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Friday, August 5, 2016

¿De dónde sacamos que la fiesta iba a ser gratis?

Gustavo Lazzari argumenta sobre las causas y consecuencias del exceso de gasto público en Argentina durante el mandato de los Kirchner.

Gustavo Lazzari es Economista de la Fundación Libertad y Progreso (Argentina).
Fuimos a una fiesta. Comimos, bailamos, nos embriagamos, contamos chistes malísimos y nos reímos a risotadas. Parecía que todo era felicidad. La fiesta duró doce años. Nos hicimos amigos de los malos, nos burlamos de los buenos. El dinero brotaba. Tanto que algunos lo guardaban en valijas y lo distribuían en conventos.
Teníamos oro, vino a granel, y así pasábamos los días” rezaba una vieja canción reeditada en la última década.



Tan bien la pasábamos que los más encumbrados nos hablaban de amor. “El amor vence al odio” afirmaban como si se tratara del undécimo mandamiento aún no publicado. “La economía de la felicidad” nos explicaba un secretario con un fusil en el escritorio.
Hasta que un día llegó la cuenta.
Alguien dijo: “Se acabó la plata y tenemos que pagar”.
El dólar pasó del virtual valor de $9,70 a $ 15, el costo anual del dinero de 18% a 38%, las tarifas de agua, gas y electricidad se multiplicaron por 5, 6, y 7. Casi un 678 tarifario. En referencia al propagandístico programa estatal al servicio del entretenimiento del rey (y la reina).
En términos microeconómicos también llegó la factura. Se paralizaron las obras públicas por falta de dinero (desde Julio 2015) y desde diciembre 2015 comenzaron a revisarse una por una. Mientras tanto crecía el desempleo en la construcción. Recién ahora (julio 2016) se retoman obras a valores menores para hacer lo mismo. La corrupción explica la diferencia en menos. Las valijas no se llenaban de aire.
Históricamente las tarifas de luz, agua y gas representaban el 15% del salario de un argentino medio. El kirchnerismo subsidió de tal manera esos servicios de manera que durante doce años representaron sólo el 3%. Una canción propagandística dice: “Compañero, por todas tus conquistas, los días más felices, siempre fueron peronistas”.
Felicidad con el dinero ajeno, hasta que se agota. O hasta que los servicios revientan.
Tal como la ley de gravedad, las leyes económicas son inmutables. Honestamente lo lamento, pero la realidad te da la bienvenida, con una socarrona sonrisa.
El subsidio en el precio de los servicios públicos incrementó la demanda y ralentizó la oferta. Ese bache, “faltante artificial” lo llaman los economistas, se cubrió con el stock previo y con importaciones caras financiadas por el gasto público. Nadie se daba cuenta. Quienes lo advertían eran “agoreros” que perdían las elecciones. Precisamente por advertirlo.
Un día se agotó el stock. Y otro día, un poco más tarde nos quedamos sin plata para pagar importaciones. Aún los amigos, nos cobraban cash. En esto no hay amigos. Otra vez, “bienvenidos a la realidad”.
Ahora están todas las facturas sobre la mesa. La basura que estaba debajo de la alfombra ya no estás más. Todo está a la vista.
Y los argentinos nos encontramos con que nuestros salarios son 12% más bajos en términos permanentes. Además de la inflación, sabemos que el 15% de nuestro ingreso deberá financiar la provisión de servicios que alguien nos quiso convencer que eran gratuitos.
Y nos duele. Vamos a la justicia interponiendo recursos de amparo, cortamos rutas y calles. Protestamos, insultamos y quizás no votemos. Pero la realidad es que sin precios no hay oferta. Desde los mercados de Babilonia que si el precio es cero los oferentes no aparecen. Y la realidad se impone. Siempre.
Nos quedamos sin gas, sin cables, sin luz, con poca agua. Gracias al derroche y al traicionero concepto de “gratuidad” Argentina es un país que funciona mediocremente entre 15 y 25 grados. Con frío o con mucho calor se bloquea. Colapsa. Cada verano, la geografía urbana cambia. Grupos electrógenos entorpeciendo el tránsito, contaminación sonora, visual y del aire, costos de las empresas por las nubes. Todo para proveernos de una energía que el estado liquidó. Dilapidó. Rompió la oferta.
Ok, así estamos. Nuevamente la Argentina es un barco que intentamos hundir y nunca lo logramos.
En 2016, no sin contratiempos, el sector energético recuperará buena parte de los precios que necesita. El estado podría colaborar mucho reduciendo la carga impositiva de las tarifas y reduciendo los gastos equivalentes a la menor recaudación.
La sociedad poco a poco está tomando conciencia que la corrupción mata y la gratuidad corrompe. “Esa mentira te hace feliz” no funciona. No te hace feliz. La gratuidad no fue tal. Llenó bolsos de dinero y nos dejó sin servicios. Por los que ahora nos toca pagar.
Aunque nos duela y debamos guardar el relato progresista para el próximo viento de cola debemos confiar en “la juiciosa conducta de los particulares que basta no solamente para compensar los efectos de la prodigalidad y de las imprudencias de los particulares mismos, sino también para balancear el de las profusiones excesivas del gobierno”. “Este esfuerzo constante, uniforme y jamás interrumpido de todo individuo por mejorar su suerte tiene a menudo bastante poder para mantener, a despecho de las locuras del gobierno y de todos los errores de la administración, el progreso natural de las cosas hacia una condición mejor”.

¿De dónde sacamos que la fiesta iba a ser gratis?

Gustavo Lazzari argumenta sobre las causas y consecuencias del exceso de gasto público en Argentina durante el mandato de los Kirchner.

Gustavo Lazzari es Economista de la Fundación Libertad y Progreso (Argentina).
Fuimos a una fiesta. Comimos, bailamos, nos embriagamos, contamos chistes malísimos y nos reímos a risotadas. Parecía que todo era felicidad. La fiesta duró doce años. Nos hicimos amigos de los malos, nos burlamos de los buenos. El dinero brotaba. Tanto que algunos lo guardaban en valijas y lo distribuían en conventos.
Teníamos oro, vino a granel, y así pasábamos los días” rezaba una vieja canción reeditada en la última década.


Monday, July 18, 2016

Por qué los políticos son corruptos, ineficientes y mentirosos


La respuesta corta es simplemente porque pueden serlo. ¿Qué hace un político? No hay mucha diferencia con la de un empresario. Ambos buscan una necesidad y la cubren. Una de las definiciones de empresario político es aquella persona que intenta obtener beneficios a cambio de reformas. (La forma más extendida del concepto es otra, y se refiere al hombre de negocios que intenta ganar beneficio mediante subsidios, proteccionismo, contratos del Gobierno o influencias políticas. Esto es lo que conforman los lobbies de la banca, ecologista o sostenible, sector alimenticio... Este sistema es que nos lleva al Capitalismo de amigotes o Crony Capitalism).
Las diferencias entre un político y un empresario son básicamente que:



  1. El empresario necesita el favor del mercado para triunfar: el de su cliente, acreedores, accionistas y proveedores. La pérdida de confianza destruye al empresario al momento. El político no necesita el favor del "mercado", es decir, de la gente. En todas las naciones siempre hay dos partidos mayoritarios que controlan el país hagan lo que hagan. Solo necesitan el favor corporativista de otros políticos (oposición, parlamento, municipios...) y lobbies para conseguir sus fines.  
  2. El empresario no puede saltarse la legalidad, el político sí. Los medios políticos, en sentido amplio como: Gobierno, partidos, sindicatos, patronal... se financian mediante el robo de los impuestos, el fraude de la deuda o la extorsión de las tasas y multas. Si un empresario usara estas herramientas para crecer, iría a la cárcel. Solo una empresa privada en este país (y probablemente en el mundo) cobra un impuesto privado. La SGAE. La razón se debe a la unión política que tienen con el Gobierno. En un laissez faire, tal absurdidad no podría existir.  
  3. La irresponsabilidad. Un empresario siempre ha de ser responsable de sus acciones. Si vende artículos defectuosos o engañosos, tarde o temprano, pagará tal abuso. Incluso si hace una línea de productos que no gusta a la gente —el mercado—, lo tendrá que retirar. El político es todo lo contrario. Las acciones del político no tienen consecuencia. En este país hay escándalos cada día y ningún político dimite ni se le juzga. Incluso si hacen políticas nefastas para el país, son asumidas como gajes del oficio. ¿Por qué el Gobierno no ha de responder ante las pérdidas que ha provocado su ley antitabaco, Plan E, políticas ecologistas de Miguel Sebastián...?
Si una persona no es responsable de sus actos y tiene derechos ilimitados para hacer lo que quiere, ¿en qué se convierte de forma lógica? En un tirano. Es lo que les ocurre a los niños pequeños. Un niño de cinco años no entiende qué implica la responsabilidad, por eso acude a la violencia y conductas antisociales continuamente. Si tal comportamiento se le permite, lo único que hacen los padres es convertirlo en un sociópata. Solo los niños y el Gobierno recurren siempre a la violencia como forma habitual de interaccionar con la sociedad. Una sociedad así, no está madura.
El hombre medio desconoce que todo hombre se mueve por incentivos, no por vocaciones. La vocación del buen político es "servir a la gente" según la opinión popular. Pero los incentivos para dedicarse a la política son el beneficio personal. Incluso el que por vocación se dedica a la política no puede triunfar, ya que el corporativismo del sector y la búsqueda de intereses personales lo expulsan. El buen político, el que triunfa, es porque sabe negociar bien con relación a los intereses de su partido y/o Gobierno. Eso no tiene nada que ver con buscar fines humanistas para la sociedad. Los fines humanistas no son más que un engaño más para conseguir metas personales. ¿Se acuerda de las promesas de Zapatero? Ha hecho todo lo contrario a lo que prometió. Y no dude que en las elecciones de mayo una avalancha de ciudadanos votará a los socialistas.
La fe del ciudadano en el político se debe a la falacia de Hobbes o del Leviatán: el hombre es brutal y destructivo por naturaleza, por tanto, ha de existir uno de esos seres brutales y destructivos que lo coordine todo haciendo mejor a la sociedad. Tal invocación a la autoridad coercitiva no es más que un ensalzamiento mitificado del "buen gobernante" que solo existe en la imaginación de quien lo propugna.
¿Por qué los políticos son corruptos, ineficientes y mentirosos? Porque les resulta gratis. No tienen controles. No hay restricciones a sus acciones ni puede haberlas jamás porque ellos poseen el Poder. La única solución es limitar la fuerza de los medios políticos, ya sean sindicatos, patronal, funcionarios y evidentemente el propio Gobierno. El mayor incentivo para el crimen es la política, especialmente con un Gobierno Omnipotente.

Por qué los políticos son corruptos, ineficientes y mentirosos


La respuesta corta es simplemente porque pueden serlo. ¿Qué hace un político? No hay mucha diferencia con la de un empresario. Ambos buscan una necesidad y la cubren. Una de las definiciones de empresario político es aquella persona que intenta obtener beneficios a cambio de reformas. (La forma más extendida del concepto es otra, y se refiere al hombre de negocios que intenta ganar beneficio mediante subsidios, proteccionismo, contratos del Gobierno o influencias políticas. Esto es lo que conforman los lobbies de la banca, ecologista o sostenible, sector alimenticio... Este sistema es que nos lleva al Capitalismo de amigotes o Crony Capitalism).
Las diferencias entre un político y un empresario son básicamente que:


Sunday, July 10, 2016

Deseos para el nuevo futuro político de la nación cubana

Resulta necesario asegurar el derecho a elegir libremente, en un entorno democrático competitivo, a quienes dirigirán la nación

(Bruno Sanchez-Andrade Nuño) nación cubana
En Cuba es necesario utilizar la virtud para erigir instituciones democráticas incorruptibles que protejan las libertades. (Bruno Sanchez-Andrade Nuño)
Desiderata -cosas deseadas- es un inspirador poema en prosa del escritor americano Max Ehrmann. El poema tiene larga historia en el ámbito del activismo político. Cuando joven, lo recuerdo en un póster en mi apartamento de bachiller en los años sesenta.
Contemplando el futuro político de Cuba, a la luz de la nueva política entre Estados Unidos y Cuba, puede resultar esclarecedor para todas las partes describir su lista de deseos para la nación cubana. Esta es la mía:



“Aprender a amar y defender los derechos naturales individuales a la vida, la libertad y la propiedad.
Asegurar el derecho a elegir libremente, en un entorno democrático competitivo, a quienes dirigirán la nación.
Buscar las enseñanzas de la libertad y la visión para seleccionar con inteligencia a los líderes.
Comportarse como los ciudadanos soberanos que son. Insistir en que todos los funcionarios del Gobierno respeten las leyes con honestidad y transparencia.
Recuperar los valores espirituales, la dignidad y urbanidad necesarios para una vida virtuosa.
Utilizar esa virtud para erigir instituciones democráticas incorruptibles que protejan las libertades.
Disfrutar, como ciudadanos respetuosos de las leyes, las protecciones del Estado de derecho, que es el fundamento legal para la libertad.
Aspirar a disfrutar la prosperidad obtenible contribuyendo con sus talentos en una economía de libre mercado.
Ver a la patria integrar la familia de naciones democráticas y prósperas.
Construir orgullosamente un futuro en libertad, y de libertad, para hijos y nietos.
Recordar: “Somos criaturas del universo, tanto como los árboles y las estrellas”.
 Tenemos derecho a ser libres”.

Mi Desiderata es un esfuerzo para retornar la lucha cubana a sus principios medulares. Es un regreso necesario, porque parece que la conciencia de los principios de libertad se ha perdido en la ambigua fantasía de algunos.
Se trata de una fantasía que pretende que la libertad en Cuba se alcanza mejor si no se habla sobre libertad. Fantasía que opera bajo el defectuoso principio especulativo de que el compromiso político y económico con un régimen totalitario ayuda a facilitar la desaparición de ese régimen. Fantasía derivada de preferencias políticas o idiosincrasias personales y no de relevantes fundamentos teóricos o experimentales. Fantasía que yerra al no considerar las destructivas consecuencias de mover a la práctica política preceptos de conformismo y consonancia con el autoritarismo.
Max Weber, el erudito alemán cuyas ideas influenciaron profundamente la teoría social, acuñó el término “ética de las intenciones” para describir la noción de que moralmente, si un proyecto tiene la intención correcta, no importan sus consecuencias.
Bajo la absurda “ética de las intenciones” las acciones no deberían evaluarse de acuerdo a sus consecuencias, sino solamente con relación a los resultados esperados. Esta tesis plantea que las buenas intenciones contienen su propia justificación, independientemente de las consecuencias. Esa ética de intenciones -la intención anunciada es ayudar al pueblo cubano- parece prevalecer sobre la fantasía inarmónica de que abrazar a los opresores ayuda a los oprimidos.
Pero como aclara el viejo proverbio, “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”. Todos debemos abrazar una “ética de responsabilidad”. Es decir, entender e interiorizar que abrazarse a la opresión tendrá consecuencias imprevistas e indeseables para el oprimido.

Abogar por la libertad, como en mi Desiderata, para la nación cubana, es inherentemente moral. Posicionarse con los opresores, independientemente de las buenas intenciones, no es intrínsecamente bueno. ¿Cuáles son, entonces, las “cosas deseadas” cuando se abraza a los opresores?

Deseos para el nuevo futuro político de la nación cubana

Resulta necesario asegurar el derecho a elegir libremente, en un entorno democrático competitivo, a quienes dirigirán la nación

(Bruno Sanchez-Andrade Nuño) nación cubana
En Cuba es necesario utilizar la virtud para erigir instituciones democráticas incorruptibles que protejan las libertades. (Bruno Sanchez-Andrade Nuño)
Desiderata -cosas deseadas- es un inspirador poema en prosa del escritor americano Max Ehrmann. El poema tiene larga historia en el ámbito del activismo político. Cuando joven, lo recuerdo en un póster en mi apartamento de bachiller en los años sesenta.
Contemplando el futuro político de Cuba, a la luz de la nueva política entre Estados Unidos y Cuba, puede resultar esclarecedor para todas las partes describir su lista de deseos para la nación cubana. Esta es la mía:


Thursday, July 7, 2016

Argentina: El corrupto progresismo

Argentina: El corrupto progresismo


Por Roberto Cachanosky
Seguramente los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández pasarán a la historia como uno de los más corruptos de la historia argentina. Es puro verso eso de que con Néstor hubiese sido diferente. Néstor Kirchner fue el que armó toda la arquitectura para transformar el aparato estatal en un sistema de represión y persecución de quienes pensaban diferentes, y también construyó un sistema de corrupción como nunca se había visto, al menos en la Argentina contemporánea.
Si algo tenemos que aprender los argentinos de estos 12 oprobiosos años de kirchnerismo, es a desconfiar de todos aquellos que prometan utilizar el estado para implementar planes “sociales”, y regular la economía en beneficio de la sociedad.


Tampoco es casualidad que el gasto público haya llegado a niveles récord. El gasto público fue la fuente de corrupción que permitió implementar el latrocinio más grande que pueda recordarse de la historia económica para que unos pocos jerarcas k engrosaran guarangamente sus bolsillos al tiempo que hundían a la población en uno de los períodos de pobreza más profundos.
Con el argumento de la solidaridad social se lograron varios objetivos simultáneamente: 1) manejar un monumental presupuesto “social” que dio lugar a los más variados actos de corrupción (sueños compartidos, Milagro Sala, etc.) 2) crear una gran base de clientelismo político para asegurarse un piso de votos. O me votás o perdés el subsidio. Como la democracia se transformó en una carrera populista, el reparto de subsidios sociales se transformó en una base electoral importante, 3) crear millones de puestos de “trabajo” a nivel nacional, provincial y municipal para tener otra base de votos cautivos. O me votas o perdés el trabajo y 4) una economía hiper regulada por la cual para poder realizar cualquier actividad el estado exige infinidad de formularios y aprobaciones de diferentes departamentos estatales. Estas regulaciones no tienen como función defender al consumidor como suele decirse, sino que el objetivo es poner barreras burocráticas a los que producen para forzarlos a pagar coimas para poder seguir avanzando produciendo. Un ejercicio al respecto lo hizo hace años Hernando de Soto, en Perú y se plasmó en el libro El Otro Sendero. La idea era ver cómo la burocracia peruana iba frenando toda iniciativa privada con el fin de coimear.
Manejar miles de millones de dólares en gasto público, encima manejarlos bajo la ley de emergencia económica que permite reasignar partidas presupuestarias por DNU sin que se discuta en el Congreso el uso de los fondos públicos, es el camino perfecto para disponer de abundantes fondos para el enriquecimiento ilícito.
La clave de todo el proceso de corrupción pasa, por un lado, por denostar la libre iniciativa privada y enaltecer a los “iluminados” políticos y burócratas que dicen saber elegir mejor que la misma gente qué le conviene a cada uno de nosotros. Ellos son seres superiores que tienen que decidir por nosotros.
Establecida esa supuesta superioridad del burócrata y del político en términos de qué, cuánto y a qué precios hay que producir y establecida la “superioridad” moral de los políticos sobre el resto de los humanos auto otorgándose el monopolio de la benevolencia, se arma el combo perfecto para regular la economía y coimear, llevar el gasto público con sentido progresista hasta niveles insospechados para construir el clientelismo político y la correspondiente caja y corrupción.
Quienes de buena fe dicen aplicar política progresistas no advierten que ese supuesto progresismo es el uso indiscriminado de fondos públicos que dan lugar a todo tipo de actos de corrupción. En el fondo es como si dijeran: no es malo el modelo kirchnerista, el problema no son las políticas sociales que aplicaron, que son buenas, sino que ellos son corruptos. Esto limita el debate a simplemente decir: el país no funciona porque los kirchneristas son corruptos y nosotros somos honestos.
Mi punto es que el debate no pasa por decir, ellos son malos y nosotros somos buenos, por lo tanto, haciendo lo mismo, nosotros vamos a tener éxito y ellos no porque nosotros somos honestos. El debate pasa por mostrar que el progresismo no solo es ineficiente como manera de administrar y construir un país, sino que además crea todas las condiciones necesarias para construir grandes bolsones de corrupción. El progresismo es el caldo de cultivo para la corrupción.
Por eso no me convence el argumento que el cambio viene con una mejor administración. Eso podría ocurrir si tuviésemos un estado que utiliza el monopolio de la fuerza solo para defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. En ese caso, solo habría que administrar unos pocos recursos para cumplir con las funciones básicas del estado.
Ahora si el estado va usar el monopolio de la fuerza para redistribuir compulsivamente los ingresos, para declarar arbitrariamente ganadores y perdedores en la economía y para manejar monumentales presupuestos, entonces caemos en el error de creer que alguien puede administrar eficientemente un sistema corrupto e ineficiente.
En síntesis, el verdadero cambio no consiste en administrar mejor un sistema ineficiente y corrupto. El verdadero cambio pasa por terminar con ese “progresismo” con sentido “social” que es corrupto por definición y ensayar con la libertad, que al limitar el poder del estado, limita el campo de corrupción en el que pueden incurrir los políticos. Además de ser superior en términos de crecimiento económico, distribución el ingreso y calidad de vida de la población.

Argentina: El corrupto progresismo

Argentina: El corrupto progresismo


Por Roberto Cachanosky
Seguramente los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández pasarán a la historia como uno de los más corruptos de la historia argentina. Es puro verso eso de que con Néstor hubiese sido diferente. Néstor Kirchner fue el que armó toda la arquitectura para transformar el aparato estatal en un sistema de represión y persecución de quienes pensaban diferentes, y también construyó un sistema de corrupción como nunca se había visto, al menos en la Argentina contemporánea.
Si algo tenemos que aprender los argentinos de estos 12 oprobiosos años de kirchnerismo, es a desconfiar de todos aquellos que prometan utilizar el estado para implementar planes “sociales”, y regular la economía en beneficio de la sociedad.

Monday, June 27, 2016

Argentina: La corrupción está en el sistema, más allá de los nombres

Argentina: La corrupción está en el sistema, más allá de los nombres


Por Hugo Alconada Mon
Ibar Esteban Pérez Corradi aún es una anomalía. José López, no. Pérez Corradi fue el extremo al cual llegó la política. López, en cambio, es una manifestación de un sistema. Más aún: López es el sistema tal como funciona en la Argentina desde hace décadas, aunque quienes lo saben no quieran contarlo en voz alta.
López, con sus bolsos repletos de dólares en el monasterio, sólo expuso cómo funciona el sistema real de recaudación política. Ya sea para financiar las campañas electorales -y hay que juntar cientos de millones de pesos para cada contienda nacional, incluida la que se avecina en 2017- o para el enriquecimiento personal. Tanto para los jefes como para el bolsillo propio. Porque podrán negarlo, pero la política es la única forma de enriquecimiento que conocen muchos políticos y "empresarios" que, en realidad, no son más que cazadores de contratos y prebendas.


Así, mientras Pérez Corradi y los muertos del triple crimen, -que antes habían participado del tráfico de la efedrina y aportado a la campaña kirchnerista de 2007- aún hoy parecen más la excepción que la regla, López refleja la metodología que llevó a los Kirchner al poder.
Ni ellos ni Julio de Vido pueden argumentar que nada sabían. ¡Hacía 26 años que López caminaba junto a ellos, mientras acumulaba denuncias, acusaciones y reclamos, una y otra vez! "¡Petiso corrupto!", llegó a definirlo Sergio Schoklender, que lejos está de clamar inocencia.
López encarna un sistema, sin embargo, que lejos está de acotarse al kirchnerismo. Así funciona la política y así se hacen los negocios con el Estado argentino desde hace décadas. Sea que la gestión esté en manos de peronistas, radicales, partidos provinciales o vecinalistas. Funciona con dinero negro, con "retornos", "sobres", "aportes" y "contribuciones" y muchos otros eufemismos que definen la música con la que bailan aquellos que quieren bailar con el poder.
¿Por qué? Porque aunque lo nieguen los equipos de campaña de los tres principales candidatos a la presidencia durante 2015 -Mauricio Macri, Daniel Scioli y Sergio Massa- competir con chances reales de llegar a la Casa Rosada les demandó más de 1000 millones de pesos a cada uno. Que lo nieguen, si quieren, pero es así y sus propios equipos de campaña lo admiten con la puerta cerrada. Y hay que juntar ese dinero. ¿Cómo lo recaudaron? ¿De quiénes? ¿A cambio de qué?
Ahora, vale insistir, se avecina la campaña legislativa de 2017 y, salvo que se reforme en serio la ley de financiamiento electoral, los candidatos deberán pasar la gorra otra vez. Y personajes tanto o más oscuros que Pérez Corradi -que unió la efedrina con los aportes a la campaña K de 2007- volverán a aparecer.
El sistema que desnudó López, sin embargo, no sólo vive de la corrupción y florece gracias a ella. También es un sistema que garantiza la impunidad a los poderosos, como se sinceró una vez Alfredo Yabrán. Pero la máxima rige, claro, sólo mientras los poderosos son poderosos.
¿Cómo es eso? Simple y brutal. Si López aún hubiera sido secretario de Obras Públicas esa madrugada del convento, los policías no lo habrían detenido. Porque López los hubiera "chapeado". Y si aun así lo hubieran esposado, la maquinaria de impunidad habría tapado todo. Como lo lograron en infinidad de ocasiones de las que, sólo a veces y mucho tiempo después, tuvimos apenas un atisbo. Y si tampoco el encubrimiento hubiera funcionado, para eso están varios jueces federales de Comodoro Py, prestos para el cajoneo, el archivo y el sobreseimiento. Porque Norberto Oyarbide no era la excepción, apenas era el más llamativo de la regla.
Porque lo que estaba ocurriendo lo sabíamos desde hacía años, aunque hiciéramos como el avestruz. ¿Acaso Roberto Lavagna no renunció como ministro de Economía al denunciar la cartelización de la obra pública? ¿Acaso Sergio Acevedo no renunció como gobernador de Santa Cruz para no firmar unos contratos de obra pública digitados y con sobreprecios? ¿Acaso la Cámara Argentina de Construcción no jugó para De Vido durante la última década de la mano de Carlos Wagner?
"Esto se sabía, era vox populi", se sinceró el ex presidente de la Unión Industrial Argentina (UIA) Héctor Méndez, con López ya tras las rejas. ¿Por qué no lo dijo antes? Porque, planteó, "hubo un pacto de silencio respetuoso, porque nadie quiere ser botón".
El problema es que, cuando el poder se diluye, los mismos que te protegieron -o miraron para otro lado- hacen fila para comerte. Bien puede atestiguarlo ahora Cristina Fernández de Kirchner. Porque muchas denuncias ya estaban allí, en Tribunales, desde hacía años, durmiendo. Pero ahora los jueces y fiscales tienen que huir hacia adelante para protegerse a sí mismos.
Por eso Néstor Kirchner quería integrar el poder permanente. Porque comprendía bien que el poder de los políticos es de alta intensidad pero con vencimiento a plazo fijo, mientras que otros gozan de un poder de mediana o baja intensidad, pero estable y de largo aliento. Ciertos empresarios, banqueros, sindicalistas, dueños de medios e industriales lo disfrutan.
Se trata de un sistema de impunidad que se nutre de una estructura que se desarrolló de manera paulatina durante las últimas décadas. ¿Cinco rasgos de ese sistema? 1) El actual ordenamiento legal incluye penas muy bajas para delitos de corrupción, por lo que el temor a ir preso es casi inexistente, más aún a la luz del bajísimo porcentaje de condenas que registran los coimeros argentinos desde hace décadas. 2) La infraestructura para investigar esos delitos es insuficiente, con juzgados, fiscalías y organismos de control sin el personal necesario ni capacitado. ¡si en ciertas dependencias ni siquiera cuentan con Internet! 3) El presupuesto para las distintas áreas del Estado que deberían prevenir y combatir la corrupción es bajísimo, a tal punto que nuestro país destina más dinero a transmitir fútbol por televisión que a potenciar la Oficina Anticorrupción, la Auditoría General o las fiscalías especializadas, entre otras dependencias. 4) Quienes quieren investigar al poder carecen de verdaderos escudos protectores (así, por ejemplo, los jueces y fiscales "molestos" pueden ser apartados con facilidad de las causas calientes, mientras que el Consejo de la Magistratura se demostró impotente durante más de una década para resolver casos flagrantes de mal desempeño como el de Oyarbide). 5) Sobreabundan los operadores, expertos en "alegatos de oreja", distribución de prebendas y aprietes, ante jueces, fiscales, peritos y sabuesos.
¿Es casualidad, entonces, que la figura del arrepentido no rija en la Argentina para los delitos de corrupción, pero sí para el secuestro extorsivo, el financiamiento del terrorismo, la trata de personas o el lavado? Tampoco es casual que ni los políticos ni los empresarios locales quieran esa opción. Al contrario: le tienen pánico. Temen reflejarse en el espejo de Brasil, donde la justicia condenó a 18 años y 4 meses de prisión a Marcelo Odebrecht, un empresario más poderoso que Paolo Rocca, que ahora se acogió al régimen de "delación premiada". ¿Cuántos supuestos "empresarios", "banqueros" e "industriales" argentinos terminarían con el uniforme de reo si López o Ricardo Jaime u otros funcionarios siguieran aquí los pasos de Odebrecht? ¿Qué pasaría si alguno de los empresarios que lidiaron con la "embajada paralela" del equipo de De Vido a la hora de los negocios con Venezuela contaran cómo era la operatoria y qué compañeros de viajes "aceitaron" las bisagras correctas?
La pregunta que queda por responder, entonces, es obvia. ¿Realmente queremos cambiar como sociedad? Porque ayer fue María Julia, después vinieron Jaime y Amado Boudou, luego Leonardo Fariña y Lázaro Báez, y hoy es López. ¿Y mañana? ¿Pueden Pérez Corradi y el financiamiento político vinculado al narco convertirse en la regla en vez de la excepción? ¿Quién será el "Jaime" o el "López" o el "Báez" del macrismo? Debemos modificar el sistema imperante. Si no, sólo cambiaremos de nombres, pero repetiremos o incluso potenciaremos los vicios.

Argentina: La corrupción está en el sistema, más allá de los nombres

Argentina: La corrupción está en el sistema, más allá de los nombres


Por Hugo Alconada Mon
Ibar Esteban Pérez Corradi aún es una anomalía. José López, no. Pérez Corradi fue el extremo al cual llegó la política. López, en cambio, es una manifestación de un sistema. Más aún: López es el sistema tal como funciona en la Argentina desde hace décadas, aunque quienes lo saben no quieran contarlo en voz alta.
López, con sus bolsos repletos de dólares en el monasterio, sólo expuso cómo funciona el sistema real de recaudación política. Ya sea para financiar las campañas electorales -y hay que juntar cientos de millones de pesos para cada contienda nacional, incluida la que se avecina en 2017- o para el enriquecimiento personal. Tanto para los jefes como para el bolsillo propio. Porque podrán negarlo, pero la política es la única forma de enriquecimiento que conocen muchos políticos y "empresarios" que, en realidad, no son más que cazadores de contratos y prebendas.

Friday, June 24, 2016

Trump, sobre el 'Brexit': "Creo que es algo grandioso, fantástico"

"Recuperaron su país, al igual que vamos a hacer nosotros con EE.UU", declara Trump.
David MoirReuters

La decisión de salir de la Unión Europea es "algo fantástico" para el Reino Unido, ha dicho el candidato republicano a la presidencia en EE.UU. Donald Trump, que se encuentra en Escocia para visitar su campo de golf Trump International Golf Links de Balmedie, en la localidad de Aberdeen.
"Creo que es algo grandioso, algo fantástico", ha declarado Donald Trump tras bajarse del helicóptero que le llevó hasta un hotel en el condado de Ayrshire.
"Acabo de llegar a Escocia. Están entusiasmados sobre la votación. Recuperaron su país, al igual que vamos a hacer nosotros con EE.UU. ¡No más bromas!", escribió poco después en su cuenta de Twitter.
El 'Brexit' se impuso por un ajustado 51,9% de los votos en el referéndum celebrado este 23 de junio sobre la permanencia o no del Reino Unido en la UE. Los partidarios de abandonar el bloque comunitario han conseguido más de un millón de votos de ventaja.
La participación en el referéndum ha sido de alrededor del 72%, la más alta en unas votaciones del Reino Unido desde la década de 1990.

Trump, sobre el 'Brexit': "Creo que es algo grandioso, fantástico"

"Recuperaron su país, al igual que vamos a hacer nosotros con EE.UU", declara Trump.
David MoirReuters

La decisión de salir de la Unión Europea es "algo fantástico" para el Reino Unido, ha dicho el candidato republicano a la presidencia en EE.UU. Donald Trump, que se encuentra en Escocia para visitar su campo de golf Trump International Golf Links de Balmedie, en la localidad de Aberdeen.
"Creo que es algo grandioso, algo fantástico", ha declarado Donald Trump tras bajarse del helicóptero que le llevó hasta un hotel en el condado de Ayrshire.
"Acabo de llegar a Escocia. Están entusiasmados sobre la votación. Recuperaron su país, al igual que vamos a hacer nosotros con EE.UU. ¡No más bromas!", escribió poco después en su cuenta de Twitter.
El 'Brexit' se impuso por un ajustado 51,9% de los votos en el referéndum celebrado este 23 de junio sobre la permanencia o no del Reino Unido en la UE. Los partidarios de abandonar el bloque comunitario han conseguido más de un millón de votos de ventaja.
La participación en el referéndum ha sido de alrededor del 72%, la más alta en unas votaciones del Reino Unido desde la década de 1990.

Wednesday, June 22, 2016

El corrupto progresismo

Roberto Cachanosky explica que el problema no es el gobierno de turno, sino un Estado progresista es un caldo de cultivo para la corrupción.

Roberto Cachanosky es Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE, y Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina).
Seguramente los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández pasarán a la historia como uno de los más corruptos de la historia argentina. Es puro verso eso de que con Néstor hubiese sido diferente. Néstor Kirchner fue el que armó toda la arquitectura para transformar el aparato estatal en un sistema de represión y persecución de quienes pensaban diferentes, y también construyó un sistema de corrupción como nunca se había visto, al menos en la Argentina contemporánea.
Si algo tenemos que aprender los argentinos de estos 12 oprobiosos años de kirchnerismo, es a desconfiar de todos aquellos que prometan utilizar el estado para implementar planes “sociales”, y regular la economía en beneficio de la sociedad.



Tampoco es casualidad que el gasto público haya llegado a niveles récord. El gasto público fue la fuente de corrupción que permitió implementar el latrocinio más grande que pueda recordarse de la historia económica para que unos pocos jerarcas "k" engrosaran guarangamente sus bolsillos al tiempo que hundían a la población en uno de los períodos de pobreza más profundos.
Con el argumento de la solidaridad social se lograron varios objetivos simultáneamente: (1) Manejar un monumental presupuesto “social” que dio lugar a los más variados actos de corrupción (sueños compartidos, Milagro Sala, etc.). (2) Crear una gran base de clientelismo político para asegurarse un piso de votos. O me votás o perdés el subsidio. Como la democracia se transformó en una carrera populista, el reparto de subsidios sociales se transformó en una base electoral importante. (3) Crear millones de puestos de “trabajo” a nivel nacional, provincial y municipal para tener otra base de votos cautivos. O me votas o perdés el trabajo. Finalmente, (4) una economía hiper regulada por la cual para poder realizar cualquier actividad el estado exige infinidad de formularios y aprobaciones de diferentes departamentos estatales. Estas regulaciones no tienen como función defender al consumidor como suele decirse, sino que el objetivo es poner barreras burocráticas a los que producen para forzarlos a pagar coimas para poder seguir avanzando produciendo. Un ejercicio al respecto lo hizo hace años Hernando de Soto, en Perú y se plasmó en el libro El otro sendero. La idea era ver cómo la burocracia peruana iba frenando toda iniciativa privada con el fin de coimear.
Manejar miles de millones de dólares en gasto público, encima manejarlos bajo la ley de emergencia económica que permite reasignar partidas presupuestarias por Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) sin que se discuta en el Congreso el uso de los fondos públicos, es el camino perfecto para disponer de abundantes fondos para el enriquecimiento ilícito.
La clave de todo el proceso de corrupción pasa, por un lado, por denostar la libre iniciativa privada y enaltecer a los “iluminados” políticos y burócratas que dicen saber elegir mejor que la misma gente qué le conviene a cada uno de nosotros. Ellos son seres superiores que tienen que decidir por nosotros.
Establecida esa supuesta superioridad del burócrata y del político en términos de qué, cuánto y a qué precios hay que producir y establecida la “superioridad” moral de los políticos sobre el resto de los humanos auto otorgándose el monopolio de la benevolencia, se arma el combo perfecto para regular la economía y coimear, llevar el gasto público con sentido progresista hasta niveles insospechados para construir el clientelismo político y la correspondiente caja y corrupción.
Quienes de buena fe dicen aplicar política progresistas no advierten que ese supuesto progresismo es el uso indiscriminado de fondos públicos que dan lugar a todo tipo de actos de corrupción. En el fondo es como si dijeran: no es malo el modelo kirchnerista, el problema no son las políticas sociales que aplicaron, que son buenas, sino que ellos son corruptos. Esto limita el debate a simplemente decir: el país no funciona porque los kirchneristas son corruptos y nosotros somos honestos.
Mi punto es que el debate no pasa por decir, ellos son malos y nosotros somos buenos, por lo tanto, haciendo lo mismo, nosotros vamos a tener éxito y ellos no porque nosotros somos honestos. El debate pasa por mostrar que el progresismo no solo es ineficiente como manera de administrar y construir un país, sino que además crea todas las condiciones necesarias para construir grandes bolsones de corrupción. El progresismo es el caldo de cultivo para la corrupción.
Por eso no me convence el argumento que el cambio viene con una mejor administración. Eso podría ocurrir si tuviésemos un estado que utiliza el monopolio de la fuerza solo para defender el derecho a la vida, la libertad y la propiedad. En ese caso, solo habría que administrar unos pocos recursos para cumplir con las funciones básicas del estado.
Ahora si el estado va usar el monopolio de la fuerza para redistribuir compulsivamente los ingresos, para declarar arbitrariamente ganadores y perdedores en la economía y para manejar monumentales presupuestos, entonces caemos en el error de creer que alguien puede administrar eficientemente un sistema corrupto e ineficiente.
En síntesis, el verdadero cambio no consiste en administrar mejor un sistema ineficiente y corrupto. El verdadero cambio pasa por terminar con ese “progresismo” con sentido “social” que es corrupto por definición y ensayar con la libertad, que al limitar el poder del estado, limita el campo de corrupción en el que pueden incurrir los políticos. Además de ser superior en términos de crecimiento económico, distribución el ingreso y calidad de vida de la población.

El corrupto progresismo

Roberto Cachanosky explica que el problema no es el gobierno de turno, sino un Estado progresista es un caldo de cultivo para la corrupción.

Roberto Cachanosky es Profesor titular de Economía Aplicada en el Master de Economía y Administración de ESEADE, profesor titular de Teoría Macroeconómica en el Master de Economía y Administración de CEYCE, y Columnista de temas económicos en el diario La Nación (Argentina).
Seguramente los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández pasarán a la historia como uno de los más corruptos de la historia argentina. Es puro verso eso de que con Néstor hubiese sido diferente. Néstor Kirchner fue el que armó toda la arquitectura para transformar el aparato estatal en un sistema de represión y persecución de quienes pensaban diferentes, y también construyó un sistema de corrupción como nunca se había visto, al menos en la Argentina contemporánea.
Si algo tenemos que aprender los argentinos de estos 12 oprobiosos años de kirchnerismo, es a desconfiar de todos aquellos que prometan utilizar el estado para implementar planes “sociales”, y regular la economía en beneficio de la sociedad.