Las dos caras de Pokémon Go
Por Alberto Benegas Lynch (h)
En el Pokémon Go, el
juego de realidad virtual móvil que tanto éxito tiene a nivel global,
aparecen dos caras complementarias. Un primer aspecto del juego, que ha
batido récords comerciales desde su irrupción en el mercado y que no
hace distinción de edades, ocupaciones y niveles de ingresos, hace
referencia a un asunto psicológico. Una segunda perspectiva, por su
parte, alude a lo que en economía y ciencia política se denomina "el
orden espontáneo".
Debido al tiempo que insume y al furor
que provoca, el Pokémon Go arrastra a los usuarios a un uso muy
prolongado y en ciertos casos, parecería, resulta difícil desviar la
atención del juego. Días pasados, el vocero del Departamento de Estado
de Estados Unidos, John Kirby, tuvo que interrumpir una conferencia de
prensa sobre las acciones de la coalición internacional contra Estado
Islámico porque un periodista estaba jugando al Pokémon Go.
Estas desproporciones en la diversión, y
la consecuente postergación de lo importante (aquello que tiende al
autoperfeccionamiento en las faenas humanas que apuntan a la excelencia y
la responsabilidad para hacer que las cosas mejoren), convierten este
tipo de juegos en un instrumento de la banalización y frivolización de
la vida. Constituyen un escapismo de los deberes para con la
civilización y la necesidad de mantener los valores que la sustentan.
El tiempo desmesurado que se dedica a
este nuevo juego se acopla a la cultura de la inmediatez y a la
velocidad con que se pretenden sobrevolar los problemas. Así, se encoge
la posibilidad de reflexión y también la de llegar a conclusiones
debidamente sopesadas. La comunicación instantánea y en varias
direcciones simultáneas que imponen estos entretenimientos virtuales no
permite la auténtica comunicación.
Varias son las causas de este fenómeno,
pero entre ellas sobresale el bombardeo que se recibe desde muy diversos
ángulos y sectores respecto de la necesidad de renunciar a uno mismo,
en lugar de atender, alimentar y cuidar la propia alma. "La falla de la
cultura moderna no reside en que la gente está demasiado preocupada en
su interés personal, sino en que no está lo suficientemente preocupada
por su yo", escribió Erich Fromm en Man for himself.
Esta cita se complementa con otra de Santo Tomás de Aquino de la Suma Teológica:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo, por lo que se ve que el amor del
hombre para consigo mismo es como un modelo del amor que se tiene a
otro. Pero el modelo es mejor que lo modelado. Luego el hombre por
caridad debe amarse más a si mismo que al prójimo".
A todo lo dicho se agrega la tendencia
de aplicar la guillotina horizontal en el contexto de la manía por el
igualitarismo, que pretende eliminar las potencialidades de cada persona
como ser único e irrepetible en la historia de la humanidad.
A este cuadro habría que adicionar la
peligrosa escalada de violencia que se registra a nivel mundial, que
exacerba las emociones y provoca una pérdida de sensibilidad. Incluso
hay episodios de violencia que luego se emplean como entretenimiento, en
juegos virtuales que simulan matanzas.
La segunda perspectiva del Pokémon Go
que queremos enfatizar, en cambio, muestra un aspecto de mucho interés
para ilustrar un fenómeno social muy poco comprendido, aunque, vale
aclarar, no elimina para nada la preocupación que despierta el primer
aspecto, puesto que toda desmesura constituye siempre un problema, por
más que cada uno puede hacer lo que le venga en gana siempre y cuando no
lesione derechos de terceros.
Por "orden espontáneo" se entiende que
el conocimiento disperso y fraccionado se coordina en economía a través
de las señales de los precios, sin que intervengan los aparatos
estatales. Más aún, esta intervención estatal, al distorsionar precios,
provoca severos desajustes y derroches de capital, al tiempo que
obstaculiza la evaluación de proyectos y la contabilidad, lo que reduce
salarios e ingresos en términos reales.
La tradición de la Escuela Escocesa del
siglo XVIII fue la primera que fundamentó el proceso de orden abierto
sobre la base del respeto recíproco, en cuyo contexto cada uno, al
seguir su interés personal, beneficia al prójimo, puesto que en las
relaciones interpersonales de una sociedad libre para prosperar es
necesario servir a otros. Este orden natural en el que no media diseño
ni ingeniería social alguna por parte del monopolio de la fuerza que
denominamos gobierno es lo que se bautizó "la mano invisible", en
contraposición a "la metida de pata visible del Estado".
Esta tradición de pensamiento fue
retomada por la contemporánea Escuela Austríaca, de modo muy especial
por el premio Nobel en Economía Friedrich Hayek, quien desarrolló el
concepto del orden espontáneo en alguna medida sobre la base de estudios
de Michael Polanyi. Ahora, vía el juego del Pokémon Go se ilustra este
proceso en un contexto evolutivo, en ausencia de planificación central y
sin que resulten para nada relevantes la religión, la etnia, la
nacionalidad ni la inclinación política de cada uno de los
participantes.
El juego comenzó con unos jóvenes
japoneses en los años 90, malos estudiantes en el colegio. En su formato
final apareció primero en Australia, Nueva Zelanda y Estados Unidos,
con un éxito resonante. A la aplicación debe añadirse el GPS del
celular. Tras registrarse, el jugador se dedica a la caza de pokemones y
a la adquisición de pokeballs, para hacer más certeros sus
lanzamientos. La caza se realiza en muy diversos lugares, con el
acompañamiento de muchas otras personas en el mismo trance. La
naturaleza del juego requiere intercambios de pokemones entre los
participantes para lograr los objetivos recíprocos, lo que acerca a las
partes de la transacción.
Todo este desplazamiento se lleva a cabo
sin un director general, puesto que toda la movida se realiza
espontáneamente, al tiempo que se celebra y aplaude el ejercicio físico
que esta faena demanda.
Lo importante de este juego es que un
proceso natural y espontáneo facilita el encuentro de vecinos y
desconocidos con los que se traban nuevas relaciones, proyectos y
amistades en medio de una distracción con objetivos comunes. Todo a raíz
de iniciativas individuales que no surgen de planes de gobierno donde
están siempre presentes la coacción y, habitualmente, la corrupción.
Esta segunda parte de nuestro análisis
se conecta con la primera, en el sentido de que si se juega con
equilibrio y en una medida justa se pueden obtener atractivas ventajas,
como conocer nuevas personas y entablar provechosos contactos y aprender
recíprocamente de otras experiencias de vida, tal como lo demuestran
varios bien documentados case-studies de universidades
estadounidenses. Es decir, en un paréntesis voluntario en las tareas
diarias se adquieren elementos de juicio para proseguir en el
autoperfeccionamiento y en la contribución -aunque más no sea
milimétrica- para fortalecer valores y principios que conducen al
respeto recíproco característico del liberalismo.
En algunos colegios estadounidenses los
directores no permiten que sus alumnos jueguen al Pokémon y sugieren que
no lo hagan en sus hogares, porque lo consideran adictivo y muy
perturbador para sus estudios. Por su parte, entre otros, dos médicos
australianos y un psicoterapeuta de la misma nacionalidad sostienen que
la adicción también involucra a mayores, puesto que no son pocos los que
abdican de responsabilidades en la vida familiar y laboral.
En definitiva, cualquier juego o
actividad puede llevarse a cabo sin moderación, pero el asunto consiste
en que el Pokémon Go en particular presenta características que deben
tomarse con la debida precaución. Como escribió en la antigüedad Ovidio:
"Nada más poderoso que un hábito mal administrado".
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