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Monday, August 29, 2016

La miseria del investigador venezolano en el socialismo del siglo XXI

Jhoner Perdomo señala las dificultades a las que se enfrentan los investigadores venezolanos: desde la dificultad de satisfacer necesidades básicas de cualquier personas hasta la falta de libertad científica.

Jhoner Perdomo es estadístico y candidato a PhD en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela.
En cualquier sociedad y periodo de tiempo, donde un científico ejerza labores investigadoras, necesita de ciertas condiciones que le permitan crear conocimiento. Estas condiciones van desde la libertad científica y profesional, hasta las condiciones más complejas generadas desde el entorno propio —ubicación y tiempo— en el cual se encuentre el individuo.
En este sentido, un investigador venezolano, a diferencia de un investigador en cualquier universidad de un país con óptimas condiciones, no solamente carece de ciertos recursos que le permitan avanzar en sus líneas de investigación, como detallaremos posteriormente, sino que además ha retrocedido en necesidades tan básicas como la preocupación por la alimentación, en vez de concentrarse en una hipótesis de investigación. Inclusive, un científico podría estar más preocupado por conseguir una medicina que por inventarla. Es así, que no estaríamos hablando solo de las condiciones en las que trabajan los científicos venezolanos, sino además en cosas elementales en las cuales el científico desvía tiempo y dedicación.



Luego están esas otras condiciones que son propias de la labor científica, tales como las carentes oportunidades para poder acceder a las revistas científicas en línea donde algunos artículos son pagos y contienen publicaciones de interés más actualizadas, así como también la indisponibilidad de tener libros en físico recientes en las bibliotecas de las universidades y librerías científicas del país, costos que en ambos medios pueden variar entre 20 y 200 dólares, cuyos pagos deben ser desembolsados en divisas extranjeras, imposibilitado por el control cambiario.
Adicionalmente, los pagos de cuotas anuales correspondientes a las diversas instancias académicas internacionales a las cuales el investigador pertenece, tiene un costo para venezolanos que varía entre 20 y 175 dólares dependiendo de su condición. En mi caso, una de ellas es la Asociación Americana de Estadística (ID150786), a la cual no he logrado cancelar mi cuota anual. Estas redes son fundamentales ya que nutren al investigador, conectándolo con redes internacionales, foros de discusión y oportunamente con aspectos más actualizados en sus revistas científicas periódicas.
Así sucede también con las condiciones que tenemos los científicos que necesitamos exponer o participar con avances de investigación en eventos científicos internacionales. Desde el año 2014 a la actualidad, la posibilidad de participación en eventos académicos en el extranjero se ha complicado, las solicitudes de apoyo en Venezuela en cualquier instancia gubernamental, ya sea específicamente el Fondo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (FONACIT) u otra, se ha complicado principalmente por los costos y la divisa en que se ofertan los pasajes aéreos. Es importante resaltar que desde el 2014 se inicia un conflicto aún vigente entre el Centro Nacional de Comercio Exterior (CENCOEX) y la liquidación de divisas del servicio aéreo internacional que generó una serie de limitaciones para el acceso a los boletos. Esto fue seguido por el incremento de la crisis nacional y la restricción de dólares. En este sentido, los costos solo pueden ser cubiertos por recursos propios, apoyo de instituciones del exterior o una combinación de ambos. Es lamentable que al final del día, la participación de Venezuela en eventos internacionales, está limitada a un grupo reducido y escaso de participantes, por lo menos en los eventos donde he participado y que por igual terminas representando a un país que no facilita representarlo.
Todas las condiciones propias de la labor científica descritas hasta el momento, ocasionan un aislamiento con ese mundo académico y científico exterior. Un investigador no puede estar aislado de todo lo que sucede en su área de investigación, esto solo genera atrasos enormes para la sociedad en la que se encuentra. Solo el intercambio de ideas, discusiones, las relaciones con otros, estar rodeado de mentores, colaboradores y competidores, será lo que permita potenciar la creatividad y generar nuevas ideas, al fin y al cabo “la creatividad es un proceso social” (Oppenheimer, 2014).
El investigador debe tener además la libertad científica y profesional, es decir, investigar en el campo que bien valora y que considera puede aprovechar al máximo su motivación, sus emociones y sus capacidades creativas de pensamiento para poder generar conocimiento. Esto ha sido frenado en los últimos años con las políticas científicas en el país. El gobierno ha desalentado el derecho a la propiedad intelectual. Venezuela posee el lugar más bajo en la región y uno de los más bajos del mundo, con significativo descenso en los últimos dos años, según describe este componente del Índice Internacional de Derechos de Propiedad. Las cifras de patentes otorgadas son inexistentes, según lo retrato en La Red de Indicadores de Ciencia y Tecnología -Iberoamericana e Interamericana- (RICYT). En el último año han cerrado 101.282 empresas. Venezuela retrocedió en producción científica según describe en su artículo la Dra. María Victoria Fermín pasando de un 4,23% en 1996 al 1,36% en el 2014 para la región de América Latina y el Caribe, así como también el financiamiento para los proyectos de investigación no son convocados públicamente por el FONACIT desde hace 2 años. Lo anterior junto a otras condiciones nos ubican lamentablemente en un índice global de emprendimiento y índice global de innovación entre los más bajos del mundo.
No obstante, según cifras oficiales, hasta el 2013 se había venido incrementando el número de innovadores e investigadores registrados, así como los proyectos y productos generados en el país durante los últimos años, inclusive señalan que tenemos una inversión en Ciencia y Tecnología que se encuentra entre las más altas del mundo, desde que se ubicó en el 2006 en un 2,11% del PIB. Pero es importante aclarar que en el caso de innovadores e investigadores: registrados no significa acreditados o certificados, incluso las cifras de productos y proyectos tienen como fuente el Registro Nacional de Innovación e Investigación que no necesariamente pasan por ningún proceso de verificación, solo en el caso de aquellos que acredita el Programa de Estímulo a la Innovación e Investigación.
Pero es que además el problema de la investigación e innovación no solamente es recursos y mostrar “cifras”, es mucho más que eso. Oppenheimer (2014) relata que la estimulación a la inversión, no solamente debe ser el desembolso del gobierno, sino la estimulación de la propia empresa para poder generar conocimiento. En este caso la LOCTI fue una norma que inicio en el 2006 con ese avatar, las mismas empresas invertían en sus propios proyectos de investigación, pero las subsiguientes reformas de la ley dirigió todos los recursos a un gran pote llamado FONACIT, ente que concentró posteriormente todos los proyectos y recursos. Esto ocasionó un incremento en el encasillamiento de los investigadores, donde todos los proyectos debían y deben estar alineados a las llamadas “áreas prioritarias de Ciencia, Tecnología e Innovación y al plan de la patria vigente”. Como ciudadano, considero válido que la política sea direccionada a ciertas prioridades, pero tampoco debe servir esto como camisa de fuerza para direccionar la creatividad. Si esto sucede, terminaríamos en líneas de investigación del interés ideológico del gobierno, dejando a un lado aquellas líneas que el propio individuo valora y que motivan su potencia y su creatividad. Así se desvanece la llamada democratización de las actividades de ciencia y tecnología y aquí es válido rescatar el enuncio estratégico de Oppenheimer (2014) que expresa la importancia de derogar todas la leyes que generen daños y retrasos a la creatividad.
El investigador, según el gobierno nacional, es un individuo cuya labor tiene como fin contribuir a alcanzar la plena soberanía, y si lo que busca el gobierno es realmente una soberanía, estamos muy distantes de poder alcanzar esa utopía en las condiciones que nos encontramos. El aislamiento que tenemos, repercute en nuestra eficiencia. Oppenheimer (2014) menciona muy claramente que una de las estrategias nacionales que deben ser impulsadas es la “globalización de la innovación”, es decir, el contacto con aquellos que trabajan en líneas de investigación similares en cualquier parte del mundo, y con ellos los intercambios y la creación en conjunto son fundamentales. Pero es que inclusive los más recientes convenios y alianzas de nuestro país nos aleja de ese camino. Nuestro bastión de integración llamado ALBA, no aglutina buenos resultados en las políticas científicas en comparación con otras alianzas. En este sentido la innovación, sin duda, es un factor de progreso y donde la integración también es fundamental (Perdomo et al, 2016), por lo cual debemos re-direccionar y potenciar políticas científicas más eficientes.
Otro detalle importante que se debe mencionar es el acceso a las revistas científicas venezolanas para poder publicar los avances de investigaciones. Publicar en Venezuela también se ha convertido en un gran desafío, por lo que el investigador busca alternativas en el exterior. Recientemente me tocó postular un artículo a una revista científica nacional de ciencias sociales, y los mismos me indicaron que la revisión del artículo propuesto puede durar mínimo un año y luego de eso un año adicional para que salga publicado, es decir, mínimo dos años, si es que no tiene correcciones la propuesta de publicación por parte de los árbitros. Imagínense: ¿dónde está la lógica o el sentido de la investigación y su publicación? Si con ese tiempo quizás ya quedaría desfasada la vigencia de los resultados de esa publicación. Evidentemente esa es la consecuencia de la crisis: desde el papel, ausencia de árbitros, huelgas administrativas, hasta aspectos generales que se mencionan en este artículo.
Además de todo lo anterior, debemos sumarle al individuo la carga de la ansiedad, no solamente causada por la búsqueda de soluciones a sus problemas de investigación, sino también por la ya mencionada búsqueda de medicinas o alimentos, la sensibilidad a los acontecimientos políticos actuales, la delincuencia, la dificultad de trasladarse libremente con su material de trabajo de un lugar a otro, la violación de la autonomía, la degradación de las libertades, la escasa institucionalidad, la inestabilidad política, la corrupción y las expectativas futuras desalentadoras. Venezuela es el país de Latinoamérica con la percepción ciudadana que más cae entre 2013 y 2015 en cuestionar un gobierno que considera no trabaja para el interés de todo el pueblo y el país de Latinoamérica con el mayor deterioro del sentimiento nacional.
Para poder hacer uso de la información como derecho constitucional de cada uno de los venezolanos, nuestro país está entre los peores clasificados en el mundo según el índice de gobierno abierto. Esto es de particular interés para el investigador por la ausencia de estadísticas oficiales que le permitan el desarrollo de sus investigaciones. Además, podemos agregar cosas tan inocuas, pero a su vez relevantes, como un internet de baja calidad, paro de actividades en una universidad y encontrar una la biblioteca cerrada. Evidentemente y, como bien explica Oppenheimer (2014), el “entorno” de la innovación e investigación son importantes para potenciar la mente creativa. Bajo las condiciones descritas el investigador terminara espantado de un país que no le permite desarrollarse ni como científico ni cómo individuo, ya que todo lo mencionado afecta sus avances en investigaciones tanto como su vida personal. La consecuencia de esto puede ser la migración hacia lugares donde puedan potenciar su creatividad (Oppenheimer, 2014) y su propia vida. Una muestra de esto son los investigadores migrados, el llamado “tsunami de la fuga de cerebros”, “la ola intelectual” y la “migración sofisticada” de venezolanos de alta preparación que está siendo concedida a otros países del mundo.
Todo lo descrito hasta el momento, genera un ambiente inadecuado y condiciones miserables para poder lograr avanzar en una carrera científica. Quizás este sea el peor momento y contexto para quienes se dedican a esta labor. Evidentemente todo esto causa una merma en la producción científica y en la disposición de los investigadores. Por lo tanto, debemos reflexionar: ¿cómo un país puede progresar en estas condiciones?
Pero también como científico, como cientista social, me pregunto frecuentemente lo siguiente: ¿qué se puede esperar de un científico que pasa por todo esto? ¿Será que se puede comparar un científico venezolano, con algún otro de universidades con mejores condiciones? Evidentemente son situaciones particulares y bien diferentes, pero allí está el gran detalle quizás alentador para la reflexión. No debemos hacer pasar por este infierno de barreras e impedimentos al investigador venezolano, salvo que lo que se desee sea su postración y aniquilamiento.

La miseria del investigador venezolano en el socialismo del siglo XXI

Jhoner Perdomo señala las dificultades a las que se enfrentan los investigadores venezolanos: desde la dificultad de satisfacer necesidades básicas de cualquier personas hasta la falta de libertad científica.

Jhoner Perdomo es estadístico y candidato a PhD en Ciencias Sociales por la Universidad Central de Venezuela.
En cualquier sociedad y periodo de tiempo, donde un científico ejerza labores investigadoras, necesita de ciertas condiciones que le permitan crear conocimiento. Estas condiciones van desde la libertad científica y profesional, hasta las condiciones más complejas generadas desde el entorno propio —ubicación y tiempo— en el cual se encuentre el individuo.
En este sentido, un investigador venezolano, a diferencia de un investigador en cualquier universidad de un país con óptimas condiciones, no solamente carece de ciertos recursos que le permitan avanzar en sus líneas de investigación, como detallaremos posteriormente, sino que además ha retrocedido en necesidades tan básicas como la preocupación por la alimentación, en vez de concentrarse en una hipótesis de investigación. Inclusive, un científico podría estar más preocupado por conseguir una medicina que por inventarla. Es así, que no estaríamos hablando solo de las condiciones en las que trabajan los científicos venezolanos, sino además en cosas elementales en las cuales el científico desvía tiempo y dedicación.


Friday, July 29, 2016

Ignorancia e irracionalidad

Javier Aparicio 
 
Esta semana se confirmó oficialmente la candidatura presidencial de Donald Trump. El ascenso de Trump en las encuestas, primero, y en las elecciones primarias del Partido Republicano, después, ha puesto de relieve qué tan lejos puede llegar —inclusive en una democracia consolidada— un candidato carismático con una campaña populista, demagoga, xenófoba y falaz.
En columnas anteriores he discutido la viabilidad de su candidatura presidencial (19-sep-15), y si su eventual triunfo implicaría una “falla democrática” (27-feb-16). En esta ocasión quiero concentrarme en otro tema traído a cuentas cada vez que un proceso democrático parece llevar a un resultado “indeseable”:  la posible ignorancia o irracionalidad del electorado.



Una caricatura simple del juego democrático implica aplaudir la “sabiduría de las masas” cuando gana una candidatura que nos gusta y, en caso contrario, lamentar su ignorancia o irracionalidad. La realidad, por supuesto, es más compleja. Veamos por qué.
¿Por qué tantas personas saben o se interesan poco en asuntos político-electorales? Si lo duda, tan sólo analice la oferta de cualquier expendio de periódicos o revistas, la radio o televisión abiertas: se discute más de espectáculos o deportes que de política.
Si las personas son más o menos racionales, contrastarán los costos y beneficios de invertir tiempo, dinero y esfuerzo en adquirir información política. Los costos son tangibles porque nuestro tiempo es valioso. ¿Pero qué hay de los beneficios?  ¿De verdad necesitamos consumir noticias políticas todos los días de un sexenio para, digamos, “informar nuestro voto” una vez cada tres años? ¿Vale la pena hacerlo cuando, en caso de votar, éste tiene un impacto infinitesimal en el resultado? Habiendo tantísimos usos alternativos de nuestro tiempo y dinero, escasos por definición, quizás lo racional sea, justamente, ignorar los endiablados detalles de la política. Ésta es la teoría de la ignorancia racional.
Por fortuna, dicen algunos estudiosos de la política, la ignorancia de unas y otras personas tiende a cancelarse mutuamente a la hora de acudir a las urnas: mientras las y los votantes ignorantes de izquierda y derecha sean más o menos de la misma proporción, los resultados electorales se decidirán por una juiciosa minoría de votantes sofisticados, informados y con suerte poco influidos por los sesgos partidistas. Así, la agregación de cuantiosas preferencias de una democracia es una especie de seguro contra votantes en extremo radicales y/o ignorantes.
Pero esto no es todo.  Si las preferencias del electorado están sistemáticamente sesgadas, es posible que el principio de agregación antes delineado no surta efecto en una democracia. Bryan Caplan, profesor de la Universidad George Mason, ha estudiado este fenómeno a profundidad en su libro The myth of the rational voter. Si los votantes típicos son irracionales, nos dice Caplan, poco podemos esperar de las elecciones democráticas.
¿Cómo es posible que personas que se comportan de manera racional al comprar un coche o despensa, por ejemplo, se comporten de manera irracional a la hora de votar, quizás guiados por las vísceras antes que por sus bolsillos? Simple, insiste Caplan: nuestras decisiones privadas tienen consecuencias claras y observables en nuestro bienestar, mientras que las decisiones colectivas como votar o elegir a un presidente tienen consecuencias más bien difusas. Bajo este enfoque, puede resultar bastante racional el anular tu voto, apoyar el Brexit o votar por Trump… y al día siguiente afirmar que tú no votaste por tal o cual consecuencia específica.

Ignorancia e irracionalidad

Javier Aparicio 
 
Esta semana se confirmó oficialmente la candidatura presidencial de Donald Trump. El ascenso de Trump en las encuestas, primero, y en las elecciones primarias del Partido Republicano, después, ha puesto de relieve qué tan lejos puede llegar —inclusive en una democracia consolidada— un candidato carismático con una campaña populista, demagoga, xenófoba y falaz.
En columnas anteriores he discutido la viabilidad de su candidatura presidencial (19-sep-15), y si su eventual triunfo implicaría una “falla democrática” (27-feb-16). En esta ocasión quiero concentrarme en otro tema traído a cuentas cada vez que un proceso democrático parece llevar a un resultado “indeseable”:  la posible ignorancia o irracionalidad del electorado.


Wednesday, June 22, 2016

Las ilusiones acerca de la integración europea

Václav Klaus dice que la situación económica en Europa "Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la Unión Europea que son crecientemente centralizados y burocráticos".
Václav Klaus fue presidente de la República Checa desde 2003 hasta marzo de 2013. 
Recientemente publicó el libro Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones). Este es el texto del discurso que Klaus dio en el Cato Institute el 11 de marzo de 2013, publicado originalmente en inglés como la edición de primavera 2013 de Cato’s Letter (volumen 11, número 2). Aquí puede obtener el texto en formato PDF.

Hoy es un día especial para mi. En marzo, mi segundo periodo como presidente de la República Checa expiró, y con un alto grado de probabilidad esto marcará el fin de mi carrera de 23 años en la política —una carrera que duró sin interrupción desde la caída del comunismo, pasando por la Revolución de Terciopelo, hasta esta primavera.
He sido extremadamente honrado al ser invitado a convertirme en un distinguido Académico Titular del Cato Institute y estoy ansioso por cumplir con este nuevo papel. Aprecio mucho el papel que Cato ha desempeñado a lo largo de las últimas décadas defendiendo la libertad, los mercados libres y el gobierno limitado. Hoy es simplemente el inicio de mi nueva vida aquí con ustedes.
Me pidieron que dijera unas palabras acerca de Europa —que siempre ha sido uno de mis temas favoritos— y quisiera empezar colocando los problemas del continente europeo en una perspectiva más amplia.



Mi nuevo libro, que la editorial inglesa decidió titular Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones), refleja mi frustración con lo que ha pasado en Europa. Ese título, por cierto, no fue exactamente mi idea. Nunca me hice ilusiones acerca de la integración europea, así que para mí nunca fue necesario destruirlas.
Sin embargo, el libro explora el marco institucional actual de Europa —que se desarrolló a lo largo del tiempo desde la Segunda Guerra Mundial hasta el inicio de la crisis de deuda en la Eurozona— así como también las costosas reacciones a estos sucesos. En pocas palabras, el optimismo excesivo alrededor de los beneficios económicos de la integración territorial es, y siempre ha sido, ingenuo. Las consecuencias de la desnacionalización y de la centralización son, en una palabra, anti-democráticas.
Es importante enfatizar que la República Checa es parte de Europa, es un miembro de la Unión Europea (UE) y no es miembro de la Eurozona. Un país no puede ser miembro de Europa, y es importante enfatizar este hecho. Casi 85 por ciento de las exportaciones checas se dirigen a Europa —una región que experimenta tanto un estancamiento económico prolongado como una severa crisis de las deudas soberanas. Incluso con una moneda en libre flotación, la República Checa no puede desconectarse de las tendencias económicas del resto del continente.
Mi país es un ejemplo de un país pequeño con una economía abierta. Pero para crecer, la República Checa necesita una relación sólida con socios comerciales que gocen de una buena salud económica.
Lamentablemente, este no es el caso en la actualidad. En marzo, la Oficina de Estadísticas de la República Checa anunció que el producto interno bruto del país se contrajo en 0,2 por ciento. Toda la evidencia disponible sugiere que el futuro económico no será fácil para los que vivimos en Europa con nuestras familias, hijos, y nietos. No podemos escapar del destino del continente en general. Por lo tanto tenemos un interés genuino, y no simplemente uno académico, en el futuro de Europa.
La situación económica actual no es accidental. Esta es la consecuencia de por lo menos dos cosas. Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la UE que son crecientemente centralizados y burocráticos. Ambas cosas constituyen un obstáculo fundamental para cualquier desarrollo positivo, un obstáculo que no puede ser removido con correcciones marginales a las políticas económicas de corto plazo. Los problemas son mucho más profundos.
Es más que evidente que la excesivamente regulada economía en Europa está todavía más limitada por una carga pesada de requisitos sociales y ambientales, que operan dentro de la atmósfera de un Estado de Bienestar paternalista. Esta carga es demasiado pesada y los incentivos para el trabajo productivo demasiado débiles como para que este pueda lograr crecimiento. Si Europa quiere reactivar su desarrollo económico, tiene que realizar una transformación fundamental, un cambio sistémico. Esto es algo que nosotros en Europa Central y del Este tuvimos que hacer hace 20 años.
La segunda parte del problema es el modelo europeo de integración. Las excesivas y antinaturales metas de unificación, estandarización, y armonización del continente europeo, basadas en el concepto de “una Unión cada vez más estrecha” son verdaderamente un obstáculo para cualquier desarrollo positivo.
El momento en el que los costos marginales del proyecto de integración europea empezaron a exceder visiblemente los beneficios, llegó como resultado del intento de unificar monetariamente a todo el continente. Este fracaso era esperado —y era inevitable, de hecho— y sus consecuencias fueron bien comprendidas por muchos de nosotros antes de que sucedieran. Este camino era totalmente predecible para los países más económicamente débiles de Europa también, que repetidas veces habían experimentado desagradables, aunque inevitables, ajustes mediante la devaluación de sus monedas en el pasado.
Todos los economistas que merecen el título estaban conscientes del hecho de que Grecia estaba destinada al fracaso, habiendo estado encarcelada en el sistema que acabo de describir. La historia nos da muchos ejemplos similares.
Los beneficios prometidos como resultado de aceptar una moneda común nunca llegaron. El supuesto incremento del comercio internacional y de las transacciones financieras fue relativamente pequeño y más que contrarrestado por los costos de este arreglo.
En buenos tiempos económicos, incluso las áreas monetarias no-óptimas pueden funcionar, así como todos los regímenes de tipo de cambio fijo funcionaron durante algún tiempo. Pero cuando llegan los malos tiempos, incluyendo la crisis financiera a fines de la última década, todas las inconsistencias, debilidades, ineficiencias, discrepancias, desbalances y desequilibrios se vuelven evidentes y la unión monetaria deja de funcionar adecuadamente. Esto no debería ser una sorpresa. En el pasado, todos los regímenes de tipo de cambio fijo, incluyendo el sistema de Bretton Woods, requerían de ajustes al tipo de cambio tarde o temprano —una explicación que uno puede encontrar en cualquier libro de texto sobre economía elemental.
Las expectativas —o más bien, ilusiones— de que una economía europea muy heterogénea se homogenizaría mediante la unificación monetaria demostraron ser erróneas rápidamente. Desde la introducción del euro, las economías europeas han divergido en lugar de converger. La eliminación de una de las variables económicas más importantes —el tipo de cambio— del sistema económico existente condujo a una especie de ceguera entre los políticos, los economistas y los banqueros.
Algunos recordarán que hace 20 años se dio la disolución de otra unión monetaria, política y fiscal, conocida como Checoslovaquia. Yo estuve a cargo de organizar la separación. De hecho, febrero marcó el aniversario No. 20 de la desintegración monetaria de la República Checa con Eslovaquia, y nuestra experiencia es muy clara.
La anterior federación checoslovaca estuvo unida durante 70 años pero tuvo que aceptar que la integración nominal no era suficiente para la eliminación de diferencias económicas entre los dos países. Habían, por supuesto, otras razones para la separación, pero las económicas fueron las principales.
Pero no nos dejemos engañar. Cuando se discuten los problemas actuales que afligen a Europa, está mal concentrarse en los logros o fracasos de países individuales. Grecia no causó el problema europeo actual. Al contrario, Grecia es la víctima del sistema de una sola moneda en la Eurozona. Cometieron solamente un error trágico al ingresar a la Eurozona. Todo lo demás corresponde al comportamiento usual del país, comportamiento que ninguno de nosotros tiene el derecho de criticar.
El grado de eficiencia o ineficiencia económica de Grecia, así como también su tendencia a vivir con deuda soberana, deberían haber sido bien conocidas por todos. Creo que permitir que Grecia abandone la Eurozona sería el principio de un viaje largo de este país hacia un futuro económico saludable. Pero no tengo la ambición de cambiar a Grecia. Quiero cambiar el marco institucional de la UE. Los griegos ojalá entiendan a estas alturas que la misma talla no le calza a todos. Solo deseo que los políticos más importantes en la UE comprendieran esta visión.
No lo veo, sin embargo. Su manera de pensar está basada en cierto tipo de razonamiento, como si las leyes económicas no existieran y la política puede por lo tanto determinar la economía. Personas como yo fuimos criados en una época en que esta forma de pensar era dominante en los países comunistas de Europa del Este y Central. Algunos de nosotros nos atrevimos a expresar nuestro desacuerdo con esto en ese entonces. Éramos considerados enemigos en ese entonces y somos considerados enemigos ahora.
Europa está lista para una decisión fundamental: ¿Debemos continuar creyendo en el dogma de que la política puede determinar la economía y defender el marco institucional actual a cualquier costo? O, ¿deberíamos, finalmente, aceptar que debemos volver a la racionalidad económica?
La respuesta que ha dado una mayoría abrumadora de los políticos europeos hasta ahora es que están dispuestos a continuar en la ruta actual. Es nuestro deber decirles que las consecuencias de tales conclusiones serán más graves y producirán costos más altos para todos nosotros. Eventualmente, estos costos se volverán insoportables. Estoy convencido de que deberíamos cambiar de dirección.
Lo que necesitamos en Europa no son cumbres más frecuentes en Bruselas, sino una transformación fundamental de nuestro pensamiento y comportamiento. Europa tiene que efectuar un cambio sistémico —un cambio de paradigma— y esto requiere de un proceso político genuino, no de la aprobación de un documento sofisticado preparado detrás de puertas cerradas. La solución debe surgir como resultado de debates políticos dentro de cada país miembro de la UE. Debe ser generada por el pueblo, por el demos de estos países.
Está de moda ahora tanto en EE.UU. como en Europa hablar de una crisis. Pero una crisis implica, en la definición del economista Joseph Schumpeter, un proceso de “destrucción creativa”. Luego de una crisis, no todo puede ser rescatado y mantenido. Algo debe quedarse atrás del proceso, especialmente las ideas equivocadas. En este momento, deberíamos crear el hábito de descartar los sueños utópicos, de rechazar las actividades económicas irracionales, de negar su promoción por parte de los gobiernos europeos. Parte de esto implica dejar que incluso se permita que caigan algunos estados.
Quienes se oponen a esta posición siguen diciendo que una solución como esta sería costosa. Lo veo de otra manera. Para mí, prolongar el curso actual es más costoso. Los costos a los que le temen los europeos ya están aquí. Deberían denominarse costos hundidos.

Las ilusiones acerca de la integración europea

Václav Klaus dice que la situación económica en Europa "Por un lado, se debe al cada vez más deficiente sistema económico y social a lo largo de Europa, que sin embargo fue escogido de manera deliberada. Por otra parte, es una consecuencia de los acuerdos institucionales dentro de la Unión Europea que son crecientemente centralizados y burocráticos".
Václav Klaus fue presidente de la República Checa desde 2003 hasta marzo de 2013. 
Recientemente publicó el libro Europe: The Shattering of Illusions (Europa: La destrucción de las ilusiones). Este es el texto del discurso que Klaus dio en el Cato Institute el 11 de marzo de 2013, publicado originalmente en inglés como la edición de primavera 2013 de Cato’s Letter (volumen 11, número 2). Aquí puede obtener el texto en formato PDF.

Hoy es un día especial para mi. En marzo, mi segundo periodo como presidente de la República Checa expiró, y con un alto grado de probabilidad esto marcará el fin de mi carrera de 23 años en la política —una carrera que duró sin interrupción desde la caída del comunismo, pasando por la Revolución de Terciopelo, hasta esta primavera.
He sido extremadamente honrado al ser invitado a convertirme en un distinguido Académico Titular del Cato Institute y estoy ansioso por cumplir con este nuevo papel. Aprecio mucho el papel que Cato ha desempeñado a lo largo de las últimas décadas defendiendo la libertad, los mercados libres y el gobierno limitado. Hoy es simplemente el inicio de mi nueva vida aquí con ustedes.
Me pidieron que dijera unas palabras acerca de Europa —que siempre ha sido uno de mis temas favoritos— y quisiera empezar colocando los problemas del continente europeo en una perspectiva más amplia.