REFLEXIONES
LIBERTARIAS
Ricardo
Valenzuela
Durante los
años 40 y 50, en al panorama nacional cabalgaba un pintoresco personaje quien,
sin lugar a dudas, representaba al clásico cacique político—empresarial
mexicano; Gonzalo N Santos, El Alazán Tostado. En cierta ocasión alguien le
recriminaba no conocer el significado de moral. El Alazán Tostado con rapidez y
excitación responde…”como no, es el árbol que da moras.”
Alguien
describía la moralidad de un prominente miembro del Opus Dei cuando afirmaba:
“Este cabrón piensa que el único pecado en la lista es el coito fuera del
matrimonio.”
El término
República tuvo un significado especial para los mexicanos que lucharon por la
independencia, contra los imperios y finalmente por tierra y libertad. La forma
de gobierno que reclamara Hidalgo y culminara en la Constitución de 1857, era
única y muy claramente señalaba los límites de los poderes otorgados al
gobierno. Esa Constitución liberal de forma muy precisa expresaba que, el
gobierno no debería de interferir para coartar esa energía pacífica y creativa
de sus ciudadanos. Ello era la sangre de la nación que debería catapultar a
México para alcanzar sus grandes visiones.
Sin embargo,
después de 200 años perdidos en el laberinto de la oscuridad, encontramos que
la naturaleza de la república y el estado actual de nuestro gobierno, se ubican
en el fondo del barril de nuestras prioridades.
Si comparamos
el gobierno actual con el marco descrito por esa constitución liberadora, debería
de ser motivo de gran preocupación para quienes piensen con responsabilidad,
visión y sentido común, en el futuro del país más allá de sólo la siguiente
elección. Los materiales originales que fueron utilizados para elaborar la
mezcla del edificio nacional, se han abandonado totalmente y ahora, la
estructura presenta graves grietas y cimientos arenosos.
Al inicio de
nuestra historia, sabíamos que una sociedad libre es sustentada por dos
pilares: libertades civiles y la economía de mercado. Pero de inmediato el
concepto fue atacado creando lo que en 1860 Francisco Cosmes bautizó como; la
“honorable tiranía.” En el México actual se enfrentan dos grupos: Aquellos que
promueven “cierta libertad” económica pero, coartan las libertades personales.
En el otro extremo los que vomitan ante la libertad de la economía y según
ellos, abrazan las libertades civiles. Desgraciadamente hay muy pocos mexicanos
que defiendan esa libertad en todo su amplio significado.
Así hemos
arribado al siglo XXI sin entender con claridad, o sin creer, en esos
principios cardinales de la constitución original—la separación de poderes y el
federalismo. Renegando de ellos hemos permitido se construya un gobierno
omnipotente y centralizado. Órdenes ejecutivas, agencias reguladoras, un sistema
judicial corrupto y una separación de poderes que se asemeja a una rabiosa
coyotera devorando un indefenso becerro, son ahora las herramientas de
navegación de nuestro gobierno, nuestra economía y nuestras vidas.
Tuvimos un
congreso reducido a sirviente del ejecutivo y ahora convertido en una cena de
cosacos embriagados con ese vodka de la irresponsabilidad. Por ello, se
escuchan las voces de la gente es a través de las encuestas, referéndums o
machetazos, permitiendo a los políticos el medir su irresponsable audacia y el
aguante de los mexicanos. Este nuevo estilo de mercadotecnia política, se
contrapone totalmente a los principios fundamentales de la constitución la que
debería de proteger los derechos de las minorías de los abusos de las mayorías.
Ese voto mayoritario de los influyentes, jamás estuvo considerado en la carta
magna como una fórmula de control del resto de la gente.
En las sociedades
libres los individuos deben de tener el control total de sus vidas recibiendo
los beneficios o los castigos, como consecuencias de sus acciones. Pero cuando
el individuo se convierte en una pieza del ajedrez del estado, la sociedad está
sentenciada a marchitarse y desaparecer. Esa ha sido la vereda que México ha
recorrido durante toda su vida independiente. Tenemos una sociedad en la cual
la libertad individual es un producto sin valor, esa energía creativa tan
urgentemente requerida para propósitos productivos, al igual que las flores sin
agua se, marchita. Los gobiernos no producen absolutamente nada y en sus
esfuerzos para redistribuir riqueza, lo único que logran es destruirla.
Es una cómoda
comisión el rechazar la libertad cuando se piensa que ese gobierno dadivoso
será perdurable. La libertad es rechazada porque debe ir acompañada de
responsabilidad y el aceptar esa responsabilidad individual, practicar la ética
del trabajo y las reglas de coexistencia pacífica, y en eso México se ha convertido en tarea
desagradable. Es más grande la tentación de aceptar la falacia de que todos nos
podemos beneficiar de la benevolencia del estado.
A los amantes
de la libertad, la gente nos dice el que es una pérdida de tiempo el tratar de
cambiar la dirección del camino recorrido. El que nadie nos escucha puesto que,
el desarrollo de ese gobierno centralizado es algo que no se puede revertir.
Nos dicen que a las masas sólo les interesa el que se les siga prometiendo el
paraíso y las elites son las más ferozmente opuestas a los cambios y así,
seguir recibiendo los beneficios del estatismo.
Thomas
Jefferson al final de su vida advirtió el que los logros materiales que
aguardaban en el futuro de los EU, serían el canto de las sirenas que podrían
provocar los ciudadanos olvidaran sus responsabilidades como sociedad libre. El
elemento clave para él, era algo que las leyes no pueden instalar; el
“carácter” de la gente. Ese carácter para respetar a otros, sus libertades, sus
propiedades. Otro de los grandes, Samuel Adams, también previno a las futuras
generaciones cuando se refería a la “buena conducta” como el ingrediente vital
para el desarrollo de una sociedad, y afirmaba: “No la mejor constitución ni
las leyes más sabias serán capaces de asegurar la libertad y la felicidad de la
gente, cuando esa buena conducta ha sido corrompida.”
Pero carácter
e integridad no son responsabilidad de gobiernos. Son reflejo del material de
los pueblos y solo ellos lo pueden modificar. Cuando un gobierno asume el papel
de promotor de la virtud, se le abre la puerta a la tiranía. El ingrediente
para promover virtud, armonía y hermandad, es ese raro producto llamado
libertad. El futuro de México depende de ello, del carácter y la buena conducta
de sus ciudadanos. Algo que traducido sería creencias, actitudes, valores,
esquemas mentales que si no se modifican, no habrá constitución, sabias leyes,
ni grandes hombres capaces de modificar nuestro futuro.
Mientras
sigamos manejando conceptos como, ¿Moral? árbol que da moras, Justo ¿Qué no fue
el revolucionario Justo Sierra? ¿Palabra? fue una película de Pedro Infante;
¿Libertad? arrebatinga dijo la gringa; ¿pecado? el coito; Caridad ¿No fue una
vieja que escribía novelas? ¿Honor? algo que sale en las películas de guerra.
Continuaremos produciendo el mexicano enano que ha mantenido al país anclado a
la mediocridad.
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