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Monday, July 11, 2016

2018: el clan de Peña Nieto

Para ir hacia delante, el presidente Enrique Peña Nieto utilizó en el destape de su designado líder del PRI un método con olor a naftalina. Primero dejó que surgieran las voces el jueves en el partido que Enrique Ochoa sería el ungido, y el viernes envió todo el corporativis-mo tricolor para que lo apoyaran: el Sector Obrero, con la CTM a la cabeza, el Campesino y el Popular, donde cabe todo lo demás que pueda afiliarse clientelarmente. Para apuntalar al designado, Peña Nieto utilizó lo que se pensó había dejado atrás el PRI, las anacrónicas prácticas de la cargada. No parece haber tenido de otra el Presidente. La imposición cuesta, pero podría uno deducir que sus beneficios son mayores que los costos.

El presidente Miguel de la Madrid tuvo que recurrir a las figuras del partido, en 1987, para persuadir al líder obrero Fidel Velázquez, horas antes del destape, que Carlos Salinas era el mejor candidato que tenía el PRI para continuar el modelo económico que habían puesto en práctica desde 1985 –el neoliberalismo. De la Madrid no sólo necesitaba a alguien cercano –también lo era su secretario de Gobernación, Manuel Bartlett–, sino que ideológicamente estuviera comprometido con su proyecto de cambio. La designación de Ochoa se da bajo el mismo método de costo-beneficio. Lo explicó muy bien Juan Gabriel Valencia el sábado pasado en un artículo de prensa: “Con su presidencia… el PRI habrá de recuperar algo que perdió hace muchos años: su capacidad de debate público (y) la posibilidad de intentar diseños racionales de ingeniería institucional”.

Ochoa tiene, en efecto, esos atributos dialécticos y el equipaje para irrumpir con fuerza en la arena pública y defender sólidamente el proyecto peñista. Como Salinas lo estaba en 1987, está ideológicamente comprometido con el proyecto y participó directamente en la elaboración de una de las reformas –la educativa–, y en la implementación de otra –la energética–. Las dos son las piedras angulares de las reformas de Peña Nieto, quien con la designación del exdirector de la Comisión Federal de Electricidad vuelve a subrayar que ya sea porque fue convencido o porque realmente entiende lo que está haciendo, su proyecto de nación es lo mejor para el país.

Claramente a Peña Nieto le importa poco lo que esto significa para el país. Sus reformas, como lo son todas aquellas iniciativas que alteran el status quo, generaron resistencias, aunque llama la atención que la oposición sea de 360 grados, lo que no es usual. Todos los sectores políticos, productivos y sociales están en su contra, lo que le abrió flancos a su alrededor. Sus reformas han sido acompañadas por variables que no tienen que ver con el cambio, sino con la regresión.
El Estado de Derecho se encuentra en una de sus mayores debilidades de los últimos 20 años, mientras que la corrupción y la impunidad recuperaron el vigor de antaño, de acuerdo con todos los indicadores. Dentro y fuera del país, la visión que tiene Peña Nieto de él y de su gobierno no es compartida. Más del 80% de los 120 millones de mexicanos piensan lo opuesto –de ese tamaño es la desaprobación a la forma como gobierna–, y las críticas y tensiones con varios gobiernos e instituciones internacionales, enfatizan la disfuncionalidad de sus relaciones con el mundo. Peña Nieto, como se apuntó en este espacio el viernes pasado, es refractario a todo.

La designación de Ochoa fue a contracorriente de las realidades objetivas que lo rodean. El viernes pasado se refirieron aquí las pérdi-das electorales que ha sufrido el PRI en los dos últimos años, como desgaste de la figura presidencial y sus políticas. Y el fin de semana se vislumbraron las fracturas internas en el PRI, en donde sobresale una poco observada, la de Ricardo Aguilar, que en el Estado de México fue uno de los operadores políticos y electorales más cercanos al entonces gobernador Peña Nieto. “No queremos candidatos que al ser postulados, los primeros sorprendidos en conocer su supuesta militancia seamos los propios priistas”, dijo Aguilar, uno de los operadores de la maquinaria electoral mexiquense.

La crítica de Aguilar al destape de Ochoa refleja la descripción del articulista Valencia, quien apuntó sobre su llegada a la presidencia del PRI: “Es toda una reconfiguración del grupo gobernante y, cabe de-cir, del estilo de contienda y del modo decisorio hacia 2018”. Sería aventurado y muy prematuro interpretar los hechos y las palabras como la definición de la candidatura presidencial del PRI dentro del gabinete económico, pero está claro que esa decisión se hará de forma excluyente. Aguilar es reflejo del resentimiento al sectarismo de la decisión de Peña Nieto. Sin embargo, no hay nada novedoso en el manejo cupular y herméticamente cerrado con el que se ha manejado junto con su presidencia tripartita, de la que Ochoa ha sido uno de sus gladiadores.

La reconfiguración del equipo gobernante como clan, es la toma del control total de todos los órganos de control político a disposición del Ejecutivo y de la presidencia tripartita. Fuera el último contrapeso, Manlio Fabio Beltrones, todo es de ellos y para ellos. Peña Nieto irá con su grupo cerrado al 2018. Si el país grita, que vocifere en las urnas. Si no los quiso oír durante tres años y medio, menos ahora, que se ha pintado de guerra para ir por todo contra todos.

2018: el clan de Peña Nieto

Para ir hacia delante, el presidente Enrique Peña Nieto utilizó en el destape de su designado líder del PRI un método con olor a naftalina. Primero dejó que surgieran las voces el jueves en el partido que Enrique Ochoa sería el ungido, y el viernes envió todo el corporativis-mo tricolor para que lo apoyaran: el Sector Obrero, con la CTM a la cabeza, el Campesino y el Popular, donde cabe todo lo demás que pueda afiliarse clientelarmente. Para apuntalar al designado, Peña Nieto utilizó lo que se pensó había dejado atrás el PRI, las anacrónicas prácticas de la cargada. No parece haber tenido de otra el Presidente. La imposición cuesta, pero podría uno deducir que sus beneficios son mayores que los costos.

Thursday, July 7, 2016

Osorio se lava las manos

Raymundo Riva Palacio

La restauración del diálogo político entre el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y los 30 líderes nacionales de la Coordinadora magisterial, frotó bálsamo sobre el delicado tejido sociopolítico mexicano. Una decisión provocada por la magnitud de la protesta organizada el martes por los maestros disidentes, apresuró un tercer encuentro en Bucareli. Fue rápido, sin mayores preámbulos ni protocolos, donde los maestros respondieron a la pregunta que les había hecho Osorio Chong la semana pasada: ¿qué es lo que pretenden? La respuesta, aunque en tono suave, busca lo que hasta ahora es impensable en el gobierno: marcha atrás en la reforma educativa. Ceder, como le dijo hace unos días Jesús Zambrano, presidente de la Cámara de Diputados, al secretario de Educación, Aurelio Nuño, sería un error. Si se cede ahora, afirmó, se cede todo.

Todo es absolutamente todo, incluido, como primer paso, el secretario Nuño, cuyo trabajo en la arquitectura de la reforma educativa desde la campaña presidencial del candidato Enrique Peña Nieto, la redacción de la iniciativa y su negociación dentro del Pacto por México sería echado a la basura. Esto luce tan impensable, como revertir la reforma educativa. El gobierno se encuentra en un callejón sin salida, y el secretario de Gobernación, el héroe instantáneo de la paz, podrá llevarse las medallas de una victoria efímera en un horizonte turbulento. Ante la violencia en el sur del país ganó tiempo, pero el pulso de la rebeldía sigue agitándose.

La dirigencia del magisterio ha sido cuidadosa con Osorio Chong. A diferencia de Nuño, nadie pide al presidente que lo destituya. Los líderes magisteriales no hablan de sus avances intramuros, y los comunicados los pactan en la Secretaría de Gobernación. Como el documento que le entregaron el martes por la noche, donde aclaran, como antídoto contra las críticas, que no respaldan “la herencia ni la venta de plazas, instrumentos del clientelismo establecido por las direcciones charriles de la SNTE”. Lo que quieren es la suspensión “definitiva” de la reforma educativa. Ya no usaron la palabra derogar (que significa anular una norma o ley) y emplearon suspender (que es detener o diferir). La semántica es importante. La derogación es la anulación automática y no puede volver a discutirse; la suspensión, aún en forma definitiva, es llevarla a un espacio en donde cabe un nuevo proceso legislativo, sin necesidad de construir una nueva ley.

Osorio Chong jugó con ellos y propuso ser el facilitador “de un proceso de diálogo con la Secretaría de Educación Pública en torno al modelo educativo”. El secretario de Gobernación abrió la puerta a la disidencia magisterial y se lava las manos. Su encomienda era buscar el restablecimiento del orden en Oaxaca y, cuando menos hasta ahora, pese a los gritos y los bloqueos, la paz no está rota. Hay entidades con el fuego latente, pero con el espacio de una semana para darles la respuesta, ganó espacio de movimiento él, pero ni el presidente ni Nuño ni nadie en el gabinete, como el secretario de Hacienda, Luis Videgaray, que está ideológicamente comprometido con la reforma educativa, lo tienen.

La disidencia magisterial tiene claro desde el principio lo que desea. Lo dejó por escrito en el documento que entregó a Osorio Chong en los considerandos V, IX y X: el Sistema Educativo Nacional no será instaurado mediante acciones punitivas contra los docentes y bajo una estructura legal que establece que la evaluación conduce a su despido o separación del aula. Es decir, más de seis meses de cruzada de Nuño por la evaluación de los docentes, miles de palabras empleadas en sus comunicados para hablar sobre los altos porcentajes de maestros evaluados, son inocuos. Ese sistema, dicen los líderes de la Coordinadora, es inaceptable. Igual es la tabla rasa impuesta en el nuevo modelo educativo.

Exigieron en el considerando VII una “educación verdaderamente autónoma, de tal manera que nuestras escuelas tengan libertad para, en el marco de una educación nacional, proponer y definir cómo deben ser los planes y programas, los contenidos y las prácticas pedagógicas dentro y fuera del aula”. Autonomía total para las escuelas significa autogobierno. La rectoría de la educación por parte del Estado, principio fundamental de la reforma educativa, entregada para el manejo bicéfalo en función de “cada zona, región y entidad federativa”, como apuntaron en el considerando IX. No quieren tampoco que se abra la educación de normalistas en las universidades privadas, sino que se mantenga la plaza automática de maestros para los egresados de las normales públicas.

La Coordinadora quiere que su modelo de educación sea debatido a nivel nacional y que, entretanto, la reforma educativa se coloque en el limbo. Regresar al statu quo previo al gobierno de Peña Nieto, es la exigencia. ¿Qué dijo el secretario? Facilitará las condiciones para que eso suceda. El martes por la noche Osorio Chong le dio un placebo a la Coordinadora, que salió de Bucareli como la vencedora de una larga batalla, pero colocó a Peña Nieto en una encrucijada. Su instrucción era buscar la paz en Oaxaca, no alentar la revisión de la reforma educativa. Entonces, ¿para quién trabaja el secretario de Gobernación? Si la respuesta sigue siendo para el presidente, se verá entonces que el lunes todo regresa al punto donde partió, pero con un clima de mayor irritación. Osorio Chong, de ser así, volvería a ensuciarse las manos.

Osorio se lava las manos

Raymundo Riva Palacio

La restauración del diálogo político entre el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, y los 30 líderes nacionales de la Coordinadora magisterial, frotó bálsamo sobre el delicado tejido sociopolítico mexicano. Una decisión provocada por la magnitud de la protesta organizada el martes por los maestros disidentes, apresuró un tercer encuentro en Bucareli. Fue rápido, sin mayores preámbulos ni protocolos, donde los maestros respondieron a la pregunta que les había hecho Osorio Chong la semana pasada: ¿qué es lo que pretenden? La respuesta, aunque en tono suave, busca lo que hasta ahora es impensable en el gobierno: marcha atrás en la reforma educativa. Ceder, como le dijo hace unos días Jesús Zambrano, presidente de la Cámara de Diputados, al secretario de Educación, Aurelio Nuño, sería un error. Si se cede ahora, afirmó, se cede todo.

Thursday, June 16, 2016

2018: el candidato a vencer


  
  
AMLO. (ilustración)
Andrés Manuel López Obrador prometió que Morena se llevaría el 30% de la votación para el Congreso Constituyente en la Ciudad de México y alcanzó el objetivo. López Obrador le pidió a David Monreal que fuera buscara la gubernatura de Zacatecas, donde lo importante no era ganar sino construir una estructura partidista, y Morena se convirtió en la segunda fuerza del estado con 25% del voto. Hace un año le dijo Rocío Nahle, la coordinadora de Morena en el Congreso, que ganarían en Veracruz; no pasó, pero Morena se convirtió en la tercera fuerza estatal. Se asentó bien en Puebla y mostró cabal salud en Oaxaca. No tuvo gubernaturas en la bolsa ni triunfos determinantes, pero su votación creció 86% entre las elecciones federales de junio de 2015 y las recientes de gobernador. Ningún partido incrementó así su número de votos.

Morena es una máquina política cuyo combustible, ingeniería y carrocería funcionan por la existencia de López Obrador. Pensar qué sería de Morena sin él sólo puede ser planteado como hipótesis, aunque se puede suponer que sería el colapso de una opción de la izquierda social, que alberga a los que no habían votado, al elector volátil, a los insatisfechos, a los antisistémicos. López Obrador es la síntesis de la oposición a lo establecido y quien galvaniza la molestia ciudadana. Nadie en la geometría política se encuentra en ese punto como él.

Lleva 30 años de hacer campañas electorales, para el PRI en el Tabasco que eligió a Enrique González Pedrero como gobernador, para él como candidato de la izquierda al mismo cargo, para ser líder nacional del PRD, y para buscar dos veces la Presidencia. “La mafia del poder”, como llama a todos los que no sean él o sus incondicionales, dijo que le impidió llegar a Los Pinos. Esa “mafia” no pudo acabarlo en 2005 cuando iniciaron un proceso de desafuero para juzgarlo por un delito menor, porque el entonces presidente Vicente Fox ordenó a la PGR que se desistiera de la acusación. En política, a quien no se mata se fortalece. López Obrador se quedó a 243 mil 934 votos del panista Felipe Calderón, despojado de la victoria en buena parte por sus propios errores durante la campaña y una mala estrategia postelectoral. Sin esas fallas, retóricamente hablando, las cosas podrían haber sido diferentes.

Seis años después perdió por mayor margen ante Enrique Peña Nieto, luego de que al verse empatado el priista con su adversario un mes antes de la elección, contó con el respaldo del golpeteo propagandístico del PAN, cuando quedó claro que su candidata, Josefina Vázquez Mota, no estaría en la lucha final. Tres años y medio después, López Obrador luce tan fuerte como candidato como en 2006 y 2012, pero con una gran diferencia: quienes lo derrotaron decepcionaron o son cuestionados; los problemas que decía aquejaban a los mexicanos no sólo se confirmaron sino que se acentuaron, y la realidad, como nunca, camina de la mano del discurso del tabasqueño.

“La mafia del poder”, como describe a las élites mexicanas, no quiere que llegue a la Presidencia porque están convencidos que afectará sus intereses. En 2016, el discurso contra esos intereses es altamente poderoso: corrupción y pobreza. Su discurso teológico, con polos excluyentes como el bien o el mal, ricos o pobres, buenos o malos, penetran perfectamente en el psique mexicano, católico y lastimado, y responde a las demandas ciudadanas. Frases como “ese avión no lo tiene ni Obama”, o sólo dan “frijoles con gorgojo”, son dos de los mensajes más penetrantes que registran los expertos en casi una generación. Si carecen de verdad es irrelevante. Él los mantiene como una línea que machaca sobre sus ejes de ataque retórico: corrupción y pobreza.

López Obrador abandonó el barco del PRD mucho tiempo después que ya sabía que para él, sus maderos estaban podridos. En las elecciones federales de 2015, cuando Morena hizo su primera aparición electoral, obtuvo el 8.39% de la votación, con tres millones 346 mil 349 votos, convirtiéndose en la cuarta fuerza política nacional. De ese total de sufragios, de acuerdo con analistas, sólo 400 mil se podrían etiquetar directamente a votos perdidos por el PRD. Insatisfechos de otros partidos, nuevos votantes o los volátiles, le dieron el mandato. En las elecciones para 12 gobernadores del 5 de junio, pasó a ser tercera fuerza nacional y en algunos lugares casi empatados con el PAN o con el PRI. El PRD quedó atrás.

Para las elecciones de 2018 falta todavía un largo tiempo en términos de calendario electoral, y si bien antes del 5 de junio, como se escribió en este espacio, sería muy difícil que estuviera en condiciones de competencia real para la presidencial, después de los resultados de hace dos domingos, es campo abierto. La debacle del PRD, el creciente rechazo al PRI y las victorias artificiales del PAN tras los inesperados resultados, colocan a López Obrador como el único candidato con victorias químicamente puras. Él y Morena son los únicos que avanzan por lo que son, lo que dicen y representan. Aún no se le ve la fortaleza estructural para contender contra el PRI y el PAN en 2018, pero la realidad está de su lado. Al preguntar las encuestas por quién votarían más en 2018, el 92% por ciento de quienes responden dicen que por quién más esté contra Peña Nieto. Como dirían los jóvenes, que les sirva de advertencia.

2018: el candidato a vencer


  
  
AMLO. (ilustración)
Andrés Manuel López Obrador prometió que Morena se llevaría el 30% de la votación para el Congreso Constituyente en la Ciudad de México y alcanzó el objetivo. López Obrador le pidió a David Monreal que fuera buscara la gubernatura de Zacatecas, donde lo importante no era ganar sino construir una estructura partidista, y Morena se convirtió en la segunda fuerza del estado con 25% del voto. Hace un año le dijo Rocío Nahle, la coordinadora de Morena en el Congreso, que ganarían en Veracruz; no pasó, pero Morena se convirtió en la tercera fuerza estatal. Se asentó bien en Puebla y mostró cabal salud en Oaxaca. No tuvo gubernaturas en la bolsa ni triunfos determinantes, pero su votación creció 86% entre las elecciones federales de junio de 2015 y las recientes de gobernador. Ningún partido incrementó así su número de votos.

La rebelión de las sotanas

La jerarquía eclesiástica mexicana trae la cara pintada de guerra. Es una afrenta al Estado laico que pasa por el insulto abierto y grosero al presidente de la República. Su descalificación y agresión verbal contra Enrique Peña Nieto, un hombre formado por el Opus Dei, atento a los mandamientos éticos de la Iglesia, y probablemente el Ejecutivo más católico de todos los que se recuerdan en el México posrevolucionario, es inadmisible. Sus ataques obedecen a que como presidente, Peña Nieto gobierna para todos los mexicanos bajo los principios del Estado laico, y no de sus agendas bíblicas. La intolerancia a la discrepancia, de quien sea contra cualquiera, es inadmisible. Pero en el caso de la Iglesia católica, la Constitución restringe sus derechos y haberes como institución. Que no se les olvide.

Los portavoces de la jerarquía católica expresan la indignación del clero por la iniciativa presidencial sobre matrimonios igualitarios, planteada por el presidente dentro el contexto de los derechos humanos. ¿Por qué lesbianas, homosexuales y transexuales no pueden tener los mismos derechos que el resto de los mexicanos? ¿Por qué la Iglesia católica dice que atentan contra el orden natural de las cosas? Sus creencias, bajo los cuales rigen sus principios y su moral, no están inspiradas en Darwin, sino en La Biblia. Respetable su posición, pero nada más. Su fe no rige los Estados, salvo los fundamentalistas, como en la República Islámica de Irán o el califato que pretende el Estado Islámico. Su fe aporta soporte moral a los creyentes, pero en aquellas naciones donde el Estado está separado de la Iglesia, su filosofía, doctrinas y orientaciones se quedan dentro de los templos. Sus actividades públicas también están restringidas en varios países, como México.

El inciso 'e' del artículo 130 constitucional establece: “Los ministros no podrán asociarse con fines políticos ni realizar proselitismo a favor o en contra de candidato, partido o asociación política alguna. Tampoco podrán en reunión pública, en actos del culto o de propaganda religiosa, ni en publicaciones de carácter religioso, oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, ni agraviar, de cualquier forma, los símbolos patrios”. Sin embargo, tanto la Iglesia católica como otras iglesias, están violando este precepto y, en protesta por la iniciativa presidencial sobre los matrimonios igualitarios, utilizaron el púlpito para buscar la incidencia en el voto. No está claro aún si influyeron o no en él en estados como Aguascalientes y Tamaulipas, pero lo que sí se encuentra en los límites de la legalidad es la actividad política que realizaron y que, explícitamente, reconocen.

En una entrevista con el diario El Universal, el vocero de la Arquidiócesis de México, Hugo Valdemar, editor del semanario Desde la Fe, que lleva tres años y medio en campaña abierta contra el presidente Peña Nieto, negó que los sacerdotes y prelados hubieran realizado acto alguno de proselitismo. “Directamente no lo hubo”, agregó. “Lo que sí hubo fue una serie de orientaciones de obispos y sacerdotes que advertimos el peligro de estas iniciativas”. En una conferencia de prensa, el presidente de la Confraternidad Nacional de Iglesias Cristianas y Evangélicas, Arturo Farela, añadió: “No hicimos proselitismo; llamamos al voto responsable”.

Farela enmarcó la posición de cristianos y evangélicos como un acto de libertad de expresión. “Mientras no se fomente la discriminación, la homofobia, la falta de respeto a todos los grupos, no se debe tener miedo al debate”, dijo. En los hechos, lo que promovieron sus pastores fueron precisamente la discriminación, la homofobia y una sociedad partida entre ellos y los que adoptan la Ley Natural como credo ciego, y el resto. La jerarquía católica es menos sutil. En el editorial del domingo pasado en el semanario Desde la Fe, el sacerdote Valdemar escribió: “No cabe duda que el hartazgo ante la corrupción, la ineficiencia y la impunidad, así como la imparable violencia y la inseguridad en la que vive secuestrada la ciudadanía, han sido los factores que llevaron a la derrota del partido en el poder.

“Por eso… nos preguntábamos… si el presidente no tenía prioridades que atender antes de hacer una propuesta legislativa destructora de la familia, de sus derechos y de sus valores. Ante dicha agresión… la sociedad se ha movilizado… manifestando un rechazo total a una iniciativa –que se pretende autoritaria–, y detrás de la cual está el intervencionismo extranjero… que financia esta perversión de los valores... No hay duda que la sociedad, inconforme con esta imposición destructiva e inmoral, ha reaccionado, y ha emitido un voto de castigo al presidente y a su partido”.

La grey ha rebasado las fronteras del respeto y la convivencia. Hace unos días, el obispo de Culiacán, Jonás Guerrero Corona, recordó la iniciativa de los matrimonios igualitarios, antes de insultar: “¿No será que (el presidente) anda buscando gavioto en vez de gaviota?”. Nadie de la jerarquía eclesiástica lo desautorizó. Tampoco a Valdemar. Por tanto, uno supone, están de acuerdo con lo que plantean. Las iglesias se han pintado la cara de guerra. Si quieren hablar en el marco de las libertades, que se quiten las sotanas y que dejen de lado sus privilegios fiscales y económicos. Si no quieren que les quiten las prebendas, que respeten el Estado laico en el que viven. Que recuerden que este debate no es sobre la libertad de expresión, sino sobre leyes.

La rebelión de las sotanas

La jerarquía eclesiástica mexicana trae la cara pintada de guerra. Es una afrenta al Estado laico que pasa por el insulto abierto y grosero al presidente de la República. Su descalificación y agresión verbal contra Enrique Peña Nieto, un hombre formado por el Opus Dei, atento a los mandamientos éticos de la Iglesia, y probablemente el Ejecutivo más católico de todos los que se recuerdan en el México posrevolucionario, es inadmisible. Sus ataques obedecen a que como presidente, Peña Nieto gobierna para todos los mexicanos bajo los principios del Estado laico, y no de sus agendas bíblicas. La intolerancia a la discrepancia, de quien sea contra cualquiera, es inadmisible. Pero en el caso de la Iglesia católica, la Constitución restringe sus derechos y haberes como institución. Que no se les olvide.