Friday, July 8, 2016

LLUIS FOIX Intrigas y traiciones en Londres






La revista más influyente del mundo aboga por una revocación del Brexit.


Una decisión equivocada puede desencadenar un caos de tal envergadura que resulta difícil controlar las consecuencias de los cambios que provoca. David Cameron quiso callar la boca a una facción euro escéptica de su partido. Anunció un referéndum si ganaba las elecciones. Tras el triunfo por mayoría del año pasado decidió avanzarlo. Se celebró el 23 de junio. Lo perdió y al conocerse los resultados salió a la calle, frente al 10 de Downing Street, y anunció su dimisión.
Nadie tenía previsto un plan B en caso de que ganara el Brexit. La política británica se ha convertido estos días en un escenario de las tragedias de Shakespeare sobre el poder, las traiciones, las mentiras y las miserias.



Crisis fuerte porque no estaba previsto el resultado. Muchos británicos votaron a favor del Brexit pensando que no ganaría. Pero ganó. Las cabezas han empezado a rodar y ahora empiezan a surgir voces sobre si valía la pena someter a referéndum una cuestión tan relevante en un país en el que históricamente las cuestiones más complejas se han resuelto en la Cámara de los Comunes.
Pero al hecho, pecho. No hay vuelta atrás aunque los ingleses harán lo que esté a su alcance para reducir, disminuir o incluso anular las consecuencias del Brexit. El problema es que la división que salió de las elites conservadores se ha extendido a toda la sociedad británica.
Están divididos todos. En primer lugar en el Partido Conservador donde en tiempos revueltos las traiciones y mentiras se abren paso sobre la racionalidad. Ahora hay dos candidatos a suceder a Cameron. Una es la ministra del Interior, Theresa May, euro escéptica suave pero que no abandonó a Cameron en la campaña y Michael Gove, ministro de Justicia, que ha sorprendido al mundo con la patada que ha dado a Boris Johnson diciendo que no tiene capacidad para ser ministro. Será él, Gove, el que se postule como sucesor con la idea de cumplir estrictamente los compromisos del Brexit.
Los laboristas andan igualmente divididos sobre la continuación de Jeremy Corbyn al frente del partido. Sus diputados lo rechazan por su poco entusiasmo en la campaña y las bases no lo quieren echar sin ser consultadas.
Leo estos días que en 1945, después de la derrota de Churchill al poco de haber ganado la guerra, hubo muchas voces que expresaron su error al votar a los laboristas. Pero ya estaba hecho. Churchill volvió al cabo de cuatro años para acabar su carrera sin energías y sin el respeto que le debían sus propios ministros de gabinete.
Los británicos atrasarán la notificación de salida. Pero el reloj seguirá corriendo y si no hay unas nuevas elecciones, un nuevo gobierno salido de las urnas con un compromiso de celebrar otra consulta o con un programa que anule el referéndum, será muy difícil permanecer en un estado ambiguo más o menos permanente. El semanario The Economist lo expresa en la última frase de su editorial de una portada célebre que hoy abre con un titular inequívoco: Anarchy in the UK.
Dice que sería un error el descontar la posibilidad de un “Breversal” humillante y poco elegante però a pesar de todo bienvenido. La revista más influyente del mundo aboga por una revocación del Brexit.

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