir en el contexto de una economía dineraria.
La actividad central que hace posible nuestras vidas es la producción, el uso de la razón para crear valores materiales. Quien condena el lucro, condena la producción, y quien condena la producción condena la vida humana.
El instrumento mental de la economía de mercado es el cálculo económico. El concepto fundamental del cálculo económico es el concepto de capital y su correlativo la renta. Estos conceptos aplicados en contabilidad contrastan los medios y los fines. Quien calcula económicamente establece una línea divisoria entre bienes de consumo, que planea utilizar para sus satisfacción inmediata, y bienes de otros órdenes que planea utilizar para proveer para seguir actuando o para la producción y así satisfacer deseos futuros. La diferenciación entre medios y fines se manifiesta en diferenciación entre adquisición y consumo, entre el negocio y lo doméstico, entre fondos de transacción y bienes domésticos. Los bienes destinados para la adquisición se evalúan en términos dinerarios, y su suma denominada capital, es el punto de partida del cálculo económico. El fin inmediato de la acción adquisitiva es aumentar o al menos mantener el capital. El monto que puede ser consumido durante un periodo de tiempo definido sin mermar el capital se llama renta. Si el consumo excede la renta, la diferencia es consumo de capital. Si la renta es mayor que lo consumido, la diferencia es ahorro.
El fin primordial del cálculo económico es establecer los montos de la renta, el ahorro, y el consumo de capital.
Aún el hombre primitivo era consciente de las consecuencias de las acciones que para un contador moderno serían consumo de capital. El salvaje se rehusaba a cortar árboles frutales o a matar hembras preñadas en una muestra de acción premeditada y planificada. Sin embargo, sólo para aquel que actúa en una economía de mercado, dineraria, es posible recurrir al cálculo monetario y por tanto, establecer distinciones con respecto a las condiciones en perpetuo cambio de procesos industriales altamente desarrollados y de la compleja estructura de la cooperación social de cientos de miles de trabajos y acciones especializadas. El lucro se crea produciendo valor en base al cálculo económico, produciendo algo que sea rentable, no se roba, no se saquea, no se captura, ni se añade al costo de producción.
El lucro se crea mediante el cálculo económico en anticipación a precios futuros, precios que reflejan y comunican las preferencias futuras de los posibles consumidores. Sólo se lucra ayudándole a otros a lucrar. El éxito de Microsoft o de programas como Cadre –un programa de análisis estructural –reside en que les ayudan a sus clientes a ser más eficientes para producir y así lucrar, les ayudan a obtener ganancias con mayor facilidad y rapidez de lo que lo hacían antes.
Pero la ambiciosa y activa búsqueda de riqueza, requiere de quien calcula económicamente, que identifique la realidad, que no finja que las cosas son distintas de como son, que analice por sí mismo, que se aferre a su análisis, que conceda más a quien contribuya más, que busque soluciones innovadoras, que haga el trabajo, que no defraude y que beneficie a su cliente potencial. La ambición requiere entonces de racionalidad, honestidad, de independencia, de integridad, de justicia, de creatividad, de productividad, de determinación, de perseverancia, de laboriosidad, de honradez, de orgullo y de benevolencia. La ambición es afanarse por mejorar uno su calidad de vida.
Requiere también de frugalidad, es decir, ser sobrio en el consumo, no gastar más que para beneficiarse uno o a otros a quien se desee hacer bien, y no desperdiciar nada. De esta manera la renta será mayor de lo consumido y se podrá ahorrar.
El dinero ahorrado podrá destinarse a satisfacer futuras necesidades o a la producción con el propósito de aumentar el capital. Podrá destinarse a comprar aquellas cosas que le importan a uno, que uno valora, como comida, ropa, anteojos, joyas, autos, televisores, libros, conocimiento, salud, etc. El dinero es instrumental para enfrentar nuestras necesidades físicas y psicológicas. Nos permite intercambiarlo por los bienes requeridos.
Así como el tiempo es dinero, su conversa también es cierta: el dinero es tiempo. Rand lo explica muy bien en su novela La Rebelión de Atlas en el parlamento de Ellis Wyatt cuando explica los beneficios de su operación petrolera:
“¿Qué es la riqueza sino el medio de alargar la vida de uno? Hay dos formas en que uno puede hacerlo: o produciendo más o produciendo más rápido. Y eso es lo que hago: manufacturo tiempo… Produzco todo lo que necesito, trabajo para mejorar mis métodos, y cada hora que ahorro es una hora añadida a mi vida. Me tomaba cinco horas llenar ese tanque. Ahora me toma tres. Las dos que he ahorrado son mías –tan preciadamente mías como si hubiera trasladado mi tumba dos horas más lejos por cada cinco que tengo. Son dos horas quitadas a una tarea, para invertirlas en otra –dos horas más en las cuales laborar, para crecer, para avanzar. Esa es la cuenta de ahorros que estoy atesorando…”
Más dinero significa más tiempo, más tiempo que uno puede destinar a su bienandanza, permitiéndole ser más feliz. El dinero faculta la autonomía. Mayor independencia de las demandas de la necesidad significa mayor discreción sobre las actividades propias, mayor control sobre como uno desea vivir sus días. La autonomía es el andamiaje de la felicidad. El dinero pues, contribuye a alcanzar lo valorado, y la felicidad es la condición psicológica que resulta de haber alcanzado uno sus valores.
El lucro es la utilidad material ganada por la producción y por tanto el afán de lucro o la ambición por riquezas, es el deseo egoísta noble de ganar provecho material por medio de la producción de riqueza. El fin de quien es movido por el afán de lucro, por la ambición, no es conseguir dinero robando, defraudando, o engañando; su fin es hacer dinero, produciendo, según su mejor esfuerzo, bienes demandados, y negociándolos o intercambiándolos por los bienes, que son el mejor esfuerzo, de otros. Pero el dinero no es el fin, el fin es la felicidad.
El afán de lucro es el afán por mejorar nuestra vida, representa lo mejor de nosotros, y representa lo mejor para nosotros.
La ambición es aplicar la virtud de la racionalidad al proceso de conseguir lo mejor para uno, empleando lo mejor de uno, para mejorar uno su calidad de vida