REFLEXIONES LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Ricardo Valenzuela
Emmett Fox afirmaba: “Si solamente pudieras amar
lo suficiente, podrías ser la persona más poderosa del universo.” Es
decir, se refiere al amor como un instrumento de poder, el cual es uno
de los objetivos más comunes emergiendo de eso que llamamos egoísmo.
Una de las expertas en el amor, Marlene Dietrich, escribió: “Ama solo
por el placer de amar y no por lo que te pueda ofrecer el corazón de
alguien más.” Para la Diosa del amor, el experimentar ese sentimiento
era suficiente para satisfacer su “deseo egoísta de obtener placer.”
El placer para los seres humanos, no es un lujo, es una necesidad psicológica. En su significado más salvaje, es una concomitancia metafísica de la vida, es el resultado exitoso de alguna acción así como el dolor es el resultado e insignia de acciones produciendo ese fracaso, destrucción y muerte. A través de ese estado de gozo, el ser humano experimenta el valor de la vida, la sensación de que vale la pena vivirla y continuar la luchar por mantener eso que nos lo produce. El amor, es, o debiera ser, la máxima expresión de ello.
Es un error identificar el amor como lo opuesto al egoísmo. Lo opuesto del amor es el odio. El amor es la respuesta emocional de un ser humano a las virtudes de otro, es el pago espiritual que se da a cambio por el “placer egoísta” que obtiene de las virtudes de otro. Pero nos han programado para pensar que, el valorar a alguien más, debe llevar implícito el sacrificio nuestro, puesto que el amor que podamos experimentar no debería ser fuente de nuestro gozo y placer, con lo que se nos exige un cheque en blanco a nombre de quienes amamos.
Se dice que "amar es dar sin recibir nada a cambio". Esto es falso. Toda acción es egoísta y también todo sentimiento. Cuando amo, espero recibir algo a cambio ¿Qué? Se pregunta escandalizada la gente. Al igual que Marlene Dietrich, espero recibir la satisfacción de experimentar ese sentimiento maravilloso que es el hecho de poder dar y amar. Si amar me produjera indiferencia, si me diera lo mismo, o si me hiciera daño, no me molestaría en amar ya que con ello no experimento sensación alguna de bienestar, sino malestar.
Ni qué decir si amar me produjera dolor. Pero aun así, si busco ese malestar, si soy masoquista, sigo siendo egoísta ya que el producto del masoquismo es precisamente la búsqueda de placer. Es lo que me hace sentir mejor en algo que se le ha llamado la adicción al dolor. El caso clásico y contrario de este peculiar fenómeno, nos lo presenta el personaje del popular programa de TV, Becker, cuando explota en histeria al “sentirse feliz por estar enamorado.” Eso sería un caso claro de egoísmo irracional.
Lo propio cabe decir en relación al odio. Si odio, es porque prefiero ese odio al amor. Pero lo que importa destacar aquí es que "siempre prefiero". Es sobre ese "siempre prefiero" que aplico el término egoísmo, es mi libre albedrío para poder decidir. Y en este estado de preferencia se oculta la verdadera realidad, puesto que nada ni nadie tiene, o debería tener, ese poder sobre nosotros, más que el que le otorgamos a través de nuestros pensamientos. Si el amar me produce dolor, no es porque la otra persona me lo provoque, es el resultado de darle ese poder porque en el fondo, lo acepto y hasta lo disfruto, o, simplemente abandono esa situación de insatisfacción y dolor. Odiar, amar, indiferencia, etc., son simples efectos de la causa principal que es el egoísmo.
Esto resulta difícil de entender a causa de la programación que hemos sufrido a lo largo de años de educación estatal, donde se nos ha acostumbrado a tratar la palabra "egoísmo" como el más despreciable de los males. Nunca se nos enseñó ni acostumbró a la idea de que el egoísmo es inherente a la naturaleza humana y es sólo una palabra vacía si no le damos un contendido. Dicho contenido puede ser odio, amor, simpatía, indiferencia, etc. Pero con estas palabras llenamos de contenido al egoísmo como actitud inherente al hombre. Es el egoísmo lo que hace al hombre alimentarse, vestirse, trabajar, dar dinero a obras de caridad, ir a misa, estudiar, amar, casarse y tener hijos, criarlos, alimentarlos y educarlos.
En una relación de amor, cuando uno de los dos participantes impone su egoísmo irracional sobre el otro, empieza su proceso de deterioro hasta llegar a la destrucción. Alguien afirmaba que amar es el encontrar la felicidad en la de alguien más. Pero ante tal fenómeno es cuando encontramos la emergencia de los mártires y Jefferson escribió, “tierra necesitada de mártires, es tierra maldita” puesto que los mismos mandamientos cristianos nos lo aclaran al afirmar: “Ama a tu próximo como a ti mismo,” es decir, si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar a otros.
Uno de los grandes placeres del ser humano es el orgullo ante sus logros y la construcción de su carácter. Y el placer que experimenta ante logros de alguien más es admiración. De la manifestación, expresión y unión más grande de estas dos respuestas; orgullo y admiración, nace el amor romántico. Lo opuesto sería envidia.
Cuando se nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas, nos preguntamos ¿Cómo? La respuesta la encontramos en los escritos de uno de los seres que ha logrado arribar al nivel de espiritualidad de los yogas. Paramahansa Yogananda, el yoghi más famoso de la historia, nos afirma que si llegamos a amar a Dios de esa forma, seremos recompensados, “satisfaciendo nuestro egoísmo,” recibiendo su infinito amor que llenará nuestro corazón para alcanzar un estado de gloria y felicidad. Es decir, vamos en busca de nuestra felicidad.
Una de las acciones más egoístas del ser humano es el suicidio, especialmente cuando es provocado por el amor. En los años 50 la bella actriz, Miroslava, se quitó la vida porque no soportaba haber perdido el amor de un gran torero español. Para ella era más doloroso vivir que morir, y en un acto de egoísmo, decidió por lo segundo. Ello, al igual que la adicción al sexo, son manifestaciones de egoísmo irracional provocado por una baja autoestima.
El amor, por otra parte, no es una cantidad estática que no se pueda dividir, sino una ilimitada respuesta que a base de acciones se debe merecer y ganar. Ese concepto es el que produce uno de los sentimientos humanos más destructores; los celos. Y no hablo de una esposa o esposo celosos porque alguno de ellos es infiel. Hablo de cuando el egoísmo irracional de alguien, trata de monopolizar el sentimiento de la otra persona. Ej. Una esposa que no acepta su marido continúe su relación de amor con sus padres y viceversa, o con sus amigos. Uno que quiera acaparar el tiempo y la atención del otro.
El egoísmo es un hecho. Toda diferencia reside en el uso que le demos. Como la energía atómica no tiene en sí nada bueno o malo. Todo reside si la vamos a utilizar para construir aparatos que promueven una vida mejor, o para fabricar armas de exterminio. La misma energía puede ser para fines benéficos como diabólicos. Y ello reside simplemente en los valores de quien la utilice. Y dichos valores vienen dados por la educación y así, regresamos al mismo punto para luego desembocar en el verdadero problema de fondo: el educativo.
El placer para los seres humanos, no es un lujo, es una necesidad psicológica. En su significado más salvaje, es una concomitancia metafísica de la vida, es el resultado exitoso de alguna acción así como el dolor es el resultado e insignia de acciones produciendo ese fracaso, destrucción y muerte. A través de ese estado de gozo, el ser humano experimenta el valor de la vida, la sensación de que vale la pena vivirla y continuar la luchar por mantener eso que nos lo produce. El amor, es, o debiera ser, la máxima expresión de ello.
Es un error identificar el amor como lo opuesto al egoísmo. Lo opuesto del amor es el odio. El amor es la respuesta emocional de un ser humano a las virtudes de otro, es el pago espiritual que se da a cambio por el “placer egoísta” que obtiene de las virtudes de otro. Pero nos han programado para pensar que, el valorar a alguien más, debe llevar implícito el sacrificio nuestro, puesto que el amor que podamos experimentar no debería ser fuente de nuestro gozo y placer, con lo que se nos exige un cheque en blanco a nombre de quienes amamos.
Se dice que "amar es dar sin recibir nada a cambio". Esto es falso. Toda acción es egoísta y también todo sentimiento. Cuando amo, espero recibir algo a cambio ¿Qué? Se pregunta escandalizada la gente. Al igual que Marlene Dietrich, espero recibir la satisfacción de experimentar ese sentimiento maravilloso que es el hecho de poder dar y amar. Si amar me produjera indiferencia, si me diera lo mismo, o si me hiciera daño, no me molestaría en amar ya que con ello no experimento sensación alguna de bienestar, sino malestar.
Ni qué decir si amar me produjera dolor. Pero aun así, si busco ese malestar, si soy masoquista, sigo siendo egoísta ya que el producto del masoquismo es precisamente la búsqueda de placer. Es lo que me hace sentir mejor en algo que se le ha llamado la adicción al dolor. El caso clásico y contrario de este peculiar fenómeno, nos lo presenta el personaje del popular programa de TV, Becker, cuando explota en histeria al “sentirse feliz por estar enamorado.” Eso sería un caso claro de egoísmo irracional.
Lo propio cabe decir en relación al odio. Si odio, es porque prefiero ese odio al amor. Pero lo que importa destacar aquí es que "siempre prefiero". Es sobre ese "siempre prefiero" que aplico el término egoísmo, es mi libre albedrío para poder decidir. Y en este estado de preferencia se oculta la verdadera realidad, puesto que nada ni nadie tiene, o debería tener, ese poder sobre nosotros, más que el que le otorgamos a través de nuestros pensamientos. Si el amar me produce dolor, no es porque la otra persona me lo provoque, es el resultado de darle ese poder porque en el fondo, lo acepto y hasta lo disfruto, o, simplemente abandono esa situación de insatisfacción y dolor. Odiar, amar, indiferencia, etc., son simples efectos de la causa principal que es el egoísmo.
Esto resulta difícil de entender a causa de la programación que hemos sufrido a lo largo de años de educación estatal, donde se nos ha acostumbrado a tratar la palabra "egoísmo" como el más despreciable de los males. Nunca se nos enseñó ni acostumbró a la idea de que el egoísmo es inherente a la naturaleza humana y es sólo una palabra vacía si no le damos un contendido. Dicho contenido puede ser odio, amor, simpatía, indiferencia, etc. Pero con estas palabras llenamos de contenido al egoísmo como actitud inherente al hombre. Es el egoísmo lo que hace al hombre alimentarse, vestirse, trabajar, dar dinero a obras de caridad, ir a misa, estudiar, amar, casarse y tener hijos, criarlos, alimentarlos y educarlos.
En una relación de amor, cuando uno de los dos participantes impone su egoísmo irracional sobre el otro, empieza su proceso de deterioro hasta llegar a la destrucción. Alguien afirmaba que amar es el encontrar la felicidad en la de alguien más. Pero ante tal fenómeno es cuando encontramos la emergencia de los mártires y Jefferson escribió, “tierra necesitada de mártires, es tierra maldita” puesto que los mismos mandamientos cristianos nos lo aclaran al afirmar: “Ama a tu próximo como a ti mismo,” es decir, si no nos amamos a nosotros mismos, no podemos amar a otros.
Uno de los grandes placeres del ser humano es el orgullo ante sus logros y la construcción de su carácter. Y el placer que experimenta ante logros de alguien más es admiración. De la manifestación, expresión y unión más grande de estas dos respuestas; orgullo y admiración, nace el amor romántico. Lo opuesto sería envidia.
Cuando se nos ordena amar a Dios sobre todas las cosas, nos preguntamos ¿Cómo? La respuesta la encontramos en los escritos de uno de los seres que ha logrado arribar al nivel de espiritualidad de los yogas. Paramahansa Yogananda, el yoghi más famoso de la historia, nos afirma que si llegamos a amar a Dios de esa forma, seremos recompensados, “satisfaciendo nuestro egoísmo,” recibiendo su infinito amor que llenará nuestro corazón para alcanzar un estado de gloria y felicidad. Es decir, vamos en busca de nuestra felicidad.
Una de las acciones más egoístas del ser humano es el suicidio, especialmente cuando es provocado por el amor. En los años 50 la bella actriz, Miroslava, se quitó la vida porque no soportaba haber perdido el amor de un gran torero español. Para ella era más doloroso vivir que morir, y en un acto de egoísmo, decidió por lo segundo. Ello, al igual que la adicción al sexo, son manifestaciones de egoísmo irracional provocado por una baja autoestima.
El amor, por otra parte, no es una cantidad estática que no se pueda dividir, sino una ilimitada respuesta que a base de acciones se debe merecer y ganar. Ese concepto es el que produce uno de los sentimientos humanos más destructores; los celos. Y no hablo de una esposa o esposo celosos porque alguno de ellos es infiel. Hablo de cuando el egoísmo irracional de alguien, trata de monopolizar el sentimiento de la otra persona. Ej. Una esposa que no acepta su marido continúe su relación de amor con sus padres y viceversa, o con sus amigos. Uno que quiera acaparar el tiempo y la atención del otro.
El egoísmo es un hecho. Toda diferencia reside en el uso que le demos. Como la energía atómica no tiene en sí nada bueno o malo. Todo reside si la vamos a utilizar para construir aparatos que promueven una vida mejor, o para fabricar armas de exterminio. La misma energía puede ser para fines benéficos como diabólicos. Y ello reside simplemente en los valores de quien la utilice. Y dichos valores vienen dados por la educación y así, regresamos al mismo punto para luego desembocar en el verdadero problema de fondo: el educativo.
No comments:
Post a Comment