REFLEXIONES
LIBERTARIAS
El vaquero
libertario y profeta XXVII
Ricardo
Valenzuela
Una vez más
me deja realmente impresionado tío-jefe, pero yo le propongo irnos a dormir
pues ya pronto se va asomar el alba. De acuerdo, dice don Julián. Solo un último
comentario. Me doy cuenta que, cuando dices eres un voraz alumno en busca de
conocimiento, te quedas corto mijo. Pero debemos organizar la forma en que te
llegue ese conocimiento y no te empaches. Una materia que para mí siempre ha
sido de gran importancia, es la historia, porque yo pienso que historia es el
gran maestro. Historia es filosofía que se enseña con ejemplos. No hay mejor
modo de puntualizar la importancia del estudio de historia, que repasar las
palabras de un gran historiador, que invitaba a imaginar nuestras vidas sin
ella:
“Imaginemos
que todo el conocimiento de los pasos graduales de la civilización, del lento
proceso de perfeccionar el arte de la vida y las ciencias naturales, fueran
simplemente borrados; supongamos que todos los recuerdos de las luchas y esfuerzos de generaciones pasadas,
las acciones de grandes hombres, también desaparecieran; todas las señales de
la historia; todo lo que ha distinguido a cada nación, raza, o ciudad en
tiempos pasados; toda nación de lo que el hombre ha hecho o puede hacer; sus múltiples
fracasos, sus éxitos, sus esperanzas.
Supongamos
por un momento que todos los libros, todas las tradiciones, todos los edificios
de eras pasadas desaparecieran de la faz de la tierra, y con ellos las
instituciones de la sociedad, todas las formas políticas, todos los sistemas de
pensamiento, las costumbres diarias, todos las artes; supongamos que la mas enraizada y sagrada de todas nuestras
instituciones desapareciera; supongamos que la familia y casa, propiedad y
justicia fueran ideas extrañas que no tuvieran significado; que todas las
costumbres que nos rodearon desde nuestro nacimiento hasta la muerte, fueran
igualmente borradas; supongamos que una raza de hombres cuyas mentes, por
alguna jugada del destino, fueran privadas de cada recuerdo y se les presentara
un mundo sin pasado. ¿Podríamos imaginar esa condición de intensa desesperanza,
confusión y miseria?”
Responde
el vaquero que había permanecido escuchando con la boca abierta. Usted cada día
me sorprende más que el anterior jefe. A mí siempre me ha gustado la historia,
pero nunca había analizado el tema de esa forma. Usted es mi maestro y usted es
el que dice por donde nos vamos y a donde nos vamos. Responde don Julián; bien,
entonces mañana vamos a cabalgar un par de días porque quiero que conozcas uno
de los ranchos que forman el conjunto del Paredón Bayo, y en esa jornada
tendremos mucho tiempo para la primera lección de historia. Junto con los temas
que yo te vaya exponiendo, también te voy a proporcionar algunos libros que
complementen lo que estaremos estudiando. Perfecto jefe, contesta Vallian y da
las buenas noches.
Al día
siguiente y rompiendo la costumbre, Vallian se levantaba mucho antes de la
salida del sol para dirigirse a la cocina, e iniciar el rito de café con los
vaqueros. Se sorprende encontrar a Soledad vestida con todos los arreos de un
vaquero texano o sonorense, botas vaqueras de tacón alto y empinado, pantalones
vaqueros de mezclilla, camisa blanca de lana, una gruesa chaqueta de piel de
borrego con interiores también de lana y, lo más curioso, un sombrero vaquero
del tipo usado en esas regiones y que ya el Sr. Stetson estaba popularizando.
Buenos días, afirma Vallian, ella responde al saludo. Es cuando el vaquero le
dice; te ves realmente hermosa con esa indumentaria tan diferente a la de
amazona que has estado usando, pero ¿A qué se debe el cambio? Antes que la
muchacha responda, aparece don Julián en la cocina y él es quien responde. Se
debe, mijo, a que yo invité a Soledad para que nos acompañe porque en Los
Tepehuajes, el rancho que vamos a ver, hay algo que pienso a Soledad le va a
gustar mucho.
Ah que
bien, responde Vallian, pero ¿Dónde conseguiste todo ese ajuar de vaquera que
te sienta tan bien? Pregunta ahora el vaquero. Soledad sonríe y responde.
Bueno, mi tío Julián me invitó a esta jornada desde hace unos días, y luego me
dio permiso de buscar entre la ropa de Isabel, con la seguridad ahí encontraría
todo lo necesario. Pues la ropa te queda como si la hubieras mandado hacer para
ti, revira Vallian. Si, afirma ahora don Julián, mi nieta y Soledad son del
mismo cuerpo y de la misma estatura. Como todas las de Zamora, altas, piernudas
y nalgonas, Lugo ordena, Perfeta, danos de desayunar que tenemos que salir
temprano. Al terminar el desayuno abandonan la casona y en la entrada ya los
esperaban cuatro vaqueros bien armados, y tres caballos ensillados para ellos.
El cocinero esperaba a la distancia con sus mulas cargadas.
Vallian
entonces se dirige al hacendado. Oiga tío-jefe ¿No será peligroso llevar a
Soledad en este viaje? Pregunto porque ya ve que el otro día tuvimos que cazar
unos apaches. No, responde el hacendado. Desde hace días los vaqueros han
campeado por ese rumbo y me informan que los apaches que merodeaban por aquí,
ya se alejaron con rumbo a México. Además, con toda la información que me diste,
en cuando a las ideas legales de Soledad, pensé podríamos aprovechar el tiempo
que vamos a cabalgar para discutirlas. Me parece buena idea, responde Vallian.
Pero además, continua don Julián, Soledad ha solicitado unirse al grupo de mis
alumnos, encabezado por ti, puesto que ella también tiene interés en lo que
pueda haber en la cabeza de este viejo. Perfecto, cierra Vallian. Soledad con
una coqueta sonrisa afirma; no quiero quedarme burra entre tanto pariente
sabio.
Minutos
después cabalgaban por las bellas lomas cubierto de pastizales ya color oro por
la llegada del otoño. Don Julián cabalgaba al centro flanqueado por sus dos
sobrinos. Al lado derecho lo cubría Vallian montado en su poderoso moro,
mientras que el lado izquierdo lo cubría la bella Soledad montada en una yegua
zaina de manos delanteras blancas. Don Julián rompe el silencio para preguntar
¿Qué les parece si damos inicio a la primera lección de historia? Los dos
jóvenes asiente y el hacendado inicia. Vamos a empezar con un tema por demás
interesante. La historia de los EEUU para entender cómo es que ahora cabalgamos
a este ritmo. Las colonias americanas no eran tan libres como se ha creído
durante mucho tiempo. En aspectos de producción, que básicamente era agrícola,
los dueños de las tierras tenían libertad para producir y vender sus productos.
Pero el comerciar con otras colonias u otros países estaba restringido en una
variedad de formas. La forma más importante de control del desarrollo de las
colonias, era ejercido por Inglaterra. Las colonias eran parte de un Imperio, y
tenían la obligación de beneficiar a la madre patria.
Al inicio
era para Inglaterra muy difícil controlar sus colonias, puesto que habían
crecido en etapas e independientes unas de otras. El tipo de concesiones reales
que se otorgaban eran diferentes para cada colonia e inclusive, en las mismas
colonias variaban de terrateniente a terrateniente. Pero la tendencia sobre los
años, siempre fue el establecer un control total, especialmente en aspectos
económicos, siempre dependiendo de Inglaterra. Esos esfuerzos se habían
iniciado desde 1625, y para el inicio
del siglo 18, se había establecido ese control económico. No era algo como el
control de España sobre lo que ahora es Mexico, ellos habían trasplantado su
sistema intacto a través de sus virreyes, con el apoyo de la iglesia y su
sagrada inquisición. Pero eran controles y a los colonos les molestaba.
El tipo de
controles económicos que Inglaterra establecía, tenían como objetivo el hacer
las colonias totalmente dependientes de la madre patria, especialmente en
aspectos económicos, pero también que los resultados generados fueran para el
beneficio de Inglaterra. La estrategia era evitar las colonias desarrollaran
dependencias unas de otras, o que se iniciara la integración de una economía
Americana. Aun cuando las colonias cada día se asemejaban mas unas a otras y
establecían fuertes relaciones entre ellas, el sistema impuesto era para
atarlas cada día más a Inglaterra. Y ese sistema de control político sobre las
colonias, era conocido como mercantilismo.
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