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Monday, October 24, 2016

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.


El proceso productivo tiene costos, pues requiere la adquisición de varios factores de producción –un solar, bienes de capital, fuerza laboral, materiales y capital –y luego hay que combinarlos y ordenarlos para tratar de crear algo de valor. Rossi, por ejemplo, tiene que gastar una cantidad de dinero en el solar para el edificio, en acero, en concreto, en ladrillos, en mármoles, en ventanas, en puertas, en artefactos sanitarios, en material de instalaciones eléctricas, elevadores, planta eléctrica, en tabiques, en salarios para albañiles, armadores, carpinteros, electricistas, plomeros, y ayudantes. Así mismo debe gastar en maquinaria para construcción, tractores caterpilar, camiones, grúas, mezcladoras y formaletas. También debe gastar en ingenieros, arquitectos, dibujantes, contadores, abogados y vendedores. También debe pagar intereses por el capital que necesite para producir durante el tiempo que requiere el edificio. Si puede vender el edificio por más de lo que le costó fabricarlo, lucra –obtiene ganancias. Si no puede, tendrá pérdidas.
El lucro o ganancia es el dinero que le queda a un negocio después de haber pagado sus gastos. Es el resultado de haber producido algo que otra gente valora más de lo que costó producirlo. Es la recompensa del éxito en haber producido valor en una economía de mercado o de división del trabajo. En una isla desierta, donde uno se encuentra aislado, uno produce las cosas que mejoran su calidad de vida. En una economía de mercado, uno hace dinero al producir cosas o bienes para comprar las cosas que mejoran su calidad de vida.
El afán de lucro es producir en el contexto de una economía dineraria.
La actividad central que hace posible nuestras vidas es la producción, el uso de la razón para crear valores materiales. Quien condena el lucro, condena la producción, y quien condena la producción condena la vida humana.
El instrumento mental de la economía de mercado es el cálculo económico. El concepto fundamental del cálculo económico es el concepto de capital y su correlativo la renta. Estos conceptos aplicados en contabilidad contrastan los medios y los fines. Quien calcula económicamente establece una línea divisoria entre bienes de consumo, que planea utilizar para sus satisfacción inmediata, y bienes de otros órdenes que planea utilizar para proveer para seguir actuando o para la producción y así satisfacer deseos futuros. La diferenciación entre medios y fines se manifiesta en diferenciación entre adquisición y consumo, entre el negocio y lo doméstico, entre fondos de transacción y bienes domésticos. Los bienes destinados para la adquisición se evalúan en términos dinerarios, y su suma denominada capital, es el punto de partida del cálculo económico. El fin inmediato de la acción adquisitiva es aumentar o al menos mantener el capital. El monto que puede ser consumido durante un periodo de tiempo definido sin mermar el capital se llama renta. Si el consumo excede la renta, la diferencia es consumo de capital. Si la renta es mayor que lo consumido, la diferencia es ahorro.
El fin primordial del cálculo económico es establecer los montos de la renta, el ahorro, y el consumo de capital.
Aún el hombre primitivo era consciente de las consecuencias de las acciones que para un contador moderno serían consumo de capital. El salvaje se rehusaba a cortar árboles frutales o a matar hembras preñadas en una muestra de acción premeditada y planificada. Sin embargo, sólo para aquel que actúa en una economía de mercado, dineraria, es posible recurrir al cálculo monetario y por tanto, establecer distinciones con respecto a las condiciones en perpetuo cambio de procesos industriales altamente desarrollados y de la compleja estructura de la cooperación social de cientos de miles de trabajos y acciones especializadas. El lucro se crea produciendo valor en base al cálculo económico, produciendo algo que sea rentable, no se roba, no se saquea, no se captura, ni se añade al costo de producción.
El lucro se crea mediante el cálculo económico en anticipación a precios futuros, precios que reflejan y comunican las preferencias futuras de los posibles consumidores. Sólo se lucra ayudándole a otros a lucrar. El éxito de Microsoft o de programas como Cadre –un programa de análisis estructural –reside en que les ayudan a sus clientes a ser más eficientes para producir y así lucrar, les ayudan a obtener ganancias con mayor facilidad y rapidez de lo que lo hacían antes.
Pero la ambiciosa y activa búsqueda de riqueza, requiere de quien calcula económicamente, que identifique la realidad, que no finja que las cosas son distintas de como son, que analice por sí mismo, que se aferre a su análisis, que conceda más a quien contribuya más, que busque soluciones innovadoras, que haga el trabajo, que no defraude y que beneficie a su cliente potencial. La ambición requiere entonces de racionalidad, honestidad, de independencia, de integridad, de justicia, de creatividad, de productividad, de determinación, de perseverancia, de laboriosidad, de honradez, de orgullo y de benevolencia. La ambición es afanarse por mejorar uno su calidad de vida.
Requiere también de frugalidad, es decir, ser sobrio en el consumo, no gastar más que para beneficiarse uno o a otros a quien se desee hacer bien, y no desperdiciar nada. De esta manera la renta será mayor de lo consumido y se podrá ahorrar.
El dinero ahorrado podrá destinarse a satisfacer futuras necesidades o a la producción con el propósito de aumentar el capital. Podrá destinarse a comprar aquellas cosas que le importan a uno, que uno valora, como comida, ropa, anteojos, joyas, autos, televisores, libros, conocimiento, salud, etc. El dinero es instrumental para enfrentar nuestras necesidades físicas y psicológicas. Nos permite intercambiarlo por los bienes requeridos.
Así como el tiempo es dinero, su conversa también es cierta: el dinero es tiempo. Rand lo explica muy bien en su novela La Rebelión de Atlas en el parlamento de Ellis Wyatt cuando explica los beneficios de su operación petrolera:
“¿Qué es la riqueza sino el medio de alargar la vida de uno? Hay dos formas en que uno puede hacerlo: o produciendo más o produciendo más rápido. Y eso es lo que hago: manufacturo tiempo… Produzco todo lo que necesito, trabajo para mejorar mis métodos, y cada hora que ahorro es una hora añadida a mi vida. Me tomaba cinco horas llenar ese tanque. Ahora me toma tres. Las dos que he ahorrado son mías –tan preciadamente mías como si hubiera trasladado mi tumba dos horas más lejos por cada cinco que tengo. Son dos horas quitadas a una tarea, para invertirlas en otra –dos horas más en las cuales laborar, para crecer, para avanzar. Esa es la cuenta de ahorros que estoy atesorando…”
Más dinero significa más tiempo, más tiempo que uno puede destinar a su bienandanza, permitiéndole ser más feliz. El dinero faculta la autonomía. Mayor independencia de las demandas de la necesidad significa mayor discreción sobre las actividades propias, mayor control sobre como uno desea vivir sus días. La autonomía es el andamiaje de la felicidad. El dinero pues, contribuye a alcanzar lo valorado, y la felicidad es la condición psicológica que resulta de haber alcanzado uno sus valores.
El lucro es la utilidad material ganada por la producción y por tanto el afán de lucro o la ambición por riquezas, es el deseo egoísta noble de ganar provecho material por medio de la producción de riqueza. El fin de quien es movido por el afán de lucro, por la ambición, no es conseguir dinero robando, defraudando, o engañando; su fin es hacer dinero, produciendo, según su mejor esfuerzo, bienes demandados, y negociándolos o intercambiándolos por los bienes, que son el mejor esfuerzo, de otros. Pero el dinero no es el fin, el fin es la felicidad.
El afán de lucro es el afán por mejorar nuestra vida, representa lo mejor de nosotros, y representa lo mejor para nosotros

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.

Thursday, July 21, 2016

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.


El proceso productivo tiene costos, pues requiere la adquisición de varios factores de producción –un solar, bienes de capital, fuerza laboral, materiales y capital –y luego hay que combinarlos y ordenarlos para tratar de crear algo de valor. Rossi, por ejemplo, tiene que gastar una cantidad de dinero en el solar para el edificio, en acero, en concreto, en ladrillos, en mármoles, en ventanas, en puertas, en artefactos sanitarios, en material de instalaciones eléctricas, elevadores, planta eléctrica, en tabiques, en salarios para albañiles, armadores, carpinteros, electricistas, plomeros, y ayudantes. Así mismo debe gastar en maquinaria para construcción, tractores caterpilar, camiones, grúas, mezcladoras y formaletas. También debe gastar en ingenieros, arquitectos, dibujantes, contadores, abogados y vendedores. También debe pagar intereses por el capital que necesite para producir durante el tiempo que requiere el edificio. Si puede vender el edificio por más de lo que le costó fabricarlo, lucra –obtiene ganancias. Si no puede, tendrá pérdidas.
El lucro o ganancia es el dinero que le queda a un negocio después de haber pagado sus gastos. Es el resultado de haber producido algo que otra gente valora más de lo que costó producirlo. Es la recompensa del éxito en haber producido valor en una economía de mercado o de división del trabajo. En una isla desierta, donde uno se encuentra aislado, uno produce las cosas que mejoran su calidad de vida. En una economía de mercado, uno hace dinero al producir cosas o bienes para comprar las cosas que mejoran su calidad de vida.
El afán de lucro es producir en el contexto de una economía dineraria.
La actividad central que hace posible nuestras vidas es la producción, el uso de la razón para crear valores materiales. Quien condena el lucro, condena la producción, y quien condena la producción condena la vida humana.
El instrumento mental de la economía de mercado es el cálculo económico. El concepto fundamental del cálculo económico es el concepto de capital y su correlativo la renta. Estos conceptos aplicados en contabilidad contrastan los medios y los fines. Quien calcula económicamente establece una línea divisoria entre bienes de consumo, que planea utilizar para sus satisfacción inmediata, y bienes de otros órdenes que planea utilizar para proveer para seguir actuando o para la producción y así satisfacer deseos futuros. La diferenciación entre medios y fines se manifiesta en diferenciación entre adquisición y consumo, entre el negocio y lo doméstico, entre fondos de transacción y bienes domésticos. Los bienes destinados para la adquisición se evalúan en términos dinerarios, y su suma denominada capital, es el punto de partida del cálculo económico. El fin inmediato de la acción adquisitiva es aumentar o al menos mantener el capital. El monto que puede ser consumido durante un periodo de tiempo definido sin mermar el capital se llama renta. Si el consumo excede la renta, la diferencia es consumo de capital. Si la renta es mayor que lo consumido, la diferencia es ahorro.
El fin primordial del cálculo económico es establecer los montos de la renta, el ahorro, y el consumo de capital.
Aún el hombre primitivo era consciente de las consecuencias de las acciones que para un contador moderno serían consumo de capital. El salvaje se rehusaba a cortar árboles frutales o a matar hembras preñadas en una muestra de acción premeditada y planificada. Sin embargo, sólo para aquel que actúa en una economía de mercado, dineraria, es posible recurrir al cálculo monetario y por tanto, establecer distinciones con respecto a las condiciones en perpetuo cambio de procesos industriales altamente desarrollados y de la compleja estructura de la cooperación social de cientos de miles de trabajos y acciones especializadas. El lucro se crea produciendo valor en base al cálculo económico, produciendo algo que sea rentable, no se roba, no se saquea, no se captura, ni se añade al costo de producción.
El lucro se crea mediante el cálculo económico en anticipación a precios futuros, precios que reflejan y comunican las preferencias futuras de los posibles consumidores. Sólo se lucra ayudándole a otros a lucrar. El éxito de Microsoft o de programas como Cadre –un programa de análisis estructural –reside en que les ayudan a sus clientes a ser más eficientes para producir y así lucrar, les ayudan a obtener ganancias con mayor facilidad y rapidez de lo que lo hacían antes.
Pero la ambiciosa y activa búsqueda de riqueza, requiere de quien calcula económicamente, que identifique la realidad, que no finja que las cosas son distintas de como son, que analice por sí mismo, que se aferre a su análisis, que conceda más a quien contribuya más, que busque soluciones innovadoras, que haga el trabajo, que no defraude y que beneficie a su cliente potencial. La ambición requiere entonces de racionalidad, honestidad, de independencia, de integridad, de justicia, de creatividad, de productividad, de determinación, de perseverancia, de laboriosidad, de honradez, de orgullo y de benevolencia. La ambición es afanarse por mejorar uno su calidad de vida.
Requiere también de frugalidad, es decir, ser sobrio en el consumo, no gastar más que para beneficiarse uno o a otros a quien se desee hacer bien, y no desperdiciar nada. De esta manera la renta será mayor de lo consumido y se podrá ahorrar.
El dinero ahorrado podrá destinarse a satisfacer futuras necesidades o a la producción con el propósito de aumentar el capital. Podrá destinarse a comprar aquellas cosas que le importan a uno, que uno valora, como comida, ropa, anteojos, joyas, autos, televisores, libros, conocimiento, salud, etc. El dinero es instrumental para enfrentar nuestras necesidades físicas y psicológicas. Nos permite intercambiarlo por los bienes requeridos.
Así como el tiempo es dinero, su conversa también es cierta: el dinero es tiempo. Rand lo explica muy bien en su novela La Rebelión de Atlas en el parlamento de Ellis Wyatt cuando explica los beneficios de su operación petrolera:
“¿Qué es la riqueza sino el medio de alargar la vida de uno? Hay dos formas en que uno puede hacerlo: o produciendo más o produciendo más rápido. Y eso es lo que hago: manufacturo tiempo… Produzco todo lo que necesito, trabajo para mejorar mis métodos, y cada hora que ahorro es una hora añadida a mi vida. Me tomaba cinco horas llenar ese tanque. Ahora me toma tres. Las dos que he ahorrado son mías –tan preciadamente mías como si hubiera trasladado mi tumba dos horas más lejos por cada cinco que tengo. Son dos horas quitadas a una tarea, para invertirlas en otra –dos horas más en las cuales laborar, para crecer, para avanzar. Esa es la cuenta de ahorros que estoy atesorando…”
Más dinero significa más tiempo, más tiempo que uno puede destinar a su bienandanza, permitiéndole ser más feliz. El dinero faculta la autonomía. Mayor independencia de las demandas de la necesidad significa mayor discreción sobre las actividades propias, mayor control sobre como uno desea vivir sus días. La autonomía es el andamiaje de la felicidad. El dinero pues, contribuye a alcanzar lo valorado, y la felicidad es la condición psicológica que resulta de haber alcanzado uno sus valores.
El lucro es la utilidad material ganada por la producción y por tanto el afán de lucro o la ambición por riquezas, es el deseo egoísta noble de ganar provecho material por medio de la producción de riqueza. El fin de quien es movido por el afán de lucro, por la ambición, no es conseguir dinero robando, defraudando, o engañando; su fin es hacer dinero, produciendo, según su mejor esfuerzo, bienes demandados, y negociándolos o intercambiándolos por los bienes, que son el mejor esfuerzo, de otros. Pero el dinero no es el fin, el fin es la felicidad.
El afán de lucro es el afán por mejorar nuestra vida, representa lo mejor de nosotros, y representa lo mejor para nosotros.
La ambición es aplicar la virtud de la racionalidad al proceso de conseguir lo mejor para uno, empleando lo mejor de uno, para mejorar uno su calidad de vida

Objetivismo: la virtud de la ambición

Objetivismo: la virtud de la ambición

Por Warren Orbaugh
República, Guatemala
La ambición es afanarse por el lucro. El lucro es la ganancia o utilidad material derivada de la acción; es la diferencia entre el valor de lo producido y el costo de producirlo. El afán de lucro es, entonces, el afán de producir valor material.
Uno obtiene una ganancia cuando uno mejora la condición de su vida. En términos económicos, el lucro es hacer dinero y se calcula por medio de la contabilidad. En una economía de mercado, de división del trabajo, los individuos no producen, cada uno, la mayoría de los bienes que consume. Más bien se especializan e intercambian sus productos con los otros. Aldo Rossi produce edificios, que vende por dinero en el mercado, y usa ese dinero para comprar comida, gasolina para su transporte, boletos para la ópera, casimires para sus trajes, educación para sus hijos, electricidad para hacer funcionar su casa y su oficina, materiales para seguir produciendo, y cualquier otra cosa que desee.

Friday, July 15, 2016

La Rebelión de Atlas contra Fe, Esperanza y Caridad

La tarea de la Moralidad es enseñarte qué valorar y cómo valorar; su tarea es enseñarte cómo lograr la vida y la felicidad.
La Rebelión de Atlas ofrece una nueva concepción del ideal moral, una concepción de lo sagrado y lo sublime muy diferente a la del Sermón de la Montaña.
El código moral de Atlas muestra los verdaderos requisitos de la vida y la felicidad, las virtudes de: Pensamiento, Producción, y Comercio.
[Pensamiento]
La Rebelión de Atlas es un himno a la mente del hombre.
Cada valor que el hombre ha logrado tuvo primeramente que ser descubierto por una mente individual, desde recoger frutas, a cazar con lanzas, a plantar cultivos para cosecharlos meses más tarde; desde la invención del teatro como fuente de gozo y combustible emocional, al descubrimiento de la perspectiva en pintura, a la creación de música, y luego de más y más armonías y formas de composición más complejas; desde la identificación de las leyes del movimiento a la formulación de las leyes de la lógica; desde el descubrimiento de gérmenes y antibióticos a la invención del transistor y el ordenador. . .


Para cada uno de estos pasos, alguna mente tuvo que descubrirlo. Esta es la fuente de la vida humana y la felicidad. Adorar la vida, por lo tanto, significa adorar la inteligencia del hombre. Y si es la propia vida lo que uno busca, entonces el desarrollo de la propia inteligencia es el objetivo más fundamental.
Aprender a pensar, a hacer conexiones, y ver más lejos de lo que se ha visto hasta ahora; aprender a pensar con cuidado, de forma sistemática, lógica, objetiva; aprender a ver todas las implicaciones de las propias ideas; todo esto se convierte en la más importante de las tareas.
La medida del propio conocimiento y el poder del propio pensamiento determinarán el éxito o el fracaso de todos los valores que uno persigue, desde obtener un título universitario, a tener éxito como médico o como programador o como director general, a criar niños competentes, bien educados e independientes.
Para Ayn Rand, como para los Padres Fundadores, el pensamiento abstracto no es un juego en el que uno se deleita cínicamente con las supuestas paradojas del universo. El pensamiento – el pensamiento abstracto – es intencionado, exige una seria dedicación a la propia vida. Exige la honestidad de una mente que busca todos los hechos, porque *éstos*, y sólo éstos, dictarán sus conclusiones sobre cómo actuar.
Exige la independencia de una mente alcanzando su propio veredicto, no importa cuánta gente diga lo contrario. Exige la integridad de una mente comprometida en actuar según sus propios criterios. El pensamiento es intencional, el pensamiento es egoísta, el pensamiento es por el bien de la producción.
[Producción]
Lo que nos lleva a la segunda: Producción.
La virtud de la Producción, La Rebelión de Atlas muestra, significa la dedicación a hacer lo ideal, real. Significa mucho más que tener un trabajo. Es una dedicación a la labor de “rehacer la tierra en la imagen de los propios valores”. Representa la unión apropiada entre lo espiritual y lo material.
Lo que La Rebelión de Atlas muestra es que las almas de un artista y de un empresario son una misma cosa. El artista tiene una nueva visión de la belleza, de lo que podría ser, y se esfuerza en darle forma material, para erigir la escultura de una mujer, pintar un bello paisaje, o escribir Cyrano de Bergerac. El empresario tiene una nueva visión de la prosperidad, de lo que podría ser, sean ferrocarriles entrecruzando el continente, un metal superior al acero, o un ordenador en cada escritorio, y trabaja sin cesar para que su visión se haga realidad.
Toda producción nace de una dedicación a la propia vida y a la realidad; es la forma terrenal de idealismo, y sin ella no hay auto-estima.
[Comercio]
Ahora bien, el productor, cuando trata con otros hombres, exige un modo de existencia sin sacrificios. En cuestiones tanto de materia como de espíritu, en dinero y en amor, es un comerciante.
“Un comerciante no pide que le paguen por sus fracasos ni pide ser amado por sus defectos. . . . Igual que él no entrega su trabajo excepto a cambio de valores materiales, tampoco entrega los valores de su espíritu – su amor, su amistad, su estima – excepto en pago y a cambio de virtudes humanas, en pago por su propio placer egoísta, el cual recibe de los hombres que respeta”.
Comerciar es moral, no porque logra el bienestar de los humildes o la riqueza de la nación; la justificación del comercio no es que de alguna manera convierte el egoísmo en auto-sacrificio. “La mano invisible” de Adam Smith, entendida como justificación, es corrupta.
El comercio no necesita ninguna justificación externa. La justificación del comercio es precisamente que es comercio. Es una interacción en la que cada persona es capaz de perseguir su propio interés. Es la única forma de interacción en la que los hombres se relacionan como iguales, no como explotador y explotado.
¿Cuál es el resultado? ¿Qué sucede, por ejemplo, cuando cambias tu salario por un ordenador? Cada una de las partes consigue su propio interés; cada uno consigue algo de más valor que aquello a lo que renuncia. El comercio es la única forma de interacción que inmediatamente exige auto estima, exige que cada comerciante busque lo mejor para su propia vida, y a su vez permite que cada persona conserve su auto-estima, porque ni se sacrificó a los otros, ni trató de engañar a la realidad con el doble estándar de exigir el sacrificio de otros a él.
Pensamiento, Producción y Comercio. Estos forman el núcleo de La Rebelión de Atlas y su nuevo código de moralidad basado en la vida.
[FeEsperanzaCaridad]
Observad lo drástico que es el contraste de este ideal con la concepción religiosa de la moralidad del Sermón en la Montaña. Fe, Esperanza y Caridad son sus virtudes.
Fe significa creer, en la ausencia de lógica. Es lo contrario del Pensamiento.
Esperanza significa que eres incapaz de conseguir el ideal, que la perfección está más allá de tu alcance, pero que por la gracia de Dios tal vez la consigas en alguna supuesta “otra vida”. Es lo opuesto a trabajar para conseguir el ideal en esta vida; es lo contrario de la Producción.
Caridad significa entregarte en cuerpo y alma a tu prójimo e incluso a tu enemigo, sin esperar nada a cambio. Es lo contrario del Comercio.
Jesús, en la cruz, exhibió estas virtudes: tenía la Fe de que había un padre no-terrenal. Tenía la Esperanza de que se ganaría la gracia de este ser no-terrenal. Tenía la Caridad de sacrificar su propia alma por las de los pecadores. El resultado fue su muerte.
Para una moralidad de la vida esta no puede ser la imagen del ideal moral. Entonces, ¿cuál es?
Los grandes pensadores y productores. Los hombres de la mente. Los héroes de La Rebelión de Atlas. Los científicos, filósofos, artistas, inventores y hombres de negocios que hacen posible un modo humano de existencia, personas como Aristóteles, Newton, Edison y Rockefeller, filósofos como Francis Bacon y John Locke, científicos como Isaac Newton y Benjamin Franklin, pensadores políticos y hombres de acción como Voltaire, Turgot y Thomas Paine.
En términos de Ayn Rand: los hombres de la mente.
[. . .]
por Onkar Ghate, Profesor de Filosofía del Ayn Rand Institute.

La Rebelión de Atlas contra Fe, Esperanza y Caridad

La tarea de la Moralidad es enseñarte qué valorar y cómo valorar; su tarea es enseñarte cómo lograr la vida y la felicidad.
La Rebelión de Atlas ofrece una nueva concepción del ideal moral, una concepción de lo sagrado y lo sublime muy diferente a la del Sermón de la Montaña.
El código moral de Atlas muestra los verdaderos requisitos de la vida y la felicidad, las virtudes de: Pensamiento, Producción, y Comercio.
[Pensamiento]
La Rebelión de Atlas es un himno a la mente del hombre.
Cada valor que el hombre ha logrado tuvo primeramente que ser descubierto por una mente individual, desde recoger frutas, a cazar con lanzas, a plantar cultivos para cosecharlos meses más tarde; desde la invención del teatro como fuente de gozo y combustible emocional, al descubrimiento de la perspectiva en pintura, a la creación de música, y luego de más y más armonías y formas de composición más complejas; desde la identificación de las leyes del movimiento a la formulación de las leyes de la lógica; desde el descubrimiento de gérmenes y antibióticos a la invención del transistor y el ordenador. . .

Wednesday, June 15, 2016

Lo que le debemos a Steve Jobs

 
Ver al mundo llorar la muerte de Steve Jobs nos recuerda los tiempos en que grandes multitudes de americanos se reunían para celebrar la inauguración de un nuevo puente o un nuevo ferrocarril. Hoy Steve Jobs es reconocido mundialmente como un genio creativo que ha cambiado nuestro mundo de forma profunda y para mejor. Hasta el presidente Obama, no muy dado a alabar a hombres de negocios, ha dicho: “Jobs ha transformado nuestras vidas, redefinido industrias enteras, y conseguido una de las hazañas más inauditas en la historia humana: ha cambiado la forma en que cada uno de nosotros ve el mundo”.
Todo eso suscita una importante pregunta que hasta hoy nadie ha formulado: ¿Qué le debemos a Jobs, y a los genios productivos como él?


Por un lado, les debemos gratitud, la cual no siempre les damos: en este caso, Jobs es la excepción que confirma la regla. Pero les debemos algo más que eso, algo que ni siquiera Jobs ha recibido: Les debemos el reconocimiento de que sus logros son algo profundamente moral.
Si dedicar tu vida a crear valores que la mejoran es un logro moral, entonces no hay nada más grande y más noble que los genios creativos cuya capacidad productiva ha creado nuestro mundo moderno: un mundo en el que vivimos tres veces más tiempo que nuestros antepasados; en el que nuestros hogares están calientes en invierno y fríos en verano, y tienen luz durante la noche; en el que podemos atravesar un continente en cuestión de horas; en el que podemos darle las buenas noches a nuestros hijos desde el otro lado del globo.
Pero, lejos de reconocer que los grandes productores son unos ejemplos de moralidad, los apilamos con Al Capone y Bernie Madoff, como si fueran gente a la que hay que pararles los pies o por lo menos mantenerlos amarrados hasta que aprendan a servir desinteresadamente a los demás. Jobs llegó incluso a ser criticado por dedicar su vida a Apple en vez de a la filantropía.
Esta perversa actitud nos ha llevado a negarle a los héroes creativos como Jobs la tercera cosa que les debemos: libertad. Los innovadores, por definición, desafían lo convencional, y sólo la libertad protege su derecho a hacerlo. Cuando el gobierno viola la libertad, iniciando la fuerza contra los que producen – regulando sus acciones, controlando sus decisiones, despojándoles de su riqueza – está ahogando y a la larga aplastando la mente creativa.
Jobs fue capaz de prosperar porque la industria de la tecnología de la información aún es relativamente libre. Pero ¿qué habría pasado si hubiera sido objeto del mismo fango regulador que existe en la industria automovilística? ¿O si los burócratas de los años 70 hubieran empezado a dictar las especificaciones para la fabricación de microprocesadores o las normas de eficiencia energética para granjas de servidores? Probablemente nunca habríamos tenido esta revolución de la información.
Lloremos la pérdida de Steve Jobs, pero aprovechemos también esta oportunidad para mirarnos al espejo y preguntarnos si hemos tratado a Jobs y a otros como él como realmente se merecen.
# # #
Por Yaron Brook y Don Watkins, del Ayn Rand Institute, contribuidores a www.forbes.com

Lo que le debemos a Steve Jobs

 
Ver al mundo llorar la muerte de Steve Jobs nos recuerda los tiempos en que grandes multitudes de americanos se reunían para celebrar la inauguración de un nuevo puente o un nuevo ferrocarril. Hoy Steve Jobs es reconocido mundialmente como un genio creativo que ha cambiado nuestro mundo de forma profunda y para mejor. Hasta el presidente Obama, no muy dado a alabar a hombres de negocios, ha dicho: “Jobs ha transformado nuestras vidas, redefinido industrias enteras, y conseguido una de las hazañas más inauditas en la historia humana: ha cambiado la forma en que cada uno de nosotros ve el mundo”.
Todo eso suscita una importante pregunta que hasta hoy nadie ha formulado: ¿Qué le debemos a Jobs, y a los genios productivos como él?