“El egoísmo racional es bueno y debe ser empleado para hacer realidad aquel célebre mandamiento cristiano de: "Ama a tu prójimo como a ti mismo". El mandamiento reconoce el egoísmo como algo inherente, esencial, natural en el ser humano. No lo niega ni lo rechaza. No emite juicio de valor. Lo reconoce como una realidad, como un dato. Por otra parte, el altruismo es contrario a la esencia del hombre. Niega su naturaleza racional y lo equipara a las bestias.”
RICARDO VALENZUELA
El egoísmo
no es bueno ni malo, simplemente "es". Con algo de introspección nos
daremos cuenta de que es el amor por uno mismo, por la naturaleza de quienes
somos o creemos ser. Por ello, nuestra obligación debe ser el educar a nuestros
hijos en su buen empleo para que sea un egoísmo racional. Debemos trasmitirles
la idea para ser activado positivamente y hacer el bien. Para que sea empleado
en amar al prójimo, ayudarlo, y para amarnos a nosotros mismos. Y eso se logra
siendo uno cada vez mejor ser humano y ello es responsabilidad de quienes
imparten la educación.
Cuando
nacemos, llegamos a este mundo como un pañuelo blanco, como una computadora sin
programa, sin temores, complejos, inseguridades, ideas, opiniones y, en los
siguientes cinco años de nuestra vida, se nos forma la personalidad con la que
cargaremos el resto de la jornada. Es cuando se inicia la tarea más importante
de los padres para formar y estructurar, en ese recién llegado, una sana
personalidad, un ego racional que emerja como una gran seguridad en uno mismo. El
infante, al arribar tiene pocas necesidades que no sean fisiológicas, pero aun
cuando no lo pueda comunicar, tiene una enorme necesidad emocional de sentirse
bienvenido.
Para que
el recién llegado se pueda sentir bienvenido, en primer lugar requiere de mucho
contacto físico y a medida que pasa el tiempo, más necesario se hace el que lo
reciba. Después, requiere de mucha retroalimentación positiva que se debe
entregar a base de “piropos” de parte de las figuras importantes en su vida,
sus padres. Sin embargo, ¿Qué es lo que hacemos los padres? Constantemente
estar enviando mensajes negativos como: “sucio, mal criado, flojo, mal niño o
niña, te has portado tan mal que Santo Claus no te
traerá nada.” Se estima que cuando el infante llega a primer año de primaria,
sus padres le han dicho más de 40,000 veces NO.
Antes de
llegar a los cinco años de edad y cuando su cerebro inicia el cableado final,
se empieza a preguntar y afirmar: “A mi nadie me besa ni abraza, pero además,
todo el tiempo me están regañando,” y así concluye; “algo malo debo de haber
hecho.” En ese momento le nace uno de los más destructivos sentimientos que el
ser humano pueda cargar, un complejo de culpa que lo primero que ataca, es el
egoísmo racional, o, su autoestima. De ello derivan todo tipo de sentimientos
negativos como; complejo de inferioridad, inseguridades, temores, el
sentimiento de no merecer nada, en pocas palabras, el sentirse inútil y sin
valor. Ese es luego el paquete que entregamos a los sistemas educativos.
Algunos
autores liberales han bautizado a nuestros sistemas educativos como, el asesino
silencioso. A la caída del imperio romano y el inicio del cristianismo, la
iglesia fue un factor neurálgico en el desarrollo de la humanidad. Sin embargo,
a partir del siglo XI, envejeció de forma agresiva para iniciar un largo
declive. Hacia finales del siglo XV, la iglesia, de la mano de las monarquías y
el feudalismo, reforzaba el monopolio de la educación productora de seres
listos para abrazar las cadenas. Pero ante su declive, que provocara la reforma
de Martín Lutero, ese monopolio pasó al estado para,
igual, seguir produciendo esclavos mentales a quienes se les ordenaba el
aceptar todo a base de dogma y fe.
Pero el
mundo a partir del siglo XVI iniciaba el abandono de esa era de mitología para
abrazar la ciencia. Con el invento de la imprenta surgían los librepensadores
que retaban lo establecido. Pero los arquitectos sociales del estado, a través
de los sistemas educativos, moldeaban la sociedad a su antojo y así, ya
programados, darles el derecho al sufragio seguros que esos autómatas votarían
por un gobierno poderoso y centralizado. En países en los cuales, esa ola de
libertad que producía el renacimiento no era bienvenida, respondían con armas
como la santa inquisición cuyo objetivo fundamental, era evitar la penetración
de las ideas de libertad y autonomía.
En el caso
de España y sus colonias, a diferencia de los países sajones, esa sociedad
estado—iglesia para controlar la educación, permanecería intacta hasta mediados
del siglo XIX. Ellos entendían muy bien las palabras de Leibnitz:
“Denme el control de la educación, y me convertiré en el hombre que cambió el
mundo.” Pero en México, con la revolución, la educación cayó en las pesadas
cadenas del gobierno. Y educación basada en el poder de un gobierno, es
educación para implantar una sola idea, un solo sistema, excluyendo los demás. Durante
siglos la educación en nuestro país, ya sea en sociedad virrey—iglesia o
simplemente el estado, ha tenido un objetivo claro, matar el egoísmo racional
con el espejismo de una caridad manipulada.
Ralph
Waldo Emerson, afirmaba que
el ser humano es un Dios en ruinas. Nuestra educación pretende mantenerlo así,
en ruinas. Ello es lo que promueve, en algunas sociedades, el juzgar a un
verdadero empresario arriesgando y produciendo bienes y servicios, de la misma
forma que juzgamos a un traficante de drogas para calificarlos igualmente
inmorales puesto que, ambos buscan acumular fortuna para su propio beneficio. Nos
hace también el aceptar las atrocidades de un dictador demagogo porque
suponemos sus acciones, bajo este prisma, son en beneficio de la comunidad.
El mensaje
de una buena educación debería ser: El egoísmo racional es bueno y debe ser
empleado para hacer realidad aquel célebre mandamiento cristiano de: "Ama
a tu prójimo como a ti mismo". Nos ordena amar a nuestro prójimo como nos
amamos a nosotros mismos, ni más ni menos. De modo tal que, ello presupone que
todo individuo se ama primero a sí mismo puesto que, alguien que no lo haga, es
imposible que pueda amar a los demás.
El
mandamiento reconoce el egoísmo como algo inherente, esencial, natural en el
ser humano. No lo niega ni lo rechaza. No emite juicio de valor. Lo reconoce
como una realidad, como un dato. No se puede trabajar sobre el dato (ni
suprimirlo), pero sí se puede trabajar sobre su contenido. De manera tal que la
tarea educativa será trabajar sobre el contendido de ese dato y dotar al
egoísmo de contenido racional.
Por otra
parte, el altruismo es contrario a la esencia del hombre. Niega su naturaleza
racional y lo equipara a las bestias. Lo degrada, lo inmoviliza, lo castra
moralmente y lo hace totalmente dependiente. Por eso todas las izquierdas son
altruistas, porque desconocen esa naturaleza racional del hombre y lo asimilan
a un idiota, o ven a los seres humanos como animales que pueden ser cabresteados por cualquiera dictador de cuarta. Pero, a
nivel mundial, ha sido una herramienta de control político y social sumamente
efectiva.
De lo
dicho surge que, resulta vano rasgarse las vestiduras ante la mención de la
palabra egoísmo como el peor de todos los males. Que los filósofos revisen sus
propios juicios de valor, pero que no pretendan imponer los suyos como dogmas
absolutos. Y cuando arribemos a lo que definía Bastiat:
“En todas las acciones importantes de la vida, debemos respetar la libertad del
hombre para decidir, permitir el uso de su propio juicio que deba ser iluminado
por esa luz interior que Dios le ha dado, y después, dejar que la ley de la
responsabilidad tome su curso,” entonces, habremos encontrado el camino.
• Liberalismo
• Ética
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