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Monday, October 17, 2016

Los banqueros centrales aún no lo entienden

Por George Selgin

Modesto Bee -
El Instituto Independiente


Quien puede olvidar el final del “Planeta de los Simios” cuando Charlton Heston, arrodillándose ante los restos a medio enterrar de la Estatua de la Libertad, golpea con sus puños la arena y clama, “¡Ustedes, maniacos! ¡Ustedes la arruinaron! ¡Ah, váyanse al diablo ...váyanse todos al diablo!”
Ahora imagínese la misma escena, con el edificio de Morgan Stanley a medio enterrar en lugar de la Srta. Libertad y a un Walter Bagehot viajero en el tiempo desempeñando el papel principal, y obtiene una perfecta dramatización al estilo de Hollywood de la tragedia de la vida real que, con suerte, está teniendo su desenlace en Wall Street.



¿Bagehot? El gran hombre de letras victoriano, mejor recordado hoy día como el segundo y más celebrado editor de la revista británica, The Economist, no era exactamente un galán. Pero ciertamente podría haber dicho aquellas fútiles líneas finales con verdadera convicción, dado que estuvo entre los primeros en reconocer el enorme potencial destructivo de esa exótica arma de las finanzas victorianas: el moderno banco central.
Bagehot alertó primero a sus lectores de este potencial y ofreció sus sugerencias para contenerlo, en un artículo que apareció en The Economist después del gran pánico y de la crisis crediticia de 1866. Ese pánico atestiguó el espectacular colapso de Overend, Gurney y Co., la cual había sido durante largo tiempo la casa de inversión más importante de Gran Bretaña.
Bagehot entendía que, durante tales pánicos, solo el Banco de Inglaterra brindaba la confianza necesaria para atender a otras firmas financieras como un “prestamista de última instancia”. Pero tal como Bagehot lo señaló más tarde en su libro “Lombard Street: A Description of the Money Market” (1873), el “modo titubeante” del banco—la utilización arbitraria e inconsistente de sus exclusivas facultades prestatarias—solamente tendía a empeorar las cosas. “El público”, escribió Bagehot, “nunca está seguro de qué política será adoptada en el momento más importante: no está seguro de qué suma se otorgará en concepto de adelantos.... Y en este punto tenemos un claro entendimiento respecto del Banco de Inglaterra, de que tanto nuestra capacidad para evitar las crisis como nuestro terror ante las crisis, siempre serán mayores de lo que hubiesen sido de otra forma”.
La principal fuente de problemas, consideraba Bagehot, era la propia existencia del Banco de Inglaterra y los privilegios especiales de los que gozaba. Pero en virtud de que nada salvo una revolución parecía probable que terminase con la “Vieja Dama de la calle Threadneedle”, como se lo llamaba, la solución práctica preferida por Bagehot era que el banco se comprometiese expresamente a prestar libremente durante las crisis, aunque solamente frente a una buena garantía colateral, y aplicando intereses “punitorios”. Las cláusulas restrictivas estaban pensadas para limitar la ayuda a las firmas solventes a las que el pánico hubiese tornado ilíquidas.
La recomendación de Bagehot se ha convertido desde entonces en una especie de precepto maestro de la banca central—a pesar de tratarse de uno que es honrado principalmente en los momentos de apuro por los banqueros centrales.
Para ser justos con los banqueros centrales de hoy día, nunca ha existido gran acuerdo acerca de cómo aplicar en la práctica a la regla de Bagehot. ¿Qué es lo que significa una “buena garantía colateral” e “intereses punitorios” en momentos como estos?
Mientras uno podría llegar a ser capaz de definir con precisión a una buena garantía colateral, y uno puede discutir si la tasa a la cual los bancos ofrecen efectuar prestamos inseguros a otros bancos, conocida como la London Interbank Offered Rate (Tasa de Interés Interbancaria del mercado de Londres), o tasa LIBOR, más el 8 por ciento constituye una tasa “punitiva”, ¿quién supone siquiera que los recientes préstamos del banco central hayan estado basados en una buena garantía colateral?
Pero el rescate de las firmas insolventes es lo menos malo. El verdadero daño se origina en la absoluta falta por parte del Tesoro de alguna regla consistente para los préstamos de última instancia. La ley de salvataje de las instituciones financieras recién promulgada hace poco por clarificar esto.
Esa es justamente la clase de cosas que preocupan a Bagehot hace casi un siglo y medio, cuando los bancos centrales todavía estaban en pañales. Sin embargo, los banqueros centrales y los gobiernos aun no lo entienden, a pesar de los homenajes que le rinden a este gran pensador de nuestro pasado.

Los banqueros centrales aún no lo entienden

Por George Selgin

Modesto Bee -
El Instituto Independiente


Quien puede olvidar el final del “Planeta de los Simios” cuando Charlton Heston, arrodillándose ante los restos a medio enterrar de la Estatua de la Libertad, golpea con sus puños la arena y clama, “¡Ustedes, maniacos! ¡Ustedes la arruinaron! ¡Ah, váyanse al diablo ...váyanse todos al diablo!”
Ahora imagínese la misma escena, con el edificio de Morgan Stanley a medio enterrar en lugar de la Srta. Libertad y a un Walter Bagehot viajero en el tiempo desempeñando el papel principal, y obtiene una perfecta dramatización al estilo de Hollywood de la tragedia de la vida real que, con suerte, está teniendo su desenlace en Wall Street.


Sunday, July 24, 2016

El dinero de los países depende de la fe, el oro no

A worker holds gold granules at the Rand Refinery, the largest and most modern gold refinery in the world, in Germiston, South Africa, on June 9, 2006. Photographer: Henner Frankenfeld/Bloomberg News
En su blog del 17 de julio, Let’s Get Real About Gold, el autor y columnista del Wall Street Journal, Jason Zweig comparó el interés de los inversores en el oro con la locura de la “Roca Mascota” de la década de 1970, cuando los consumidores se convencieron de que una roca en una caja les proporcionar compañía continua, elevaría su posición social, y les daría algo de qué hablar en las fiestas. Zweig afirma que la fe de los que invierten en oro, que él sostiene es sólo otro mineral inerte con buen marketing, es igualmente irracional, y ha impedido que la gente ponga el dinero en el mercado de valores que es mucho más lucrativo.



Para comenzar, la comparación de Zweig del oro con las acciones como vehículo de inversión establece una falsa dicotomía. El oro no es una inversión sino que tiene propiedades físicas muy deseables han hecho que sea utilizado como dinero a lo largo de toda la historia humana registrada. Por eso, no debe ser comparado con las acciones o los bienes raíces, sino a otras formas de dinero, como por ejemplo cualquiera de las monedas fiduciarias actualmente en circulación. Irónicamente, en un mundo inundado de monedas fiduciarias que se crean a un ritmo cada vez mayor, y cuyo valor se deriva sólo de la fe en el Estado de emisión, el oro es la única forma de dinero cuyo valor no requiere un acto de fe.
No tengo ningún vínculo emocional con el oro. No lo uso para cubrir mis paredes, no lo juego entre mis dedos y me río, no pido a mi esposa que se pinte con él. Lo que sí sé es que antes de que el mundo se trasladara a un sistema monetario fiduciario en la segunda mitad del siglo 20, el oro se había convertido en el dinero de elección de casi todas las culturas importante en todas las eras. Esa supremacía estaba basada en la escasez de oro, su versatilidad como un metal, sus propiedades únicas y útiles, su belleza, y su amplia aceptación cultural como un sello de amor, de permanencia, de riqueza y de éxito. No cabe duda de que la gente siempre va a estar dispuesta a desear y acumular oro… por una variedad de razones. La única pregunta es cuánto estarán dispuestos a pagar. En ese punto, las mentes razonables pueden diferir. Pero decir que el oro no tiene es ignorar imprudentemente la realidad.
Hasta 1971, el dólar estaba respaldado por la fe de que el gobierno canjearía sus billetes en oro. Pero, desde entonces, esa fe ha sido reemplazada por una fe más simple de que otros siempre aceptarán dólares a cambio de bienes y servicios de valor real. Dicha transformación puso al dólar estadounidense en la misma canasta con todas las otras monedas fiduciarias en el mundo cuyo valor se deriva de la fe en el gobierno emisor. En su artículo, Zweig parece asumir que aceptar las monedas de los gobiernos no es un acto de fe. Pero claramente esto también implica una cuestión de grado.
La mayoría de los inversionistas sin duda prefieren el oro a pesos argentinos, Cedis de Ghana o bolívares venezolanos. En realidad, lo que Zweig está diciendo es que las buenas monedas fiduciarias (el dólar estadounidense es el estándar de oro de las monedas fiduciarias) no requieren fe para comprar y mantener. Pero ¿por qué es eso?
Pero la fortaleza del dólar se supone que se derivan de la fe en que el gobierno de Estados Unidos seguirá siendo fiscalmente fuerte. Hay poca evidencia de que ese será el caso. Todos los factores tradicionales que determinan el valor de una moneda, la balanza comercial, es decir, los tipos de interés, los niveles de deuda pública, crecimiento económico, etc. están poniendo una presión a la baja sobre el dólar. El gobierno de Estados Unidos no ha hecho nada para resolver la crisis de la deuda a largo plazo de la nación. En el 2025, los déficits de billones de dólares se enquistarán (y esas proyecciones se basan en hipótesis de crecimiento económico que en la actualidad han demostrado ser demasiado optimistas.)
A pesar de todo esto, el dólar ha surgido y se encuentra en lo más alto de casi 10 años, usando como base el Bloomberg Dollar Spot Index. Wall Street ha explicado tal dominio señalando problemas en Europa y Asia, diciendo que el dólar tiene sus problemas, pero es la “camisa sucia más limpia en el cesto”. Los analistas señalaron que las mayores tasas de interés que se esperan de la Fed fortalecerían la demanda del dólar a medida que los otros bancos centrales del mundo estaban bajando las tasas. Pero ese resultado aún no se ha materializado.
A finales de 2014 la mayoría de los inversores habían asumido que la Fed podría comenzar a subir las tasas en el primer trimestre de 2015. Pero el crecimiento económico decepcionante ha llevado a la Fed a retrasar continuamente las alzas. Sin embargo, los inversores siguen pensando que las alzas están a la vuelta de la esquina. Para llegar a esa conclusión, aceptan ciegamente que nuestra economía puede sobrevivir tasas más altas cuando toda la evidencia objetiva lleva a la conclusión de que no puede.
En realidad, la fe en el dólar se basa únicamente en la creencia de que el dominio estadounidense sobre la economía mundial continuará indefinidamente, sin importar cuán profundamente nos endeudemos, lo bajo que se mantengan nuestras tasas de interés, y qué tan desequilibrado se vuelva nuestro comercio.
Hemos visto esta película antes. Cuando la confianza en la infalibilidad de los bancos centrales es alta, las voces dominantes tienden a dejar de lado al oro y ponen su fe en el juicio del hombre.
Desde mi punto de vista, los mercados están ahora poniendo más de esa fe equivocada en la sabiduría de Janet Yellen que la que tenían en Greenspan. Como resultado, el oro está siendo rechazado, como lo era en 1999. La costumbre de Alan Greenspan de relajar la política monetaria para apuntalar los mercados financieros llevó a la creación de dos burbujas peligrosas, la primera en acciones en el 2000, y luego en el sector inmobiliario, que finalmente estalló en 2007, dando lugar a la Gran Recesión. Dado que la flexibilización de la política monetaria hecha por los sucesores de Greenspan ha sido mucho mayor, uno sólo puede imaginar la enormidad el desastre económico que se cierne en el horizonte.
Así que sí, de cierta manera mis decisiones de inversión se basan en la fe, pero no el mismo tipo de fe que el Wall Street Journal asume. Mi fe es que los gobiernos y los bancos centrales continuarán endeudándose y rebajarán las monedas hasta que una crisis lleve todo el experimento a una conclusión desastrosa. Simplemente no hay precedente histórico para llegar a otra conclusión. También tengo fe en que los seres humanos siempre preferirán una pieza de oro a una pila de papel.

El dinero de los países depende de la fe, el oro no

A worker holds gold granules at the Rand Refinery, the largest and most modern gold refinery in the world, in Germiston, South Africa, on June 9, 2006. Photographer: Henner Frankenfeld/Bloomberg News
En su blog del 17 de julio, Let’s Get Real About Gold, el autor y columnista del Wall Street Journal, Jason Zweig comparó el interés de los inversores en el oro con la locura de la “Roca Mascota” de la década de 1970, cuando los consumidores se convencieron de que una roca en una caja les proporcionar compañía continua, elevaría su posición social, y les daría algo de qué hablar en las fiestas. Zweig afirma que la fe de los que invierten en oro, que él sostiene es sólo otro mineral inerte con buen marketing, es igualmente irracional, y ha impedido que la gente ponga el dinero en el mercado de valores que es mucho más lucrativo.


Friday, July 15, 2016

Guerra de monedas en ciernes

Por Guillermo Arosemena Arosemena

El Expreso de Guayaquil

 

La cooperación monetaria entre países ha sido indispensable para estabilizar la economía mundial, desde que el valor de las monedas comenzó a flotar en 1971, al dólar dejar de ser convertible en oro. Un ejemplo fue el Acuerdo Plaza, que se dio en Nueva York entre los gobiernos de Francia, Reino Unido, Alemania, Japón y Estados Unidos en 1985, para planificar la devaluación ordenada del dólar con relación al yen y marco, a través de intervenciones programadas en el mercado internacional de monedas. El resultado fue que entre 1985 y 1987, el valor del dólar declinó 51% frente al yen, por la intervención de los bancos centrales de los países nombrados.
A diferencia de otras devaluaciones, la mencionada evitó pánicos financieros. El citado acuerdo tuvo la finalidad de reducir el déficit de la cuenta corriente estadounidense y ayudar a esta economía a salir de una severa recesión comenzada a inicio de los ochenta.


Se requiere un nuevo Acuerdo Plaza, el mundo vive una situación de pugna entre países por usarse el tipo de cambio como herramienta de competitividad e incremento de exportaciones. Esta estrategia importa porque el nivel de paridad monetaria afecta la tasa de interés, competitividad y saldo en la cuenta corriente de la balanza de pagos.
Hay países que tienen enormes déficits en la cuenta corriente mientras otros, colosales surplus. En el último grupo está China que no quiere establecer un valor real al renminbi, por temor a que sus productos dejen de ser competitivos, disminuyan las exportaciones y eventualmente aumente el desempleo.
Hay naciones que se sienten perjudicadas por tal política y amenazan tomar medidas para disminuir sus importaciones de China. Debido al déficit comercial estadounidense el Congreso autorizó al Poder Ejecutivo tomar represalias comerciales contra China. Estados Unidos es acusado de devaluar el dólar. Brasil no asistió a la reunión del Grupo 20 en Seúl el fin de semana pasado, por no estar de acuerdo en que otros países devalúen sus monedas para incrementar exportaciones. Sin cooperación entre países habrá una guerra de monedas que no beneficiará a la economía mundial.

Guerra de monedas en ciernes

Por Guillermo Arosemena Arosemena

El Expreso de Guayaquil

 

La cooperación monetaria entre países ha sido indispensable para estabilizar la economía mundial, desde que el valor de las monedas comenzó a flotar en 1971, al dólar dejar de ser convertible en oro. Un ejemplo fue el Acuerdo Plaza, que se dio en Nueva York entre los gobiernos de Francia, Reino Unido, Alemania, Japón y Estados Unidos en 1985, para planificar la devaluación ordenada del dólar con relación al yen y marco, a través de intervenciones programadas en el mercado internacional de monedas. El resultado fue que entre 1985 y 1987, el valor del dólar declinó 51% frente al yen, por la intervención de los bancos centrales de los países nombrados.
A diferencia de otras devaluaciones, la mencionada evitó pánicos financieros. El citado acuerdo tuvo la finalidad de reducir el déficit de la cuenta corriente estadounidense y ayudar a esta economía a salir de una severa recesión comenzada a inicio de los ochenta.

Tuesday, June 28, 2016

La manipulación de la divisa por Estados Unidos está viva y coleando

dollar puzzle
El mes pasado, los banqueros centrales y líderes financieros del Grupo de las 7 economías más desarrolladas (G-7) se reunieron en Sendai para discutir sobre la economía global en su conjunto. Como cabía esperar, Estados Unidos advirtió a Japón, un país con su divisa bajo vigilancia de EEUU, que se cuidara de dar más pasos para manipular su moneda. Esta advertencia se produjo como consecuencia de que el ministro de finanzas, Taro Aso, sugiriera que su país estaba “preparado para llevar a cabo intervenciones” en el mercado de moneda extranjera para debilitar el yen.
La hipocresía de la orden del Secretaria del Tesoro de EEU, Lew, es risible. Igual podría haber dicho a Japón: “Somos Estados Unidos, somos poderosos y tenemos permitido crear normas que tenemos permitido incumplir”, porque esa es indudablemente la implicación de sus palabras.
Históricamente, EEUU ha sido el primer animador mundial para la manipulación de la divisa. EEUU no solo ha animado y ayudado a Japón en su esfuerzo por mantener bajo el valor del yen, sino que también a imitado la propia política monetaria amiga de las exportaciones en tiempos de pánico.



¿Qué es manipulación de la divisa?

La manipulación de la divisa se produce esencialmente cuando un país debilita artificialmente el valor de su moneda para aumentar sus exportaciones netas. Puede hacerse de una de dos maneras:
  1. Comprando divisa extranjera en el mercado de moneda para aumentar su poder adquisitivo.
  2. Utilizando una política monetaria blanda para incrementar la inflación, recortar los tipos de interés y reducir el poder adquisitivo nacional.
Supongamos que hacen falta 10 yenes japoneses para comprar 1 dólar. Supongamos también que el gobierno japonés no está contento con los totales de exportación y quiere vender más bienes a Estados Unidos. Los japoneses optan por fijar esto a través de la Vía A: compran miles de millones de dólares con su divisa aumentando la oferta de yenes en el mercado y disminuyendo la oferta de dólares. Como consecuencia, el yen deprecia su valor cambiando la tasa de cambio EEUU-Japón a 110:1.
Traducción: Los estadounidenses pueden ahora comprar bienes japoneses por menos dólares, mientras que los bienes de EEUU se han hecho cada vez más caros para el ciudadano medio japonés.
Alternativamente, los japoneses podrían haber elegido laVvía B y simplemente imprimir más yenes. La mayor oferta de yenes habría llevado a inversores escépticos a vender bonos y acciones japoneses y comprar otros extranjeros, disminuyendo así el poder adquisitivo del yen.
En ambos casos se logra el objetivo subyacente: los consumidores de EEUU empiezan a comprar más bienes japoneses porque pueden conseguir más por menos.

Los efectos de la devaluación

¿Es la manipulación de la divisa una política económica sensata? Absolutamente no. Los japoneses están esencialmente subvencionando bienes baratos a Estados Unidos. Es verdad que los propietarios más ricos de las industrias exportadoras japonesas pueden beneficiarse del aumento en las ventas, pero el recorte en el poder adquisitivo tiene que afectar a algunos. En este caso daña a los trabajadores japoneses, quienes, en ausencia de un aumento en sus pagas, están sometidos a rentas reales que disminuyen.
Por supuesto, la manipulación de divisas también distorsiona la estructura de producción y entrometerse en el mercado laboral nunca es bueno. La intervención en el tipo de cambio ha hecho que Japón obtenga una cantidad desproporcionada de trabajos en manufacturas y que EEUU obtenga una cantidad desproporcionada de trabajos en el sector servicios. Estas distorsiones del mercado están perjudicando a ambos, porque la ventaja comparativa en la economía global sería indudablemente más alta del General en ausencia de intervención pública.
Y desde un punto de vista holístico, la manipulación de la divisa no es buena para ninguno de los dos, pero es hipócrita por parte de Estados Unidos atacar a Japón por considerar más intervenciones del tipo de cambio cuando el propio EEUU ha sido un participante destacado en las guerras de divisas globales.

Japón ha ayudado a la devaluación de EEUU

Históricamente EEUU (un receptor de importaciones baratas) ha animado a la devaluación del yen e incluso ha ayudado a financiar su declive. Por ejemplo, desde septiembre hasta octubre de 2003, Japón vendió 2,7 billones de yenes para devaluar su divisa. El ministro de finanzas de Japón confirmó que muchos de ellos fueron comprados por Estados Unidos a través de la Reserva Federal de Nueva York.
Sin embargo, en algunos casos EEUU ha pensado que su propia divisa era demasiado fuerte. En esos casos ha intervenido en el mercado de cambio de moneda para devaluar el dólar, incluso recibiendo ayuda de países como Japón para hacerlo.
Esto pasó de 1997 a 1998, cuando el poder adquisitivo del dólar aumentó frente al yen en casi un 15%. En un intento de combatir su rápida apreciación la Fed de Nueva York compró yenes por valor de 800 millones de dólares. Como se puede ver en el gráfico siguiente, de diciembre de 1997 a junio de 1998, Japón no fue el único en rebajar artificialmente su divisa. El país estaba en realidad reforzando el valor del yen vendiendo decenas de miles de millones de dólares para ayudar a EEUU a devaluar su divisa:
Japan Intervention: Janpanese Bank purchases of USD against JPYAsí que, si el gobierno de EEUU quiere continuar mostrando una retórica de manipulación anti-divisa, es mejor que explique por qué tiene sus propias manos en el mercado de tipos de cambio.

La enorme devaluación de la flexibilización cuantitativa de EEUU

Pero EEUU no solo manipula su divisa de través de la Vía A. Lo hace a través de aumentar su oferta monetaria mucho más a menudo. El ejemplo más memorable de esto en la historia reciente se produjo al calor de la crisis financiera de 2008. Con millones de empleos estadounidenses perdidos, el presidente de la Fed, Ben Bernanke, y el secretario del Tesoro, Hank Paulson, estaban desesperados por impulsar el PIB de EEUU de cualquier manera posible. Lo hicieron manipulando la divisa a través de una política monetaria blanda, recortando el tipo de los fondos federales y luego empezando inmediatamente el tristemente famoso programa de flexibilización cuantitativa.
De noviembre de 2008 (el inicio de la QE1) a junio de 2011 (el final de la QE2), las existencias de dinero M2 aumentaron en más de un billón. No es sorprendente que esta expansión de la oferta monetaria contribuyera a que la tasa spot dólar-yen se desplomará del 96,89 a 80,49 durante ese periodo:
¿Y qué trabajo un declive en la tasa spot EEUU-Japón? Por supuesto, las exportaciones de bienes de EEUU a Japón se dispararon:
US Exports of Goods to JapanAunque la tasa spot empezó a aumentar poco después de la QE2 como consecuencia de su propia gran flexibilización monetaria, sigue estando claro: EEUU usó el poder de la imprenta para manipular a la baja su divisa en un claro intento de aumentar artificialmente las exportaciones netas.

El yen se recupera

Gracias a Dios, los países no pueden manipular sus divisas eternamente. El baile tiene que acabar alguna vez en la economía de Japón es un ejemplo apropiado de este hecho. A la economía japonesa no le va muy bien en estos días. El país, que depende de las exportaciones, no parece debilitar el yen con respecto al dólar. De hecho, el yen alcanzó recientemente su posición más fuerte frente al dólar desde octubre de 2014.
Japón se está quedando sin opciones. Su tipo de interés se encuentra actualmente en el -0,1%, así que estaría muy presionado para debilitar se a través de una mayor expansión de la oferta monetaria. Su único otro recurso es intervenir en el mercado de cambio de moneda por primera vez desde 2014 y por eso su ministro de finanzas, Taro Aso, insinuó recientemente que su país podría pronto pretender hacerlo.
Aunque una mayor manipulación de la divisa esté lejos de ser lo ideal, EEUU no puede en modo alguno criticar a Japón por ello. Con el dólar como divisa de reserva mundial de hecho, EEUU no debería gobernar como un matón de patio de colegio, ni debería usar un mantra de “haz lo que digo, no lo que hago”. Debería, o liderar con el ejemplo, o sentarse y callar. Pero cuanto antes elija lo primero, antes se detendrá completamente la práctica de la manipulación de la divisa y antes se restaurará algún grado de sensatez fiscal para la economía global.

La manipulación de la divisa por Estados Unidos está viva y coleando

dollar puzzle
El mes pasado, los banqueros centrales y líderes financieros del Grupo de las 7 economías más desarrolladas (G-7) se reunieron en Sendai para discutir sobre la economía global en su conjunto. Como cabía esperar, Estados Unidos advirtió a Japón, un país con su divisa bajo vigilancia de EEUU, que se cuidara de dar más pasos para manipular su moneda. Esta advertencia se produjo como consecuencia de que el ministro de finanzas, Taro Aso, sugiriera que su país estaba “preparado para llevar a cabo intervenciones” en el mercado de moneda extranjera para debilitar el yen.
La hipocresía de la orden del Secretaria del Tesoro de EEU, Lew, es risible. Igual podría haber dicho a Japón: “Somos Estados Unidos, somos poderosos y tenemos permitido crear normas que tenemos permitido incumplir”, porque esa es indudablemente la implicación de sus palabras.
Históricamente, EEUU ha sido el primer animador mundial para la manipulación de la divisa. EEUU no solo ha animado y ayudado a Japón en su esfuerzo por mantener bajo el valor del yen, sino que también a imitado la propia política monetaria amiga de las exportaciones en tiempos de pánico.


Wednesday, June 22, 2016

Bluff de Janet Yellen y soberbia de Mario Draghi

Bluff de Janet Yellen y soberbia de Mario Draghi

Dickson Buchanan
Este artículo fue escrito por Dickson Buchanan, Especialista en Metales Precisos. Todas las opiniones expresadas son personales y no reflejan necesariamente los puntos de vista de Peter Schiff o SchiffOro.
El panorama monetario de hoy se ve bastante sombrío. Estamos en el medio de una disminución perenne en la tasa de interés. Los bancos centrales están convencidos de que pueden sacarnos de este lío. Sin embargo, ¿realmente pueden hacerlo?
Janet Yellen tímidamente intentó ir en contra de la tendencia a lo largo década elevando las tasas a finales del año pasado. Pero al final no ha logrado buenos resultados. De hecho, las tasas en realidad disminuyeron a pesar de su anuncio y posterior plan para mantener las tasas altas a lo largo del año.


Bluff de Janet Yellen
Bluff de Janet Yellen
Yellen: “¿Aumentar las tasas? ¡Sí, podemos aumentar las tasas, no hay problema! “. En un juego de póquer, a esto se le llama bluff.
Si no es obvio ya, debería ser muy evidente pronto. Los bancos centrales tienen mucha menos influencia sobre la tasa de interés de lo que creemos. Pero esto no quiere decir que no tengan influencia alguna. Sin duda la tienen. Y por cada pedazo de influencia que tengan, más deberíamos estar en contra de que sea así si realmente queremos mercados libres para el dinero y el crédito.
Esto resulta cierto si nos fijamos en los antecedentes de la Fed y en el otro lado de la tasa de interés también. Bajo el régimen de Bernanke, la Fed supuestamente “bajó la tasa de interés” varias veces en 2007-2008. Sin embargo, una vez más si vemos desde más lejos, una narrativa diferente comienza a emerger.
En el siguiente gráfico, cortesía de Keith Weiner, se muestra que la tasa de interés ha estado en una tendencia a la baja a largo plazo desde finales de los 70s y principios de los 80s.
Bluff de Janet Yellen
Una vez más, con esta visión a largo plazo en mente, se hace evidente que la Reserva Federal, junto con todos los demás, se ve a sí misma barrida por una poderosa tendencia a largo plazo sin muy buenas respuestas o planes para salir de ella. Debería estar claro ahora que la Fed a menudo seguirá el mercado en general, en vez de dirigirlo.
Esta cita de Inversiones Alhambra Partners da a entender este punto:
La Fed no conduce, solo sigue. Sigue el mercado porque francamente, no puede ser de otra manera. La Fed no es ahora ni nunca ha sido lo suficientemente potente como para superar el mercado y obligarlo a doblarse a su voluntad. Y la semana pasada nos dieron más evidencia de que a pesar de décadas de práctica, los años de ensayo y error, la tortura de los montones de datos con procesadores cada vez más potentes, la Fed aún no ha dominado este juego de pronósticos ante la opinión de millones de agregados comerciantes y los inversores incorporados al que llamamos ‘el mercado’ “.
Para cualquier persona que seriamente estaba esperando que el anuncio de Yellen fuera una señal de la recuperación económica de los Estados Unidos, o incluso en las tasas de interés, tiene que estar profundamente preocupada. Las tasas de interés no van a ninguna parte sino hacia abajo. Las tasas de interés negativas son ya una realidad en Europa y en Japón. Hay pocas dudas alrededor de la idea de que con el tiempo esto pasará en los EE.UU.. Yellen incluso ha insinuado esta posibilidad. Todo esto sirve para proyectar una sombra de duda sobre la capacidad de los bancos centrales para hacer realidad sus promesas.
Después de habernos enfocado en Yellen, prestemos nuestra atención ahora a Mario Draghi y al el Banco Central Europeo. Sin lugar a dudas, Draghi tiene una personalidad diferente a la de Yellen. Él se maneja a sí mismo con bravuconería y tiende a hacer declaraciones audaces. Quizás el momento de fama que definió a Draghi fue en el verano del 2012, cuando apareció en público y se comprometió de manera espectacular “para hacer lo que sea necesario para preservar el euro, y créanme, será suficiente”.
Casi cuatro años más tarde, nadie puede dudar de que Draghi ciertamente ha hecho muchas cosas. De hecho, durante su mandato como presidente del BCE, casi uno de cada cuatro reuniones de política dio lugar a algún tipo de paquete de estímulo monetario. Sin embargo, al final del día, ¿qué tienen que hacer el euro y eurozona para demostrarlo? ¿Cómo exactamente se puede validar la hipótesis de preservar el euro de Draghi? Y ¿a qué costo? Si usamos sus propias métricas, él está todavía muy por debajo del objetivo de inflación del 2% que ha señalado. Los niveles oficiales de inflación han estado constantemente llegando a cerca de cero e incluso se han reportado en niveles negativos unas cuantas veces. Ellos se sitúan actualmente en torno al 0,2%. Eso es un largo camino desde el 2%. Este uso repetido a pesar de “medidas no convencionales” con el fin de alcanzar estos objetivos antes declarados, que en algún momento tendrán que desarrollarse. En realidad, nadie sabe lo cómo será la cosa, pero teniendo en cuenta la magnitud del estímulo que hemos visto hasta ahora, aparentemente no será tan bonito.
Hay un montón de problemas con el euro y eurozona. Algunos de los problemas del euro son únicamente para el euro, mientras que otros son los mismos problemas fundamentales que el dólar tiene aquí en los EE.UU.. A pesar de su personalidad y diferencias geopolíticas, tanto Yellen y Draghi comparten un problema en común – ambos están atrapados en fuerzas mucho mayores que el poder que poseen cada uno de forma individual o colectiva. Yellen no puede hacer una subida o caída de los tipos de intereses y Draghi no puede levantar la tasa de inflación sin importar lo duro que sople y resople. Ambos están trabajando en contra de años de un fuerte impulso puesto en marcha mucho antes de que ellos tomaron su juramento de oficina. Como dijo Gandalf en la escena de las Minas de Moria, “Este enemigo está más allá de cualquiera de ustedes. ¡CORRAN!”
¿Quién es el Balrog? El Balrog es la eventualidad de un sistema monetario basado en la deuda cerrada que carece de cualquier mecanismo de retroalimentación para saber cómo se establece el tipo de interés. Y ese vacío, es exactamente donde las tasas de interés y las monedas fiat van a terminar.
En el Vacío.
Al igual que las promesas de nuestros bancos centrales.

Bluff de Janet Yellen y soberbia de Mario Draghi

Bluff de Janet Yellen y soberbia de Mario Draghi

Dickson Buchanan
Este artículo fue escrito por Dickson Buchanan, Especialista en Metales Precisos. Todas las opiniones expresadas son personales y no reflejan necesariamente los puntos de vista de Peter Schiff o SchiffOro.
El panorama monetario de hoy se ve bastante sombrío. Estamos en el medio de una disminución perenne en la tasa de interés. Los bancos centrales están convencidos de que pueden sacarnos de este lío. Sin embargo, ¿realmente pueden hacerlo?
Janet Yellen tímidamente intentó ir en contra de la tendencia a lo largo década elevando las tasas a finales del año pasado. Pero al final no ha logrado buenos resultados. De hecho, las tasas en realidad disminuyeron a pesar de su anuncio y posterior plan para mantener las tasas altas a lo largo del año.

Sunday, June 19, 2016

De cómo Wilson y la Fed prolongaron la Gran Guerra


Mientras el mundo reflexiona sobre el horror incomprensible de la Gran Guerra que estalló hace 100 años, hay una pregunta que no se plantea en la cobertura mediática. ¿Cómo no hubo un acuerdo de paz entre los beligerantes en 1915 o al menos en 1916 cuando quedó claro para todos (especialmente después de la Batalla del Somme) que el conflicto shaía llegado a una posición de tablas y era un holocausto de juventud?
Aunque había habido algunos primeras esperanzas de paz en 1916, se desvanecieron rápidamente a quedar claro que el gobierno británico no aceptaría un acuerdo de compromiso. El éxito político de quienes se oponían al compromiso se basaba en buena medida en el argumento de que EEUU entraría pronto en el conflicto en el lado de la Entente (Gran Bretaña y Francia).



Aunque EEUU había permitido a la Entente (pero no a las Potencias Centrales) acceder a Wall Street sin restricciones durante los primeros dos años de la guerra, la evidencia histórica demuestra que el presidente Wilson se había inclinado por amenazar a Gran Bretaña con el fin de su acceso a la vital financiación del mercado de EEUU para sus esfuerzo de guerra si no negociaba seriamente la paz. Pero Wilson fue disuadido de pedir la paz a los negociadores por su consejero político, el coronel House.
Una historia menos conocida es el papel de la Fed entonces recién creada (que abrió sus puertas en 1914) y sus aliados dentro de la administración Wilson para facilitar la financiación de la Entente. Dos importantes miembros de la Fed (Paul Warburg y Adolph Miller) habían librado una batalla en la retaguardia buscando impedir el descuento de letras comerciales o la compra de aceptaciones (en buena parte para financiar armamento) emitidas por los beligerantes (en la práctica, las potencias de la Entente). Pero habían sido derrotados por la persistencia del jefe de la Fed de Nueva York, Benjamin Strong (aliado cercano de J.P. Morgan y ortos que estaban obteniendo enormes ganancias dando préstamos a Francia y Gran Bretaña) y el secretario del Tesoro, McAdoo, yerno de Wilson. (McAdoo, cuya empresa ferroviaria había sido rescatada personalmente por J.P. Morgan, era también un miembro con derecho a voto del Consejo de la Reserva Federal).
Milton Friedman ha argumentado que la creación de la Reserva Federal no supuso ninguna diferencia para los resultados monetarios y económicos de EEUU durante el periodo de neutralidad (hasta marzo de 1917) o durante la participación de EEUU en la guerra (hasta noviembre de 1918). La diferencia, respondía Friedman, vino después, cuando la Fed permitió que continuara el rápido crecimiento monetario durante un año más. Bajo el régimen pre-Fed, argumenta Friedman, EEUU hibera experimentado también enormes entradas de oro durante el periodo de neutralidad y bajo los procedimiento entonces existentes (para compras oficiales de oro por EEUU) y estos habrían alimentado un rápido crecimiento de dinero de alta potencia y por tanto de inflación. En el periodo de participación bélica, el Tesoro habría impreso dinero sin o con la Fed (como ocurrió en realidad durante la Guerra Civil).
Hay dos grandes advertencias a considerar acerca de la defensa de Friedman de “la Fed no supone ninguna diferencia”. La primera es que la capacidad de la administración y de Wall Street para financiar el flujo de finanzas a la Entente se habría limitado en ausencia de un apoyo por la puerta trasera (mediante aceptaciones y letras comerciales) por parte de la nueva “criatura de Jekyll Island” (la Fed). La segunda es que ambos bandos dentro de la Fed (Benjamin Strong por un lado y Paul Warburg y Adolph Miller por el otro) estaban unidos en alabar la acumulación de oro en el balance de sus nuevas instituciones. Veían esto como un fortalecimiento de la base metálica de la divisa (ambos estaban preocupados de que la creación de la Fed no fuera el inicio de un viaje hacia el dinero fiduciario) y también como un factor clave en su objetivo de hacer de Nueva York el centro financiero número uno en el mundo, desplazando a Londres de ese papel.
Sin estos impedimentos, es posible que EEUU hubiera seguido el mismo camino que Suiza al ocuparse del aflujo de oro de los beligerantes y su potencial inflacionista. Ese camino fue la suspensión de las compras oficiales de oro y una flotación temporal del precio del oro en la práctica. Este último habrían caído hasta, digamos, 10-14$ la onza desde el nivel entonces oficial de 21$ y consecuentemente el dólar (como el franco suizo) se habría revalorizado, mientras que la libra esterlina y el franco francés habrían estado bajo una intensa presión a la baja. En la práctica, las potencias de la Entente no habrían podido financiar sus gastos de guerra mandando oro a EEUU y haciendo que se monetizara este por parte de la Fed y el Tesoro, un proceso que en la práctica gravaba a los ciudadanos de EEUU con un impuesto de inflación.
La suspensión de las compras de oro habría significado una mejor perspectiva de que hubiera un patrón oro mundial recuperado en la consiguiente paz. El agotamiento de las reservas de oro británicas durante la guerra impidió la resurrección de la libra esterlina como dinero en oro. Su supuesta vuelta al oro en 1925fue de hecho un tipo de cambio fijo con el dólar de EEUU. EEUU se habría librado de mucha de la inflación acumulada en tiempo de guerra. A Fed no habría tenido tanto oro como para tolerar la gran borrachera monetaria de 1919 antes de acabar viéndose obligada por un declive en su postura de oro libre para endurecer repentinamente su política e inducir la Gran Recesión de 1920-21- Ese episodio llevó a la Fed durante la década de 1920 a centrarse en la gestión monetaria moderna (cambios políticos contracíclicos y estabilización de precios). Las consecuencias de ese enfoque, finalmente fatal para el orden del oro, fueron el Gran Auge y la Gran Depresión.

De cómo Wilson y la Fed prolongaron la Gran Guerra


Mientras el mundo reflexiona sobre el horror incomprensible de la Gran Guerra que estalló hace 100 años, hay una pregunta que no se plantea en la cobertura mediática. ¿Cómo no hubo un acuerdo de paz entre los beligerantes en 1915 o al menos en 1916 cuando quedó claro para todos (especialmente después de la Batalla del Somme) que el conflicto shaía llegado a una posición de tablas y era un holocausto de juventud?
Aunque había habido algunos primeras esperanzas de paz en 1916, se desvanecieron rápidamente a quedar claro que el gobierno británico no aceptaría un acuerdo de compromiso. El éxito político de quienes se oponían al compromiso se basaba en buena medida en el argumento de que EEUU entraría pronto en el conflicto en el lado de la Entente (Gran Bretaña y Francia).


Los banqueros centrales se equivocan con respecto a la inflación y la deflación

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La mayoría de los economistas ven a la deflación como un declive general en los precios de bienes y servicios. Se ve como una amenaza importante para el bienestar de la gente, pues la deflación se ve como un factor importante que sume a la economía en una depresión económica. La mayoría de ellos son de la opinión de que los bancos centrales y gobiernos de todo el mundo deben luchar agresivamente contra la posible aparición de deflación. Esta forma de pensar deriva de una visión errónea de lo que es la deflación. Como consecuencia, se olvida que no es la deflación sino más bien la inyección monetaria lo que está en la raíz de las dificultades económicas.



¿La inflación es un aumento de precios?

Según Mises en La acción humana:”Lo que hoy mucha gente lo llama inflación o deflación ya no es el gran aumento o disminución en la oferta de dinero, sino sus consecuencias inexorables, la tendencia general a un aumento o caída en los precios de los productos y los salarios”.
Una vez se define la inflación como un aumento general en los precios, todo lo que contribuye aumentar los precios es calificado como inflacionista y por tanto debe evitarse. Ya no son el banco central y la banca de reserva fraccionaria las fuentes de inflación, sino diversas otras causas. En este marco, no solo el banco central no tiene nada que ver con la inflación, sino todo lo contrario: al banco se le considera un luchador contra la inflación.
Una caída en el desempleo o un aumento en la actividad económica se ven como potencialmente inflacionistas y por tanto deben ser restringidos mediante políticas del banco central. Algunos otros detonantes de la inflación, como los aumentos en precios de productos o en salarios de trabajadores también se consideran como amenazas potenciales y por tanto deben estar siempre bajo el ojo atento del banco central.
La mayoría de los comentaristas sostiene que la inflación es un aumento general en los precios que puede reflejarse en el Índice de Precios del Consumo (IPC), pero discrepan acerca de las causas de la inflación.
En un bando, los monetaristas argumentan que los cambios en la oferta monetaria causan cambios en el IPC. En el otro bando, tenemos economistas que argumentan que la inflación la causan diversos factores reales. Estos economistas tienen dudas acerca de la idea de que cambios en la oferta monetaria causan cambios en el IPC. Creen que es probable que sea justamente al revés.
Contrariamente a la visión aceptada, la inflación no es un aumento general los precios, causada por el crecimiento de la oferta monetaria o por factores reales. Es simplemente un aumento en las existencias de dinero.
Aquí hay que hacer una distinción importante. No afirmo, como hacen los monetaristas, que la inflación ser un aumento en precios causada por aumentos en la oferta monetaria. Me limito a sugerir que un aumento en la existencia de dinero es lo que constituye la inflación.
Ver la inflación de esta manera deja muy claro por qué es una mala noticia. Cuando aumenta el dinero, siempre hay primeros receptores de dicho dinero que pueden comprar más bienes y servicios a precios que aún no han cambiado.
Los segundos receptores del dinero también disfrutan de nuevo dinero. Sin embargo, los sucesivos receptores disfrutan de menores beneficios, ya que los precios de bienes y servicios empiezan aumentar. (Advirtamosque el precio de un bien es la cantidad de dinero pagado por unidad de bien).
Mientras los precios de los bienes que vendan estén aumentando mucho más rápido que los precios de los bienes que compren, los sucesivos receptores del nuevo dinero seguirán beneficiándose.
Los sufridores son aquellas personas que consiguen el dinero las últimas o no lo consiguen en absoluto. Encuentran que los precios de los bienes que compran han aumentado, mientras que los precios de los bienes y servicios que ofrecen apenas han cambiado.
En una inspección más cercana, podemos también establecer que las inyecciones monetarias aumenta la demanda de bienes y servicios, lo que no está soportado por la producción de bienes y servicios. Esto genera la transferencia de riqueza de los generador de riqueza a actividades no generadoras de riqueza o actividades de burbuja.
Aunque los aumentos en la oferta monetaria (es decir, la inflación) probablemente se revelen en aumentos de precios registrados por el IPC, no siempre tiene que ser así. Los precios están determinados por factores reales y monetarios.
Consecuentemente, puede ocurrir que si los factores reales tiran de las cosas en dirección opuesta a los factores monetarios pueda no haber ningún cambio en los precios. Mientras el crecimiento monetario se dispara, es decir, la inflación es alta, los precios pueden mostrar incrementos bajos. (Recordemos que un precio es la cantidad de dinero por unidad de algo).
Está claro que sí consideramos la inflación como aumentos en el IPC, llegaremos a conclusiones erróneas con respecto al estado de la economía.
Sobre esto, Rothbard escribía en America’s Great Depression: “El hecho de que los precios generales fueran más o menos estables durante la década de 1920 decía los economistas que no había amenaza inflacionista y por tanto los acontecimientos de la gran depression les pillaron completamente desprevenidos”.

¿Es la deflación la raíz de “todos los males”?

Así que si la inflación es un aumento en las existencias de dinero, la deflación puede verse como lo contrario, que es una caída en las existencias de dinero. O podemos decir que mientras que una expansión monetaria da lugar a una burbuja, la contracción monetaria lleva a la deflación de la burbuja. Parece por tanto que la deflación en este sentido debe verse precedida por la inflación.
Siguiendo las opiniones del famoso economista estadounidense Irving Fisher, la mayoría de los economistas consideran la deflación como una mala noticia. Irving Fisher calificaba a la deflación como “la raíz de casi todos los males”.
Por el contrario, la deflación es el inicio del proceso de sanación económica. La deflación frena la transferencia de riqueza de los productores de riqueza a diversas actividades no productivas de burbuja causadas por la anterior inflación monetaria. Al frenar la transferencia, frena el proceso de empobrecimiento económico. Por tanto, contrariamente al pensamiento dominante, la deflación de las existencias de dinero fortalece a los productores de riqueza, revitalizando así la economía.
Sobre esto, Rothbard escribía: “la contracción del crédito deflacionista ayuda mucho a acelerar el proceso de ajuste y por tanto a completar la recuperación empresarial de formas que aún no se han reconocido”.
Evidentemente, los efectos colaterales que acompañan a la deflación monetaria nunca son agradables. Estos malos efectos colaterales no los causa la deflación, sino más bien la inflación monetaria previa. Todo lo que hace la deflación es romper la ilusión de prosperidad creada por la inflación monetaria. La deflación elimina diversas actividades de burbuja fortaleciendo así el proceso de generación de riqueza.
La creencia popular en que una caída las existencias de dinero lleva a un empobrecimiento económico general deriva de una visión de que el dinero puede hacer crecer la economía. Sin embargo, lo que permite el crecimiento económico no es más dinero, sino más bienes de capital por cabeza. Además, los economistas que consideran a una caída general en los precios como una causa importante de depresión olvidan el hecho de que lo que importa a los negocios no es el comportamiento general de los precios, sino los diferenciales de precios entre los precios de venta y los costes.
Una caída general en los precios no tiene que ser siempre una respuesta a una deflación monetaria. Por ejemplo, para unas existencias determinadas de dinero, un aumento de la demanda de ese mismo dinero puede tener lugar debido a una economía creciente y a un nivel de vida en aumento. Esto a su vez llevaría a una caída general en los precios y por tanto sería calificada como deflación.
¿Debería entonces considerarse como mala esta caída en los precios? En la economía de mercado, una caída en los precios en respuesta a un aumento en la riqueza real es un mecanismo a través del cual la expansión de riqueza permea toda la economía. Con el aumento en el poder adquisitivo del dinero, la gente puede ahora conseguir una cantidad mayor de bienes y servicios.

¿Se producen depresiones cuando desaparece el dinero?

En  sus escritos, Milton Friedman culpaba a las políticas del banco central de causar la Gran Depresión. Según Friedman, la Reserva Federal no inyectó las suficientes reservas en el sistema bancario como para impedir el desplome de las existencias monetarias.
Para Friedman, el fracaso del banco central de EEUU no fue que causara la burbuja monetaria, sino que permitiera la deflación a la burbuja. Murray Rothbard, aunque estaba de acuerdo con Friedman en que las existencias monetarias cayeron abruptamente, encontraba que la Reserva Federal había estado inyectando reservas agresivamente en el sistema bancario. A pesar de esta inyección, las existencias de moneda continuaron cayendo. La aguda caída las existencias monetarias, al contrario de lo que afirma Friedman, no es indicativa del fracaso de la Reserva Federal en inflar la oferta monetaria. Es indicativo del encogimiento de las existencias de riqueza real producidas por las políticas monetarias laxas anteriores del banco central y los fuertes incrementos resultantes en la tasa de crecimiento de la oferta monetaria.
La existencia del banco central y de la banca de reserva fraccionaria permiten a los bancos comerciales generar crédito que no está respaldado por riqueza real, es decir, crédito creado “de la nada”. Una vez se genera el crédito sin respaldo, crea actividades que el libre mercado nunca aprobaría, es decir, actividades que están consumiendo y no produciendo riqueza real. Mientras las existencias de riqueza real sigan expandiéndose y los bancos estén ansiosos por expandir el crédito, continuarán prosperando diversas falsas actividades.
Siempre que la creación extensiva de crédito creado de la nada aumente el ritmo del consumo de riqueza real por encima del ritmo de la producción de riqueza real, el flujo del ahorro real se ve perjudicado y se pone en marcha un declive en las existencias de riqueza real. El rendimiento de diversas actividades empieza a deteriorarse y empiezan a aparecer malos préstamos bancarios. En respuesta a esto, los bancos empiezan a reclamar sus créditos y esto a su vez pone en marcha un declive en las existencias monetarias. Recordemos que aquí tenemos crédito que los bancos han creado de la nada. Este tipo de crédito nunca tuvo un propietario adecuado. Una vez es devuelto al banco, si este no crea un nuevo préstamo, debe desaparecer. Esto no pasa cuando el préstamo está completamente respaldado por riqueza real: una vez es devuelto pasa a través del banco hasta su propietario original, es decir, el prestamista. El banco es solo un intermediario.
Podemos por tanto concluir que la depresión no la causa el colapso de las existencias de dinero como tal, sino en respuesta a la disminución de existencias de riqueza real, lo que también causa la desaparición de dinero creado de la nada. Incluso si el banco central tuviera éxito en impedir la desaparición del dinero, no sería capaz de impedir una depresión si las existencias de riqueza real estuvieran disminuyendo.
Asimismo, incluso si las políticas monetarias laxas tuvieran éxito en aumentar los precios y las expectativas inflacionistas, esto no podría reavivar la economía mientras las existencias de riqueza real estén disminuyendo.
Podemos concluir que son las políticas monetarias laxas del banco central y la banca de reserva fraccionaria las que causan una mala asignación persistente de recursos, lo que a su vez debilita el flujo del ahorro real y por tanto debilita el proceso de formación de riqueza real. Esto implica a su vez que las causas primarias de la depresión son las políticas monetarias laxas del banco central y la banca de reserva fraccionaria. Una caída de precios es solo un síntoma, por así decirlo.

Los banqueros centrales se equivocan con respecto a la inflación y la deflación

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La mayoría de los economistas ven a la deflación como un declive general en los precios de bienes y servicios. Se ve como una amenaza importante para el bienestar de la gente, pues la deflación se ve como un factor importante que sume a la economía en una depresión económica. La mayoría de ellos son de la opinión de que los bancos centrales y gobiernos de todo el mundo deben luchar agresivamente contra la posible aparición de deflación. Esta forma de pensar deriva de una visión errónea de lo que es la deflación. Como consecuencia, se olvida que no es la deflación sino más bien la inyección monetaria lo que está en la raíz de las dificultades económicas.