Saturday, June 18, 2016

El empresario público y el marxista libertario


Este puente de mayo, en plena Fiestra del Trabajo, he tenido la fortuna de participar en el Free Market Road organizado por el Austrian Economic Center y el Instituto Juan de Mariana-Sevilla con Fernando Nogales a la cabeza y un equipo de gente joven y eficiente que ha logrado que el evento sea un éxito en toda regla.
Además de reencontrarme con amigos de hace tiempo, he tenido la suerte de conocer a nuevos amigos que, desde otros países y otros foros, defienden los mismos valores que yo. Uno de ellos es el economista griego afincado en los Estados Unidos, John E. Charalambakis. No he podido reprimirme y le he preguntado por el nuevo “dios” griego. Con muchas comillas. Es irónico, por supuesto.



Libertario y marxista en la vida
John me confirmaba lo que ya sabíamos. A saber, Varoufakis es un encantador de serpientes, por un lado. Y por otro, Varoufakis es apariencia.
-        “Pero ¡ha trabajado en Teoría de Juegos! ¡ha dado clase en universidades de Australia y de Gran Bretaña! Pero, pero….”, le decía yo, emulando los argumentos que mucho economista bienintencionado español habría puesto encima de la mesa.
Que no. Que no es oro todo lo que parece. Que podrá ser un buen profesor. Que lo de la Teoría de Juegos no te hace más listo por sistema. Que no es buen economista, o si se prefiere, no es buen  “economista político”. Y entonces es cuando me contó que le conoce hace tiempo, ha tenido la oportunidad de conversar largamente con él acerca de las soluciones a los problemas que viene arrastrando Grecia, y que, al contarle que John es libertario, Yannis le dijo con sonrisa de “encantador de serpientes”.
-        “¡Ah! ¡Como yo!”
-        “¿Cómo tú? ¡No puede ser! ¡Pero tú dices que eres marxista!”
-        “Claro, es que soy marxista libertario”.
Ahí queda eso. Y la nieve abrasa. Defendamos el estado distribuidor y defendamos el estado mínimo posible, todo a la vez.
Hay una pepera liberal candidata a la alcaldía de Madrid, un socialista liberal candidato a la alcaldía de Madrid y un candidato de un partido de nuevo cuño, cuyo líder nacional se presenta como liberal progresista
El Estado como empresario
Me hace tanto daño a los oídos como a las neuronas escuchar esas cosas. A menos que te des cuenta de que hablamos de un político. Es decir, de una persona capaz de abrazar con la fe de un torero la etiqueta que sea con tal de ganar, o de tener poder dentro del partido. Se trata de cosas muy diferentes pero muy relevantes. En los tiempos preelectorales que vivimos, más aún. Hay una pepera liberal candidata a la alcaldía de Madrid, un socialista liberal candidato a la alcaldía de Madrid y un candidato de un partido de nuevo cuño, cuyo líder nacional se presenta como liberal progresista. Así que la cosa está reñida.
Y eso que, además de John Charalambakis, también estaba Leszek Balcerowicz, antiguo presidente del Banco Nacional de Polonia y viceprimer ministro en el gobierno de Tadeusz Mazowiecki. Es famoso por la ejecución del programa de transformación económica de Polonia en la década de 1990, una terapia de choque que comúnmente se conoce como el Plan Balcerowicz. Un gran tipo, valiente, inteligente y con el firme propósito y voluntad de huir del desastre moral y económico que supone el comunismo. Es el político al que yo votaría. Y nunca pensé que diría eso de nadie.
La idea de un ideario libertario y comunista es tan estrambótica como la del Estado emprendedor. Por definición, no puede existir tal cosa como “Estado empresario”. Y, sin embargo, sé que la mayoría de la población la entiende como algo normal y le cuesta entender que entra, de nuevo, en la categoría de los fenómenos tipo nieve ardiente.
¿Quién asume las pérdidas que desde hace años presentan la mayoría de las empresas públicas de este país? Nosotros, los ciudadanos que pagamos impuestos
¿Cómo se define el empresario sino como quien asume riesgos al apostar su dinero o el de otros en una actividad económica que, potencialmente, al menos, tiene expectativas de beneficio? Eso no es lo que hacen las empresas públicas. El gestor de la empresa pública sí es similar al de la empresa privada. Pero no es el verdadero “empresario”. En nuestras empresas por acciones, en las que la propiedad y la gestión están separadas, el riesgo lo toma el accionista que delega en un Consejo de Dirección, que a su vez contrata al CEO. Y si se equivoca la elección, el que sufre las pérdidas es el accionista que ve disminuidos sus beneficios.
¿Quién asume las pérdidas que desde hace años presentan la mayoría de las empresas públicas de este país? Nosotros, los ciudadanos que pagamos impuestos, y nuestros nietos que se harán cargo de la deuda, con un poco de suerte. Pero nadie más. Y no decidimos nada. Ni siquiera podemos decidir no participar en esa inversión. Porque no hay partido político que vaya en contra de sí mismo, y que esté dispuesto a asumir los costes de sus decisiones, en su propio patrimonio, por ejemplo.
¿Y cómo llamamos a este fenómeno de la empresa pública? Apropiación indebida de los bienes ajenos mediante la fuerza.

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