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Tuesday, July 26, 2016

El gobierno federal le ha declarado la guerra al trabajo

Richard K. Vedder

Mientras hace 50 años el gobierno federal declaraba la guerra contra la pobreza, yo diría que en los últimos años ha liderado una nueva contienda no declarada pero real: una guerra contra el trabajo. El gobierno está utilizando cada vez más sus poderes coercitivos para castigar a aquellos que desean trabajar, creando una inmensa clase de estadounidenses en buenas condiciones físicas que dependen del gobierno—y los políticos—para su pan de cada día.
Las estadísticas son alarmantes. Hoy día, trabaja una proporción menor de estadounidenses en edad de trabajar que cuando la recesión terminó oficialmente hace 4 años y medio (junio de 2009).
Pero esta tendencia no es sólo un fracaso de las políticas para fomentar la recuperación económica, como el paquete de estímulo y la ineficaz y altamente expansiva política monetaria de la Reserva Federal. El descenso en el trabajo ha estado aconteciendo desde al menos el año 2000, tanto bajo administraciones republicanas como demócratas.



Supongamos que hoy tuviésemos la misma proporción de estadounidenses trabajando que teníamos en el año 2000—el final de la administración Clinton. Tendríamos 14,6 millones de trabajadores más en los Estados Unidos—4 millones más que el número de desempleados.
Haciendo suposiciones razonables acerca de la productividad de estos trabajadores perdidos, la producción nacional anual sería en la actualidad superior en más de 2.500 dólares por persona—más de 10.000 dólares para una familia de cuatro. El reciente descenso registrado en el ingreso medio real por hogar es casi seguro que no se hubiese producido. Gran parte del escaso crecimiento del siglo 21—la caída en las tasas de crecimiento desde por encima del 3% a sólo el 2 %—hubiese sido evitada.
Si bien un gran número de políticas gubernamentales provocan una disminución en el trabajo, permítanme mencionar tan sólo seis:
• Extendidas prestaciones por desempleo.
• Expansión de las estampillas de comida.
• Impuestos más altos sobre los trabajadores, especialmente los más productivos.
• Aumentos en los pagos por discapacidad del Seguro Social.
• Aumentos en las Becas Federales Pell y otras formas de ayuda federal para la educación superior.
• Aumentos en las leyes de salario mínimo a nivel local, estadual y federal.
Extendidas prestaciones por desempleo
Durante casi ocho décadas, el sistema de seguro de desempleo federal-estadual proporcionó 26 semanas de beneficios para los trabajadores desempleados, con ocasionalmente una modesta extensión de esos beneficios en el corto plazo (a por lo general 39 semanas) durante las recesiones. En 2013, esos beneficios fueron otorgados durante 73 semanas—cuatro años después de que la recesión terminó.
Usted le paga a la gente para no trabajar—y muchos responden en consecuencia. En el mes con el mayor desempleo (10,8 %) desde la Gran Depresión, diciembre de 1982, la duración promedio del desempleo era de 18,0 semanas, en diciembre de 2013, la misma fue de 37,1 semanas.
La provisión de beneficios de 73 semanas terminó hace poco, pero el presidente Obama y el Senado desean extenderla—impidiendo la generación de muchos puestos de trabajo.
Estampillas de comida
Si el gobierno subsidia la compra de los alimentos más críticamente esenciales para la vida—reduce la necesidad de trabajar. En 2000, 17,1 millones de estadounidenses recibieron estampillas de comida; en octubre de 2013, 47,6 millones las recibieron.
Impuestos más altos sobre los trabajadores
Hace una década, en 2004, la tasa marginal máxima del impuesto federal sobre la renta era del 35 %; hoy en día, es alrededor del 43%, contando los impuestos relacionados con el ObamaCare. Existe abrumadora evidencia empírica de que altos impuestos sobre los ingresos impiden el crecimiento económico. Ha habido una gran migración de estadounidenses, por ejemplo, desde los 41 estados con impuestos estaduales sobre la renta hacia los nueve estados que no gravan las rentas del trabajo.
Pagos por discapacidad del Seguro Social
En 1990, alrededor de 4 millones de estadounidenses y sus dependientes recibieron pagos por discapacidad del Seguro Social—hoy los reciben 11 millones. En momentos en que la atención de salud está mejorando, y más estadounidenses trabajan en ambientes no industriales relativamente menos riesgosos, se ha producido una explosión en el número de personas a las que se les paga por no trabajar debido a su presunta incapacidad para hacerlo.
Ayuda federal para los estudiantes
En 2000, menos de 4 millones de estadounidenses recibieron Becas Federales Pell para asistir a la universidad; en 2012, casi 9 millones lo hicieron. De 2002 a 2012, la ayuda federal total más que se duplicó, pasando de 83.000 millones de dólares (billones en inglés) a 170 mil millones. Sin embargo, gran parte de esos beneficiarios nunca se graduaron, y muchos de los que se gradúan se encuentran en verdad subempleados—de manera creciente tenemos choferes de taxi, porteros, camareros y vendedores de tiendas al por menor con estudios universitarios.
Salario mínimo
Hace siete años, el salario mínimo federal era de 5.15 dólares. A finales de este año, si Obama se sale con la suya, será de 9.25. Muchas ciudades y estados han promulgado enormes aumentos del salario mínimo, en momentos en que la tasa de desempleo de los adolescentes negros supera el 35 %.
El entonces futuro premio Nobel de economía George Stigler señaló en 1946 que las leyes de salario mínimo causaban desempleo, y la evidencia empírica posterior muestra abrumadoramente que eliminan empleos para los trabajadores no calificados más vulnerables.
Ninguna nación alcanzó jamás la grandeza cuando vastas porciones de su fuerza de trabajo productiva estaban ociosas. Los Estados Unidos no van a recuperar su vitalidad económica hasta que terminen esta guerra contra el trabajo.

El gobierno federal le ha declarado la guerra al trabajo

Richard K. Vedder

Mientras hace 50 años el gobierno federal declaraba la guerra contra la pobreza, yo diría que en los últimos años ha liderado una nueva contienda no declarada pero real: una guerra contra el trabajo. El gobierno está utilizando cada vez más sus poderes coercitivos para castigar a aquellos que desean trabajar, creando una inmensa clase de estadounidenses en buenas condiciones físicas que dependen del gobierno—y los políticos—para su pan de cada día.
Las estadísticas son alarmantes. Hoy día, trabaja una proporción menor de estadounidenses en edad de trabajar que cuando la recesión terminó oficialmente hace 4 años y medio (junio de 2009).
Pero esta tendencia no es sólo un fracaso de las políticas para fomentar la recuperación económica, como el paquete de estímulo y la ineficaz y altamente expansiva política monetaria de la Reserva Federal. El descenso en el trabajo ha estado aconteciendo desde al menos el año 2000, tanto bajo administraciones republicanas como demócratas.