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Tuesday, July 19, 2016

Los alarmistas de la desigualdad

desigualdad mendigo 
Los alarmistas de la desigualdad, ¿quieren la igualdad total?
En el libro “Equal Is Unfair: American´s Misguided Figh Against Income Inequality” (Igual es injusto: la errada lucha en USA contra la igualdad salarial), argumentamos que la campaña para erradicar la desigualdad económica es injusta. Una de las reacciones de gente que sólo ha visto el título del libro (y alguna crítica) es decir que estamos atacando a un hombre de paja. “Nadie defiende la igualdad económica total”, dicen.
Para empezar, no es cierto que nadie quiera la igualdad total. El Kmehr Rouge de Camboya ciertamente buscaba la igualdad total, como han hecho muchos filósofos. Las corrientes modernas no proponen que el gobierno elimine completmente cualquier desigualdad económica, pero sí dicen que debe actuar para reducirla (y se obstinan en no decirnos cuánta desigualdad están dispuestos a tolerar).


¿Por qué, entonces, el título de “Equal Is Unfair”? Porque el problema no son los objetivos concretos de los críticos actuales; la esencia del problema es su posición: afirmar que la igualdad económica en sí es un ideal moral.
Para muchos críticos, desde luego, la igualdad es un ideal moral. Según ellos, en un mundo ideal todos tendríamos la misma cantidad de bienes y de ingresos. ¿Por qué es eso ideal? Porque, desde su punto de vista, nadie merece tener una parte mayor de la “riqueza de la sociedad” que cualquier otro; porque los individuos inteligentes, ambiciosos y productivos lo son gracias a la suerte: por sus genes, por su educación, o por sus padres ricos. Ellos no pueden exigir por derecho lo que no han creado, porque ellos “no lo han creado”, todo ha sido creado por fuerzas externas a su control.
Eso es lo que piensa el filósofo John Rawls, un punto de vista respaldado desde el presidente Obama hasta el economista Thomas Piketty. Para muchos críticos de la desigualdad, no habría nada moralmente reprobable en un gobierno que confiscase y redistribuyese la riqueza para que todos fuésemos perfectamente iguales.
Su única objeción a tal programa es que es impracticable: todos estaríamos peor en ese escenario. Los comunistas habían imaginado que la gente podría estar motivada a producir por “el bien de la sociedad”, por algo más allá de su propio bienestar personal, pero los modernos críticos de la desigualdad reconocen que eso es una quimera. Reconocen que nivelar a todo el mundo al denominador común más bajo destruiría el incentivo de producir e innovar.
Así que su meta es reducir la desigualdad económica al máximo, pero siempre evitando que afecte al crecimiento económico y empeore la situación.
Economistas como Piketty y Paul Krugman dicen que debemos subir las tasas marginales de impuestos hasta el 70 ó el 80%, siempre que podamos hacerlo sin perjudicar a la economía. El debate se presenta sólo como un problema práctico, empírico; ellos no ven ningún problema en robarle a alguien la mayor parte de lo que gana.
Eso es lo que refutamos en ‘Equal is Unfair’. No consideramos la igualdad moral un ideal; al contrario, la consideramos inmoral. La gente gana cantidades muy diferentes de riqueza cuando es libre, cuando quien produce tiene el derecho moral a la riqueza que crea. Es malvado que el gobierno use su poder de coerción para “reducir la desigualdad”, no porque vaya a crear perversos incentivos (lo cual ciertamente hará), sino porque priva a la gente de recompensas que por justicia les corresponden.
Los logros de la gente son desiguales; por lo tanto, la igualdad es injusta.

Los alarmistas de la desigualdad

desigualdad mendigo 
Los alarmistas de la desigualdad, ¿quieren la igualdad total?
En el libro “Equal Is Unfair: American´s Misguided Figh Against Income Inequality” (Igual es injusto: la errada lucha en USA contra la igualdad salarial), argumentamos que la campaña para erradicar la desigualdad económica es injusta. Una de las reacciones de gente que sólo ha visto el título del libro (y alguna crítica) es decir que estamos atacando a un hombre de paja. “Nadie defiende la igualdad económica total”, dicen.
Para empezar, no es cierto que nadie quiera la igualdad total. El Kmehr Rouge de Camboya ciertamente buscaba la igualdad total, como han hecho muchos filósofos. Las corrientes modernas no proponen que el gobierno elimine completmente cualquier desigualdad económica, pero sí dicen que debe actuar para reducirla (y se obstinan en no decirnos cuánta desigualdad están dispuestos a tolerar).

Igualitarismo

igualitarismoEl igualitarismo es la creencia en la igualdad de todos los hombres. Si la palabra “igualdad” la tomamos en cualquier sentido serio o racional, entonces la cruzada por esa creencia está atrasada en por lo menos un siglo: los Estados Unidos de América hicieron que se convirtiera en un anacronismo, al establecer un sistema basado en el principio de los derechos individuales. “Igualdad”, en un contexto humano, es un término político: significa igualdad ante la ley, la igualdad de derechos fundamentales inalienables que todo hombre posee en virtud de haber nacido como ser humano, derechos que no pueden ser violados o derogados por instituciones hechas por el hombre, tales como títulos de nobleza o una división en castas establecidas por ley, con privilegios especiales concedidos a unos y negados a otros. El auge del capitalismo arrasó todas las castas, incluyendo las instituciones de aristocracia y de esclavitud o servidumbre.
Pero ese no es el significado que los altruistas atribuyen a la palabra “igualdad”.


Ellos convierten la palabra en un anti-concepto: la usan para indicar una igualdad, no política, sino metafísica: igualdad de atributos y virtudes personales, independientemente de cualquier dotación natural o de cualquier decisión, logro o carácter individual. Pretenden luchar, no contra instituciones hechas por el hombre, sino contra la naturaleza, o sea, contra la realidad, luchar con ella a través de unas instituciones hechas por el hombre.
Puesto que la naturaleza no dota a todos los hombres de igual belleza o igual inteligencia, y como la facultad de la voluntad lleva a los hombres a tomar decisiones diferentes, los igualitarios proponen abolir la “injusticia” de la naturaleza y la voluntad, y establecer una igualdad universal, una igualdad de hecho, que desafía los hechos. Puesto que a la Ley de Identidad le da absolutamente igual la manipulación humana, es la Ley de Causalidad la que se esfuerzan por derogar. Puesto que atributos personales o virtudes no pueden ser “redistribuidos”, lo que tratan de hacer es privar a los hombres de sus consecuencias – de las recompensas, los beneficios y los logros creados por esos atributos personales y esas virtudes. No es igualdad ante la ley lo que ellos buscan, sino desigualdad: establecer una pirámide social invertida, con una nueva aristocracia en su cúspide: la aristocracia del no-valor.
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Para entender el significado y los motivos del igualitarismo, piensa en un ejemplo en el campo de la medicina. Imagina que llaman a un médico para que le ayude a un hombre que tiene una pierna rota, y, en vez de arreglársela, procede a quebrarles las piernas a otros diez hombres, explicando que eso haría que su paciente se sintiese mejor; cuando todos esos hombres se convierten en inválidos de por vida, el médico aboga por la aprobación de una ley que obligue a todo el mundo a ir con muletas – con el fin de hacer que los cojos se sientan mejor y de esa forma igualar la “injusticia” de la naturaleza.
Si eso es abominable, ¿cómo es posible que adquiera un aura de moralidad – o siquiera el beneficio de una duda moral – cuando se aplica a la mente del hombre?
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De importancia especial para la presente discusión es cómo los igualitarios desafían la Ley de Causalidad: su exigencia de resultados iguales por causas desiguales – o recompensas iguales por desempeños desiguales.
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La nueva “teoría de la justicia” [de John Rawls] exige que los hombres contrarresten la “injusticia” de la naturaleza mediante la institución de la injusticia más obscenamente impensable entre los hombres: privar a “los favorecidos por la naturaleza” (es decir, a los talentosos, los inteligentes, los creativos), del derecho a las recompensas que ellos producen (es decir, del derecho a la vida) – y concederles a los incompetentes, a los estúpidos y a los perezosos, un derecho al disfrute sin esfuerzo de recompensas que no conseguirían producir, no podrían imaginar, y con las cuales no sabrían qué hacer.
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Observa que . . . la visión que los igualitarios tienen del hombre es literalmente la visión de un cuento de hadas para niños – la noción de que el hombre, antes de nacer, es algún tipo de cosa indeterminada, una entidad sin identidad, algo así como una masa amorfa de arcilla humana, y que unas hadas madrinas proceden a concederle o a negarle diversos atributos (“favores”): inteligencia, talento, belleza, padres ricos, etc. Esos atributos se reparten “arbitrariamente” (una palabra que es absurdamente inaplicable a los procesos de la naturaleza) como si fuese una “lotería” entre no-entidades pre-embrionarias; y – concluyen esas mentalidades supuestamente adultas – puesto que un triunfador no podría en ningún caso haber merecido su “buena fortuna”, un hombre no merece ni gana nada después de nacer, como ser humano, porque actúa en base a atributos que él no se ha ganado, “inmerecidos”. Conclusión: merecer algo significa elegir y ganarte tus atributos personales antes de que existas.
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Si existiese tal cosa como una pasión por la igualdad (no igualdad de iure, sino de facto), sería obvio para sus proponentes que sólo hay dos formas de lograrla: o elevando a todos los hombres a la cima de la montaña, o arrasando las montañas. El primer método es imposible porque es la facultad de la voluntad la que determina la estatura y las acciones de un hombre; lo más cerca que estuvimos de ello fue demostrado por los Estados Unidos y el capitalismo, que protegían la libertad, las recompensas y los incentivos del logro de cada individuo, cada uno en la medida de su capacidad y ambición, elevando así la situación intelectual, moral y económica de toda la sociedad. El segundo método es imposible porque, si la humanidad fuese arrasada hasta el denominador común de los menos competentes de sus miembros, no sería capaz de sobrevivir (y sus mejores miembros no querrían sobrevivir en esas condiciones). Sin embargo, es este segundo método el que los igualitaristas altruistas están queriendo implementar. Cuanto mayor es la evidencia de las consecuencias de sus políticas, es decir, cuanto mayor es la extensión de la miseria, la injusticia, la malvada desigualdad en todo el mundo, más frenético se vuelve su intento – lo cual demuestra que no existe una pasión benevolente por la igualdad, y que pretender tenerla no es más que una racionalización para ocultar un odio apasionado contra el bien por ser el bien.

Igualitarismo

igualitarismoEl igualitarismo es la creencia en la igualdad de todos los hombres. Si la palabra “igualdad” la tomamos en cualquier sentido serio o racional, entonces la cruzada por esa creencia está atrasada en por lo menos un siglo: los Estados Unidos de América hicieron que se convirtiera en un anacronismo, al establecer un sistema basado en el principio de los derechos individuales. “Igualdad”, en un contexto humano, es un término político: significa igualdad ante la ley, la igualdad de derechos fundamentales inalienables que todo hombre posee en virtud de haber nacido como ser humano, derechos que no pueden ser violados o derogados por instituciones hechas por el hombre, tales como títulos de nobleza o una división en castas establecidas por ley, con privilegios especiales concedidos a unos y negados a otros. El auge del capitalismo arrasó todas las castas, incluyendo las instituciones de aristocracia y de esclavitud o servidumbre.
Pero ese no es el significado que los altruistas atribuyen a la palabra “igualdad”.

Friday, July 15, 2016

La Rebelión de Atlas contra Fe, Esperanza y Caridad

La tarea de la Moralidad es enseñarte qué valorar y cómo valorar; su tarea es enseñarte cómo lograr la vida y la felicidad.
La Rebelión de Atlas ofrece una nueva concepción del ideal moral, una concepción de lo sagrado y lo sublime muy diferente a la del Sermón de la Montaña.
El código moral de Atlas muestra los verdaderos requisitos de la vida y la felicidad, las virtudes de: Pensamiento, Producción, y Comercio.
[Pensamiento]
La Rebelión de Atlas es un himno a la mente del hombre.
Cada valor que el hombre ha logrado tuvo primeramente que ser descubierto por una mente individual, desde recoger frutas, a cazar con lanzas, a plantar cultivos para cosecharlos meses más tarde; desde la invención del teatro como fuente de gozo y combustible emocional, al descubrimiento de la perspectiva en pintura, a la creación de música, y luego de más y más armonías y formas de composición más complejas; desde la identificación de las leyes del movimiento a la formulación de las leyes de la lógica; desde el descubrimiento de gérmenes y antibióticos a la invención del transistor y el ordenador. . .


Para cada uno de estos pasos, alguna mente tuvo que descubrirlo. Esta es la fuente de la vida humana y la felicidad. Adorar la vida, por lo tanto, significa adorar la inteligencia del hombre. Y si es la propia vida lo que uno busca, entonces el desarrollo de la propia inteligencia es el objetivo más fundamental.
Aprender a pensar, a hacer conexiones, y ver más lejos de lo que se ha visto hasta ahora; aprender a pensar con cuidado, de forma sistemática, lógica, objetiva; aprender a ver todas las implicaciones de las propias ideas; todo esto se convierte en la más importante de las tareas.
La medida del propio conocimiento y el poder del propio pensamiento determinarán el éxito o el fracaso de todos los valores que uno persigue, desde obtener un título universitario, a tener éxito como médico o como programador o como director general, a criar niños competentes, bien educados e independientes.
Para Ayn Rand, como para los Padres Fundadores, el pensamiento abstracto no es un juego en el que uno se deleita cínicamente con las supuestas paradojas del universo. El pensamiento – el pensamiento abstracto – es intencionado, exige una seria dedicación a la propia vida. Exige la honestidad de una mente que busca todos los hechos, porque *éstos*, y sólo éstos, dictarán sus conclusiones sobre cómo actuar.
Exige la independencia de una mente alcanzando su propio veredicto, no importa cuánta gente diga lo contrario. Exige la integridad de una mente comprometida en actuar según sus propios criterios. El pensamiento es intencional, el pensamiento es egoísta, el pensamiento es por el bien de la producción.
[Producción]
Lo que nos lleva a la segunda: Producción.
La virtud de la Producción, La Rebelión de Atlas muestra, significa la dedicación a hacer lo ideal, real. Significa mucho más que tener un trabajo. Es una dedicación a la labor de “rehacer la tierra en la imagen de los propios valores”. Representa la unión apropiada entre lo espiritual y lo material.
Lo que La Rebelión de Atlas muestra es que las almas de un artista y de un empresario son una misma cosa. El artista tiene una nueva visión de la belleza, de lo que podría ser, y se esfuerza en darle forma material, para erigir la escultura de una mujer, pintar un bello paisaje, o escribir Cyrano de Bergerac. El empresario tiene una nueva visión de la prosperidad, de lo que podría ser, sean ferrocarriles entrecruzando el continente, un metal superior al acero, o un ordenador en cada escritorio, y trabaja sin cesar para que su visión se haga realidad.
Toda producción nace de una dedicación a la propia vida y a la realidad; es la forma terrenal de idealismo, y sin ella no hay auto-estima.
[Comercio]
Ahora bien, el productor, cuando trata con otros hombres, exige un modo de existencia sin sacrificios. En cuestiones tanto de materia como de espíritu, en dinero y en amor, es un comerciante.
“Un comerciante no pide que le paguen por sus fracasos ni pide ser amado por sus defectos. . . . Igual que él no entrega su trabajo excepto a cambio de valores materiales, tampoco entrega los valores de su espíritu – su amor, su amistad, su estima – excepto en pago y a cambio de virtudes humanas, en pago por su propio placer egoísta, el cual recibe de los hombres que respeta”.
Comerciar es moral, no porque logra el bienestar de los humildes o la riqueza de la nación; la justificación del comercio no es que de alguna manera convierte el egoísmo en auto-sacrificio. “La mano invisible” de Adam Smith, entendida como justificación, es corrupta.
El comercio no necesita ninguna justificación externa. La justificación del comercio es precisamente que es comercio. Es una interacción en la que cada persona es capaz de perseguir su propio interés. Es la única forma de interacción en la que los hombres se relacionan como iguales, no como explotador y explotado.
¿Cuál es el resultado? ¿Qué sucede, por ejemplo, cuando cambias tu salario por un ordenador? Cada una de las partes consigue su propio interés; cada uno consigue algo de más valor que aquello a lo que renuncia. El comercio es la única forma de interacción que inmediatamente exige auto estima, exige que cada comerciante busque lo mejor para su propia vida, y a su vez permite que cada persona conserve su auto-estima, porque ni se sacrificó a los otros, ni trató de engañar a la realidad con el doble estándar de exigir el sacrificio de otros a él.
Pensamiento, Producción y Comercio. Estos forman el núcleo de La Rebelión de Atlas y su nuevo código de moralidad basado en la vida.
[FeEsperanzaCaridad]
Observad lo drástico que es el contraste de este ideal con la concepción religiosa de la moralidad del Sermón en la Montaña. Fe, Esperanza y Caridad son sus virtudes.
Fe significa creer, en la ausencia de lógica. Es lo contrario del Pensamiento.
Esperanza significa que eres incapaz de conseguir el ideal, que la perfección está más allá de tu alcance, pero que por la gracia de Dios tal vez la consigas en alguna supuesta “otra vida”. Es lo opuesto a trabajar para conseguir el ideal en esta vida; es lo contrario de la Producción.
Caridad significa entregarte en cuerpo y alma a tu prójimo e incluso a tu enemigo, sin esperar nada a cambio. Es lo contrario del Comercio.
Jesús, en la cruz, exhibió estas virtudes: tenía la Fe de que había un padre no-terrenal. Tenía la Esperanza de que se ganaría la gracia de este ser no-terrenal. Tenía la Caridad de sacrificar su propia alma por las de los pecadores. El resultado fue su muerte.
Para una moralidad de la vida esta no puede ser la imagen del ideal moral. Entonces, ¿cuál es?
Los grandes pensadores y productores. Los hombres de la mente. Los héroes de La Rebelión de Atlas. Los científicos, filósofos, artistas, inventores y hombres de negocios que hacen posible un modo humano de existencia, personas como Aristóteles, Newton, Edison y Rockefeller, filósofos como Francis Bacon y John Locke, científicos como Isaac Newton y Benjamin Franklin, pensadores políticos y hombres de acción como Voltaire, Turgot y Thomas Paine.
En términos de Ayn Rand: los hombres de la mente.
[. . .]
por Onkar Ghate, Profesor de Filosofía del Ayn Rand Institute.

La Rebelión de Atlas contra Fe, Esperanza y Caridad

La tarea de la Moralidad es enseñarte qué valorar y cómo valorar; su tarea es enseñarte cómo lograr la vida y la felicidad.
La Rebelión de Atlas ofrece una nueva concepción del ideal moral, una concepción de lo sagrado y lo sublime muy diferente a la del Sermón de la Montaña.
El código moral de Atlas muestra los verdaderos requisitos de la vida y la felicidad, las virtudes de: Pensamiento, Producción, y Comercio.
[Pensamiento]
La Rebelión de Atlas es un himno a la mente del hombre.
Cada valor que el hombre ha logrado tuvo primeramente que ser descubierto por una mente individual, desde recoger frutas, a cazar con lanzas, a plantar cultivos para cosecharlos meses más tarde; desde la invención del teatro como fuente de gozo y combustible emocional, al descubrimiento de la perspectiva en pintura, a la creación de música, y luego de más y más armonías y formas de composición más complejas; desde la identificación de las leyes del movimiento a la formulación de las leyes de la lógica; desde el descubrimiento de gérmenes y antibióticos a la invención del transistor y el ordenador. . .