Wikipedia

Search results

Showing posts with label miedo. Show all posts
Showing posts with label miedo. Show all posts

Monday, October 10, 2016

Los beneficios del libre comercio frente al miedo a los bienes extranjeros

 
[Publicado originalmente en Epic Times]
El primer ministro japonés Shinzo Abe habló ante una sesión conjunta del Congreso de EEUU el 29 de abril de 2015 y ofreció sus “eternas condolencias para las almas de todo el pueblo estadounidense que se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial”, pero no dijo directamente que lamentara el insidioso ataque del Japón imperial sobre Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
El propósito real de su visita a Washington y su discurso ante el Congreso era impulsar la aprobación del congreso de la Trans-Pacific Partnership (TPP) entre EEUU, Japón y otras 10 naciones (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam).
Pretendiendo extender y ampliar el comercio y las relaciones comerciales relacionadas entre los países participantes, también se presenta como una vía para que EEUU mantenga su poder económico y político en Asia oriental a la vista de la creciente influencia de China en esa parte del mundo.



La TTP es un acuerdo de “comercio dirigido”, no libre comercio

Con la negociación entre los doce gobiernos realizándose “a puerta cerrada”, defensores y críticos han dado explicaciones alternativas de qué se está negociando y a quienes beneficiará el acuerdo final.
Lo que debería estar más claro es que la Trans-Pacific Partnership no es un acuerdo de libre comercio. Sin duda alguna partes de ella pueden rebajar algunas barreras comerciales, haciendo así más fácil la producción, venta y adquisición de una más amplia variedad de importaciones y exportaciones. Sin embargo, la TPP, como todos los demás acuerdos comerciales posteriores a la época de la Segunda Guerra Mundial, es un acuerdo de comercio dirigido.
Es decir, los gobiernos de las respectivas naciones participantes negocian los términos, límites y condiciones particulares bajo los cuales se producirán y luego venderán en los demás países los diversos bienes y servicios. El gobierno japonés, por ejemplo, está decidido a mantener un proteccionismo comercial en beneficio de sus productores de arroz, que temen una competencia abierta por parte de sus rivales estadounidenses.
El gobierno de EEUU está bajo presión de la industria automovilística estadounidense, por ejemplo, para limitar una mayor competencia por parte de su sector equivalente japonés. Los sindicatos estadounidenses quieran restringir la importación de bienes producidos con costes laborales menores que los bienes manufacturados estadounidenses, porque los consumidores de este país podrían preferir comprar los productos extranjeros más baratos y así poner en riesgo la pérdida de algunos de los empleos de los miembros de dichos sindicatos.

El libre comercio puede ser sencillo y unilateral

Por el contrario, un verdadero acuerdo de libre comercio puede ser algo muy sencillo. El congreso aprobaría y el Presidente luego sancionaría una breve legislación que declarara algo similar a esto:
“El gobierno de Estados Unidos elimina por este acto todas las barreras, restricciones y prohibiciones existentes a la importación y exportación, la compra y venta de todos los bienes y servicios libre y sin restricciones entre Estados Unidos y todas y cada una de las naciones del mundo. El gobierno de EEUU declara que todas las formas de comercio e intercambio pacíficas y no fraudulentas son asunto de los ciudadanos de Estados Unidos y todos y cada uno de los demás ubicados en otro país. Esta ley entrará en vigor tras su aprobación”.
De hecho, Estados Unidos decidiera necesita el acuerdo mutuo de cualquier otra nación para implantar libre comercio. EEUU con sólo esa ley puede establecer libre comercio unilateralmente; incluso si otras naciones mantuvieran algunas o todas sus propias barreras restrictivas del comercio, Estados Unidos seguiría estando mejor.
Recordemos por qué la gente comercia entre sí. Cada uno de nosotros tiene habilidades, capacidades y recursos limitados. Y sencillamente no hay suficiente tiempo cada día para hacer todo lo que podríamos desear hacer para producir los bienes y servicios que deseamos tener.

La división del trabajo y las ganancias del comercio

Además, algunos somos mejores que otros haciendo algunas cosas. El famoso economista escocés, Adam Smith (1723-1790), de hecho, empezaba su famoso libro sobre La riqueza de las naciones (1776) explicando los beneficios de la división del trabajo. En un pequeño grupo tribal, alguien ve que un miembro de la tribu es mejor que el fabricando arcos y flechas y tarda menos tiempo que cuando aquél dedica su trabajo a fabricar esa arma de caza.
Por otro lado tiene bastante talento y es eficiente a la hora de curitr pieles animales y ofrece en una piel animal curtida (que pueda servir para cubrir una tienda pequeña, por ejemplo) a cambio de arco y flechas a otros miembros de la tribu a los que no se den muy bien esas actividades de curtido.
Otros pueden ofrecer al “experto” en arcos y flechas algún producto del que sean relativamente buenos a la hora de producirlos (uno puede ser bueno fabricando hachas o cuchillos primitivos, otro tener mejores habilidades culinarias, etcétera) a cambio de alguna de sus armas.
A lo largo del tiempo, argumentaba Adam Smith, cada uno descubriría que podía mejorar las cantidades y calidades de los bienes que pueda tener en su posesión, si en lugar de tratar de fabricar por sí mismo estas cosas se especializaba en lo que podía hacer mejor que sus compañeros de tribu e intercambiar su bien especializado por los productos igualmente especializados de sus vecinos.
Mediante una división del trabajo, la productividad aumenta muy por encima de lo nunca pueda esperar conseguir una persona individual en aislamiento económico. También actúa como un estímulo para la industria, ya que ahora la variedad y calidad de los bienes que pueden obtenerse a través del intercambio de productos especializados funcionan como incentivos para que cada uno aumente su propia producción de productos comercializables como medio para adquirir lo que otros puedan tener a la venta.
Y cuanto más extenso se hace el mercado en el que pueden venderse bienes, mayores son ahora los beneficios potenciales de un desarrollo más intensivo de la división del trabajo.

Es la gente la que comercia, no los gobiernos, en beneficio de las importaciones

A partir de estas ideas, economistas como Adam Smith y quienes le siguieron demostraron que el comercio entre naciones es mutuamente beneficioso y el modo alguno dañino para los “intereses” de ninguna nación. ¿Por qué? Porque las “naciones” no comercian, lo hacen los individuos. En ningún individuo inicia ni participa en ningún intercambio salvo que en el momento de la transacción se vea mejor por lo que recibe en un intercambio que por aquello a lo que tiene que renunciar para conseguirlo.
Además, la ventaja de todas las formas de comercio, ya sea entre dos vecinos inmediatos o entre personas que viven en dos estados distintos como California y Ohio o entre quienes residan y trabajen en dos países distintos separados por miles de millas, no viene de la capacidad para “exportar”, sino de la oportunidad para “importar”.
Aunque indudablemente me gusta mi trabajo como profesor de economía en una institución de educación superior, la razón por la que trabajó es ganar un salario que luego me permita comprar los diversos bienes y servicios que deseo usar y consumir. En otras palabras, “exporto” mis servicios de enseñanza a otros que estén dispuestos a pagarme por servicios prestados de forma que pueda tener recursos financieros para importar todos los demás bienes que deseo comprar.
Las exportaciones son el único medio a través del cual la gente en una nación puede adquirir a otros en otras naciones los productos que no pueden producir interiormente o no pueden producir con un coste menor que los precios a los que otros de los ofrecen en otro país. El comercio entre naciones ofrece a los consumidores de cada país participante más bienes y bienes distintos y menos caros que en si los demandantes de que esos productos deseados se limitaran a las posibilidades de producción en su propio territorio.
La demostración final de beneficio mutuo del comercio entre naciones se produjo con el desarrollo de la teoría de la ventaja comparativa por parte de economistas inspirados por Adam Smith. El que el comercio es beneficioso se ve con bastante claridad si cada nación puede producir algún producto que sus socios comerciales no pueden producir en absoluto o si alguna nación puede producir algún producto a un coste menor que ninguno de sus socios comerciales puede igualar.

El comercio beneficia tanto los más como a los menos productivos

Pero lo que se demostraba ahora era que el comercio ella mutuamente beneficioso incluso sido una de estas naciones era absolutamente más eficiente en costes a la hora de producir cualquier producto en comparación con sus socios comerciales potenciales.
Supongamos que contrato a una empleada de hogar para lavar mi ropa y hacerme la comida aunque yo pueda hacer ambas tareas mejor y en menos tiempo que ella, pero al pagarla por hacerlo consigo más tiempo para hacer cosas en el mercado que generan una renta superior que pueda más que compensar lo que la pago.
Por ejemplo, supongamos que yo pudiera realizar estas dos actividades por mí mismo en cuatro horas de tiempo cada día, mientras que la empleada de hogar profesional tardaría seis horas en completar las mismas tareas y me cobraría 10$ la hora para un coste total de 60$.
Pero supongamos que al liberarme cuatro horas de trabajo doméstico, puedo producir y vender un producto u ofrecer algún servicio laboral con el que ganaría el equivalente a una renta de 25$ la hora, un total de 100$. Al contratar a la empleada de hogar ganó un 40$ netos extra (100$ ganados menos 40$ pagados a la empleada), que en otro caso no habría tenido a mi disposición para comprar cosas que yo pueda desear.
Si yo valoro más lo que esos 40$ extra de renta neta me permitirían comprar que estar en casa y hacerme una comida mejor y doblar mi ropa limpia algo mejor, entonces contrataré a la menos eficiente empleada del hogar para liberar tiempo de forma que pueda hacer aquellas cosas a las que el mercado da un mayor valor que a las capacidades de empleada del hogar.

Especializarse en lo que se es relativamente más productivo

La misma lógica explica el comercio entre naciones.
Supongamos que la gente en la nación de Superioristán puede fabricar un metro de tela en cuatro horas y puede cosechar una fanega de trigo en una hora, mientras que a la gente en la nación de Inferioristán le lleva, respectivamente, doce y dos horas llevar a cabo las mismas dos tareas.
Está claro que Superioristán es un productor con costes más bajos tanto en la producción de tela como de trigo. Superioristán es tres veces más productivo en la fabricación de telas (cuatro horas en lugar de doce) y dos veces más productivo en la cosecha de trigo (una hora en lugar de dos).
Pero está igualmente claro que Superioristán es comparativamente más eficiente en costes en la fabricación de tela. Es decir, si la gente de Superioristán abandona la fabricación de un metro de tela (cuatro horas de trabajo) puede cosechar cuatro fanegas de trigo (tomando una hora cada fanega cosechada) con el tiempo que ha liberado. Pero cuando la gente de Inferioristán abandona la fabricación de un metro de tela (doce horas de trabajo) pueden cosechar seis fanegas de trigo (tomando dos horas por cada fanega cosechada).
Si Superioristán e Inferioristán intercambiaran tela por trigo a un precio de, por ejemplo, un metro de tela por cinco fanegas de trigo, la gente de ambas naciones saldría ganando, con Superioristán especializándose en fabricación de telas de Inferioristán en cosecha de trigo.
Ahora Superioristán recibiría en el intercambio cinco fanegas de trigo por un metro de tela, en lugar de las cuatro fanegas si hubiera cosechado en casa todo el tiempo consumido. E Inferioristán recibiría un metro de tela entregando solo en el intercambio cinco fanegas de trigo, en lugar de las seis fanegas si hubiera fabricado en casa toda la tela necesitada y usada.
La gente de todas las naciones puede encontrar un lugar en la mesa del comercio global, aunque sea menos productiva y eficiente que muchos o todos sus socios comerciales, produciendo algo para lo que tengan una ventaja comparativa que permita a uno o más de sus socios comerciales especializarse en aquellas actividades para las que son los más productivos.

Los errores de las diversas falacias sobre comercio

Revisemos brevemente algunas de las objeciones a veces planteadas contra la libertad de comercio.
1. Prácticas comerciales injustas. Muchas otras naciones subvencionan directa o indirectamente las exportaciones de algunos de sus productores a Estados Unidos a precios por debajo de sus costos reales de producción. La medida en la que esto se haga realmente, significa que a los consumidores estadounidenses se les ofrece una bicoca.
Supongamos que un producto que en otro caso habría costado 10$ pueda ahora comprarse al proveedor extranjero subvencionado por 6$. Los estadounidenses tendrían ahora el producto deseado por 6$ en lugar de 10$ y además quedaría en su bolsillo la diferencia de 4$ para gastarla en algo que en otro caso no habrían podido permitirse. Los niveles de vida estadounidenses aumentarían debido a las subvenciones extranjeras a las exportaciones.
¿Quiénes deberían considerarse como perjudicados? Sin duda lo serían los ciudadanos en la nación extranjera exportadora, que se han visto obligados a pagar impuestos más altos para cubrir la subvención entregada a un productor privilegiado en su propio país. Han sido gravados para que los consumidores estadounidenses puedan comprar algo por debajo de los costes basados en el mercado en beneficio de los intereses especiales de su propio país.
2. Los bienes fabricados en el extranjero hacen que se pierdan trabajos en la nación. Subvencionadas o no, se hace menudo la acusación de que las importaciones extranjeras generan pérdidas de empresas y empleos para los estadounidenses. Es verdad que las empresas estadounidenses que no puedan competir con éxito contra su competencia extranjera pueden perder negocio e incluso pueden en algunos casos dejar de existir.
Pero los exportadores extranjeros nos dan gratis sus bienes. Desean obtener beneficios y rentas por la misma razón que nosotros, para tener recursos financieros para comprar otros bienes que deseamos comprar como consumidores que obtienen rentas.
Así que los dólares ganados por los exportadores extranjeros se gastan de una manera u otra en bienes y servicios estadounidenses que estos ganadores extranjeros de dólares encuentren atractivos y deseables para comprar. Así, parte de las empresas y empleos “perdidos” debido a la competencia extranjera se compensan con el comercio exportador estadounidense, como los medios para suministrar los bienes que sirven como pago último para los bienes importados.
Al mismo tiempo, los dólares ahorrados en la compra de importaciones extranjeras menos caras, deja dólares en los bolsillos de los consumidores estadounidenses, lo que les permite demandar otros bienes a quien el interior que antes no podían comprar. Esto a su vez crea parte del negocio y el empleo alternativo que pueda haberse perdido como resultado de esas importaciones extranjeras.
Lo que cambia es la composición de los tipos de productos producidos en Estados Unidos y los tipos y ubicación de algunos de los trabajos realizados por los trabajadores estadounidenses. Pero mientras los mercados en Estados Unidos sean relativamente competitivos y se adapten al cambio, no tiene por qué haber pérdida neta de empleos. Siempre hay trabajos a realizar mientras la gente tenga deseos insatisfechos. Y de esta manera hay trabajo para todos los que estén dispuestos a trabajar a precios y salarios determinados por el mercado y con un mayor nivel de vida debido a más y mejores bienes con costes menores.
3. Barreras comerciales extranjeras para bienes estadounidenses. Supongamos que EEUU rebajara unilateralmente sus barreras comerciales, de los gobiernos de otros países que ahora vendan más exportaciones a Estados Unidos mantuvieran sus barreras comerciales, sin permitir a sus propios ciudadanos importar más bienes estadounidenses.
Entonces los dólares ganados por los exportadores extranjeros, o bien se venderían en el mercado de divisas a quienes estén interesados y deseen comprar bienes fabricados por estadounidenses, o bien los dólares ganados por la venta de bienes en EEUU permanecerían en el país y se usarían para inversiones directas o indirectas en la economía estadounidense. Si pasara esto último, esto aumentaría las existencias de ahorros y recursos invertibles para financiar la formación de capital en Estados Unidos, ayudando así a mejorar las capacidades productivas futuras en el mercado global de nuestro país.
Supongamos que los dólares ganados por los exportadores extranjeros se “atesoraran” en esa nación extranjera, sin gastarlos en bienes estadounidenses ni invertirlos en la economía estadounidense. En la medida en que se hiciera esto, en los exportadores extranjeros y sus gobiernos están dando un “préstamo sin intereses” implícito a los estadounidenses.
Es decir, nos han dado sus bienes y no han reclamado ningún bien como pago por ellos. En otras palabras, es como si nos hubieran dado sus bienes “a crédito” y éste se retrasará indefinidamente cuando insisten en ser pagados en forma de bienes que podrían reclamarnos ofreciéndonos intercambiar sus dólares ganados por bienes y servicios reales en el mercado estadounidense.
Pues mientras esos dólares se atesoraran hipotéticamente en esos países extranjeros, los recursos y trabajo que habría que haber dedicado en otro caso a fabricar las exportaciones para pagar lo que habíamos importado se liberan para ser usados para fabricar otros bienes que les gustaría tener a los estadounidenses.
4. El comercio hace más fuertes a nuestros rivales y puede llevar al conflicto y a posibles guerras. Cuanto mayores y más intensivas sean nuestras relaciones comerciales con otras naciones, más interdependientes seremos de ellas. Esa misma interdependencia puede servir para reducir la probabilidad de una guerra al aumentar su coste.
A veces pido a mis estudiantes que se imagine que estamos en el año 2030. China ha crecido en poder económico y militar y los gobiernos chino y estadounidense han entrado en un conflicto político, con ambos bandos haciendo sonar sus sables y amenazando con la guerra.
En Pekín, un joven llama la puerta de uno de los principales generales chinos y entra en su oficina. El joven dice: “¿Papá, qué estás haciendo? ¿Vas a bombardear nuclearmente San Francisco? ¿No sabes que me interesa mucho Silicon Valley y que tu nuera y nietos están de vacaciones en nuestro nuevo condominio cerca de Fisherman’s Wharf con vistas sobre el Golden Gate?”
Dos países han ido la guerra y sin duda continuará haciéndolo por diversas razones. Y el comercio no garantiza que esto no ocurra. Pero unas relaciones comerciales profundamente interconectadas aumentan los costes del conflicto. Raramente mejoras tu propio bienestar económico matando a tus clientes y destruyendo tus propios suministros de recursos e inversiones de capital.
Hace mucho tiempo, el famoso filósofo, historiador y economista escocés David Hume (1711-1776) explicaba los beneficios del comercio internacional y la división del trabajo. En un famoso ensayo, “De la envidia del comercio” (1758), Hume señalaba que el comercio internacional ofrece oportunidades para descubrir y aprender acerca de nuevas tecnologías, nuevos métodos de producción y nuevas variedades de productos que de otra manera podrían no haberse conocido nunca ni aprovechados si las naciones intentaran cerrarse económicamente frente a la interacción comercial con sus vecinos.
Argumentaba que si un sector nacional encontraba difícil responder a la competencia de sus rivales extranjeros “tendría que culpar a su propia ociosidad o mal gobierno, no a la industria del vecino”.
El miedo a la pérdida de negocios y empleo debido al comercio internacional, decía Hume, era erróneo. “Si se conserva el espíritu de industria, [la producción] puede desviarse fácilmente de un sector a otro” si los mercados se mantienen abiertos, competitivos y no obstaculizados por la mano dura de la regulación pública, su control y los impuestos gravosos.
Todos los que participan, ganan en el comercio internacional y todos se hacen más pobres en la media en que los gobiernos interfieren o prohíben la libertad de comercio entre los pueblos del mundo.
Parafraseando ligeramente el último párrafo del ensayo de Hume, “Me aventuraría por tanto que a reconocer que no sólo como hombre (que desea benevolentemente lo mejor para toda la humanidad), sino como ciudadano estadounidense (que pese la prosperidad de su propio país), rezo por el floreciente comercio de Alemania, Japón, Gran Bretaña, Francia e incluso China, Rusia y el propio Irán. Estoy seguro de que Estados Unidos y todas esas naciones florecerían más si sus gobiernos y líderes políticos adoptaran esos mayores y benevolentes sentimientos de libre comercio hacia los demás”.

Los beneficios del libre comercio frente al miedo a los bienes extranjeros

 
[Publicado originalmente en Epic Times]
El primer ministro japonés Shinzo Abe habló ante una sesión conjunta del Congreso de EEUU el 29 de abril de 2015 y ofreció sus “eternas condolencias para las almas de todo el pueblo estadounidense que se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial”, pero no dijo directamente que lamentara el insidioso ataque del Japón imperial sobre Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
El propósito real de su visita a Washington y su discurso ante el Congreso era impulsar la aprobación del congreso de la Trans-Pacific Partnership (TPP) entre EEUU, Japón y otras 10 naciones (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam).
Pretendiendo extender y ampliar el comercio y las relaciones comerciales relacionadas entre los países participantes, también se presenta como una vía para que EEUU mantenga su poder económico y político en Asia oriental a la vista de la creciente influencia de China en esa parte del mundo.


Friday, October 7, 2016

LA ECONOMIA DEL MIEDO



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela Torres
Image result for jason of friday the 13th

Con la mano temblorosa sobre el timón de la nave, navegamos hacia el final de la segunda década del nuevo siglo, y las predicciones de JD Davison inician su emergencia en el horizonte, como las realidades que hoy vivimos. Una era de grandes transiciones acompañadas de guerras, caos y violencia, sazonadas con aumento en la corrupción, declive moral e ineficiencia, en la etapa final de un sistema que expira.

El derrumbe de la economía de EU en el 2008, abría la avenida a Obama para convertirse en presidente, mientras Bush se retiraba cargando con las culpas. Durante la campaña presidencial de Bill Clinton, el consejero de la misma, James Carville, hizo famoso el grito; “es la economía estúpido.” Señalaba así la importancia de esa ciencia en las conductas del electorado. El buen comportamiento de la economía, que Newt Gingrich le sirviera a Bill, le permitió constantemente violar la Constitución sin consecuencias. Se iniciaba el festín.
 
Clinton parecía haber medido con gran precisión la “aviada” de la actividad económica, puesto que, en la etapa final de su administración—se sumía en una extraña recesión. En el último trimestre del año 2000, por primera vez en décadas, el PIB americano decrecía de forma agresiva. Bush II le daba la bienvenida con un recorte de impuestos. Esos recortes fueron causa de que el problema no se desbordara…en esos momentos.

La guerra librada aquellos días en el medio oriente, “era por la economía.” Tony Blair, en uno de sus emotivos mensajes al parlamento, lo expuso con su acostumbrada claridad. Habló de la interdependencia de las economías mundiales afirmando: “Las bolsas de valores y las economías del mundo, hoy día se construyen y derrumban todas juntas. La inseguridad es una enfermedad contagiosa que se expande y nos ataca. La amenaza muy real que enfrentamos es el caos del miedo”.   

Una economía preñada de inseguridad no prospera, y es lo que hemos vivido durante muchos años. Bush había asumido la presidencia en medio de una recesión, pero los ataques terroristas de aquel Septiembre, la sumieron en la incertidumbre y la recesión arreciaba. Los americanos, sintiendo las amenazas, penetraron al nebuloso limbo que Keynes llamaba; “olas de pesimismo.”—La economía de las expectativas racionales, en la cual los actores del mercado entran en pánico temiendo lo que “puede suceder”, para, de esa forma, provocar lo que tanto temen.   

La guerra de occidente con el Islam, no es algo que deba sorprendernos. Durante siglos los musulmanes invadieron Europa, llegando a controlar las islas Rhodes en la Inglaterra del Siglo XV. En España mantuvieron sus asentamientos durante casi 1000 años, hasta que fueran expulsados por los reyes católicos. Durante el Siglo XIX, algunas potencias occidentales conquistaron sus países estableciendo colonias, que luego abandonaran para dejar “la víbora chillando” y el odio de los conquistados creciendo.

La mayoría de los países petroleros son sociedades islámicas. A esas sociedades tradicionales, el dinero del petróleo las arropó durante la escalada de precios, luego las golpeó con el efecto de un cañón de agua. Disolvió patrones tradicionales de conducta, pero sin crear nuevas estructuras políticas, economías modernas, o estados funcionales, para tomar el lugar de lo viejo. La lucha por el petróleo arreció el odio hacia occidente y dio vida a la revolución islámica en Irán, el fundamentalismo en Egipto, Osama Bin Laden, y hoy día ISIS.

Al trasplantar ideas, costumbres, culturas occidentales, a sociedades estancadas en la edad media, la riqueza del petróleo fue para ellas totalmente desestabilizadora.  El Islam pretende ahora regresar el mundo a una era de teocracia, de guerra, de barbarie y su más odiado enemigo es la modernidad representada por los EU. La economía mundial se encuentra entrampada en esta recesión, entre otras cosas, cortesía de los terroristas islámicos y el temor que siembran por el mundo, el cual sigilosamente están invadido.

El aguafiestas de los 90s, J D Davison, en su libro, “El individuo Soberano”, exponía esta posibilidad, e inclusive, anunciaba el desliz de la economía internacional y el mundo en caos que hoy vivimos. Pronosticaba el Islam desplazaría al comunismo como la ideología de confrontación con el Oeste. Anunciaba también, cómo los EU enfrentaría el terrorismo dentro de sus fronteras, provocando apasionados enfrentamientos entre pro y anti inmigrantes.

En el inter, las organizaciones islámicas han penetrado el corazón de los EU, e inclusive, tienen ya una ruta para transitar, el “Plan América de la hermandad Musulmana”, presentado el día de hoy por Brigitte Gabriel—una activista árabe cristiana—ante The Family Research Council en Washington, como un desesperado grito de alerta. El plan incluye la infiltración del país para sabotearlo desde su interior. Muchos de sus miembros—ya residentes de EU—operan como consejeros de Obama en la Casa Blanca. Hay ya más de 130 organizaciones islámicas operando en EU con ese mismo propósito, su destrucción. Están en las universidades, la media, los negocios.

Hoy en la mañana el prestigiado analista Dave Kranzler escribió: “Algo muy grave se aproxima y esto empieza a lucir como el 2008. Toda la información económica privada, nos indica que la economía se desmorona y explotará cualquier momento.” ¿Se derramaría el vaso?


La economía mundial se encuentra empantanada, y se ha agravado con las gestiones de un Obama que pretendió encadenar el empuje, la iniciativa y creatividad de los americanos, mediante olas de regulaciones, impuestos, controles y mandatos, encabezando una de las administraciones más corruptas y cínicas en la historia de EU. El crecimiento esperado para este año de un raquítico 1.4%, representa un desplome de 40% frente al 2015, el declive más dramático de los últimos 50 años.

En México, las promesas de Peña Nieto, crecimiento, seguridad, trabajos, ética en la administración pública, se sitúan, igual que el resto de las esperanzas de los mexicanos, en la sala de espera, mientras gobernadores bandidos saquean impunemente los estados. Con la elección de presidente de EU en puerta, el panorama para Mexico luce realmente gris, la gente lo siente, la sociedad está lista para que inicie la operación de las expectativas racionales.

Obama ha transformado los términos de la participación global de los EU en seguridad, economía, en lo militar, la confianza mundial sobre la cual se construyen los mercados. Nos muestra también, el que algunos sus opositores están dispuestos a librar esa guerra interior contra el Islam que él ha ignorado y apoyado. Es el peligro que representa la emergencia de un Fortess americano, cuando ya se habla de la Anglo esfera (unión económica de los países de habla inglesa). La tormenta se aproxima,  los mercados ya están hablando, y el barco México continúa navegando con las velas rotas.

LA ECONOMIA DEL MIEDO



REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela Torres
Image result for jason of friday the 13th

Con la mano temblorosa sobre el timón de la nave, navegamos hacia el final de la segunda década del nuevo siglo, y las predicciones de JD Davison inician su emergencia en el horizonte, como las realidades que hoy vivimos. Una era de grandes transiciones acompañadas de guerras, caos y violencia, sazonadas con aumento en la corrupción, declive moral e ineficiencia, en la etapa final de un sistema que expira.

El derrumbe de la economía de EU en el 2008, abría la avenida a Obama para convertirse en presidente, mientras Bush se retiraba cargando con las culpas. Durante la campaña presidencial de Bill Clinton, el consejero de la misma, James Carville, hizo famoso el grito; “es la economía estúpido.” Señalaba así la importancia de esa ciencia en las conductas del electorado. El buen comportamiento de la economía, que Newt Gingrich le sirviera a Bill, le permitió constantemente violar la Constitución sin consecuencias. Se iniciaba el festín.

Saturday, July 16, 2016

42 meses del sexenio de Peña Nieto: 32 mil 433 ejecuciones

 
Leo Zuckermann
Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.
En mayo de este año ocurrieron un total de 993 ejecuciones relacionadas con el crimen organizado. Esta cifra representa un incremento de 19% con respecto a la observada en el mes inmediato anterior, es decir, 836 que se registraron en abril. Esto de acuerdo con la base de datos de Lantia, consultora especializada en temas de seguridad. Contabilizando el total de este tipo de homicidios, en 42 meses del sexenio del presidente Peña Nieto tenemos un total de 32 mil 433, un promedio de 25 por día.
Siguen las malas noticias en esta materia.



A partir de enero de 2016, las ejecuciones se incrementaron en 24% con respecto a las de diciembre del año pasado. Los últimos dos meses de 2015 tuvimos alrededor de 665 ejecuciones por mes. Pero, en los tres primeros meses de 2016, no sólo alcanzamos la mayor cifra que se presentó en 2015 (810 en septiembre) sino que la rebasamos para llegar a casi mil en mayo de este año. Estamos cada vez más lejos de los 520-530 por mes que se habían presentado entre junio y octubre de 2014, los meses de menor violencia de este sexenio.
Siguen las malas noticias en esta materia. A partir de enero de 2016, las ejecuciones se incrementaron en 24% con respecto a las de diciembre del año pasado. Los últimos dos meses de 2015 tuvimos alrededor de 665 ejecuciones por mes. Pero, en los tres primeros meses de 2016, no sólo alcanzamos la mayor cifra que se presentó en 2015 (810 en septiembre) sino que la rebasamos para llegar a casi mil en mayo de este año.
En cuanto a las cifras oficiales, publicadas por el Sistema Nacional de Seguridad Pública, se reportaron mil 746 homicidios dolosos en mayo: es la mayor cifra registrada durante este sexenio en las estadísticas oficiales. Aquí estamos hablando de todos los asesinatos violentos incluyendo los que comete el crimen organizado y los que no.
En los 42 meses del sexenio de Peña, el Sistema Nacional reporta un total de 60 mil 538 homicidios dolosos. La diferencia son 28 mil 105 asesinatos con respecto al número de Lantia que sólo reporta ejecuciones relacionadas con la delincuencia organizada. Estirando un poco la liga, podemos decir que quizá alrededor del 54% de los homicidios en México tiene que ver con el crimen organizado. Digo “quizá” porque estamos utilizando dos bases de datos con metodologías diferentes. Informo este porcentaje sólo con fines indicativos.
Regresando al reporte de la consultora Lantia, en cuanto a la distribución regional de la violencia, las entidades con mayor número de ejecutados en mayo fueron Guerrero con 142, Michoacán con 107, Veracruz (75), Estado de México (66), Sinaloa (56), Baja California (50), Morelos (49), Chihuahua (47) y Guanajuato (44). En mayo, los estados que registraron el aumento más alto respecto a abril fueron Veracruz con 159%, Michoacán (133%), Morelos (75%) y Estado de México (54%).
Bajando al nivel municipal, Acapulco fue, otra vez, el municipio con más ejecuciones en mayo con 72. Tijuana sigue apareciendo en esta ominosa lista ahora en segundo lugar con 44 ejecuciones. Le siguen Culiacán (34), Zamora (23), Ciudad Juárez (21) e Iguala (21).
De acuerdo a Lantia, la violencia en Tijuana se relaciona con una alianza entre el Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Tijuana para desplazar de la región al Cártel del Pacífico. En cuanto a Guerrero, es producto de enfrentamientos entre células criminales por el control de las rutas de trasiego en el estado, tales como Los Rojos, Los Ardillos, Guerreros Unidos, Los Granados, Los Tequileros, La Barredora y Cártel Independiente de Acapulco. En Michoacán, la violencia se debe a enfrentamientos entre grupos remanentes de Los Caballeros Templarios y el CJNG, así como a enfrentamientos entre estos grupos y las autoridades. Y en Veracruz es producto de enfrentamientos entre el Cártel del Golfo, el Cártel del Noreste y células de Los Zetas (Vieja Escuela y Grupo Bravo).
Esto en cuanto a homicidios y ejecuciones relacionadas con el crimen organizado. Veamos, ahora, dos delitos que agravian mucho a la sociedad. Primero, el secuestro. Durante mayo de 2016, de acuerdo con las cifras oficiales, se reportaron 84 comparados con 98 del mes anterior (abril). En los 42 meses del gobierno de Peña suman ya cuatro mil 704 secuestros para un promedio de cuatro por día. Hay que recordar que estas cifras se generan a partir de las averiguaciones previas de los ministerios públicos; por tanto, estos números están subestimados ya que muchos secuestros no se denuncian a las autoridades.
En cuanto a las extorsiones, durante mayo se reportaron 335, 50 menos que en abril. El total de este delito para el sexenio es de 21 mil 448: un promedio diario de 17 en todo el país. Como en el caso del secuestro, las extorsiones también están subestimadas porque muchas víctimas no las reportan al ministerio público.
Así la violencia en México hasta mayo pasado en que la administración del presidente Enrique Peña Nieto cumplió 42 meses en el poder.

42 meses del sexenio de Peña Nieto: 32 mil 433 ejecuciones

 
Leo Zuckermann
Leo Zuckermann es analista político y académico mexicano. Posee una licenciatura en administración pública en El Colegio de México y una maestría en políticas públicas en la Universidad de Oxford (Inglaterra). Asimismo, cuenta con dos maestrías de la Universidad de Columbia, Nueva York, donde es candidato a doctor en ciencia política. Trabajó para la presidencia de la República en México y en la empresa consultora McKinsey and Company. Fue secretario general del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), donde actualmente es profesor afiliado de la División de Estudios Políticos. Su columna, Juegos de Poder, se publica de lunes a viernes en Excélsior, así como en distintos periódicos de varios estados de México. En radio, es conductor del programa Imagen Electoral que se trasmite en Grupo Imagen. En 2003, recibió el Premio Nacional de Periodismo.
En mayo de este año ocurrieron un total de 993 ejecuciones relacionadas con el crimen organizado. Esta cifra representa un incremento de 19% con respecto a la observada en el mes inmediato anterior, es decir, 836 que se registraron en abril. Esto de acuerdo con la base de datos de Lantia, consultora especializada en temas de seguridad. Contabilizando el total de este tipo de homicidios, en 42 meses del sexenio del presidente Peña Nieto tenemos un total de 32 mil 433, un promedio de 25 por día.
Siguen las malas noticias en esta materia.


Thursday, July 7, 2016

Una herramienta habitual de los bancos centrales: El miedo



Hoy el Banco de Inglaterra ha anunciado que seguirá a la Reserva Federal y mantendrá los tipos de interés en el 0,5%. Sin embargo, el banco no ha dejado de advertir a los votantes de que el referéndum del Brexit de la próxima semana plantea “el riesgo inmediato más grande que afrontan los mercados financieros en Reino Unido y posiblemente también los mercados financieros globales”. Considerando el creciente apoyo del público al abandono del Reino Unido de la UE, la declaración puede considerarse un último esfuerzo por parte del Banco de Inglaterra por actuar en contra de los esfuerzos y los movimientos y ha sido criticado con fuerza por los políticos británicos escépticos ante la UE.



Por supuesto, que los banqueros centrales utilicen su posición de influencia para tratar de dirigir las acciones tanto de los políticos como de los votantes no es algo inusual. (De hecho, la manipulación de la opinión pública se ha convertido en una herramienta política explícita de los banqueros centrales en años recientes).
Por ejemplo, en 2008, fue una intensa campaña de miedo liderada personalmente por el presidente Bernanke y el secretario Henry Paulson la que ayudó a impulsar finalmente a los legisladores a aceptar el rescate de Wall Street.
En su libro, An Act of Congress, Robert Kaiser detallaba las advertencias de Bernanke a los legisladores:
Paulson entendía la misión. Su jefe de personal, Jim Wilkinson, un veterano de la plantilla de la Casa Blanca de Bush, se la había explicado cuando dejó el Tesoro camino de Capítol Hill: “Esto solo va funcionar si haces que se caguen de miedo”. Paulson sabía que Bernanke era quien mejor podía hacer esto. (…)
Bernanke decía que había estado estudiando la Gran Depresión durante toda su vida adulta. “Si no actuamos de una manera muy enérgica, podemos esperar otra Gran Depresión y esta va a ser peor”, decía con dureza. “Es cosa de días antes de que haya un desmoronamiento del sistema financiero global”. Y advertía: “Nuestras herramientas no son suficientes” para tratar esta crisis.
La advertencia de Bernanke tenía este efecto pretendido:
Si alguien en la mesa sospechó que la inesperada conclusión de Bernanke de que podría ser inminente una segunda Gran Depresión, no lo dijo esa noche. ¿Quiénes eran para cuestionar a estos dos expertos, que parecían tan asustados? En una situación así, para los miembros del Congreso es instintivo delegar la autoridad en el ejecutivo.
Si el congresista Ron Paul hubiera estado en la sala, podría haber recordado a sus compañeros legisladores que fue el mismo Bernanke el que dedicó años a negar la burbuja inmobiliaria, sobre la habían avisado él y otros economistas austriacos. También fue muy ignorada la política incoherente de la Fed de rescatar a AIG y no hacerlo con Lehman Brothers, lo que creó una mayor incertidumbre en el mercado. Pero Ben Bernanke había dejado claro que no había tiempo para debatir la visión de la economía de Ben Bernanke.
Por supuesto, Bernanke tenía razón en que si no se rescataba a los bancos de Wall Street se habría causado dolor económico. Es probable que varias grandes instituciones hubieran quebrado. Pero no es que no haya precedentes de quiebra de grandes bancos y la quiebra de esas empresas “demasiado grandes para caer” habría producido una menor consolidación dentro del sector bancario y servido para hacer responsables a las empresas irresponsables por sus políticas crediticias destructivas. Por el contrario, la Fed aterrorizó a los políticos para que adoptaran políticas que han obstaculizado el crecimiento económico, mientras plantaban las semillas para una futura crisis financiera.
El que los banqueros centrales utilicen la táctica del miedo para presionar a los políticos para que accedan a sus deseos por encima de los de los votantes no es un caso aislado en Estados Unidos.
Este mismo mes, Mario Draghi, Presidente del Banco Central Europeo ha emitido sus propias “advertencias lúgubres” si los legisladores de los estados miembros no siguen su consejo político. A los ojos de los planificadores centrales como Draghi, los deseos del pueblo en los países respectivos no pueden interponerse en el camino de su visión política para Europa.
Por supuesto, los defensores de los banqueros centrales argumentarían que es al tiempo natural y apropiado que los políticos escuchen a estos expertos financieros. Aunque es verdad que es importante que los legisladores tomen decisiones informadas en lo que se refiere a asuntos de gobierno, puede argumentarse que ninguno es más responsable de la actual debilidad de la economía global que las políticas sin precedentes de personas como Bernanke, Draghi y la presidenta Janet Yellen. Pero no importa cuántas veces se equivoquen los mismos actores, sus opiniones siguen siendo aceptadas por los políticos deslumbrados por sus títulos.
Así que no, los banqueros centrales no deberían ser tratados como sabios oráculos cuya guía se necesita desesperadamente. Por el contrario, deberíamos librarnos de la tiranía de los doctores y adoptar la descentralización del poder que se necesita desesperadamente para permitir que prospere la civilización.

Una herramienta habitual de los bancos centrales: El miedo



Hoy el Banco de Inglaterra ha anunciado que seguirá a la Reserva Federal y mantendrá los tipos de interés en el 0,5%. Sin embargo, el banco no ha dejado de advertir a los votantes de que el referéndum del Brexit de la próxima semana plantea “el riesgo inmediato más grande que afrontan los mercados financieros en Reino Unido y posiblemente también los mercados financieros globales”. Considerando el creciente apoyo del público al abandono del Reino Unido de la UE, la declaración puede considerarse un último esfuerzo por parte del Banco de Inglaterra por actuar en contra de los esfuerzos y los movimientos y ha sido criticado con fuerza por los políticos británicos escépticos ante la UE.


Tuesday, June 21, 2016

Miedo al Brexit


En unos días, los ciudadanos británicos están llamados a las urnas para decidir si quieren o no mantenerse en el seno de la Unión Europea (UE). Si optan por la separación se entrará en un periodo transitorio tras el cual se supone que el Reino Unido se separará formalmente de la Unión. Supongo, aunque no estoy seguro, que ello implicará que ya no tendrá representantes en el Euro-parlamento, ni funcionarios en la Comisión (al menos, no de alto nivel), ni estará vinculada por la ordenación jurídica comunitaria.



Como no puede ser de otra forma, diversos analistas avisan de la catástrofe que en términos económicos supondría el Brexit tanto para Reino Unido como para la UE. Por ejemplo, la gestora BlackRock estima que se podrían perder más de 100.000 empleos en la City porque las empresas allí presentes se tendrían que mudar a otras ciudades de la Eurozona. Más completo es el estudio de EIU, la división de análisis de The Economist, quien predice pérdida de valor de la libra de un 15% y disminución del PIB para 2020 de un 6% respecto al que hubiera obtenido de mantenerse en la UE, con 380.000 desempleados más que en este caso. Por su parte, Deutsche Asset Management, prevé que el crecimiento británico caerá en 2016 del 2 al 1,5% si Reino Unido dejara la UE.
Dicho empobrecimiento se debería, según los analistas, a la incertidumbre durante el proceso de negociación de las condiciones de salida, que posiblemente terminarían haciendo más complejo el comercio con los restantes países de la UE.
Ya en esta somera recapitulación se advierte que los efectos no parecen terribles (¿cómo sabe alguien cuál sería el PIB de UK en 2020 si permaneciera o no en la UE?), pero aún menos credibilidad presentan las causas que se postulan: ¿periodo de incertidumbre por las negociaciones?
Desde un punto de vista económico, el principal problema que podría producirse como consecuencia del Brexit sería la creación de barreras, además de las que puedan existir en este momento, al movimiento de personas, capitales o mercancías con los demás países de la UE. Pero esto no es una consecuencia inevitable del Brexit. Es más, no creo que ningún ciudadano de la UE estuviera a favor de dificultar las transacciones con Reino Unido aunque éste no formara parte de la UE. Por ello, no me parece una consecuencia creíble ni esperable, entre otras cosas porque la situación actual es de ausencia de barreras (más complejo sería eliminar la existencia de las mismas).
Objetivamente, los únicos perdedores a consecuencia del Brexit serían los políticos y funcionarios de la Comisión Europea (CE), pues ésta perdería la contribución de Reino Unido cifrada en unos 11.000 millones de Euros. Por tanto, el poder de dicha institución quedaría reducido, tanto en términos económicos, como en territoriales. Por razones duales, los únicos ganadores del Brexit serían los políticos y funcionarios de Reino Unido.
Por tanto, la decisión del Brexit se reduce a analizar de qué sistema y de qué políticos se fía uno más. Como es bien sabido, el sistema representativo en Reino Unido está mucho más cercano al ciudadano que el español o el europeo. El parlamentario británico es elegido a nivel de circunscripción y está relativamente mucho más disciplinado que su homólogo español o europeo, escondido en las cómodas listas cerradas. Consecuentemente, el político inglés tiende a ser más fiable, no porque sean mejores personas o algo así, simplemente porque están mucho más sujetos al escrutinio de sus electores. Y ello sin hablar del funcionamiento de la justicia.
Con un sistema así, yo tendría claro dónde prefiero que se gestionen mis 11.000 millones de Euros. Y también a quiénes prefiero para tomar (o no) las decisiones que regulan tantos aspectos de mi vida personal y económica. Por ello, no me extrañaría nada que triunfara el Brexit. Por el contrario, me extrañaría muchísimo que triunfara un hipotético “Espexit”, por la sencilla razón de que a día de hoy me fio más del sistema y políticos europeos que del español. A nivel UE hay al menos separación real entre legislativo y ejecutivo, y además tenemos al Consejo Europeo metido en las decisiones importantes creando así contrapesos adicionales al poder.
Entonces, parece claro que a los británicos les conviene el Brexit. Pero, ¿a los europeos? ¿No nos empobreceríamos como consecuencia de la salida de Reino Unido de la UE? La respuesta se ha dado ya en parte: mientras dicha salida no se traduzca en la erección de barreras comerciales inexistentes dentro de la UE, no cabe esperar reducción relevante en la actividad económica.
Sin embargo, hay un factor adicional con el que el Brexit beneficiaría a todos los ciudadanos europeos: la reducción relativa de poder de la CE. Ya se ha dicho que ésta perdería poder tanto territorial como económicamente. Visto desde otro punto de vista, la CE tendría que “competir” con el Reino Unido en condiciones para los ciudadanos en las que hasta ahora tenía el monopolio territorial. Si además el Reino Unido se situara en una posición menos intervencionista que la que se sufre en la UE, la creciente riqueza de nuestros ex -socios quizá forzara a la CE a revisar sus políticas económicas y hacerlas menos intervencionista a su vez.
Y de esta forma sí ganaríamos todos los europeos. Así que de miedo al Brexit nada; por el contrario, ojalá ocurra, y ojalá otros países sigan pronto la estela al Reino Unido en el desmantelamiento del poder de la CE. Incluso los que optemos por quedarnos en ésta nos beneficiaremos.

Miedo al Brexit


En unos días, los ciudadanos británicos están llamados a las urnas para decidir si quieren o no mantenerse en el seno de la Unión Europea (UE). Si optan por la separación se entrará en un periodo transitorio tras el cual se supone que el Reino Unido se separará formalmente de la Unión. Supongo, aunque no estoy seguro, que ello implicará que ya no tendrá representantes en el Euro-parlamento, ni funcionarios en la Comisión (al menos, no de alto nivel), ni estará vinculada por la ordenación jurídica comunitaria.


Sunday, June 19, 2016

Los beneficios del libre comercio frente al miedo a los bienes extranjeros


 
[Publicado originalmente en Epic Times]
El primer ministro japonés Shinzo Abe habló ante una sesión conjunta del Congreso de EEUU el 29 de abril de 2015 y ofreció sus “eternas condolencias para las almas de todo el pueblo estadounidense que se perdieron durante la Segunda Guerra Mundial”, pero no dijo directamente que lamentara el insidioso ataque del Japón imperial sobre Pearl Harbor el 7 de diciembre de 1941.
El propósito real de su visita a Washington y su discurso ante el Congreso era impulsar la aprobación del congreso de la Trans-Pacific Partnership (TPP) entre EEUU, Japón y otras 10 naciones (Australia, Brunei, Canadá, Chile, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam).
Pretendiendo extender y ampliar el comercio y las relaciones comerciales relacionadas entre los países participantes, también se presenta como una vía para que EEUU mantenga su poder económico y político en Asia oriental a la vista de la creciente influencia de China en esa parte del mundo.



La TTP es un acuerdo de “comercio dirigido”, no libre comercio

Con la negociación entre los doce gobiernos realizándose “a puerta cerrada”, defensores y críticos han dado explicaciones alternativas de qué se está negociando y a quienes beneficiará el acuerdo final.
Lo que debería estar más claro es que la Trans-Pacific Partnership no es un acuerdo de libre comercio. Sin duda alguna partes de ella pueden rebajar algunas barreras comerciales, haciendo así más fácil la producción, venta y adquisición de una más amplia variedad de importaciones y exportaciones. Sin embargo, la TPP, como todos los demás acuerdos comerciales posteriores a la época de la Segunda Guerra Mundial, es un acuerdo de comercio dirigido.
Es decir, los gobiernos de las respectivas naciones participantes negocian los términos, límites y condiciones particulares bajo los cuales se producirán y luego venderán en los demás países los diversos bienes y servicios. El gobierno japonés, por ejemplo, está decidido a mantener un proteccionismo comercial en beneficio de sus productores de arroz, que temen una competencia abierta por parte de sus rivales estadounidenses.
El gobierno de EEUU está bajo presión de la industria automovilística estadounidense, por ejemplo, para limitar una mayor competencia por parte de su sector equivalente japonés. Los sindicatos estadounidenses quieran restringir la importación de bienes producidos con costes laborales menores que los bienes manufacturados estadounidenses, porque los consumidores de este país podrían preferir comprar los productos extranjeros más baratos y así poner en riesgo la pérdida de algunos de los empleos de los miembros de dichos sindicatos.

El libre comercio puede ser sencillo y unilateral

Por el contrario, un verdadero acuerdo de libre comercio puede ser algo muy sencillo. El congreso aprobaría y el Presidente luego sancionaría una breve legislación que declarara algo similar a esto:
“El gobierno de Estados Unidos elimina por este acto todas las barreras, restricciones y prohibiciones existentes a la importación y exportación, la compra y venta de todos los bienes y servicios libre y sin restricciones entre Estados Unidos y todas y cada una de las naciones del mundo. El gobierno de EEUU declara que todas las formas de comercio e intercambio pacíficas y no fraudulentas son asunto de los ciudadanos de Estados Unidos y todos y cada uno de los demás ubicados en otro país. Esta ley entrará en vigor tras su aprobación”.
De hecho, Estados Unidos decidiera necesita el acuerdo mutuo de cualquier otra nación para implantar libre comercio. EEUU con sólo esa ley puede establecer libre comercio unilateralmente; incluso si otras naciones mantuvieran algunas o todas sus propias barreras restrictivas del comercio, Estados Unidos seguiría estando mejor.
Recordemos por qué la gente comercia entre sí. Cada uno de nosotros tiene habilidades, capacidades y recursos limitados. Y sencillamente no hay suficiente tiempo cada día para hacer todo lo que podríamos desear hacer para producir los bienes y servicios que deseamos tener.

La división del trabajo y las ganancias del comercio

Además, algunos somos mejores que otros haciendo algunas cosas. El famoso economista escocés, Adam Smith (1723-1790), de hecho, empezaba su famoso libro sobre La riqueza de las naciones (1776) explicando los beneficios de la división del trabajo. En un pequeño grupo tribal, alguien ve que un miembro de la tribu es mejor que el fabricando arcos y flechas y tarda menos tiempo que cuando aquél dedica su trabajo a fabricar esa arma de caza.
Por otro lado tiene bastante talento y es eficiente a la hora de curitr pieles animales y ofrece en una piel animal curtida (que pueda servir para cubrir una tienda pequeña, por ejemplo) a cambio de arco y flechas a otros miembros de la tribu a los que no se den muy bien esas actividades de curtido.
Otros pueden ofrecer al “experto” en arcos y flechas algún producto del que sean relativamente buenos a la hora de producirlos (uno puede ser bueno fabricando hachas o cuchillos primitivos, otro tener mejores habilidades culinarias, etcétera) a cambio de alguna de sus armas.
A lo largo del tiempo, argumentaba Adam Smith, cada uno descubriría que podía mejorar las cantidades y calidades de los bienes que pueda tener en su posesión, si en lugar de tratar de fabricar por sí mismo estas cosas se especializaba en lo que podía hacer mejor que sus compañeros de tribu e intercambiar su bien especializado por los productos igualmente especializados de sus vecinos.
Mediante una división del trabajo, la productividad aumenta muy por encima de lo nunca pueda esperar conseguir una persona individual en aislamiento económico. También actúa como un estímulo para la industria, ya que ahora la variedad y calidad de los bienes que pueden obtenerse a través del intercambio de productos especializados funcionan como incentivos para que cada uno aumente su propia producción de productos comercializables como medio para adquirir lo que otros puedan tener a la venta.
Y cuanto más extenso se hace el mercado en el que pueden venderse bienes, mayores son ahora los beneficios potenciales de un desarrollo más intensivo de la división del trabajo.

Es la gente la que comercia, no los gobiernos, en beneficio de las importaciones

A partir de estas ideas, economistas como Adam Smith y quienes le siguieron demostraron que el comercio entre naciones es mutuamente beneficioso y el modo alguno dañino para los “intereses” de ninguna nación. ¿Por qué? Porque las “naciones” no comercian, lo hacen los individuos. En ningún individuo inicia ni participa en ningún intercambio salvo que en el momento de la transacción se vea mejor por lo que recibe en un intercambio que por aquello a lo que tiene que renunciar para conseguirlo.
Además, la ventaja de todas las formas de comercio, ya sea entre dos vecinos inmediatos o entre personas que viven en dos estados distintos como California y Ohio o entre quienes residan y trabajen en dos países distintos separados por miles de millas, no viene de la capacidad para “exportar”, sino de la oportunidad para “importar”.
Aunque indudablemente me gusta mi trabajo como profesor de economía en una institución de educación superior, la razón por la que trabajó es ganar un salario que luego me permita comprar los diversos bienes y servicios que deseo usar y consumir. En otras palabras, “exporto” mis servicios de enseñanza a otros que estén dispuestos a pagarme por servicios prestados de forma que pueda tener recursos financieros para importar todos los demás bienes que deseo comprar.
Las exportaciones son el único medio a través del cual la gente en una nación puede adquirir a otros en otras naciones los productos que no pueden producir interiormente o no pueden producir con un coste menor que los precios a los que otros de los ofrecen en otro país. El comercio entre naciones ofrece a los consumidores de cada país participante más bienes y bienes distintos y menos caros que en si los demandantes de que esos productos deseados se limitaran a las posibilidades de producción en su propio territorio.
La demostración final de beneficio mutuo del comercio entre naciones se produjo con el desarrollo de la teoría de la ventaja comparativa por parte de economistas inspirados por Adam Smith. El que el comercio es beneficioso se ve con bastante claridad si cada nación puede producir algún producto que sus socios comerciales no pueden producir en absoluto o si alguna nación puede producir algún producto a un coste menor que ninguno de sus socios comerciales puede igualar.

El comercio beneficia tanto los más como a los menos productivos

Pero lo que se demostraba ahora era que el comercio ella mutuamente beneficioso incluso sido una de estas naciones era absolutamente más eficiente en costes a la hora de producir cualquier producto en comparación con sus socios comerciales potenciales.
Supongamos que contrato a una empleada de hogar para lavar mi ropa y hacerme la comida aunque yo pueda hacer ambas tareas mejor y en menos tiempo que ella, pero al pagarla por hacerlo consigo más tiempo para hacer cosas en el mercado que generan una renta superior que pueda más que compensar lo que la pago.
Por ejemplo, supongamos que yo pudiera realizar estas dos actividades por mí mismo en cuatro horas de tiempo cada día, mientras que la empleada de hogar profesional tardaría seis horas en completar las mismas tareas y me cobraría 10$ la hora para un coste total de 60$.
Pero supongamos que al liberarme cuatro horas de trabajo doméstico, puedo producir y vender un producto u ofrecer algún servicio laboral con el que ganaría el equivalente a una renta de 25$ la hora, un total de 100$. Al contratar a la empleada de hogar ganó un 40$ netos extra (100$ ganados menos 40$ pagados a la empleada), que en otro caso no habría tenido a mi disposición para comprar cosas que yo pueda desear.
Si yo valoro más lo que esos 40$ extra de renta neta me permitirían comprar que estar en casa y hacerme una comida mejor y doblar mi ropa limpia algo mejor, entonces contrataré a la menos eficiente empleada del hogar para liberar tiempo de forma que pueda hacer aquellas cosas a las que el mercado da un mayor valor que a las capacidades de empleada del hogar.

Especializarse en lo que se es relativamente más productivo

La misma lógica explica el comercio entre naciones.
Supongamos que la gente en la nación de Superioristán puede fabricar un metro de tela en cuatro horas y puede cosechar una fanega de trigo en una hora, mientras que a la gente en la nación de Inferioristán le lleva, respectivamente, doce y dos horas llevar a cabo las mismas dos tareas.
Está claro que Superioristán es un productor con costes más bajos tanto en la producción de tela como de trigo. Superioristán es tres veces más productivo en la fabricación de telas (cuatro horas en lugar de doce) y dos veces más productivo en la cosecha de trigo (una hora en lugar de dos).
Pero está igualmente claro que Superioristán es comparativamente más eficiente en costes en la fabricación de tela. Es decir, si la gente de Superioristán abandona la fabricación de un metro de tela (cuatro horas de trabajo) puede cosechar cuatro fanegas de trigo (tomando una hora cada fanega cosechada) con el tiempo que ha liberado. Pero cuando la gente de Inferioristán abandona la fabricación de un metro de tela (doce horas de trabajo) pueden cosechar seis fanegas de trigo (tomando dos horas por cada fanega cosechada).
Si Superioristán e Inferioristán intercambiaran tela por trigo a un precio de, por ejemplo, un metro de tela por cinco fanegas de trigo, la gente de ambas naciones saldría ganando, con Superioristán especializándose en fabricación de telas de Inferioristán en cosecha de trigo.
Ahora Superioristán recibiría en el intercambio cinco fanegas de trigo por un metro de tela, en lugar de las cuatro fanegas si hubiera cosechado en casa todo el tiempo consumido. E Inferioristán recibiría un metro de tela entregando solo en el intercambio cinco fanegas de trigo, en lugar de las seis fanegas si hubiera fabricado en casa toda la tela necesitada y usada.
La gente de todas las naciones puede encontrar un lugar en la mesa del comercio global, aunque sea menos productiva y eficiente que muchos o todos sus socios comerciales, produciendo algo para lo que tengan una ventaja comparativa que permita a uno o más de sus socios comerciales especializarse en aquellas actividades para las que son los más productivos.

Los errores de las diversas falacias sobre comercio

Revisemos brevemente algunas de las objeciones a veces planteadas contra la libertad de comercio.
1. Prácticas comerciales injustas. Muchas otras naciones subvencionan directa o indirectamente las exportaciones de algunos de sus productores a Estados Unidos a precios por debajo de sus costos reales de producción. La medida en la que esto se haga realmente, significa que a los consumidores estadounidenses se les ofrece una bicoca.
Supongamos que un producto que en otro caso habría costado 10$ pueda ahora comprarse al proveedor extranjero subvencionado por 6$. Los estadounidenses tendrían ahora el producto deseado por 6$ en lugar de 10$ y además quedaría en su bolsillo la diferencia de 4$ para gastarla en algo que en otro caso no habrían podido permitirse. Los niveles de vida estadounidenses aumentarían debido a las subvenciones extranjeras a las exportaciones.
¿Quiénes deberían considerarse como perjudicados? Sin duda lo serían los ciudadanos en la nación extranjera exportadora, que se han visto obligados a pagar impuestos más altos para cubrir la subvención entregada a un productor privilegiado en su propio país. Han sido gravados para que los consumidores estadounidenses puedan comprar algo por debajo de los costes basados en el mercado en beneficio de los intereses especiales de su propio país.
2. Los bienes fabricados en el extranjero hacen que se pierdan trabajos en la nación. Subvencionadas o no, se hace menudo la acusación de que las importaciones extranjeras generan pérdidas de empresas y empleos para los estadounidenses. Es verdad que las empresas estadounidenses que no puedan competir con éxito contra su competencia extranjera pueden perder negocio e incluso pueden en algunos casos dejar de existir.
Pero los exportadores extranjeros nos dan gratis sus bienes. Desean obtener beneficios y rentas por la misma razón que nosotros, para tener recursos financieros para comprar otros bienes que deseamos comprar como consumidores que obtienen rentas.
Así que los dólares ganados por los exportadores extranjeros se gastan de una manera u otra en bienes y servicios estadounidenses que estos ganadores extranjeros de dólares encuentren atractivos y deseables para comprar. Así, parte de las empresas y empleos “perdidos” debido a la competencia extranjera se compensan con el comercio exportador estadounidense, como los medios para suministrar los bienes que sirven como pago último para los bienes importados.
Al mismo tiempo, los dólares ahorrados en la compra de importaciones extranjeras menos caras, deja dólares en los bolsillos de los consumidores estadounidenses, lo que les permite demandar otros bienes a quien el interior que antes no podían comprar. Esto a su vez crea parte del negocio y el empleo alternativo que pueda haberse perdido como resultado de esas importaciones extranjeras.
Lo que cambia es la composición de los tipos de productos producidos en Estados Unidos y los tipos y ubicación de algunos de los trabajos realizados por los trabajadores estadounidenses. Pero mientras los mercados en Estados Unidos sean relativamente competitivos y se adapten al cambio, no tiene por qué haber pérdida neta de empleos. Siempre hay trabajos a realizar mientras la gente tenga deseos insatisfechos. Y de esta manera hay trabajo para todos los que estén dispuestos a trabajar a precios y salarios determinados por el mercado y con un mayor nivel de vida debido a más y mejores bienes con costes menores.
3. Barreras comerciales extranjeras para bienes estadounidenses. Supongamos que EEUU rebajara unilateralmente sus barreras comerciales, de los gobiernos de otros países que ahora vendan más exportaciones a Estados Unidos mantuvieran sus barreras comerciales, sin permitir a sus propios ciudadanos importar más bienes estadounidenses.
Entonces los dólares ganados por los exportadores extranjeros, o bien se venderían en el mercado de divisas a quienes estén interesados y deseen comprar bienes fabricados por estadounidenses, o bien los dólares ganados por la venta de bienes en EEUU permanecerían en el país y se usarían para inversiones directas o indirectas en la economía estadounidense. Si pasara esto último, esto aumentaría las existencias de ahorros y recursos invertibles para financiar la formación de capital en Estados Unidos, ayudando así a mejorar las capacidades productivas futuras en el mercado global de nuestro país.
Supongamos que los dólares ganados por los exportadores extranjeros se “atesoraran” en esa nación extranjera, sin gastarlos en bienes estadounidenses ni invertirlos en la economía estadounidense. En la medida en que se hiciera esto, en los exportadores extranjeros y sus gobiernos están dando un “préstamo sin intereses” implícito a los estadounidenses.
Es decir, nos han dado sus bienes y no han reclamado ningún bien como pago por ellos. En otras palabras, es como si nos hubieran dado sus bienes “a crédito” y éste se retrasará indefinidamente cuando insisten en ser pagados en forma de bienes que podrían reclamarnos ofreciéndonos intercambiar sus dólares ganados por bienes y servicios reales en el mercado estadounidense.
Pues mientras esos dólares se atesoraran hipotéticamente en esos países extranjeros, los recursos y trabajo que habría que haber dedicado en otro caso a fabricar las exportaciones para pagar lo que habíamos importado se liberan para ser usados para fabricar otros bienes que les gustaría tener a los estadounidenses.
4. El comercio hace más fuertes a nuestros rivales y puede llevar al conflicto y a posibles guerras. Cuanto mayores y más intensivas sean nuestras relaciones comerciales con otras naciones, más interdependientes seremos de ellas. Esa misma interdependencia puede servir para reducir la probabilidad de una guerra al aumentar su coste.
A veces pido a mis estudiantes que se imagine que estamos en el año 2030. China ha crecido en poder económico y militar y los gobiernos chino y estadounidense han entrado en un conflicto político, con ambos bandos haciendo sonar sus sables y amenazando con la guerra.
En Pekín, un joven llama la puerta de uno de los principales generales chinos y entra en su oficina. El joven dice: “¿Papá, qué estás haciendo? ¿Vas a bombardear nuclearmente San Francisco? ¿No sabes que me interesa mucho Silicon Valley y que tu nuera y nietos están de vacaciones en nuestro nuevo condominio cerca de Fisherman’s Wharf con vistas sobre el Golden Gate?”
Dos países han ido la guerra y sin duda continuará haciéndolo por diversas razones. Y el comercio no garantiza que esto no ocurra. Pero unas relaciones comerciales profundamente interconectadas aumentan los costes del conflicto. Raramente mejoras tu propio bienestar económico matando a tus clientes y destruyendo tus propios suministros de recursos e inversiones de capital.
Hace mucho tiempo, el famoso filósofo, historiador y economista escocés David Hume (1711-1776) explicaba los beneficios del comercio internacional y la división del trabajo. En un famoso ensayo, “De la envidia del comercio” (1758), Hume señalaba que el comercio internacional ofrece oportunidades para descubrir y aprender acerca de nuevas tecnologías, nuevos métodos de producción y nuevas variedades de productos que de otra manera podrían no haberse conocido nunca ni aprovechados si las naciones intentaran cerrarse económicamente frente a la interacción comercial con sus vecinos.
Argumentaba que si un sector nacional encontraba difícil responder a la competencia de sus rivales extranjeros “tendría que culpar a su propia ociosidad o mal gobierno, no a la industria del vecino”.
El miedo a la pérdida de negocios y empleo debido al comercio internacional, decía Hume, era erróneo. “Si se conserva el espíritu de industria, [la producción] puede desviarse fácilmente de un sector a otro” si los mercados se mantienen abiertos, competitivos y no obstaculizados por la mano dura de la regulación pública, su control y los impuestos gravosos.
Todos los que participan, ganan en el comercio internacional y todos se hacen más pobres en la media en que los gobiernos interfieren o prohíben la libertad de comercio entre los pueblos del mundo.
Parafraseando ligeramente el último párrafo del ensayo de Hume, “Me aventuraría por tanto que a reconocer que no sólo como hombre (que desea benevolentemente lo mejor para toda la humanidad), sino como ciudadano estadounidense (que pese la prosperidad de su propio país), rezo por el floreciente comercio de Alemania, Japón, Gran Bretaña, Francia e incluso China, Rusia y el propio Irán. Estoy seguro de que Estados Unidos y todas esas naciones florecerían más si sus gobiernos y líderes políticos adoptaran esos mayores y benevolentes sentimientos de libre comercio hacia los demás”.