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Monday, August 8, 2016

La orgía monetaria

Lorenzo Bernaldo de Quirós considera que el uso y abuso de la política monetaria para fines fiscales o para estimular el crecimiento económico tiene consecuencias incalculablemente negativas.

Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.
Los bancos centrales de las economías avanzadas se han embarcado en un ultra activismo monetario sin precedentes. Ante la crisis que comenzó en el verano de 2007, bajaron los tipos de interés a cero. En paralelo expandieron sus balances comprando toda clase de activos. Estas medidas produjeron una depreciación de sus tipos de cambios frente a las divisas de los países emergentes. Para conjurar esta presión depreciatoria, éstos acumularon reservas para mantener en niveles bajos sus tasas de interés a largo plazo. En consecuencia, su entorno monetario adquirió también una extraordinaria laxitud. Está anormal situación persiste, agudizada, casi una década después de la Gran Crisis. El Banco Central Europeo (BCE) y los institutos emisores danés, suizo y sueco se han sumado al de Japón y han adoptado tasas de interés reales negativas con el objetivo de estimular la actividad económica.



Se ha producido una auténtica perversión de la política monetaria. En el período posterior a la bancarrota de Lehman Brothers en septiembre de 2008, las medidas excepcionales introducidas por los bancos centrales tenían una justificación sólida: evitar el colapso del mecanismo de medios de pago, restaurar la estabilidad financiera y conjurar el peligro de la depresión. Cuando el sistema financiero parecía estabilizarse o estaba en visos de hacerlo, la expansión monetaria persistió con un nuevo-viejo fundamento: impulsar la alicaída demanda agregada. De este modo, lo extraordinario se ha convertido en normal pese a que la teoría económica y la experiencia enseñan que ultra actividad monetaria no es un medio para crecer y crear riqueza. La contumacia en este error va a tener graves y dolorosas consecuencias.
Se ha vuelto a incurrir en un error de manual: la creencia de que los bancos centrales pueden reactivar la economía de modo permanente. Para empezar, esta visión olvida los efectos acumulados de las expansiones crediticias sobre la oferta productiva. La distorsión de un precio relativo, el del dinero, conduce a adoptar malas decisiones de inversión que suelen terminar en una recesión y, en el extremo, en una depresión cuando el boom finaliza, lo que es sólo cuestión de tiempo. Esta idea central de la Escuela Austriaca ha sido refinada y completada por la moderna teoría del ciclo financiero que tiene en economistas del Banco Internacional de Pagos, como Daniel Borio, su más cabal exposición.
Por otra parte, el ultra activismo monetario parece ignorar los conocidos efectos de retroalimentación, producidos por masivas compras de activos, reales y financieros, a crédito. Cuando las burbujas fabricadas por excesos crediticios se desinflan, los activos adquiridos por ese procedimiento no proporcionan las tasas de retorno necesarias para servir los préstamos asociados a su adquisición. La consecuencia es una recesión-depresión y una crisis bancaria. El problema de stocks creado por la expansión monetario-crediticia no puede solventarse con más dosis de lo mismo. Desde esta perspectiva, las burbujas cuyo estallido condujo a la Gran Recesión vuelven a ser alimentadas por los bancos centrales y cuando se desinflen producirán un efecto demoledor sobre unas economías que aún no han purgado los excesos del anterior ciclo de deuda.
La actual política de los bancos centrales amenaza de manera frontal la salud de las entidades de crédito y el funcionamiento de los mercados financieros. Con tipos de interés cero o reales negativos, si se desea que éstos sean transmitidos a las empresas y a los hogares, la rentabilidad de la banca desaparecerá a menos que esos mismos tipos se impongan a los depósitos, en cuyo caso éstos se reducirán de manera sustancial. Parece evidente que la gente no estará dispuesta a pagar por poner su dinero en una institución bancaria en vez de recibir una remuneración por él. Esto conduce a erosionar de manera directa la capacidad de la banca de canalizar el ahorro hacia la economía real lo que disminuye el crecimiento potencial de la economía. Esta última afirmación se ve fortalecida por la imposición a las instituciones bancarias de requisitos de capital sensiblemente superiores a los del pasado.
Como no existe el vacío, el debilitamiento de las funciones de la banca tradicional será ocupado en gran parte por el crecimiento del shadow banking, cuya base de negocio son los préstamos colateralizados. El espectacular desarrollo de ese sector en los años previos a la Gran Recesión se verá acelerado por el endurecimiento de las regulaciones aplicadas a los bancos clásicos a raíz de la crisis. Desde el momento en el que el tipo de préstamos ofrecidos por la banca no convencional es más pro cíclico, ello se traducirá en un entorno financiero de mayor inestabilidad. De la misma manera, las aseguradoras y otros prestamistas tendrán crecientes dificultades para obtener retornos adecuados sobre sus activos, lo que implica serios problemas para un segmento importante del sistema financiero. Los ejemplos podrían extenderse hasta casi el infinito.
La actuación de los bancos centrales compromete su independencia y su objetivo, la estabilidad de precios. Al comprar papel del gobierno a gran escala e intentar que los tipos no crezcan se convierten en un instrumento al servicio de la política fiscal. En paralelo, la financiación del endeudamiento del sector público mediante la máquina de imprimir billetes resta incentivos para que los gobiernos pongan en marcha los procesos de consolidación presupuestaria precisos para garantizar la sostenibilidad de las finanzas públicas; un caso paradigmático de riesgo moral. Para los institutos emisores el resultado es la pérdida de credibilidad de los institutos emisores y, por tanto, su incapacidad de anclar las expectativas de los agentes económicos en un marco estable, lo que es negativo para el crecimiento de la economía.
El recurso a la política monetaria para conseguir fines que no están a su alcance constituye un error de consecuencias incalculables pero, sin duda, pésimas. Cuanto más se prolongue esta situación, mayores serán los costes sociales y económicos derivados de salir de ella. En estos momentos, el riesgo para la pervivencia de las economías de mercado no procede de los populismos de distinto signo o de otras amenazas reales o imaginarias sino de la irresponsable y suicida actuación de la banca central.

La orgía monetaria

Lorenzo Bernaldo de Quirós considera que el uso y abuso de la política monetaria para fines fiscales o para estimular el crecimiento económico tiene consecuencias incalculablemente negativas.

Lorenzo Bernaldo de Quirós es presidente de Freemarket International Consulting en Madrid, España y académico asociado del Cato Institute.
Los bancos centrales de las economías avanzadas se han embarcado en un ultra activismo monetario sin precedentes. Ante la crisis que comenzó en el verano de 2007, bajaron los tipos de interés a cero. En paralelo expandieron sus balances comprando toda clase de activos. Estas medidas produjeron una depreciación de sus tipos de cambios frente a las divisas de los países emergentes. Para conjurar esta presión depreciatoria, éstos acumularon reservas para mantener en niveles bajos sus tasas de interés a largo plazo. En consecuencia, su entorno monetario adquirió también una extraordinaria laxitud. Está anormal situación persiste, agudizada, casi una década después de la Gran Crisis. El Banco Central Europeo (BCE) y los institutos emisores danés, suizo y sueco se han sumado al de Japón y han adoptado tasas de interés reales negativas con el objetivo de estimular la actividad económica.


Wednesday, July 13, 2016

#Mundo #Brexit El Reino Unido recupera su independencia frente a la Unión Europea – por Eneas Biglione

#Mundo #Brexit El Reino Unido recupera su independencia frente a la Unión Europea – por Eneas Biglione

brexit16Hartos de las regulaciones innecesarias, los presupuestos desorbitados y los burócratas del Parlamento Europeo diciéndoles qué deben hacer, el 52% de los habitantes del Reino Unido votó ayer en favor de salir de la Unión Europea. Una decisión valiente y polémica, que esperamos sirva de lección para toda Europa y el mundo.
Dicha decisión constituye claramente un desafío al “establishment” global y al socialismo económico de todos los partidos alrededor del mundo. Los grandes perdedores en la pulseada política por mantener al Reino Unido dentro de la Unión Europea fueron claramente el Presidente Barack Obama y los líderes de la OTAN, que buscaban evitar esta decisión ejerciendo una fuerte presión internacional.



Los votantes del Reino Unido basaron su decisión en el déficit democrático impuesto desde Bruselas (aduciendo que al Parlamento Europeo le falta legitimidad democrática para imponer o rechazar legislación dentro de la Unión Europea), el gran costo anual de pertenecer a la UE (más de 13 mil millones de libras al año, recibiendo menos de la mitad en “beneficios”) y la clara debilidad de la mayoría de las economías de la euro zona (con Grecia e Italia encabezando la lista) abocadas a redistribuir riqueza entre países en lugar de multiplicarla.
El Brexit constituye un duro golpe a la Unión Europea y sus partidarios temen que eventualmente pueda contagiar a otros países miembros. Una encuesta reciente del Pew Research Center muestra que en Francia, país fundador de la UE, tan sólo el 38% de los ciudadanos tienen una imagen favorable de la misma, es decir una imagen favorable un 6% inferior a la de los habitantes del Reino Unido. Por otro lado, en ninguno de los demás países donde se practicó la encuesta, hubo apoyo suficiente a la idea de transferir poder a Bruselas. Esto debería llamar a los líderes de la UE a poner las barbas en remojo y hacer una fuerte autocrítica hacia sus políticas intervencionistas.
Por su parte, y más allá de todo el revuelo que levanta la noticia, el Reino Unido sigue siendo la segunda economía más grande de Europa, miembro permanente del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y un país con excelentes relaciones con Washington DC. Por lo tanto, fuera de la UE el Reino Unido seguirá siendo un jugador de gran importancia en el ámbito internacional en cualquiera de los escenarios posibles.
En materia económica interna, los que se oponían al Brexit han augurado una fuerte recesión en el Reino Unido, pero las autoridades de su Banco Central han salido a confirmar a los medios internacionales que su país está bien preparado para afrontar los cambios que se vienen. Está claro que la Unión Europea no puede permitirse un desprendimiento total del Reino Unido, y viceversa. De hecho las partes ingresan ahora a un período de dos años donde se negociarán los términos y condiciones de esta polémica pero mayoritariamente positiva separación.
Un Reino Unido independiente, en pleno siglo XXI, tendrá la capacidad de volver a convertirse en el ícono de libertad que fuera en su momento para toda Europa y el mundo. Si el resto de la Unión Europea decide aprender la lección, los habitantes de sus países miembros podrán eventualmente gozar de una mayor libertad y una auténtica prosperidad económica.
* Eneas Biglione es Director Ejecutivo de la Fundación HACER.
Fuente: HACER

#Mundo #Brexit El Reino Unido recupera su independencia frente a la Unión Europea – por Eneas Biglione

#Mundo #Brexit El Reino Unido recupera su independencia frente a la Unión Europea – por Eneas Biglione

brexit16Hartos de las regulaciones innecesarias, los presupuestos desorbitados y los burócratas del Parlamento Europeo diciéndoles qué deben hacer, el 52% de los habitantes del Reino Unido votó ayer en favor de salir de la Unión Europea. Una decisión valiente y polémica, que esperamos sirva de lección para toda Europa y el mundo.
Dicha decisión constituye claramente un desafío al “establishment” global y al socialismo económico de todos los partidos alrededor del mundo. Los grandes perdedores en la pulseada política por mantener al Reino Unido dentro de la Unión Europea fueron claramente el Presidente Barack Obama y los líderes de la OTAN, que buscaban evitar esta decisión ejerciendo una fuerte presión internacional.