Alberto Mansueti
No de la noche a la mañana. Poco a poco. Es un
proceso gradual en tres etapas, que lleva ya mucho tiempo, demasiado, por el
cual se nos va privando de la capacidad para pensar.
Como Ud. sabe, los animales no pueden razonar;
en cambio los seres humanos se supone que razonamos. El razonamiento es modelo
“deductivo” cuando partimos de ciertas premisas, sean evidencias fácticas
(hechos), o postulados indemostrables (axiomas), y de ellas pasamos a conclusiones
intermedias, y después a conclusiones finales, que son guías válidas para la
acción racional.
Esta capacidad es la “facultad especulativa” o
deductiva, que va de lo general a lo particular, y de lo abstracto a lo
concreto, con el método de la “Lógica”; que antes era materia importante en
colegios y universidades, pero ya no. Antes la gente podía más o menos seguir
un razonamiento así, aunque sea de manera no formal sino intuitivamente, con el
puro “sentido común”. Ahora no, al menos la mayoría.
(1) Porque mucha gente comenzó a aborrecer
“las generalidades”, y a odiar las abstracciones, sin captar que siempre que
pensamos, lo hacemos en términos de conceptos, que por naturaleza son generales
y abstractos. Pero los caprichosos demandaron “casos concretos”, “nada de
teorías”, “hechos y no palabras”. Para complacer esta arbitraria exigencia, se
fue perdiendo la capacidad deductiva, la forma más perfecta de discurrir, o
sea, de razonar. En la primera fase.
No obstante, subsistía aún el modelo de
razonamiento inductivo, segunda forma, menos perfecta, pero válida, aunque con
salvedades y reservas, que va de lo particular a lo general, y de lo concreto a
lo abstracto. Es la “facultad generalizadora”, que sirve para llegar a los
conceptos generales mediante la inducción, operación opuesta a la deducción.
Las personas racionales, a partir de casos particulares y concretos de la
experiencia, tanto de su entorno inmediato, como de experiencias mediatas pero
de las que podían informarse debidamente, más o menos hacían inferencias
válidas, de modo inductivo, que también servían como guías valiosas para la
acción racional.
(2) Pero la aversión anti-conceptual siguió en
su irracional embestida, impulsada por el relativismo, que niega la posibilidad
de verdades absolutas, y hasta de verdades objetivas. Sus formas extremas son
el subjetivismo radical, y el “nominalismo”, que niega a las expresiones
generales y abstractas, aún obtenidas inductivamente, correlatos válidos en el
mundo “real”. Un mundo, para colmo, reducido casi a la sola experiencia, e
inmediata, de cada persona, no ya mediata, y tampoco de experiencia racional o
intelectual, sino puramente emocional y sentimental. Con la histeria del “no
poner etiquetas”, se perdió esta otra facultad racional, la inducción. Nos
hicimos más básicos, elementales, primitivos. En la segunda fase.
Sin embargo subsistía aún el razonamiento por
analogía, tercera forma, con muchas debilidades, que va de lo particular a lo
particular, y de lo concreto a lo concreto, con muy poco apoyo conceptual. Es
la que usa el “pensamiento mágico”, mucho más próxima al modo animal de
conducta. La mayor parte de la gente, incluso con diplomas, se volvió incapaz
de razonar, excepto por analogías. ¡Muy grave!
(3) Y ahora ya casi ni eso. Porque los
movimientos románticos, en el orden político (Socialismo), filosófico
(Posmodernismo), y religioso (“Nueva Era”), nos trajeron a la tercera fase de
animalización, perdiendo la ya muy debilitada facultad conceptual, o capacidad
de pensar en conceptos, para poder clasificar e identificar, y evaluar
racionalmente a los sujetos concretos de conocimiento y experiencia, sean
sucesos, conductas, personas, grupos o entidades particulares de cualquier
género. Se insiste maniáticamente en la singularidad única, específica e
irrepetible de cada situación individual, y se impide hacer comparaciones y
contrastaciones, para opinar o emitir juicios con fundamento.
Por eso la mayor parte de la gente ahora no
puede pensar, de ningún modo; ni expresarse en conceptos. Se confunde. El
“pensamiento blando” o inarticulado (que es no-Pensamiento) se comunica en un
lenguaje no articulado, cada vez más estereotipado y pobre. Hasta en
Universidades, no se aceptan términos conceptuales, sólo clichés “políticamente
correctos”, mucho menos especulaciones, sean deductivas, inductivas o
analógicas, y si se ofrecen, son rechazadas categóricamente.
A semejanza de los animales, que sólo
reaccionan ante lo concreto, las referencias son nada más a personas, hechos y
conductas de la experiencia inmediata, muy limitada. O a sucesos o entes
concretos que la prensa hace públicos y notorios, llamando la atención para
manipular, con muy pocas informaciones, nada objetivas, y muchas apelaciones
emocionales y sentimentales, y judicativas de tipo maniqueo, para arrancar
aplausos frenéticos o condenaciones rabiosas, igualmente dramáticas.
Así no se razona; sólo se está “a favor” o “en
contra”: se aplaude o repudia, se admira o sataniza, se santifica o insulta.
“¡Arriba esto, abajo aquello otro!” “¡Viva Fulano! ¡Muera Mengano!” Como
animales: “¡Quiero comida, no quiero baño!”
Si me preguntas quiénes lo hacen, con qué
intenciones; y si hay excepciones, y sobre todo, si hay esperanzas, tienes las
respuestas en mis artículos de la serie “Pisando Callos”, en la Web del Foro
Liberal de América Latina.
¿Te preocupa el mundo que tendrán tus hijos?
Entonces, ¡comparte este escrito!
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