¿"Violencia de género"?: Un nuevo fascismo
Por José Luis Cano Gil
Una de las locuras más terribles de
nuestro tiempo es, sin duda alguna, la actual guerra política contra los
hombres en nombre de la pretendida lucha contra la "violencia de género".
Una obsesión ideológica cuyo mero enunciado ya predice su fracaso. No
se puede luchar contra nada, y menos aún contra cualquier tipo de
violencia, desde fanatismos absolutamente incapaces de comprender la
naturaleza y causas profundas del problema. Tal afán "antiviolento" sólo
podrá embestir a ciegas contra la realidad, como elefante en
cacharrería, generando con ello todo tipo de abusos e injusticias y,
sobre todo, agravando un clima de odio y rencor entre los sexos que sólo
incrementará sus violencias mutuas. Veamos seguidamente algunas facetas
de esta terrible religión del odio, que no es, en el fondo, sino
fascismo.
1. Hipocresía
El propio nombre de
esta política, "lucha contra la violencia de género", ya es tramposo y
eufemístico, pues todos sabemos que no se refiere a la violencia de cualquier
género sobre el otro, sino exclusivamente a la de los hombres contra
las mujeres. Pero no se quiere admitir... y esto prueba, en mi opinión,
su mala fe. Si dicha política fuese realmente honesta, se la llamaría
simplemente violencia doméstica o, mejor aún, violencia a
secas. Porque la violencia es intrínsecamente humana (no sexual), puede
ser física y más habitualmente emocional, y afecta indiscriminadamente a
mujeres, hombres, niños, ancianos, animales, etc. O sea que la
"violencia de género" es, por naturaleza, un dogma injusto y
antidemocrático.
2. Ignorancia
La religión de la "violencia de género" mete en el mismo saco a violencias de cualquier índole. Por ejemplo, no es lo mismo el trato humillante que reciben las mujeres en ciertas culturas a causa de valores y costumbres genuinamente machistas, que las acciones violentas surgidas de relaciones emocionales tormentosas, a menudo claramente patológicas, que son desgraciadamente las más comunes entre hombres y mujeres. Confundirlo todo y atribuir a la mezcla una misma causa universal, el "machismo", es profundamente ignorante y, por tanto, inútil.
3. Parcialidad
Cualquiera que carezca de anteojeras sabe perfectamente que las mujeres son, como mínimo, tan agresivas como los hombres. Puede que no lleguen a la violencia física extrema con tanta frecuencia como algunos varones, pero, en el secreto de sus hogares, millones de ellas sí contribuyen al caos familiar a su propia manera, p. ej., gritando, ofendiendo, abusando, humillando, agrediendo, chantajeando, manipulando y castigando continuamente (a sus parejas, hijos u otros familiares), y a veces también matan o intentan matar. Dado que todo ello forma parte de la violencia humana... ¿por que sólo los varones son vigilados políticamente?
4. Patologías
Todos los profesionales de la salud mental y social sabemos que la mayoría de violencias, incluidas las domésticas, son un claro síntoma de relaciones psicosociales trastornadas. Por eso, en general, las agresiones -emocionales y/o físicas- entre hombres y mujeres forman parte de vínculos más o menos neuróticos y prolongados que no suelen romperse fácilmente o, si lo hacen, ¡a menudo vuelven a rehacerse! Por ello, su única prevención y remedio nunca podrá ser ninguna inquisición política, sino sólo la psicoterapia y la asistencia social.
5. Fanatismo
La psicodinámica de los ardores contra la "violencia de género" suele ser, cuando menos, tan patológica y violenta como los males que quieren combatir. No hay más que observar cualquier debate sobre el tema en los medios de comunicación. Sean cuales sean los argumentos esgrimidos, son claramente advertibles las enormes cantidades de odio, furia, rencor y radicalismo que subyacen a aquéllos. La sospecha salta a la vista: ¿les preocupa entonces de verdad solucionar el problema social de la violencia doméstica... o sólo están proyectando sus propios fantasmas personales, realizándose "autoterapias" a costa de los hombres? Para mí, la respuesta es obvia e invalida a esa clase de personas para ocupar cargos de responsabilidad en dichos asuntos. Cualquier neurótico que no sea consciente de sus heridas, por mucho que intente "aliviar" los problemas sociales, sólo se convertirá en un parte más de éstos. Y todos sus argumentos y acciones serán síntomas de ello.
6. Maniqueísmo
El fascismo antimasculino, como toda doctrina nacida del odio y destinada a propagarlo, surge de un típico maniqueísmo de "buenos y malos" -el maniqueísmo es trágicamente humano y perenne- por el que, esta vez, los malos (o sospechosos de serlo) son los hombres en general, mientras que las inocentes (o predispuestas a serlo) son las mujeres. Tal doctrina es obviamente, en lo ético e intectual, lastimosa. No hay en ella el menor atisbo de lucidez, humanismo, amor, afán de igualdad y justicia... Por el contrario, en nombre de tales valores, sólo busca inconscientemente dificultar, impedir, destruir todo lo bueno (amor, amistad, familia, placer, complicidad) que los seres humanos, es decir, los hombres y las mujeres, sí podemos darnos.
El autor es psicoterapeuta.
2. Ignorancia
La religión de la "violencia de género" mete en el mismo saco a violencias de cualquier índole. Por ejemplo, no es lo mismo el trato humillante que reciben las mujeres en ciertas culturas a causa de valores y costumbres genuinamente machistas, que las acciones violentas surgidas de relaciones emocionales tormentosas, a menudo claramente patológicas, que son desgraciadamente las más comunes entre hombres y mujeres. Confundirlo todo y atribuir a la mezcla una misma causa universal, el "machismo", es profundamente ignorante y, por tanto, inútil.
3. Parcialidad
Cualquiera que carezca de anteojeras sabe perfectamente que las mujeres son, como mínimo, tan agresivas como los hombres. Puede que no lleguen a la violencia física extrema con tanta frecuencia como algunos varones, pero, en el secreto de sus hogares, millones de ellas sí contribuyen al caos familiar a su propia manera, p. ej., gritando, ofendiendo, abusando, humillando, agrediendo, chantajeando, manipulando y castigando continuamente (a sus parejas, hijos u otros familiares), y a veces también matan o intentan matar. Dado que todo ello forma parte de la violencia humana... ¿por que sólo los varones son vigilados políticamente?
4. Patologías
Todos los profesionales de la salud mental y social sabemos que la mayoría de violencias, incluidas las domésticas, son un claro síntoma de relaciones psicosociales trastornadas. Por eso, en general, las agresiones -emocionales y/o físicas- entre hombres y mujeres forman parte de vínculos más o menos neuróticos y prolongados que no suelen romperse fácilmente o, si lo hacen, ¡a menudo vuelven a rehacerse! Por ello, su única prevención y remedio nunca podrá ser ninguna inquisición política, sino sólo la psicoterapia y la asistencia social.
5. Fanatismo
La psicodinámica de los ardores contra la "violencia de género" suele ser, cuando menos, tan patológica y violenta como los males que quieren combatir. No hay más que observar cualquier debate sobre el tema en los medios de comunicación. Sean cuales sean los argumentos esgrimidos, son claramente advertibles las enormes cantidades de odio, furia, rencor y radicalismo que subyacen a aquéllos. La sospecha salta a la vista: ¿les preocupa entonces de verdad solucionar el problema social de la violencia doméstica... o sólo están proyectando sus propios fantasmas personales, realizándose "autoterapias" a costa de los hombres? Para mí, la respuesta es obvia e invalida a esa clase de personas para ocupar cargos de responsabilidad en dichos asuntos. Cualquier neurótico que no sea consciente de sus heridas, por mucho que intente "aliviar" los problemas sociales, sólo se convertirá en un parte más de éstos. Y todos sus argumentos y acciones serán síntomas de ello.
6. Maniqueísmo
El fascismo antimasculino, como toda doctrina nacida del odio y destinada a propagarlo, surge de un típico maniqueísmo de "buenos y malos" -el maniqueísmo es trágicamente humano y perenne- por el que, esta vez, los malos (o sospechosos de serlo) son los hombres en general, mientras que las inocentes (o predispuestas a serlo) son las mujeres. Tal doctrina es obviamente, en lo ético e intectual, lastimosa. No hay en ella el menor atisbo de lucidez, humanismo, amor, afán de igualdad y justicia... Por el contrario, en nombre de tales valores, sólo busca inconscientemente dificultar, impedir, destruir todo lo bueno (amor, amistad, familia, placer, complicidad) que los seres humanos, es decir, los hombres y las mujeres, sí podemos darnos.
Conclusiones
Por todo lo expuesto, creo, en fin, que la triste "lucha contra la
violencia de género", muy lejos de constituir alguna solución para nada,
forma parte del mismo sistema de violencias sociopolíticas visibles e
invisibles que, ya desde la infancia, vienen torturando a los seres
humanos. Por supuesto que hay que solucionar y, mejor aún, prevenir caso por caso cualquier tipo de violencia.
Pero nos basta para ello con mejorar y aplicar nuestras leyes. No
necesitamos totalitarismos a medida para que algunas personas puedan dar
rienda suelta a sus demonios particulares a costa de la sociedad
entera. Si no frenamos este crimen, millones de hombres y mujeres van a
seguir odiándose cada vez más. Las familias seguirán desintegrándose y,
con ellas, sus hijos. La locura social arreciará... Etc. Pues, como ya
señaló Alice Miller, la única forma de poner fin a toda brutalidad es
concienciar y curar las heridas que tod@s, sin excepción, llevamos en el corazón. El autor es psicoterapeuta.
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