Wednesday, July 20, 2016

¿Seremos, algún día, un país serio? Sí, pero no en este sexenio

Ángel Verdugo
 

¿Seremos, algún día, un país serio? Sí, pero no en este sexenio

¿Acaso piensa que dejar hacer todo a todos, es lo adecuado para estimular la confianza y atraer inversión?

No recuerdo, durante estos últimos cincuenta años, un momento como el actual donde, los retos a enfrentar por el Estado mexicano hubiesen sido comparables en magnitud y complejidad a los actuales.
Ni durante los meses del Movimiento Estudiantil de 1968 o durante las elecciones del año 1988, el país enfrentó los problemas políticos con tal incertidumbre en el futuro, como en los tiempos que corren. Si bien las cosas se van a componer —de eso no hay duda—, y el país y los mexicanos retomaremos la senda del crecimiento y la construcción de un mejor futuro, hoy por hoy el panorama luce, diría el clásico, negro subido.



En los tiempos que corren, las condiciones que han generado la globalidad y la apertura de prácticamente todas las economías del mundo, hacen poco o nada comparable la situación enfrentada hoy, con la vivida hace 48 años. De ahí que los intentos de no pocos, de pretender comparar a Peña Nieto con Díaz Ordaz, no pasan de ser posiciones políticamente correctas, pero producto de una profunda ceguera histórica y burda demagogia la cual, sin duda, debería preocupar a sus autores.
Las decisiones a tomar en los tiempos que corren, en respuesta a retos que todavía hace unos cuantos años eran completamente desconocidos y si me apura, calificaría de inimaginables, exigen al gobernante una cabal comprensión de los problemas políticos y delictivos y sus causas, y una firme voluntad para tomar las decisiones impopulares y dolorosas obligadas, las cuales, además de no admitir vacilación alguna en aquél, deben ser tomadas en su debida oportunidad.
Cuando revisamos la respuesta que gobiernos democráticos dan —en los tiempos actuales—, a los retos que la inestabilidad política y la volatilidad económica ponen a éste o aquel gobierno, la conducta del nuestro luce, por decir lo menos, temerosa o cobarde; además, en no pocas ocasiones —para no decir siempre—, lo que deja ver nuestra autoridad, es una tolerancia a la violación de la ley que raya, cínica y peligrosamente, en la total complicidad.
Si bien las causas de esa conducta van de la corrupción y colusión con los delincuentes, y pasan por el temor a ser acusados de represores para llegar a la clara y flagrante complicidad con quienes delinquen, hay que decir que al final del día, el perdedor permanente es el ciudadano que vive de su trabajo, y lucha por atrapar la diaria y a veces inasible chuleta.
¿Es posible entonces, preguntarnos si hoy, ante los grupos de delincuentes —sin importar si se hacen llamar luchadores sociales o no—, la conducta que deja ver el gobierno de Peña Nieto, es la adecuada a la violación sistemática de la ley, y a la violencia irracional —propia de desequilibrados mentales—, que vemos y padecemos desde hace casi tres años y medio, permanente y sistemáticamente?
 ¿Cuál sería la respuesta, por ejemplo, del gobierno chileno, ante la violencia que hoy les vemos a la CNTE, la CETEG y a los que, desfasados históricamente medio siglo, piensan que así es como harán la revolución para instaurar el socialismo en México?
Por otra parte, ¿qué lleva a este gobierno a actuar así? ¿Acaso piensa que dejar hacer todo a todos, es lo adecuado para estimular la confianza y atraer inversión? ¿Acaso hay algún desequilibrado en el gabinete de Peña Nieto que piense que así se estimula la creación de fuentes de empleo permanente?
¿Qué veremos, de seguir así? ¿Acaso no lo imagina? Piense un poco, y verá el futuro que nos espera.

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