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Thursday, June 16, 2016

Xi Jinping ha cambiado la fórmula ganadora de China

La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación.
Gideon Rachman Financial Times
Las tres revoluciones del país han sido revocadas por su ’hombre fuerte’. (El Financiero)
La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación. Pero esa impresión es engañosa. Xi Jinping está conduciendo a su país hacia nuevas direcciones radicales y arriesgadas.

Si las nuevas políticas del presidente tienen éxito, la era Xi se recordará por el logro de su frecuentemente declarada meta de un “gran rejuvenecimiento” de la nación china. Pero si los experimentos del Sr. Xi no funcionan, es probable que su legado sea la agitación política, el estancamiento económico y la confrontación internacional.

Lo que el Sr. Xi ha hecho es esencialmente abandonar la fórmula que ha impulsado el crecimiento de China durante los últimos 30 años. Deng Xiaoping creó esa fórmula después de llegar al poder a finales de 1978, y sus sucesores la refinaron posteriormente. La fórmula consistía de tres ingredientes claves: los políticos, los económicos y los internacionales.

Con respecto a la economía, Deng y sus sucesores recalcaron las exportaciones, la inversión y la búsqueda de un crecimiento anual de dos dígitos.

En política, China se apartó del modelo carismático y dictatorial creado por Mao Zedong y se enrumbó hacia una dirección colectiva. Y en asuntos exteriores, China adoptó un enfoque modesto y prudente en cuanto al mundo que llegó a ser conocido coloquialmente en el Occidente como “ocultar y esperar”, inspirado en el famoso consejo de Deng dirigido a sus colegas de “ocultar las capacidades, esperar el momento oportuno”.

Bajo Xi — quien asumió la dirección del Partido Comunista chino hacia finales de 2012 — los tres ingredientes claves de la fórmula de Deng han cambiado. En cuanto a política, China ha vuelto a un modelo basado en un ‘hombre fuerte’: el mismo Xi. En economía, los años de crecimiento de dos dígitos se terminaron y China está buscando un nuevo modelo, uno impulsado más por el consumo interno que por las exportaciones. Y en asuntos internacionales, la era Xi ha presenciado un alejamiento del “ocultar y esperar” hacia una política exterior que desafía la dominación estadounidense de la región de Asia y el Pacífico.

Los tres grandes cambios de política tienen diferentes orígenes. En economía, el viejo modelo de crecimiento basado en las exportaciones, en las altas tasas de inversión y en los bajos salarios no podía continuar eternamente. Simplemente el tamaño de la economía china — combinado con el aumento de los costos en China y con un crecimiento más lento en el Occidente — hizo que el cambio fuera inevitable. Pero el cambio hacia un nuevo modelo es peligroso. En el período posterior a la crisis financiera de 2008, China puso en marcha un derroche insostenible de crédito y de inversión que aún pudiera culminar en una crisis financiera.

Incluso si se evita ese desagradable destino, China todavía tiene que acostumbrarse a tasas de crecimiento más bajas.

En lo que atañe a la política, durante la era pos-Mao el Partido Comunista ha buscado seguir un camino intermedio entre la dictadura y la democracia. La idea era adoptar un estilo colectivo de gobierno, con suaves transiciones de liderazgo gestionadas por el propio partido. Hu Jintao, el precursor aburrido de Xi, representaba el epítome de este sistema. Él nunca alentó un culto a la personalidad, sirvió dos términos en su cargo, y luego dejó el poder.

Xi se ha apartado de este modelo. En la actualidad, él se considera ampliamente como el líder más poderoso de China desde Mao.

Al mismo tiempo que las tensiones económicas y políticas dentro de China han aumentado bajo Xi, la política exterior del país se ha vuelto más nacionalista y más dispuesta a arriesgar una confrontación con el Occidente y con los vecinos asiáticos de China.

Xi Jinping ha cambiado la fórmula ganadora de China

La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación.
Gideon Rachman Financial Times
Las tres revoluciones del país han sido revocadas por su ’hombre fuerte’. (El Financiero)
La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación. Pero esa impresión es engañosa. Xi Jinping está conduciendo a su país hacia nuevas direcciones radicales y arriesgadas.

Si las nuevas políticas del presidente tienen éxito, la era Xi se recordará por el logro de su frecuentemente declarada meta de un “gran rejuvenecimiento” de la nación china. Pero si los experimentos del Sr. Xi no funcionan, es probable que su legado sea la agitación política, el estancamiento económico y la confrontación internacional.

Tuesday, June 14, 2016

Por qué los políticos son corruptos, ineficientes y mentirosos


La respuesta corta es simplemente porque pueden serlo. ¿Qué hace un político? No hay mucha diferencia con la de un empresario. Ambos buscan una necesidad y la cubren. Una de las definiciones de empresario político es aquella persona que intenta obtener beneficios a cambio de reformas. (La forma más extendida del concepto es otra, y se refiere al hombre de negocios que intenta ganar beneficio mediante subsidios, proteccionismo, contratos del Gobierno o influencias políticas. Esto es lo que conforman los lobbies de la banca, ecologista o sostenible, sector alimenticio... Este sistema es que nos lleva al Capitalismo de amigotes o Crony Capitalism).
Las diferencias entre un político y un empresario son básicamente que:



  1. El empresario necesita el favor del mercado para triunfar: el de su cliente, acreedores, accionistas y proveedores. La pérdida de confianza destruye al empresario al momento. El político no necesita el favor del "mercado", es decir, de la gente. En todas las naciones siempre hay dos partidos mayoritarios que controlan el país hagan lo que hagan. Solo necesitan el favor corporativista de otros políticos (oposición, parlamento, municipios...) y lobbies para conseguir sus fines.  
  2. El empresario no puede saltarse la legalidad, el político sí. Los medios políticos, en sentido amplio como: Gobierno, partidos, sindicatos, patronal... se financian mediante el robo de los impuestos, el fraude de la deuda o la extorsión de las tasas y multas. Si un empresario usara estas herramientas para crecer, iría a la cárcel. Solo una empresa privada en este país (y probablemente en el mundo) cobra un impuesto privado. La SGAE. La razón se debe a la unión política que tienen con el Gobierno. En un laissez faire, tal absurdidad no podría existir.  
  3. La irresponsabilidad. Un empresario siempre ha de ser responsable de sus acciones. Si vende artículos defectuosos o engañosos, tarde o temprano, pagará tal abuso. Incluso si hace una línea de productos que no gusta a la gente —el mercado—, lo tendrá que retirar. El político es todo lo contrario. Las acciones del político no tienen consecuencia. En este país hay escándalos cada día y ningún político dimite ni se le juzga. Incluso si hacen políticas nefastas para el país, son asumidas como gajes del oficio. ¿Por qué el Gobierno no ha de responder ante las pérdidas que ha provocado su ley antitabaco, Plan E, políticas ecologistas de Miguel Sebastián...?
Si una persona no es responsable de sus actos y tiene derechos ilimitados para hacer lo que quiere, ¿en qué se convierte de forma lógica? En un tirano. Es lo que les ocurre a los niños pequeños. Un niño de cinco años no entiende qué implica la responsabilidad, por eso acude a la violencia y conductas antisociales continuamente. Si tal comportamiento se le permite, lo único que hacen los padres es convertirlo en un sociópata. Solo los niños y el Gobierno recurren siempre a la violencia como forma habitual de interaccionar con la sociedad. Una sociedad así, no está madura.
El hombre medio desconoce que todo hombre se mueve por incentivos, no por vocaciones. La vocación del buen político es "servir a la gente" según la opinión popular. Pero los incentivos para dedicarse a la política son el beneficio personal. Incluso el que por vocación se dedica a la política no puede triunfar, ya que el corporativismo del sector y la búsqueda de intereses personales lo expulsan. El buen político, el que triunfa, es porque sabe negociar bien con relación a los intereses de su partido y/o Gobierno. Eso no tiene nada que ver con buscar fines humanistas para la sociedad. Los fines humanistas no son más que un engaño más para conseguir metas personales. ¿Se acuerda de las promesas de Zapatero? Ha hecho todo lo contrario a lo que prometió. Y no dude que en las elecciones de mayo una avalancha de ciudadanos votará a los socialistas.
La fe del ciudadano en el político se debe a la falacia de Hobbes o del Leviatán: el hombre es brutal y destructivo por naturaleza, por tanto, ha de existir uno de esos seres brutales y destructivos que lo coordine todo haciendo mejor a la sociedad. Tal invocación a la autoridad coercitiva no es más que un ensalzamiento mitificado del "buen gobernante" que solo existe en la imaginación de quien lo propugna.
¿Por qué los políticos son corruptos, ineficientes y mentirosos? Porque les resulta gratis. No tienen controles. No hay restricciones a sus acciones ni puede haberlas jamás porque ellos poseen el Poder. La única solución es limitar la fuerza de los medios políticos, ya sean sindicatos, patronal, funcionarios y evidentemente el propio Gobierno. El mayor incentivo para el crimen es la política, especialmente con un Gobierno Omnipotente.

Por qué los políticos son corruptos, ineficientes y mentirosos


La respuesta corta es simplemente porque pueden serlo. ¿Qué hace un político? No hay mucha diferencia con la de un empresario. Ambos buscan una necesidad y la cubren. Una de las definiciones de empresario político es aquella persona que intenta obtener beneficios a cambio de reformas. (La forma más extendida del concepto es otra, y se refiere al hombre de negocios que intenta ganar beneficio mediante subsidios, proteccionismo, contratos del Gobierno o influencias políticas. Esto es lo que conforman los lobbies de la banca, ecologista o sostenible, sector alimenticio... Este sistema es que nos lleva al Capitalismo de amigotes o Crony Capitalism).
Las diferencias entre un político y un empresario son básicamente que:


La retroexcavadora educacional chilena

Hernán Büchi Hernan Büchi fue Ministro de Hacienda de Chile.
Cuando se acuñó el concepto de "retroexcavadora" para explicar la intención del gobierno de desmantelar las políticas públicas vigentes, no visualizamos cuán integralmente representaría su accionar en las áreas más relevantes de la sociedad. La demolición de lo que hay es lo prioritario; la meta futura una vaga utopía. El detalle queda envuelto en una nebulosa y al tener que concretar en proyectos de ley o acciones específicas se actúa con apresuramiento y en forma ineficaz.
El único hilo conductor que se puede visualizar, además de cambiar lo existente, es el intento de crear nuevos mecanismos de poder para el gobierno o las organizaciones afines a la coalición gobernante. Desafortunadamente, no se piensa en el trabajador marginal, en la mujer desempleada, en el padre ni en el alumno.
¿Qué permite transitar de la amplia cobertura actual a lograr las mejorías en capital humano que catapulten el progreso? La pregunta no es trivial, pero desafortunadamente no ha sido el centro del debate en estos años.


Este afán podría ser explicado por la influencia del Partido Comunista, que todavía defiende el comunismo de Rusia del pasado o de Cuba y Corea del Norte del día de hoy. No es la simpatía popular la que le da su peso, sino la capacidad de extorsión, imponiéndose en el gobierno y en la calle a la vez.
En el libro "El fenómeno socialista", del disidente ruso Igor Shafarevich, aparece una interesante descripción del instinto destructor del socialismo que él vivió y que el Partido Comunista aún admira. Su historia se inicia como la de un genio matemático, autor de importantes avances en esa ciencia, que se gradúa de la universidad a los 17 años y es usado como símbolo por el régimen, y culmina en los años 70 como autor clandestino que lo desenmascara.
El autor desmitifica la supuesta base científica del socialismo y explica que la propuesta de una sociedad perfecta no es más que una excusa para destruir lo que existe y hacerse con todo el poder -lo que en el caso de la Unión Soviética implicó millones de vidas humanas-.
Es notable como esta dupla -utopía y destrucción- se está dando en la realidad chilena. Con la visión de que todos los anhelos se pueden lograr cambiando la Constitución, se inició un proceso de modificación fuera del mecanismo establecido. Inéditamente, el gobierno que la impulsa no ha presentado esbozo alguno. La incertidumbre ya está con nosotros y solo se acentuará con el tiempo.
Donde más lejos ha llegado la retroexcavadora es en educación. La utopía y los anhelos han tomado muchas formas en esta área. Más calidad, igualdad, profesores más contentos, familias sin carga financiera, al menos directa, menos sostenedores egoístas, etc. Para proponer utopías no nos quedamos cortos.
Pero con 3,5 millones de estudiantes en nivel escolar y 1,1 millón en educación superior, lo que está en juego es el futuro de Chile, que no debería ser barajado por un grupo de personas en nombre de los millones de padres que están detrás de estos niños y jóvenes. ¿O creemos que los padres chilenos no saben, no pueden o no quieren educar a sus hijos y por eso necesitan que desde el poder central se tomen las decisiones por ellos?
En las últimas décadas, el progreso fue notable. Mientras que solo el 3% de los más pobres accedía a educación superior en el año 90, en 2013 lo hizo el 27%, guarismo cercano a lo se observaba entre los más pudientes hace 25 años. Difícil imaginar mejor muestra de aumento en la igualdad de oportunidades y de ascenso social.
Los avances en cobertura de educación primaria y secundaria son aun más espectaculares si nos remontamos a antes de 1990. Los niños de alta pobreza que no tenían acceso a la educación primaria eran un 43% en 1970 versus 1,7% el 2013. Mientras que solo el 40% de la población de 14 a 17 años accedía a educación secundaria entonces, ahora la cobertura es del 98%. De nuevo, difícil mejor avance hacia un país más homogéneo en sus oportunidades. Por ello durante las marchas multitudinarias que se realizaron a fines de 2014 frases como "esto no es lo que tenemos pensado para el futuro de nuestros hijos, la reforma del gobierno nos pone contra la pared" o "demandamos elegir libremente en qué colegio estudian nuestros hijos y no mediante un sistema que controle el Estado" se escucharon de miles de padres.
Sabemos, sin embargo, que la cobertura no es todo para asegurar el progreso. Para avanzar se requiere -luego de una reflexión serena- construir sobre lo existente. Pero lo que hemos visto son cambios de dudosa conexión con el objetivo de aumentar el capital humano en conocimientos, imprescindible para que el país avance. La reforma se trata, básicamente, de cambios institucionales que disminuyen opciones para los padres, limitan la diversidad, centralizan las decisiones, aumentan la injerencia estatal y facilitan la acción corporativa de grupos interesados con el riesgo de que capturen el sector para su propio interés.
¿Qué permite transitar de la amplia cobertura actual a lograr las mejorías en capital humano que catapulten el progreso? La pregunta no es trivial, pero desafortunadamente no ha sido el centro del debate en estos años.
Entre muchos, hay un trabajo reciente de Eric A. Hanushek y Ludger Woessmann en la revista Science que tiene valiosa bibliografía sobre el tema. Es interesante constatar a lo largo del tiempo que si bien Latinoamérica tiene mayor cobertura, progresa mucho menos que Asia del Este, que tiene una notable menor cobertura educacional en el punto de partida. Las pruebas de rendimiento muestran que un alumno de noveno grado en Honduras está atrasado cerca de 6 años respecto de uno de Singapur. Una parte del problema apunta a los vicios en las políticas del sector, que han estado siempre presentes en la mayoría de nuestros países y que ahora estamos retomando en Chile. Otra parte importante de la explicación indica que las habilidades adquiridas son muy distintas. La posibilidad de elegir colegio y más competencia entre ellos -junto con pruebas de rendimiento académico- se correlacionan positivamente con que las habilidades adquiridas sean mayores. La existencia de colegios de excelencia también tiene un efecto importante en la misma dirección. En estos aspectos hemos desandado camino.
Esperemos que el deseo de usar la retroexcavadora se modere. Debemos comenzar a construir nuevamente con realismo. Si no lo hacemos, el progreso que necesitamos para satisfacer las expectativas crecientes de la población nunca llegará.

La retroexcavadora educacional chilena

Hernán Büchi Hernan Büchi fue Ministro de Hacienda de Chile.
Cuando se acuñó el concepto de "retroexcavadora" para explicar la intención del gobierno de desmantelar las políticas públicas vigentes, no visualizamos cuán integralmente representaría su accionar en las áreas más relevantes de la sociedad. La demolición de lo que hay es lo prioritario; la meta futura una vaga utopía. El detalle queda envuelto en una nebulosa y al tener que concretar en proyectos de ley o acciones específicas se actúa con apresuramiento y en forma ineficaz.
El único hilo conductor que se puede visualizar, además de cambiar lo existente, es el intento de crear nuevos mecanismos de poder para el gobierno o las organizaciones afines a la coalición gobernante. Desafortunadamente, no se piensa en el trabajador marginal, en la mujer desempleada, en el padre ni en el alumno.
¿Qué permite transitar de la amplia cobertura actual a lograr las mejorías en capital humano que catapulten el progreso? La pregunta no es trivial, pero desafortunadamente no ha sido el centro del debate en estos años.

Monday, June 13, 2016

Xi Jinping ha cambiado la fórmula ganadora de China

La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación.
Gideon Rachman Financial Times
Las tres revoluciones del país han sido revocadas por su ’hombre fuerte’. (El Financiero)
La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación. Pero esa impresión es engañosa. Xi Jinping está conduciendo a su país hacia nuevas direcciones radicales y arriesgadas.

Si las nuevas políticas del presidente tienen éxito, la era Xi se recordará por el logro de su frecuentemente declarada meta de un “gran rejuvenecimiento” de la nación china. Pero si los experimentos del Sr. Xi no funcionan, es probable que su legado sea la agitación política, el estancamiento económico y la confrontación internacional.

Lo que el Sr. Xi ha hecho es esencialmente abandonar la fórmula que ha impulsado el crecimiento de China durante los últimos 30 años. Deng Xiaoping creó esa fórmula después de llegar al poder a finales de 1978, y sus sucesores la refinaron posteriormente. La fórmula consistía de tres ingredientes claves: los políticos, los económicos y los internacionales.

Con respecto a la economía, Deng y sus sucesores recalcaron las exportaciones, la inversión y la búsqueda de un crecimiento anual de dos dígitos.

En política, China se apartó del modelo carismático y dictatorial creado por Mao Zedong y se enrumbó hacia una dirección colectiva. Y en asuntos exteriores, China adoptó un enfoque modesto y prudente en cuanto al mundo que llegó a ser conocido coloquialmente en el Occidente como “ocultar y esperar”, inspirado en el famoso consejo de Deng dirigido a sus colegas de “ocultar las capacidades, esperar el momento oportuno”.

Bajo Xi — quien asumió la dirección del Partido Comunista chino hacia finales de 2012 — los tres ingredientes claves de la fórmula de Deng han cambiado. En cuanto a política, China ha vuelto a un modelo basado en un ‘hombre fuerte’: el mismo Xi. En economía, los años de crecimiento de dos dígitos se terminaron y China está buscando un nuevo modelo, uno impulsado más por el consumo interno que por las exportaciones. Y en asuntos internacionales, la era Xi ha presenciado un alejamiento del “ocultar y esperar” hacia una política exterior que desafía la dominación estadounidense de la región de Asia y el Pacífico.

Los tres grandes cambios de política tienen diferentes orígenes. En economía, el viejo modelo de crecimiento basado en las exportaciones, en las altas tasas de inversión y en los bajos salarios no podía continuar eternamente. Simplemente el tamaño de la economía china — combinado con el aumento de los costos en China y con un crecimiento más lento en el Occidente — hizo que el cambio fuera inevitable. Pero el cambio hacia un nuevo modelo es peligroso. En el período posterior a la crisis financiera de 2008, China puso en marcha un derroche insostenible de crédito y de inversión que aún pudiera culminar en una crisis financiera.

Incluso si se evita ese desagradable destino, China todavía tiene que acostumbrarse a tasas de crecimiento más bajas.

En lo que atañe a la política, durante la era pos-Mao el Partido Comunista ha buscado seguir un camino intermedio entre la dictadura y la democracia. La idea era adoptar un estilo colectivo de gobierno, con suaves transiciones de liderazgo gestionadas por el propio partido. Hu Jintao, el precursor aburrido de Xi, representaba el epítome de este sistema. Él nunca alentó un culto a la personalidad, sirvió dos términos en su cargo, y luego dejó el poder.

Xi se ha apartado de este modelo. En la actualidad, él se considera ampliamente como el líder más poderoso de China desde Mao.

Al mismo tiempo que las tensiones económicas y políticas dentro de China han aumentado bajo Xi, la política exterior del país se ha vuelto más nacionalista y más dispuesta a arriesgar una confrontación con el Occidente y con los vecinos asiáticos de China.

Xi Jinping ha cambiado la fórmula ganadora de China

La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación.
Gideon Rachman Financial Times
Las tres revoluciones del país han sido revocadas por su ’hombre fuerte’. (El Financiero)
La política en el Occidente es actualmente tan dramática que China puede tener la apariencia de ser un país relativamente serio y estable en comparación. Pero esa impresión es engañosa. Xi Jinping está conduciendo a su país hacia nuevas direcciones radicales y arriesgadas.

Si las nuevas políticas del presidente tienen éxito, la era Xi se recordará por el logro de su frecuentemente declarada meta de un “gran rejuvenecimiento” de la nación china. Pero si los experimentos del Sr. Xi no funcionan, es probable que su legado sea la agitación política, el estancamiento económico y la confrontación internacional.