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Friday, December 9, 2016

¿Qué le espera a Cuba tras la muerte de Fidel Castro? BY: VANESA VALLEJO

l pasado 25 de noviembre falleció Fidel Castro. Mientras algunos celebraron la muerte del dictador, otros salieron a defender un supuesto legado admirable. Lo cierto es que, tanto en quienes lo defienden como en quienes repudiamos su actuar, la muerte de Castro deja incertidumbre sobre el futuro de la isla.
¿La muerte del dictador significa el fin de la dictadura? ¿Toda la maquinaria ideológica y coercitiva que dejó Fidel, resistirá su muerte? Son algunas de las preguntas que analizaremos en nuestro podcast de hoy.


La relación de Cuba con Venezuela, país que ahora se encuentra en crisis. Las declaraciones de Donald Trump, presidente electo de los Estados Unidos, quien ha asegurado en varias ocasiones que está dispuesto a colaborar para derrotar tiranías como la de Venezuela y Cuba. Así como la importancia de la maquinaria ideológica desarrollada por los Castro, que es hoy tal vez su mayor producto de exportación, son factores a considerar a la hora de analizar el posible escenario que se viene para la isla.
Con nuestro invitado de hoy, Alejandro Chafuen, presidente de Atlas Network, damos una mirada al legado del dictador y hacemos un análisis de los posible escenarios que podrían enfrentar los cubanos
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Fidel Cuba
La esperanza de que Cuba, después de la muerte de Fidel Castro, tome el camino de la libertad, sigue viva (Telemundo)

¿Qué le espera a Cuba tras la muerte de Fidel Castro? BY: VANESA VALLEJO

l pasado 25 de noviembre falleció Fidel Castro. Mientras algunos celebraron la muerte del dictador, otros salieron a defender un supuesto legado admirable. Lo cierto es que, tanto en quienes lo defienden como en quienes repudiamos su actuar, la muerte de Castro deja incertidumbre sobre el futuro de la isla.
¿La muerte del dictador significa el fin de la dictadura? ¿Toda la maquinaria ideológica y coercitiva que dejó Fidel, resistirá su muerte? Son algunas de las preguntas que analizaremos en nuestro podcast de hoy.

Monday, November 28, 2016

La vida y muerte de un narcicista

Carlos Alberto Montaner considera que la muerte de Fidel Castro implica también la muerte de la cultura revolucionaria en Cuba.

Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor cubano, residenciado en Miami, Florida.
Muerto Fidel Castro, tibio todavía su cadáver, surgen varias preguntas urgentes. ¿Cómo fue posible el castrismo? ¿Por qué Cuba se convirtió en la única dictadura comunista de América Latina? ¿Cuál era la esencia de un régimen que ha durado más de cinco décadas, convirtiéndose en la dictadura más larga de la historia de América Latina? ¿Habrá un castrismo sin Castro?
Como resulta inevitable, para entender este excéntrico fenómeno es preciso remitirse a la historia de la república cubana. Fidel Castro ni cayó del cielo ni ascendió desde el infierno. Fue el producto de ciertas ideas y actitudes que existían en la Cuba de sus años formativos. Lo parió el país, porque la tierra había sido previamente cultivada para dar esos o parecidos frutos.



Nacido en 1926, a principios del gobierno del general Gerardo Machado, quien enseguida comenzó a mostrar su dureza y falta de respeto por los derechos humanos, el niño Castro creció entre los rumores de violencia que seguramente llegaban a su remota finca de Birán, en el oriente de Cuba. En 1933, finalmente, y tras cruentos enfrentamientos entre diversos grupos insurrectos, el dictador huyó del país.
¿Qué herencia política más visible dejaba este episodio? No era, ciertamente, el amor por la democracia y las libertades, sino el culto por la redentora violencia revolucionaria. La idea predominante en el país era que la justicia, la honradez y la prosperidad vendrían de la mano de unos revolucionarios armados con pistolas e iluminados por la voluntad de guiar al pueblo hacia un destino fulgurante.
A la espera del Mesías
Nadie, o muy poca gente, pensaba entonces en la importancia de las instituciones o en el Estado de Derecho para enderezar el país. Se esperaba la llegada de un Mesías revolucionario. Se buscaba un líder salvador. Para algunos era Grau, para otros, Chibás o hasta Batista. Esa —el mesianismo— era una actitud muy generalizada en la sociedad cubana. Mala cosa para construir una democracia respetable. Pero junto a ella había otras creencias que comenzaron a abrirse paso rápidamente: el buen revolucionario no solía tener el menor respeto por la propiedad privada.
En los años treinta, en Cuba y en todas partes, se extendió la creencia de que la pobreza de una parte sustancial de la sociedad se debía a los bienes que otros poseían. Lo que uno tenía siempre se lo había quitado a otro. El capitalismo era sustancialmente depredador. Eso no quiere decir que la sociedad suscribía la cosmovisión marxista, mucho más compleja y elaborada, sino que se había popularizado un juicio sumario contra la economía de mercado y el "estado burgués". Ser revolucionario, pues, consistía en distribuir la riqueza existente entre los desposeídos.
A la incriminación general del capitalismo, en Cuba se añadía un componente internacional: quien con mayor avidez y codicia representaba esas fuerzas explotadoras era EE.UU., primer inversor extranjero en la isla. Desde los años veinte se oye en Cuba, de manera creciente, el clamor contra el imperialismo yanqui en el terreno económico. Para algunos cubanos —tal vez para muchos— la tutela estadounidense era una forma humillante de injerencia. Otros, en cambio, la veían como una especie de seguro contra los impulsos autodestructivos de la clase dirigente.
Gánsters
El tercer ingrediente que nutre la cultura política que le da vida a Castro es el gansterismo político. Las organizaciones políticas surgidas al calor de la lucha contra Machado desovaron diversos grupos armados que se hacían la guerra en las calles, fundamentalmente, de La Habana. No fueron grandes matanzas —el total de muertos a lo largo de dos décadas no alcanzó el centenar—, pero imprimieron en la juventud, y muy especialmente en la que se asomaba a la política, una perniciosa admiración por los "muchachos del gatillo alegre", como los calificara un periodista de la época que tradujo del inglés el apelativo de la banda de Al Capone.
Había pandillas armadas en las universidades y en los sindicatos cubanos. Había ministros y senadores que se rodeaban de pandilleros. Todos los partidos políticos —incluidos los comunistas, naturalmente— tenían sus "hombres de acción", es decir, unos cuadros destacados que siempre estaban dispuestos a disparar o liarse a golpes contra adversarios de similar inclinación por la violencia.
Pero lo terrible es que todo esto sucedía en medio de una atmósfera de adulación y temor que embargaba a casi toda la ciudadanía. Los nombres de los jefes pandilleros se pronunciaban con respeto. Algunos de ellos aspiraban al Parlamento y alcanzaban actas de representantes o senadores. Fidel Castro, en su juventud, perteneció a una de esas pandillas y protagonizó hechos de sangre como parte de su esfuerzo por construirse una buena biografía. Un político, para triunfar en esa Cuba, antes que talento, decencia e ideas, debía exhibir una masa testicular abundante.
Ahí están los cuatro elementos clave de la atmósfera en que se cría y respira Fidel Castro: el mesianismo revolucionario, siempre trufado por el desprecio al Estado de Derecho; la condena del capitalismo como un sistema explotador causante de graves iniquidades; el antiyanquismo, por esquilmar a los trabajadores cubanos y por las ofensivas injerencias en los asuntos internos de la isla; y el culto por la violencia política, que siempre implica una estructura jerárquica basada en la intimidación del más débil por el más fuerte y audaz.
A este substrato general, Fidel Castro le agregó sus circunstancias particulares. Durante su bachillerato, que coincidió con la Segunda Guerra Mundial, lo educaron los jesuitas falangistas provenientes de la Guerra Civil española. El mensaje que estos sacerdotes traían no era muy divergente del de los revolucionarios cubanos: era antidemocrático, anticapitalista y antiyanqui. Eran los tiempos en que la España de Franco reivindicaba el resurgimiento de la Hispanidad como la respuesta latina y católica contra el grosero mundo anglosajón y protestante.
Tampoco era un mensaje que rechazara la violencia. Y todos estos valores y creencias se instalaban en una personalidad que desde la adolescencia mostraba los rasgos autoritarios y egocéntricos del tipo de psicopatología que los especialistas describen como "narcisista". Fidel era un narcisista de libro de texto pero, además, se sentía capaz de realizar las mayores hazañas y tenía la audacia para intentarlas. Eso formaba parte de su grandiosa autopercepción.
No es este el lugar de consignar la historia de la insurrección de Castro, mas debemos resumirla en un párrafo: en 1952, a pocos meses de unas elecciones en las que Fidel, por cierto, era candidato a congresista por un partido socialdemócrata, Fulgencio Batista da un golpe militar y derroca al presidente legítimo Carlos Prío Socarrás. A partir de ese momento, como ocurriera contra Machado veinte años antes, diversos grupos recurren a la violencia para tratar de desalojar del poder al dictador. Todos —y entre ellos el que crea y lidera Fidel Castro, el Movimiento 26 de Julio— prometen restaurar las libertades conculcadas y restablecer la democracia.
Finalmente, la noche del 31 de diciembre de 1958 Batista huye de Cuba y la oposición se apodera de los resortes del poder. Ocho días más tarde, Fidel Castro entra triunfalmente en La Habana al frente de sus guerrilleros barbudos. Su liderazgo se ha impuesto por encima de los demás grupos insurrectos.
¿Qué se propone hacer Castro? Públicamente, ha renegado del comunismo y prometido elecciones y democracia, pero secretamente ha decidido "hacer la revolución". Su radicalización ha sido progresiva desde el asalto al cuartel Moncada en 1953. En el exilio mexicano ha conocido al Che Guevara, quien viene del fallido episodio izquierdista del guatemalteco Jacobo Arbenz.
Su revolución
¿Qué es para Castro "hacer la revolución"? Sin duda, llevar hasta las últimas consecuencias las premisas que flotaban en el ambiente en que construyó su visión de la realidad política y social: si el capitalismo y la empresa privada eran nocivos, había que sustituirlos por el Estado-empresario. Si los norteamericanos eran unos explotadores que habían humillado a los cubanos durante décadas, había que echarlos del país y salir a combatirlos en todos los escenarios. Si la burguesía cubana era aliada de los yanquis, ¿qué otro trato merecía que la privación de sus bienes, la cárcel o el destierro? Si la política cubana había estado plagada por las desvergüenzas y la corrupción, lo correcto era imponer una sola y disciplinada voz: la de la revolución, es decir, la de él mismo auxiliado por un partido único.
Ademanes fascistas
¿Cómo podía calificarse Castro en el terreno ideológico? Era un revolucionario radical, anticapitalista y antiyanqui, dotado de temperamento y de ademanes fascistas. Sólo que por ese camino, en medio de la Guerra Fría, se desembocaba en el comunismo y en el modelo soviético, porque solamente la URSS podía insuflar forma y sentido en la banda armada, desorganizada y caótica que había tomado el poder en Cuba, y servirle de guardaespaldas al régimen frente a Washington.
La reacción de los cubanos ante Castro fue de absoluto e ingenuo fervor. El Mesías revolucionario había llegado a salvarlos. Y como la ciudadanía no sentía demasiado respeto por las instituciones, ni entendía la esencia del Estado de Derecho, porque vivía inmersa y anestesiada por la cultura revolucionaria, no parecen haber sido muchos los cubanos que se horrorizaron con los juicios sumarios tras los que se fusilaron a cientos de militares acusados de asesinatos y torturas al servicio de Batista.
También es posible que en esos años la mayoría del país apoyara la incautación de la prensa libre, la intervención de las escuelas privadas o la confiscación del aparato productivo, atropellos a las libertadesacompañadas por la arbitraria y muy populista reducción de los alquileres de las viviendas en un 50 por ciento, medida inmediatamente aplaudida. Era el preludio para luego confiscarlas.
Escasa resistencia
Igual sucedió con el comercio importante y las grandes industrias. Todo sucedió vertiginosamente entre los años 1959 y 1960; y, aunque hubo oposición armada y alzamientos campesinos, la verdad es que la resistencia ante la apisonadora revolucionaria no fue masiva ni espectacular. Vivir en una cultura revolucionaria había debilitado los mecanismos defensivos de la sociedad cubana.
El grueso de la oposición más decidida prefirió huir que enfrentarse a Castro, aunque en el exilio unos mil quinientos jóvenes, organizados por EE.UU., lanzaron la fracasada invasión de Bahía de Cochinos. Prevalecía entonces la idea de que Washington no podía permitir la entronización de un satélite de Moscú a noventa millas de sus costas. Los marines pondrían orden en el alterado manicomio de siempre. Y lo más prudente parecía ser contemplar estos toros desde la barrera del exilio.
Pero, además de hacer la revolución en el terreno económico y político de acuerdo con el modelo leninista importado de Moscú, Fidel Castro le dio otro sentido parcialmente distinto a su gobierno: desde el año 1959 se convirtió en el paladín de la causa comunista en el planeta. Organizó, financió y adiestró expediciones de insurrectos a medio planeta. Sentía la necesidad imperiosa de reproducirse. Su verdadero leit motiv era ése y no la transformación del país.
Su sueño consistía en que en cada rincón del mundo un pequeño grupo de guerrilleros armados desatara una revolución antiimperialista, antiyanqui, anticapitalista que repitiera su triunfo político. Su narcisismo lo impulsaba a tratar de influir en los destinos del planeta. No se resignaba a ser el abrumado administrador de una pequeña isla cañera del Caribe empeñada en cumplir con absurdos o quiméricos planes quinquenales. Castro quería ser Bolívar, Napoleón, Alejandro Magno.
Angola y Etiopía
Para realizarse, Castro necesitaba triunfar a escala planetaria, lo que le llevó a enviar a decenas de miles de soldados cubanos a las guerras de Angola y Etiopía durante más de 15 años, conflicto que supera en tiempo, y probablemente en bajas en combate, a las dos guerras de independencia que tuvo Cuba en el siglo XIX.
El comandante, en suma, acaba de morir tras una larga enfermedad que lo apartó del gobierno desde 2006, pero su régimen comenzó a agonizar mucho antes, en el momento en que Gorbachov desató la perestroika, agravándose después, en 1989, con la caída del muro de Berlín, antesala de la desaparición del Bloque del Este, la disolución de la Unión Soviética y total descrédito del marxismo como referencia teórica.
¿Cómo resistió Castro este cataclismo? Al margen de la ayuda masiva otorgada por Hugo Chávez, la revolución ha resistido por el mismo procedimiento que Corea del Norte: no cediendo un milímetro de poder y no permitiendo la menor disensión en las filas del poder. ¿Podrá Raúl Castro mantener el mismo rumbo? Supongo que solo por cierto tiempo. El mesianismo no es transferible y la desmoralización ideológica de la clase dirigente es total.
Por otra parte, la cultura política que Castro lega es totalmente diferente a la que él recibió. Con Fidel Castro ha muerto más que un líder. La cultura revolucionaria también ha llegado a su fin en Cuba. Esto le abre las puertas a un futuro esperanzador para todos los cubanos.

La vida y muerte de un narcicista

Carlos Alberto Montaner considera que la muerte de Fidel Castro implica también la muerte de la cultura revolucionaria en Cuba.

Carlos Alberto Montaner es periodista y escritor cubano, residenciado en Miami, Florida.
Muerto Fidel Castro, tibio todavía su cadáver, surgen varias preguntas urgentes. ¿Cómo fue posible el castrismo? ¿Por qué Cuba se convirtió en la única dictadura comunista de América Latina? ¿Cuál era la esencia de un régimen que ha durado más de cinco décadas, convirtiéndose en la dictadura más larga de la historia de América Latina? ¿Habrá un castrismo sin Castro?
Como resulta inevitable, para entender este excéntrico fenómeno es preciso remitirse a la historia de la república cubana. Fidel Castro ni cayó del cielo ni ascendió desde el infierno. Fue el producto de ciertas ideas y actitudes que existían en la Cuba de sus años formativos. Lo parió el país, porque la tierra había sido previamente cultivada para dar esos o parecidos frutos.

Monday, October 24, 2016

Prédicas de odio y de muerte

Prédicas de odio y de muerte

Por Marcos Aguinis
Se atribuyó a Bertolt Brecht un poema que en realidad compuso el pastor protestante Martin Niemöller: "Vinieron por los judíos,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Vinieron por los comunistas,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Vinieron por los curas,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Por último vinieron por mí, y ya fue tarde".
En enero de 2011 publiqué en este diario un texto titulado "El cristianismo, objeto de persecución", en el que describí la agresión contra una iglesia copta de Alejandría que dejó varias decenas de heridos y muertos. También denuncié las incontables agresiones que se venían cometiendo contra instituciones y creyentes cristianos desde el océano Índico hasta el Atlántico.


Mientras, las Naciones Unidas, donde están representados los gobiernos que rigen países en los que gusta hacer correr la sangre de los "infieles", nada decían ni hacían. En todo el Medio Oriente disminuye de forma continua la cantidad de cristianos, mientras aumenta en Occidente la de musulmanes, muchos de ellos cargados de odio a la civilización occidental. En Arabia Saudita está prohibido construir la más modesta de las iglesias o exhibir una cruz. Tampoco se permite exhibir símbolos cristianos en la Franja de Gaza. Mediante artilugios electorales, la Autoridad Palestina desplazó al intendente cristiano de Belén. En Paquistán rige la ley contra el delito de "blasfemia", un término vago que puede endilgarse por una mínima reflexión sobre el Corán. Dos jóvenes cristianos de la ciudad de Ahwali iban a ser quemados vivos por causa de semejante atrevimiento.
Los medios de comunicación comenzaron a difundir imágenes de decapitaciones y crucifixiones realizadas por el terrorismo islámico. Manifiesto mi tristeza por el largo tiempo que les llevó animarse. Las desproporcionadas represalias inhibían a fotógrafos y corresponsales. Incluso perdura el miedo a reconocer que estamos en otra guerra mundial, como manifestó el papa Francisco. Este mismo papa, hace pocos días, fue explícito durante su visita a la Sinagoga de Roma. Dijo sin medias tintas que es inaceptable practicar la violencia en nombre de la religión. Que lo haya manifestado en ese lugar era un claro mensaje a la sistemática prédica del odio y de la muerte que se realiza desde incontables instituciones y mezquitas.
Imanes y líderes islámicos llaman a la "guerra santa contra judíos y cruzados". Lo hacen de forma abierta, insistente. Empezaron con los judíos -como en las palabras de Martin Niemöller-, ahora siguen con los cristianos. Su objetivo es una utopía arcaica: islamizar el planeta. Su espíritu vive en el siglo VII, cuando semejante delirio era creíble.
Un error difundido es que el único malo de la película se llama ISIS o Estado Islámico. No es cierto. Su inevitable derrota no significará el fin del terrorismo. El Medio Oriente es un caos de enfrentamientos con muchos protagonistas. Liquidar a uno de ellos no significará acceder a la paz.
Se pueden discutir de forma interminable causas y efectos, antagonismos o armonías, pero el fuego que alimenta el terrorismo actual se nutre de algo más profundo que una demanda de territorio o la competencia por el poder. El alucinante terrorismo de nuestro tiempo es producto de una educación fijada en los aspectos belicosos del islam, no en sus mensajes llenos de amor y solidaridad. Multitudes enormes se arrojan al abismo cuando son hipnotizadas con el anzuelo tanático. Esto lo sabía muy bien Joseph Goebbels. Lo practicó el nazifascismo. Lo practicaron el estalinismo y el maoísmo. Y ahora lo practica el islamismo fundamentalista.
Durante mucho tiempo se toleró -y hasta se celebró- la deslegitimación del Estado de Israel. En lugar de reconocerse sus méritos extraordinarios por mantener incólume la democracia y el pluralismo pese a ser hostigado y calumniado sin pausa por un mar de países hostiles, se permitió que creciera una nueva forma del milenario antisemitismo bajo el ropaje del antiisraelismo o antisionismo. Muchos ingenuos caen en la trampa. Del mismo modo funcionó la milenaria acusación de deicidio, el envenenamiento de los pozos de agua, Los Protocolos de los Sabios de Sión, Mein Kampf y demás infundios machacados siglo tras siglo.
La lista de ataques contra la civilización y los derechos humanos que realizan los terroristas islámicos ingresa en el rubro de las pesadillas. No sólo mata, humilla y oprime, sino que se deleita en destruir los monumentos históricos. Y la mayor parte de la humanidad, en vez de combatir esta epidemia como se debe -de modo franco, coherente, sistemático-, prefiere la negación, la espera, la excusa. En vez de confiar en Churchill, nuestro mundo prefiere a Chamberlain.
Es imposible condensar en un artículo todo lo que ya se conoce sobre la prédica del odio y el elogio de la muerte que fogonea al terrorismo islámico. Aleja las posibilidades de negociaciones serias e impide la convivencia.
Citaré sólo algunos ejemplos vinculados con el uso distorsionado de la llamada "causa palestina". Un entusiasta video oficial de Al-Fatah, organización que sostiene a la Autoridad Palestina, canta que a los israelíes "se los debe encerrar, hundirlos en un mar de sangre y matarlos como sea". Palestinian Media Watch reporta que en la educación palestina primaria se elogia la violencia y se glorifica a los terroristas. Los niños participan en procesiones con armas de juguete e imitación de cinturones suicidas, sin que el gobierno palestino manifieste en ningún momento su desaprobación.
Rajoub, líder de Al-Fatah, afirmó que los terroristas que asesinan civiles israelíes son héroes. Abbas Zaki, por su parte, agrega que "Alá ama a los jóvenes palestinos que matan israelíes; piedras y cuchillos son nuestra resistencia pasiva. Ellos eligen el martirio, marchan por su propia voluntad en el iluminado sendero que lleva al paraíso". En la TV palestina oficial se transmiten narraciones que demonizan a los judíos. Una reciente se titula: "La traición ha sido inherente a los judíos desde los tiempos de Moisés". La custodia presidencial de Mahmoud Abbas emitió este comunicado: "Rieguen el olivo con vuestra sangre". El secretario general de Al-Fatah añadió: "Veneren la sangre de los mártires". Mártires son quienes asesinan, para luego acceder al paraíso.
El resultado de la permanente enseñanza en favor del odio y de la matanza de judíos puede verse en un informe de Palestinian Media Watch, según el cual dos tercios de la población están en favor de los asesinatos, el martirio y demás instrumentos del terrorismo islámico. También estimula el rechazo a negociaciones de paz con Israel y los encuentros entre ambas comunidades. Mientras, en el mundo no se escuchan reproches contra la Autoridad Palestina por semejante conducta.
El colmo ocurre cuando padres y madres manifiestan su alegría porque su hijo muere tras asesinar judíos. Un joven palestino de 16 años mató en la localidad de Otniel a una mujer embarazada delante de sus hijos y luego se realizaron manifestaciones de regocijo.
Basta con molestarse en investigar un poco y aparecerán las fuentes del horror que ahora se expande. El odio y el elogio de la muerte alimentan a las diversas organizaciones que hacen pedazos a comunidades enteras. Los líderes políticos y religiosos vinculados con el fundamentalismo islámico son responsables. Elogian el martirio. Dicen que está bien matar y está bien hacerse matar. Su alienación no les permite concentrarse en la frase que encabeza cada una de las suras del Corán referidas a Alá como el clemente, el misericordioso. No e

Prédicas de odio y de muerte

Prédicas de odio y de muerte

Por Marcos Aguinis
Se atribuyó a Bertolt Brecht un poema que en realidad compuso el pastor protestante Martin Niemöller: "Vinieron por los judíos,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Vinieron por los comunistas,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Vinieron por los curas,/ pero como yo no lo era, no me importó./ Por último vinieron por mí, y ya fue tarde".
En enero de 2011 publiqué en este diario un texto titulado "El cristianismo, objeto de persecución", en el que describí la agresión contra una iglesia copta de Alejandría que dejó varias decenas de heridos y muertos. También denuncié las incontables agresiones que se venían cometiendo contra instituciones y creyentes cristianos desde el océano Índico hasta el Atlántico.

Friday, October 14, 2016

Muerte al Ogro

Cuando el Estado se retira como el principal agente económico, la sociedad civil debe tomar esa responsabilidad, por ello esa sociedad civil requiere de un entorno adecuado para florecer.”


Ricardo Valenzuela
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Hace unos días el Financial Times publicaba un artículo autoría de John Paul titulado; "Falta de estado de derecho socava las reformas en México", en el cual surge una advertencia: "Existe el peligro de que el desencanto público con la podredumbre de las instituciones pueda llevar a los mexicanos a sucumbir finalmente a las tradiciones latinoamericanas del populismo. Si bien Octavio Paz habló del ogro filantrópico describiendo las estructuras estatales que alimentan el populismo con recursos públicos, también es posible resaltar la existencia, en un entorno de claro desborde popular, del otro rostro estatal, la faz del “monstruo interventor”, especie de “Leviatán confiscatorio”. Éste, merced a un proceso de reingeniería institucional y bajo el paraguas de una transformación legal, se encarga de minar las bases de la seguridad jurídica colocando los fueros del Derecho a merced del intervencionismo político”.



Después de tres décadas de errores y aciertos tratando de ejecutar reformas que nos rescaten del subdesarrollo, México ha encontrado dos grandes obstáculos; el primero ha sido la reforma de su macroeconomía. Sin embargo, reformar la macroeconomía, aunque vital, no es suficiente para lograr la ansiada prosperidad. El segundo es contra esos elementos culturales que nos han tenido atrapados -la corrupción y sus derivados que no han permitido que el espíritu empresarial y una saludable sociedad civil se desarrollen.
Las reformas macroeconómicas pueden limpiar los escombros que han dejado los diabólicos sistemas populistas, pero ellas no pueden, por sí mismas, crear las nuevas estructuras para generar la inversión, el empleo y de esa forma sustituir los viejos esquemas. El espíritu empresarial y una robusta sociedad civil, deben ser responsables de catapultar la economía hacia esos estadios de prosperidad. Un país sin una clase empresarial libre de las ataduras gubernamentales y sin una robusta sociedad civil, por más que le construyan una hermosa macroeconomía, jamás podrá progresar.
México continúa atrapado en esa maraña de corrupción, procedimientos burocráticos, leyes, mandatos y regulaciones que solo sirven para oficializar la corrupción y establecer el entorno para los sobornos que chupan la vida de los pocos negocios emergentes. Así como los vampiros chupan sangre de una res a diario pero la mantienen viva flaca y enferma para seguir succionando, esa red de complicidades sabotea la actividad empresarial y no le permite emerja fuerte, competitiva y la sociedad civil se desarrolle autónoma e independiente.  
Colombia, Perú y de alguna forma México, medio limpiaron los escombros de lo viejo pero no le han dado vida a lo nuevo. Las empresas paraestatales han sido privatizadas, las economías se abrieron y miles de gentes han perdido sus trabajos. En una economía con espíritu empresarial, esos trabajadores estarían ya empleados en nuevos negocios compitiendo en el mercado mundial. En Inglaterra, por ejemplo, las privatizaciones de la Thatcher destruyeron miles de empleos, pero hoy día Inglaterra es más rica y próspera que nunca y los nuevos trabajos se han generado en números récord. Sin embargo, en América Latina no ha sucedido lo mismo.
Las reformas iniciales en México se han implementado. Sin embargo, la segunda batalla tal vez lleve décadas el ganarla y no es claro qué fuerzas puedan enfrentar tal reto. Cuando el Estado se retira como el principal agente económico, la sociedad civil debe tomar esa responsabilidad, por ello esa sociedad civil requiere de un entorno adecuado para florecer.
Dada la importancia de esta segunda tarea, vale la pena el considerar acciones radicales. Millones de mexicanos han logrado que sus talentos empresariales florezcan creando riqueza y empleos... en Estados Unidos. Es la misma gente, con los mismos talentos, la misma lengua que tenemos en México.
El ingreso de los treinta millones de mexicanos en EU, es el triple del ingreso de los ciento veinticinco millones que viven en México. Lo diferente es el entorno político y legal. Texas, Nuevo México, Arizona y California tienen grandes concentraciones de población de origen mexicano y la mayoría ha prosperado a niveles jamás imaginables. Sería interesante llevar a cabo algunos experimentos audaces para establecer qué elementos de su ambiente podrían ser duplicados en nuestro país, para el beneficio de todos los mexicanos. 
En Asia los países que se recuperaron con más agilidad de los eventos tan críticos de los últimos años -Hong Kong y Singapur- fueron colonias británicas cuyos sistemas legales, heredados de Inglaterra, sirvieron como líneas de protección contra el nepotismo y cronismo que abatió al resto de las economías en la región. En lugar de neo confusionismo, el sistema de estos dos países se le ha llamado anglo confusionismo -la mezcla de legislación inglesa con la ética de trabajo confuciana y el espíritu empresarial de una sociedad civil que ha florecido.
Algunos mexicanos están familiarizados con “common law” -la ley importada de Inglaterra que se adaptara a las condiciones americanas. La “ley común” pude ser una herramienta muy poderosa para combatir el cáncer mexicano; la corrupción, y establecer un verdadero estado de derecho. Sería interesante llevar a cabo un experimento a través del cual, uno o varios estados fronterizos pudieran adoptar un sistema legal a semejanza de la ley común anglo americana, en una zona establecida abarcando hasta 100 Km de la frontera. Es decir, una lengüeta fronteriza de aplicación del sistema de Common law que, si funciona, se pudiera ir estableciendo en el resto de la geografía estatal.
Los mexicanos conocen algunos conceptos de esta ley como el juicio con jurado, la presunción de inocencia, el requerimiento a la policía de presentar causa válida para retener a un prisionero antes del juicio. Esta reforma promovería de una forma muy importante la inversión al reducir la incertidumbre que promueve un sistema legal corrupto.
México es una república federal. Una de las grandes fortalezas del federalismo, es la habilidad que concede para experimentar estado por estado con alternativas. Tal vez los estados fronterizos con EU deberían de ser el campo experimental de reformas creativas, agresivas y valientes. Tal vez deberían ser nuestros Hong Kong y Singapur en donde se establecieran paraísos de libertad, legalidad y progreso.  No hay motivo por el cual el sistema federal de México no deba experimentar con un sistema que millones de mexicanos al otro lado de la frontera han usado para su beneficio y prosperidad, por más de un siglo y medio.
Law is the sister of freedom”, sostuvo en 1911 el gran historiador del Derecho Sir Frederic Pollock, durante un ciclo de conferencias sobre el genio del common law en la Columbia University de Nueva York. El tiempo, juez implacable, ha venido a confirmar la veracidad de dicha afirmación.