Sunday, July 24, 2016

Soluciones bálticas para Eslovenia

Dalibor Rohac dice que "Desde 2011, las tasas de crecimiento en los países bálticos han estado consistentemente por encima de 5 por ciento, en medio de la turbulencia financiera y económica".

Dalibor Rohac fue analista de políticas públicas del Cato Institute (2013-2015). Actualmente se desempeña como investigador asociado en el American Enterprise Institute.
Eslovenia, una vez celebrada como el ejemplo de Europa Central y Oriental, ahora es percibida por muchos como otra de las economías enfermas de Europa. Considerando que los rendimientos de los bonos están cerca de aquellos de Portugal y la rebaja en la calificación de Moody’s para uno de los bancos más grandes de ese país, los rumores de un inminente rescate abundan —aunque son enérgicamente negados por Alenka Bratušek, el primer ministro de Eslovenia.



Para resolver sus problemas, los eslovenos deberían mirar al norte, dado que sus problemas se asemejan los padecimientos que enfrentaron los países bálticos hace tan solo cuatro años.
No nos equivoquemos —Eslovenia no es un desastre. Desde el colapso de Yugoslavia, el país ha tenido un sector privado fuerte e innovador, una infraestructura espectacular, vistas alpinas y pasto bien cuidado, haciendo que se parezca más a Austria o Suiza que a una economía en transición.
A pesar de una severa contracción económica de casi 8 por ciento del PIB en 2009 y solamente una recuperación débil desde ese entonces, los eslovenos siguen siendo los más afluentes de los habitantes de los países en transición de Europa Central y Oriental, teniendo un desempleo todavía por debajo del 10 por ciento —mucho menos que el 14,5 por ciento en Eslovaquia, generalmente percibido como el país que ha sobrellevado la crisis de manera exitosa. La relación deuda/PIB de Eslovenia está rondando el 53 por ciento del PIB —de acuerdo a los estándares europeos ésta es una cifra eminentemente razonable.
Además, los problemas de Eslovenia ni carecen de precedentes ni son imposibles de resolver. No debería sorprender que la clave se encuentre en el sector financiero del país, que incluye alrededor de 7.000 millones de euros en malos préstamos, alrededor de 20 por ciento del PIB de la nación adriática. El colapso financiero en Chipre ha generado dudas acerca de la capacidad de los bancos eslovenos de lidiar con el problema y, por ende, de la habilidad del gobierno esloveno de recapitalizar su sector bancario, si es que se presentase la necesidad.
Por esto es que Eslovenia debería mirar al norte. Durante su bonanza de crédito entre 2000 y 2007, el endeudamiento de Letonia llegó a 116 por ciento del PIB. Al inicio de la crisis en 2008, los malos préstamos en Lituania y Letonia constituían aproximadamente un quinto del total de los préstamos. Y al igual que Eslovenia, que ha sido un miembro de la Eurozona desde 2007, la deuda privada excesiva de Letonia había sido parcialmente alentada por el régimen de tipo de cambio fijo.
Entre 2008 y 2009, Letonia, junto con otros estados bálticos, sufrieron una profunda contracción económica. En gran medida, los estados bálticos, incluyendo Letonia, reaccionando de manera similar, implementaron una combinación de recortes severos del gasto público y reformas estructurales de gran envergadura, y se recuperaron rápidamente. El tamaño del ajuste fiscal fue asombroso —en Letonia fue equivalente a 11 por ciento del PIB en tan solo un año.
Entre las medidas tomadas por el gobierno letón estuvieron reformas que mejoraron los mecanismos legales para la ejecución de créditos, promoviendo la resolución descentralizada de las deudas a través de los mercados, y también cambios en el código tributario que facilitaron la reestructuración de las deudas. En el sector financiero, los resultados no fueron inmediatos —la proporción de los préstamos no-rentables permanecería alta durante varios años.
Sin embargo, como los líderes eslovenos deberían notar, el efecto económico general de las reformas bálticas fue rápido e incuestionablemente positivo. Desde 2011, las tasas de crecimiento en los países bálticos han estado consistentemente por encima de 5 por ciento, en medio de la turbulencia financiera y económica.
Aunque Letonia recibió un préstamo del FMI, está lejos de ser obvio que éste hizo una diferencia importante —después de todo, Lituania y Estonia, que no recibieron ayuda del FMI, adoptaron estrategias similares de reforma con resultados muy parecidos. Considerando el bajo nivel de la deuda del sector público, no hay razón por la cual una estrategia creíble de reforma por parte de un líder esloveno no debería ameritar confianza por parte de los mercados de bonos.
Bratušek debería considerar cuidadosamente la historia de los países bálticos antes de tomar medidas irreversibles. Aunque los líderes europeos han ensayado una serie de trucos para evitar estas conclusiones, la verdad es que en la adversidad económica, no hay sustituto para las políticas sólidas y para las reformas pro-crecimiento de gran envergadura. Y mientras que algo del dolor es inevitable, la nación adriática de dos millones de personas tiene la singular oportunidad de unirse a Estonia, Letonia y Lituania en el grupo de países pioneros en reformas económicas que pueden liderar el camino para que Europa salga de su actual caos.

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