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Wednesday, November 30, 2016

Los cuatro aforismos de Adam Smith sobre la política tributaria

Paul Mueller describe los cuatro principios que Adam Smith consideraba que debían guiar una buena política tributaria.

Paul Mueller es un profesor asistente de economía en King's College. Completó su maestría y Ph.D. en George Mason University. También tiene un título de economía y filosofía política de Hillsdale College. Ha publicado varios artículos en publicaciones académicas incluyendo al Adam Smith Review y el Review of Austrian Economics.
Adam Smith dedicó una porción significativa de La riqueza de las naciones al asunto de la tributación. ¿A quién se le deberían cobrar impuestos, cuánto, con qué propósito y de qué manera? Las primeras páginas de la segunda parte del Libro V delinean los principios de Smith, o sus aforismos, acerca de la tributación. El resto de esa sección examina políticas tributarias históricas a lo largo de Europa y cómo estas frecuentemente fracasaban en cumplir con estos aforismos.



Smith argumentaba que los impuestos deberían ser proporcionales al beneficio que una persona recibe de vivir en sociedad. Debería haber proporcionalidad a lo largo de los niveles de ingreso y de las fuentes de ingreso como la renta, las ganancias y los salarios. En un punto Smith si menciona que hacer que algunos impuestos recaigan desproporcionadamente sobre los ricos, tales como los impuestos sobre los bienes de lujo, no es algo tan malo. Pero enfatiza la proporcionalidad como el principio general: “Los súbditos de cualquier estado deben contribuir al sostenimiento del gobierno en la medida de lo posible en proporción a sus respectivas capacidades; es decir, en proporción al ingreso del que respectivamente disfrutan bajo la protección del estado”.
Smith utiliza la analogía de una empresa conjunta para comparar la tributación a “el gasto de la administración de una gran finca para los copropietarios, que están obligados a contribuir en proporción a sus intereses respectivos en dicha finca”. Los contribuyentes son como accionistas. Accionistas más importantes en una empresa contribuyen más mientras que los accionistas menos importantes contribuyen menos. Esto suena similar a la teoría de Nozick de un estado privado o a otras propuestas de libertarios de hacer de las municipalidades algo más parecido a los hoteles. Como indiqué en mi discusión inicial de Smith y el libertarismo, sin embargo, Smith concede que los estados deberían hacer muchas cosas que minimalistas como Nozick o anarquistas como Rothbard rechazarían.
El segundo aforismo de Smith es que “El impuesto que cada individuo debe pagar debe ser cierto y no arbitrario. El momento del pago, la forma del mismo, la cantidad a pagar, todos deben resultar meridianamente claros para el contribuyente y para cualquier otra persona”. Tener impuestos conocidos y predecibles permite que la gente calcule y planifique mejor. Las reglas claras del juego fomentan más inversión, productividad e innovación. El tema de la predictibilidad lo trata ampliamente Hayek en varios trabajos, pero más claramente en su discusión acerca del Estado de Derecho en la Constitución de la libertad.
Sin leyes tributarias claras y predecibles, el riesgo de abuso por parte de los recaudadores de impuestos aumenta rápidamente. El código tributario laberíntico y los recientes abusos por parte del IRS (Servicio de Rentas Internas, por sus siglas en inglés) muestra la verdad y premonición de los aforismos de Smith. Con leyes tributarias complejas y arbitrarias: “cada persona sujeta al impuesto se halla en cierta medida en manos del recaudador, que puede aumentar el impuesto sobre algún contribuyente molesto o arrancarle, por su terror ante tal incremento, alguna propina o regalo”.
En cambio, el tercer aforismo de Smith es que los impuestos deberían ser fáciles y convenientes para el contribuyente. Esto significa que “Todos los impuestos deben ser recaudados en el momento y la forma que probablemente resulten más convenientes para el contribuyente”. En este sentido, al menos, considero que Smith aplaudiría las retenciones automáticas —aunque quizás las rechazaría por cómo permite que los gobiernos cobren impuestos a la gente más allá de lo que ellos se dan cuenta.
El cuarto aforismo de Smith acerca de la buena política tributaria es limitar las pérdidas de “peso muerto” o eficiencia: “Todos los impuestos deben estar diseñados para extraer de los bolsillos de los contribuyentes o para impedir que entre en ellos la menor suma posible más allá de lo que ingresan en el tesoro público del estado". Él utiliza la palabra “extraer” para referirse al dinero tomado de la gente e “impedir” para referirse al ingreso no realizado debido a las cargas tributarias, las distorsiones y los desincentivos. Él describe cuatro formas en las que los impuestos pueden crear pérdidas de eficiencia. Primero, está el costo de contratar recaudadores de impuestos para recaudar y procesar los impuestos. Mientras más gasta un país pagándole a gente para recaude sus impuestos, menos recaudación adicional tendrá para gastar en otras áreas. Segundo, los impuestos pueden desalentar la industria. Los impuestos altos o los impuestos sobre las industrias con una demanda altamente elástica resultarán en una producción menor y quizás incluso una menor recaudación a lo largo del tiempo. Tercero, las tasas impositivas ruinosas fomentarán la evasión tributaria y la actividad en el mercado negro. Cuarto, pagar impuestos es simplemente molestoso y oneroso. Esta cuarta categoría puede ser la pérdida de eficiencia más grande en EE.UU. hoy, conforme decenas de miles de personas son empleadas como contadores tributarios y abogados tributarios. Además, contribuyentes individuales gastan millones de horas cada año en declarar impuestos. Estos costos claramente son costos de eficiencia y reducen la eficiencia económica.
Los aforismos de Smith acerca de la buena tributación no son tan novedosos hoy como lo eran cuando los escribió. Muchos economistas están de acuerdo de que impuestos más sencillos y justos promoverán el crecimiento económico. Pero dada la complejidad, obscuridad, y arbitrariedad de nuestro actual código tributario, nunca hace mal recordarle a la gente que hemos sabido acerca de los buenos principios de la tributación por cientos de años. Todo estaba allí en lo que escribió Adam Smith.

Los cuatro aforismos de Adam Smith sobre la política tributaria

Paul Mueller describe los cuatro principios que Adam Smith consideraba que debían guiar una buena política tributaria.

Paul Mueller es un profesor asistente de economía en King's College. Completó su maestría y Ph.D. en George Mason University. También tiene un título de economía y filosofía política de Hillsdale College. Ha publicado varios artículos en publicaciones académicas incluyendo al Adam Smith Review y el Review of Austrian Economics.
Adam Smith dedicó una porción significativa de La riqueza de las naciones al asunto de la tributación. ¿A quién se le deberían cobrar impuestos, cuánto, con qué propósito y de qué manera? Las primeras páginas de la segunda parte del Libro V delinean los principios de Smith, o sus aforismos, acerca de la tributación. El resto de esa sección examina políticas tributarias históricas a lo largo de Europa y cómo estas frecuentemente fracasaban en cumplir con estos aforismos.


Tuesday, November 8, 2016

Argentina: Competencia populista y política tributaria

Por Roberto Cachanosky

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Explicar la decadencia económica argentina no luce tan difícil. Luego de haber crecido generando un gran flujo de inversiones en el sector real de la economía de y haber sido uno de los países más prósperos del mundo, entró en una larga decadencia a partir de la década del 40.
Las políticas distributivas, el proteccionismo, el aumento de la burocracia estatal, el incremento de la carga tributaria, los controles de precios y salarios y demás medidas demagógicas generaron un fenomenal gasto público que hubo y hay que financiarlo con impuestos, endeudamientos que terminaban en defaults y emisión monetaria con los correspondientes procesos inflacionarios. Sencillamente pasamos de reglas de juego que permitían sostener una senda de crecimiento de largo plazo a reglas de juego que desestimulan la inversión y la producción.


La pregunta a formularse es: ¿por qué la gente vota populismo? ¿Por qué durante décadas sigue votando un populismo u otro? Con diferentes modales, pero populismo al fin.
En principio uno tiende a pensar que la contrapartida de tanto gasto público es la carga tributaria que tiene que soportar la población, la cual podría llevar a rechazar las propuestas populistas, sin embargo los populistas son populistas pero no estúpidos, saben qué hacer para sostenerse en el poder.
En primer lugar es importante resaltar que la democracia se convirtió en una carrera populista en la que cada partido político trata de llegar al poder prometiendo la mayor cantidad de redistribución posible. A más promesas de “repartir” riqueza, más votos. Sin embargo, si a todos los votantes tuvieran que cobrarles más impuestos para repartir, entonces perderían la carrera populista el político populista.
¿Cómo resuelve el problema el populista? Simplemente aplica la mayor carga tributaria sobre los sectores más reducidos de la población para transferírselos a sectores más amplios. Así, el populista pierde el voto de un sector de la sociedad pero gana una mayor porción de votos del electorado que es al que beneficia con lo que le “roba” a los sectores más reducidos. Es solo explotar a sectores de ingresos altos y medios para dárselos a sectores de ingresos más bajos. El balance del aumento de la presión tributaria versus los votos ganados por el populismo es lo que hace la diferencia a favor del político populista.
Claro que a mayor redistribución mayor carga tributaria, por lo tanto el populista tiene que buscar sectores más amplios de la sociedad para ampliar la base imponible, lo cual lo lleva a generar descontento en sectores de la población que antes no expoliaba, perdiendo caudal de votos.
El punto es muy evidente. En su carrera populista los políticos primero aplican una feroz carga impositiva sobre los sectores que generan puestos de trabajo. Esto desestimula la inversión, baja la productividad y disminuye la riqueza a distribuir (ver lo que hoy le pasa al chavismo en Venezuela). Cuánto menor riqueza hay, menos para repartir y se buscan otros sectores a los que castigar con impuestos hasta que la carga tributaria abarca a tantos sectores que, finalmente, la trampa original de cobrarle mucho a pocos para distribuir entre muchos se desdibuja y tienen que cobrarle mucho a muchos. Eso es el fin del proceso populista más feroz. En algún punto comienza un proceso más prudente o se termina en una terrible dictadura que tiene que reprimir el descontento popular como, insisto, ocurre actualmente en Venezuela. A modo de ejemplo veamos el caso argentino.
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. implementó el plan Marshall para ayudar a sus aliados e incluso sus enemigos a reconstruir sus economías. De acuerdo a datos de Nicolás Cachanosky, el plan Marshall contó con U$S 13.000 millones de ese momento que serían unos U$S 120.000 millones actuales, que dividido entre varios países, uno de ellos Alemania.
Entre 2003 y 2015, los k recaudaron U$S 1,2 billones (millones de millones), es decir, 10 veces más que lo que fue el plan Marshall
Los K contaron con 10 veces más recursos tributarios que lo que recibió toda Europa con el plan Marshall.
Lo dramático es que Europa se reconstruyó. Los caminos, puentes, sistema energético, agua potable, etc. que habían quedado sepultados bajo los escombros de la guerra fueron reconstruidos y la economía europea creció entre 1948 y 1951 al 2,2% anual (datos Nicolás Cachanosky)
¿Qué dejaron los K con 10 veces más recursos que toda Europa?
El sistema energético destruido, al igual que las rutas, el agua potable, los trenes, etc. y encima el país en recesión y con 30% de pobres.
Con 10 veces más recursos que el plan Marshall o el equivalente a un plan Marshall por año, los k dejaron destruida la infraestructura del país al igual que Europa ni bien terminada la guerra, y encima en recesión y con una tasa de pobreza nunca vista en Argentina.
Pero llegar a recaudar el equivalente a U$S 166.000 millones en 2015, 7 veces más que en 2003, el kirchnerismo tuvo que aplicarle impuestos directos a sectores que nunca había pagado directamente un impuesto. Me refiero al impuesto a las ganancias y bienes personales. Eso generó un descontento popular que terminó con el gobierno k en las elecciones de 2015.
En síntesis, el populismo lleva dentro su de ser el virus de su autodestrucción o de las dictaduras más violentas que conocieron la historia para poder dominar el descontento popular. Se sabe cómo comienza el populismo, lo que no se sabe es cómo termina: si en una dictadura asesina o perdiendo el poder en las urnas. La única certeza es que sabemos cómo deja el país: destruido

Argentina: Competencia populista y política tributaria

Por Roberto Cachanosky

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Explicar la decadencia económica argentina no luce tan difícil. Luego de haber crecido generando un gran flujo de inversiones en el sector real de la economía de y haber sido uno de los países más prósperos del mundo, entró en una larga decadencia a partir de la década del 40.
Las políticas distributivas, el proteccionismo, el aumento de la burocracia estatal, el incremento de la carga tributaria, los controles de precios y salarios y demás medidas demagógicas generaron un fenomenal gasto público que hubo y hay que financiarlo con impuestos, endeudamientos que terminaban en defaults y emisión monetaria con los correspondientes procesos inflacionarios. Sencillamente pasamos de reglas de juego que permitían sostener una senda de crecimiento de largo plazo a reglas de juego que desestimulan la inversión y la producción.

Thursday, July 14, 2016

Los cuatro aforismos de Adam Smith sobre la política tributaria

Paul Mueller describe los cuatro principios que Adam Smith consideraba que debían guiar una buena política tributaria.

Paul Mueller es un profesor asistente de economía en King's College. Completó su maestría y Ph.D. en George Mason University. También tiene un título de economía y filosofía política de Hillsdale College. Ha publicado varios artículos en publicaciones académicas incluyendo al Adam Smith Review y el Review of Austrian Economics.
Adam Smith dedicó una porción significativa de La riqueza de las naciones al asunto de la tributación. ¿A quién se le deberían cobrar impuestos, cuánto, con qué propósito y de qué manera? Las primeras páginas de la segunda parte del Libro V delinean los principios de Smith, o sus aforismos, acerca de la tributación. El resto de esa sección examina políticas tributarias históricas a lo largo de Europa y cómo estas frecuentemente fracasaban en cumplir con estos aforismos.



Smith argumentaba que los impuestos deberían ser proporcionales al beneficio que una persona recibe de vivir en sociedad. Debería haber proporcionalidad a lo largo de los niveles de ingreso y de las fuentes de ingreso como la renta, las ganancias y los salarios. En un punto Smith si menciona que hacer que algunos impuestos recaigan desproporcionadamente sobre los ricos, tales como los impuestos sobre los bienes de lujo, no es algo tan malo. Pero enfatiza la proporcionalidad como el principio general: “Los súbditos de cualquier estado deben contribuir al sostenimiento del gobierno en la medida de lo posible en proporción a sus respectivas capacidades; es decir, en proporción al ingreso del que respectivamente disfrutan bajo la protección del estado”.
Smith utiliza la analogía de una empresa conjunta para comparar la tributación a “el gasto de la administración de una gran finca para los copropietarios, que están obligados a contribuir en proporción a sus intereses respectivos en dicha finca”. Los contribuyentes son como accionistas. Accionistas más importantes en una empresa contribuyen más mientras que los accionistas menos importantes contribuyen menos. Esto suena similar a la teoría de Nozick de un estado privado o a otras propuestas de libertarios de hacer de las municipalidades algo más parecido a los hoteles. Como indiqué en mi discusión inicial de Smith y el libertarismo, sin embargo, Smith concede que los estados deberían hacer muchas cosas que minimalistas como Nozick o anarquistas como Rothbard rechazarían.
El segundo aforismo de Smith es que “El impuesto que cada individuo debe pagar debe ser cierto y no arbitrario. El momento del pago, la forma del mismo, la cantidad a pagar, todos deben resultar meridianamente claros para el contribuyente y para cualquier otra persona”. Tener impuestos conocidos y predecibles permite que la gente calcule y planifique mejor. Las reglas claras del juego fomentan más inversión, productividad e innovación. El tema de la predictibilidad lo trata ampliamente Hayek en varios trabajos, pero más claramente en su discusión acerca del Estado de Derecho en la Constitución de la libertad.
Sin leyes tributarias claras y predecibles, el riesgo de abuso por parte de los recaudadores de impuestos aumenta rápidamente. El código tributario laberíntico y los recientes abusos por parte del IRS (Servicio de Rentas Internas, por sus siglas en inglés) muestra la verdad y premonición de los aforismos de Smith. Con leyes tributarias complejas y arbitrarias: “cada persona sujeta al impuesto se halla en cierta medida en manos del recaudador, que puede aumentar el impuesto sobre algún contribuyente molesto o arrancarle, por su terror ante tal incremento, alguna propina o regalo”.
En cambio, el tercer aforismo de Smith es que los impuestos deberían ser fáciles y convenientes para el contribuyente. Esto significa que “Todos los impuestos deben ser recaudados en el momento y la forma que probablemente resulten más convenientes para el contribuyente”. En este sentido, al menos, considero que Smith aplaudiría las retenciones automáticas —aunque quizás las rechazaría por cómo permite que los gobiernos cobren impuestos a la gente más allá de lo que ellos se dan cuenta.
El cuarto aforismo de Smith acerca de la buena política tributaria es limitar las pérdidas de “peso muerto” o eficiencia: “Todos los impuestos deben estar diseñados para extraer de los bolsillos de los contribuyentes o para impedir que entre en ellos la menor suma posible más allá de lo que ingresan en el tesoro público del estado". Él utiliza la palabra “extraer” para referirse al dinero tomado de la gente e “impedir” para referirse al ingreso no realizado debido a las cargas tributarias, las distorsiones y los desincentivos. Él describe cuatro formas en las que los impuestos pueden crear pérdidas de eficiencia. Primero, está el costo de contratar recaudadores de impuestos para recaudar y procesar los impuestos. Mientras más gasta un país pagándole a gente para recaude sus impuestos, menos recaudación adicional tendrá para gastar en otras áreas. Segundo, los impuestos pueden desalentar la industria. Los impuestos altos o los impuestos sobre las industrias con una demanda altamente elástica resultarán en una producción menor y quizás incluso una menor recaudación a lo largo del tiempo. Tercero, las tasas impositivas ruinosas fomentarán la evasión tributaria y la actividad en el mercado negro. Cuarto, pagar impuestos es simplemente molestoso y oneroso. Esta cuarta categoría puede ser la pérdida de eficiencia más grande en EE.UU. hoy, conforme decenas de miles de personas son empleadas como contadores tributarios y abogados tributarios. Además, contribuyentes individuales gastan millones de horas cada año en declarar impuestos. Estos costos claramente son costos de eficiencia y reducen la eficiencia económica.
Los aforismos de Smith acerca de la buena tributación no son tan novedosos hoy como lo eran cuando los escribió. Muchos economistas están de acuerdo de que impuestos más sencillos y justos promoverán el crecimiento económico. Pero dada la complejidad, obscuridad, y arbitrariedad de nuestro actual código tributario, nunca hace mal recordarle a la gente que hemos sabido acerca de los buenos principios de la tributación por cientos de años. Todo estaba allí en lo que escribió Adam Smith.

Los cuatro aforismos de Adam Smith sobre la política tributaria

Paul Mueller describe los cuatro principios que Adam Smith consideraba que debían guiar una buena política tributaria.

Paul Mueller es un profesor asistente de economía en King's College. Completó su maestría y Ph.D. en George Mason University. También tiene un título de economía y filosofía política de Hillsdale College. Ha publicado varios artículos en publicaciones académicas incluyendo al Adam Smith Review y el Review of Austrian Economics.
Adam Smith dedicó una porción significativa de La riqueza de las naciones al asunto de la tributación. ¿A quién se le deberían cobrar impuestos, cuánto, con qué propósito y de qué manera? Las primeras páginas de la segunda parte del Libro V delinean los principios de Smith, o sus aforismos, acerca de la tributación. El resto de esa sección examina políticas tributarias históricas a lo largo de Europa y cómo estas frecuentemente fracasaban en cumplir con estos aforismos.