Por Alejandro Alle
Parafraseando la canción
"American Pie", que con referencia a la muerte en febrero de 1959 del
precoz rockero Buddy Holly dice "the day the music died", el Financial
Times publicó el viernes pasado en su página web un video en el cual su
editor de finanzas menciona al 27 de febrero como "el día que el sistema bancario estadounidense casi muere".
El "casi" es porque aunque no fue una
nacionalización total, lo que el gobierno estadounidense hizo fue una
importante toma de posesión del Citigroup, una de las instituciones
financieras más grandes del mundo.
De hecho, el gobierno se quedó con
alrededor del 36% de participación accionaria, con lo cual se transformó
por lejos en el mayor accionista del banco.
Y por más que ejecutivos y directores
del Citigroup digan que nada cambiará y que las operaciones del día a
día seguirán su curso normal, los cambios ya han comenzado: en su
carácter de mayor accionista, y habiendo puesto en juego dinero de los
contribuyentes, el gobierno exigió el reemplazo de antiguos directores
por otros nuevos e independientes.
Extrañamente, o quizás no tanto…, en
cuestión de pocas semanas lo que era un tema tabú pasó a ser una
alternativa políticamente viable: la nacionalización temporal de algunas
instituciones financieras, que ocurrió al haber quedado en evidencia
que "arrojarles dinero" selectivamente (a AIG sí, a otras no…) distaba
de resolver el problema de confianza, que es el que verdaderamente azota
a los Estados Unidos. Y al mundo.
La iliquidez no se combate "arrojando
dinero", pues mientras persista la desconfianza el dinero quedará
entrampado en los sistamas financieros. Tal como ocurre actualmente.
Por supuesto que muchos querrán
mostrar a esta parcial y temporal nacionalización como un "evidente
fracaso del capitalismo" (cosa que harán escribiendo sus diatribas en
modernas notebooks, para luego enviarlas por la Internet, claro…),
enarbolando ¿ingenuamente? las banderas del estatismo que tanto daño ha
hecho en América Latina.
Se trata de personajes que
encuadrarían perfectamente en esa "mezcla milagrosa/ de sabiondos y
suicidas", a la que se refiere el tango "Cafetín de Buenos Aires".
La realidad es que tal como
acertadamente indicó el presidente Obama en su discurso de la semana
pasada ante el Congreso estadounidense, salvar al sistema financiero del
colapso es una acción que puede, y debe, ser enfocada a preservar la
propiedad y los empleos de los más pobres. No de los más ricos.
El sistema financiero es a la
economía lo que la sangre es al cuerpo humano: las primeras células en
morir ante un colapso del sistema sanguíneo son siempre las más débiles.
No las más fuertes.
Por el contrario, la política de
"arrojarles dinero" a las instituciones financieras, promovida por el
anterior secretario del Tesoro Hank Paulson, beneficiaba a los más
ricos: los accionistas de los bancos.
Sobre el tema caben dos reflexiones finales:
a) Haber autorizado la fusión de
"bancos zombies", como denomina el economista Nouriel Roubini a las
instituciones insolventes, fue como pretender que dos borrachos pudieran
ayudarse el uno al otro.
Las tomas del Bear Stearns y del
Washington Mutual por parte del JP Morgan Chase, las del Countrywide y
de Merrill Lynch por parte del Bank of America, y la del Wachovia por
parte de Wells Fargo fueron exactamente eso.
El verdadero objetivo de dos
instituciones gravemente heridas, Citi y Wells Fargo, cuando pujaron por
la compra del Wachovia era obviamente transformarse en "aún más
grandes", para asegurarse que la política del "too big to fail"
(demasiado grande para fallar), les facilitaría un rescate "a la
Paulson". Ingenuos abstenerse.
b) Aunque los "sabiondos y suicidas"
no quieran recordarlo…, las principales semillas de esta crisis fueron
la baja artificial de las tasas de interés dictada por la Reserva
Federal, y la presión del Congreso estadounidense para que los gigantes
hipotecarios impulsados por el gobierno, Fannie Mae y Freddie Mac,
provocasen la generación de hipotecas subprime. Un evidente fracaso del
estatismo.
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