Nuestro Pasado Económico: El Ascenso de Occidente
Por Robert Higgs
A lo largo de la historia humana, la
privación material y la inseguridad crónica fueron la norma. Ni aun
aquellos en la cima del status social y del poder político, podían
disfrutar de las comodidades y de los placeres del consumidor que la
gente “pobre” da por sentados hoy día en occidente. Ocasionalmente,
ciertas poblaciones la pasaron algo mejor—en Grecia y Roma antiguas,
quizás, y en China durante la Dinastía Sung (960–1279)—pero aquellos
fueron casos excepcionales.
Recién en el siglo catorce, el pueblo
chino disfrutó probablemente del mayor nivel de vida de cualquier gran
población. Recuérdese el asombro con el cual los europeos recibieron la
descripción de Marco Polo sobre China a finales del siglo trece, aunque,
como Polo declaró en su lecho de muerte, él no había descrito ni la
mitad de lo que había visto. [1]
A medida que la Edad Media se extinguía,
los europeos comenzaron a generar un más rápido progreso económico,
mientras que los chinos caían en un estancamiento económico. Aún más
notable, la energía económica de Europa comenzó a desplazarse desde los
grandes centros comerciales de Italia del norte hacia la periferia de la
civilización en el noroeste de Europa. Los bárbaros, parecía, habían
dado de alguna manera con el secreto del progreso económico. De ahí en
más, a pesar de muchos reveses, los europeos occidentales—y más adelante
sus primas colonias en Norteamérica—hicieron que los humanos se
destacaran constantemente. Hacia el siglo dieciocho habían superado
estrechamente a los chinos, para no mencionar a los pueblos más
atrasados del mundo, y hasta fines del siglo veinte la brecha continuó
ampliándose.
¿Cómo occidente tuvo éxito en la
generación de un progreso económico sostenido? Los historiadores y los
científicos sociales han ofrecido varias hipótesis, y ninguna
explicación ha alcanzado hasta ahora la aceptación general. Sin embargo,
ciertos aspectos de una respuesta han recibido un amplio consenso. El
creciente individualismo de la cultura occidental, enraizado en la
doctrina cristiana, parece haber contribuido significativamente. [2]
Además, la fragmentación política de los pueblos europeos en la alta
Edad Media y comienzos del periodo moderno—un pluralismo político con
centenares de jurisdicciones separadas—fomentó la experimentación
institucional y tecnológica mediante la cual los empresarios podían
descubrir cómo tornar más productivos al trabajo y al capital.
Fundamental para ése dinamismo sostenido
fue la condición de los derechos de propiedad privada, la que
gradualmente mejoraba. Mientras la gente no pueda contar con una
perspectiva razonable de cosechar los frutos de sus esfuerzos e
inversiones, tiene poco o nada de incentivo para trabajar duramente o
para acumular capital físico, humano, e intelectual. Y sin tal
acumulación, no hay progreso económico en curso que sea posible. Sin
embargo, unos derechos de propiedad privada más confiables no caen
simplemente del cielo. Para la mayoría, los comerciantes adquirieron la
protección de las tales derechos pagándole a los barones ladrones y a
los aspirantes a reyes, quienes constituían el fragmentado estrato
dominante de la Europa occidental.
En el extremo, los comerciantes
establecieron la independencia política en las ciudades-estado donde
podían ejercitar un completo control sobre las instituciones legales que
resguardaban sus actividades económicas."El hecho de que la
civilización europea haya pasado a través de una fase de la
ciudad-estado es," según Sir John Hicks, “la clave principal de la
divergencia entre la historia de Europa y la historia de Asia.” [3] A
fines de la era medieval, Venecia, Génova, Pisa, y Florencia lideraron
el camino. Más adelante, Brujas, Amberes, Amsterdam, y Londres tomaron
la delantera. Las propias milicias citadinas estaban listas para
defenderlas contra amenazas a su autonomías político -económicas.
Para facilitar su negocio, los
comerciantes desarrollaron su propio sistema legal. Se buscó
proporcionar una rápida, barata, y justa resolución de los conflictos
comerciales. Esta lex mercatoria estableció instituciones y precedentes
que han sobrevivido hasta el presente, y ahora encuentran su expresión
en un extenso sistema de resolución alternativa (no estatal) de
conflictos en los procedimientos de arbitraje. [4] En algunos países,
los comerciantes y los productores utilizaron en última instancia, su
influencia política, para incorporar sus propias instituciones legales
en la ley estatal. Debido a la fragmentación política de Europea, los
gobiernos que le hacían la vida demasiado difícil a los mercaderes,
tendieron a alejar a los comerciantes y a sus negocios—y por lo tanto a
su base tributaria—hacia las jurisdicciones competitivas, y la
perspectiva de tales pérdidas motivó a los reguladores a frenar su
depredación y conceder a los hombres de negocios espacio para maniobrar.
[5]
En contraste con los comerciantes de
Europa (y más tarde de los Estados Unidos), que podían emplear a un
gobierno contra otro en su búsqueda por afianzar los derechos de
propiedad privada, los hombres de negocios de China sufrieron una
ineludible represión por parte de su omnicomprensivo gobierno imperial.
“Para el año 1500 el Gobierno había considerado una ofensa capital el
hecho de construir un barco con más de dos mástiles, y en 1525 el
Gobierno ordenó la destrucción de todas las naves oceánicas.” Así,
China, cuyo comercio exterior había sido extenso y de gran envergadura
durante siglos, “se fija a si misma un camino que la conducirá a la
pobreza, a la derrota y a la declinación.” [6] Entre muchas otras
acciones adversas, el gobierno dominado por los mandarines “detuvo el
desarrollo de los relojes y de la maquinaria industrial operada con agua
a través de China.” [7] En el mundo Islámico, a su vez, un gobierno
imperial anuló al progreso económico al fracasar en la protección de los
derechos de propiedad privada e imponer reglas arbitrarias e impuestos.
[8]
En el siglo veinte, el imperio soviético
abrazó además la política de imponer una gran mala idea—la de la
economía centralmente planificada—que suprimió por completo la libertad
económica necesaria para un progreso económico sostenido.
Desafortunadamente, los comunistas chinos, los europeos del este, y
muchos de los gobiernos postcoloniales del Tercer Mundo siguieron a la
URSS a lo largo de ese camino hacia la ruina económica.
Hoy en día, finalmente, parece que casi
todos han logrado comprender el nexo entre la libertad económica y el
desarrollo económico y apreciar la vital importancia de los derechos de
propiedad privada. No obstante, en todas partes, los gobiernos continúan
concediéndole a los buscadores de privilegios, incontables barreras
sobre la economía. Mientras tanto, la historia confirma que los derechos
de propiedad privada requieren de una constante defensa, a efectos de
que la condición previa de todo el progreso económico no sea debilitada y
destruida.
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