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Tuesday, October 4, 2016

¿Por qué tantos estadounidenses se oponen a la inmigración?

Parecería que fue una 'ocurrencia' más de Donald Trump, pero de acuerdo con un estudio de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, el rechazo a los migrantes no necesariamente es por la incertidumbre económica.
Cass R. Sunstein
niños inmigrantes en EU, Reuters
¿Por qué tantos estadounidenses se oponen a la inmigración y por qué se ha convertido en un tema central en la campaña presidencial?

Cada vez más investigaciones sugieren que la respuesta no necesariamente es por la incertidumbre económica, en la preocupación por el gasto público, ni siquiera en un sentimiento nacionalista general. Es algo más específico… y más perturbador.

Un amplio estudio de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina publicado la semana pasada pone en relieve la pregunta de qué impulsa el sentimiento antiinmigrante.

Según la investigación, la inmigración tiene efectos positivos en el crecimiento económico y no afecta al empleo o el sueldo de los trabajadores nativos.

Como escribió mi compañera de Bloomberg View, Paula Dwyer, el panorama no es tan halagüeño: la inmigración parece reducir el número de horas que trabajan los adolescentes nativos y reduce el sueldo de los trabajadores nacidos en el país que no terminaron la enseñanza secundaria.

No obstante, la conclusión general del informe es que la inmigración promueve y es incluso “parte integral del crecimiento económico del país”. ¿Qué explica, entonces, esta oposición generalizada? He aquí cuatro posibilidades:

1. Cierto o no, los que se oponen a la inmigración les preocupan los riesgos de la competencia en el mercado. Quieren que los estadounidenses nacidos en el país conserven su empleo y no quieren hacer frente a un recorte de sueldos.

2. Cierto o no, los que se oponen les preocupa la carga fiscal impuesta por los inmigrantes de primera generación.

3. Los que se oponen se muestran hostiles a cualquier grupo -nacional, étnico, racial o religioso-que sea diferente al suyo.

4. Los que se oponen son hostiles a ciertos grupos: latinos y musulmanes en particular.

La última evidencia más confiable sugiere que la última explicación es la que está más cerca de la verdad.

Parte de estos datos tienen la ventaja de haber sido recopilados antes de que Donald Trump anunciara su candidatura a la presidencia y explica por qué su propuesta de construir un muro fronterizo entre México y Estados Unidos fue una genialidad política.

En 2008, Nicholas Valentino, Ted Brader y Ashley Jardina de la Universidad de Michigan llevaron a cabo una encuesta en la que hacían una serie de preguntas acerca de “varios grupos sociales” y pedían a los encuestados que calificarán su actitud hacia los negros, los asiáticos, los hispanos y los blancos.

También hicieron al mismo grupo de encuestados una serie de preguntas sobre la inmigración como “¿qué probabilidad hay de que la inmigración tenga un impacto negativo en el empleo de los ciudadanos estadounidenses?”

Finalmente, preguntaron a estos individuos sobre su situación económica (incluyendo sus ingresos familiares) y su nivel de incertidumbre económica.

El principal resultado fue que la actitud de los blancos hacia otros grupos “tiene una influencia estadísticamente enorme en la opinión negativa (del resto de la población) sobre el impacto cultural y económico de la inmigración”.

Expertos en ciencias sociales no utilizan generalmente la palabra “enorme”, por lo que tenemos aquí un efecto realmente drástico: cuan mayor es la actitud negativa de los blancos hacia los negros, los asiáticos y los hispanos, más se dispara su sentimiento negativo hacia la inmigración.

Puede que no le sorprenda que los nacidos en el país tiendan a rechazar a miembros de otros grupos raciales. Pero hay una sorpresa: cuando se desglosan los datos resulta que, básicamente, todo el movimiento procede de una actitud negativa hacia los hispanos.

Las actitudes hacia los asiáticos y los negros no son tan determinantes con la percepción sobre la inmigración.

Si bien la actitud negativa hacia los hispanos podría explicar la percepción sobre la inmigración, la incertidumbre económica tuvo un efecto mucho más débil.

Ciertamente, los individuos más preocupados por su situación económica mostraron una tendencia a aceptar que la inmigración perjudica las perspectivas de empleo de los estadounidenses.

Por otra parte, los trabajadores de bajos ingresos y los desempleados no mostraron un sentimiento negativo hacia la inmigración mayor que otros grupos de la población. “Los intereses materiales representan sólo una parte pequeña” de la actitud hacia los inmigrantes, concluyeron los autores.

Estos resultados coinciden en gran medida con numerosos estudios, algunos recientes, que encuentran que los prejuicios raciales, religiosos y étnicos preanuncian su postura hacia la inmigración, y que la actitud en contra de los latinos es especialmente importante. (La razón de por qué existen estas actitudes y también la posibilidad de que algunos individuos asocien la inmigración hispana con el problema concreto de la inmigración ilegal es una cuestión distinta, pero esto es un tema para otra ocasión).

Se concluye que al poner de relieve la inmigración de México y al proponer la construcción de un muro fronterizo, Trump estaba apuntando a un sentimiento generalizado. Lo que es más, lo estaba legitimando, activando e incluso amplificando.

Los autores del estudio de 2008 también anticiparon este fenómeno: “Las malas noticias sobre los inmigrantes latinos -pero no sobre inmigrantes de otros grupos- provoca una preocupación importante en los blancos, y esta preocupación es un factor central de la oposición a la inmigración”.

Indudablemente, en 2016, la inmigración musulmana también ha cobrado relevancia en la opinión pública (y en los discursos de Trump).

No es la primera vez. Valentino y sus coautores encontraron que después de los atentados del 11 de septiembre hubo un aumento de las noticias sobre la inmigración musulmana, ya que el periodo en el que las actitudes negativas hacia los musulmanes mostraban una correlación con las actitudes negativas hacia la inmigración en general.

Y según un estudio publicado la semana pasada, en Europa el prejuicio antimusulmán es un factor fundamental en las actitudes hacia los solicitantes de asilo.

Una aclaración importante: estoy presentando datos empíricos y ninguno de ellos quiere decir que las fronteras estadounidenses deban abrirse o que los que están a favor de un control más estricto de las fronteras se equivoquen al poner de relieve los riesgos (entre otros, de los que quieren hacernos daño).

Puede que tengan razón. Y la inmigración ilegal plantea sus propios interrogantes; algunos individuos apoyan la inmigración siempre que haya llegado de manera legal.

No obstante algunas verdades resultan incómodas: el sentimiento antiinmigración se ha generalizado y, si quiere encontrarle una explicación, puede empezar por la hostilidad hacia los latinos y los musulmanes.

¿Por qué tantos estadounidenses se oponen a la inmigración?

Parecería que fue una 'ocurrencia' más de Donald Trump, pero de acuerdo con un estudio de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina, el rechazo a los migrantes no necesariamente es por la incertidumbre económica.
Cass R. Sunstein
niños inmigrantes en EU, Reuters
¿Por qué tantos estadounidenses se oponen a la inmigración y por qué se ha convertido en un tema central en la campaña presidencial?

Cada vez más investigaciones sugieren que la respuesta no necesariamente es por la incertidumbre económica, en la preocupación por el gasto público, ni siquiera en un sentimiento nacionalista general. Es algo más específico… y más perturbador.

Un amplio estudio de las Academias Nacionales de Ciencias, Ingeniería y Medicina publicado la semana pasada pone en relieve la pregunta de qué impulsa el sentimiento antiinmigrante.

Según la investigación, la inmigración tiene efectos positivos en el crecimiento económico y no afecta al empleo o el sueldo de los trabajadores nativos.

Monday, October 3, 2016

Populistas estadounidenses

Por Guillermo Arosemena A.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos serán únicas en la historia de ese país. Es la primera vez que más del 50% de la población no confía en ninguno de los dos candidatos: Donald Trump y Hillary Clinton. Es la primera vez que un candidato, siendo millardario, no es el candidato de las grandes corporaciones ni de Wall Street. Es la primera vez que ambos candidatos hacen ofertas populistas muy difíciles de cumplir. Nunca antes había existido un populista de derecha. William Jennings Bryan, siglo XIX, fue un populista que podría definirse de izquierda, que ofreció a los agricultores soluciones que no podía cumplir. 


Trump afirma que aumentará los aranceles a países como Méjico y China. La única forma de hacerlo sería salirse de la Organización Mundial de Comercio, y el Congreso de su país difícilmente lo aprobará. También ha amenazado con terminar con los diferentes tratados de libre comercio cuando las 500 corporaciones más grandes de la nación son multinacionales de alguna manera y tienen fábricas en México, Canadá, la mayoría de los países europeos y asiáticos, incluyendo China.
Clinton, para conseguir el voto de los jóvenes, ha adoptado la oferta de campaña del precandidato socialista Bernard Sanders: la enorme deuda estudiantil universitaria y educación gratis. Ofrece establecer un impuesto a las empresas que desean invertir en el exterior. Clinton llora pobreza cuando en realidad ella y el marido tienen una fortuna superior a 120 millones de dólares. Trump se niega a presentar su declaración de impuesto a la renta, costumbre en las campañas.
El presidente Obama, que apoya a Clinton, respetando la ley no ordena al Servicio de Rentas Internas para que proporcione la información y Clinton la haga pública. Esta votación también es original porque uno de los grupos que apoya a Trump es la clase obrera; él ha ofrecido que EE. UU. tendrá la mayor producción industrial del mundo, como en décadas atrás.
A pesar de EE. UU. contar con mentes brillantes en todas las ciencias y profesiones, su pueblo ha escogido a dos candidatos que no son dignos del cargo más importante del mundo.

Populistas estadounidenses

Por Guillermo Arosemena A.

Las elecciones presidenciales en Estados Unidos serán únicas en la historia de ese país. Es la primera vez que más del 50% de la población no confía en ninguno de los dos candidatos: Donald Trump y Hillary Clinton. Es la primera vez que un candidato, siendo millardario, no es el candidato de las grandes corporaciones ni de Wall Street. Es la primera vez que ambos candidatos hacen ofertas populistas muy difíciles de cumplir. Nunca antes había existido un populista de derecha. William Jennings Bryan, siglo XIX, fue un populista que podría definirse de izquierda, que ofreció a los agricultores soluciones que no podía cumplir. 

Thursday, July 7, 2016

Cuando los totalitarios soviéticos se convirtieron en aliados de los estadounidenses


Hace tres cuartos de siglo, el 22 de junio de 1941, la Alemania nazi lanzó la Operación Barbarroja, un ataque a la Unión Soviética a lo largo de un frente de 4.500 kilómetros. Barbarroja llevó a la guerra a su etapa global. Prefiguró el sistema final de alianzas. Llevo a la Solución Final al nivel industrial de matanzas. Ayudó a que Estados Unidos entrara en guerra e indudablemente abrió las compuertas del “préstamo y arriendo” de Estados Unidos a la Rusia de Stalin. Como ha señalado Ralph Raico, los poderes presidenciales propios del préstamo y arriendo constituyeron una de las grandes expansiones de poder en la historia estadounidense. En este sentido, ver el ensayo crítico de Raico sobre Storm on the Horizon, de Justus Doenecke, así como la revisión de FDR de Raico, en la que trata al personaje de Hopkins.



Pero aparte de Raico, Doenecke y otros historiadores de la tradición revisionista libertaria y en la vieja derecha, y a pesar del enorme impacto que este evento ha tenido en la historia mundial, ¡qué enorme desinformación e incomprensión histórica lo rodea! Esencialmente, dos totalitarios acordaron dividir Europa. Después de casi dos años de cooperación relativamente cercana con invasiones, matanzas masivas, deportaciones y trabajos forzados, los dos grandes apóstoles del estado se separaron, en buena parte debido a que sus planes territoriales, estratégicos y económicos a largo plazo ella mutuamente exclusivos. Amo seguía siendo totalitarios, ambos seguían siendo asesinos en masa.
Pero todo este asunto de Hitler y Stalin como dos vías para el mismo estado totalitario tendría que esperar en realidad hasta la década de 1980 y principios de la de 1990 para que algún atisbo de comparaciones históricas llegara a la corriente dominante, compuesta por libros universitarios de texto, la academia, la historia popular, etc. Incluso todos esos años después, incluso cuando los especialistas entre los historiadores dominantes saben muy bien que la investigación sobre Stalin mostraba algo horroroso, el tratamiento del hombre de acero en los libros de texto o en los medios de comunicación casi siempre era benévolo.
Lo asombroso es que, durante la Guerra Fría, los estadounidenses con formación podían mantener ambas imágenes en su mente: el “tío Joe” por un lado y el malvado Stalin de la Guerra Fría por el otro. Un globo lo verdaderamente orwelliano.
Pero esto también podía explicarse fácilmente. Para empezar, el Tercer Reich era el malo de la película: un estado totalitario y un régimen asesino. De hecho, con todo el conocimiento ampliamente explicado acerca de Hitler y su régimen, parece difícil para la mentalidad del público abarcar dos villanos como estos. Así que hay un aspecto psicológico creado para el reconocimiento moderno de Hitler como el mal. Hitler puede haber sido Satán, pero Stalin fue… bueno… el “tío Joe” con algunos defectos humanos.
Y por otro lado, otra parte la explicación llega aún más lejos. En la década de los treinta, la Casa Blanca de FDR y mucha de la prensa estadounidense en esencia había ignorado los asesinatos masivos, campos de concentración y limpiezas étnicas de Stalin. Los estadounidenses que leían sus periódicos veía mucho sobre los males de Hitler y poco sobre los males de Stalin en la década de 1930 (Stalin fue el hombre del año de la revista Time en 1940). Pero en 1941, Stalin se convirtió de repente (al menos en su aspecto externo) en el favorito de la administración y buena parte de la prensa estadounidense. El “tío Joe” se convirtió en una especie de héroe de culto. El Golden Gate Jubilee Quartet, un popular cuarteto o negro de góspel, tuvo un éxito moderado en 1943 con una canción que hablaba de Stalin en términos casi bíblicos (“Stalin wasn’t Stallin”, de Willie Johnson).
Por tanto, la cultura popular, Stalin (que murió con un plan “en el bolsillo” para ir a por los judíos en la Unión Soviética) estaba alguna manera en una categoría completamente diferente.
La Operación Barbarroja tiene muchos significados para mundo moderno. Se cobró un terrible peaje en vidas humanas, dentro y fuera del campo de batalla. Llevó al engrandecimiento de la propia Unión Soviética. En Estados Unidos, dio un nuevo significado a la “emergencia de tiempo de guerra”, ayudó a agrandar los poderes presidenciales en EEUU, permitió al régimen dirigir al país hacia la guerra en coalición con el nuevo enemigo de Hitler y mucho más.
Mucho impacto para un evento. Hace setenta y cinco años.

Cuando los totalitarios soviéticos se convirtieron en aliados de los estadounidenses


Hace tres cuartos de siglo, el 22 de junio de 1941, la Alemania nazi lanzó la Operación Barbarroja, un ataque a la Unión Soviética a lo largo de un frente de 4.500 kilómetros. Barbarroja llevó a la guerra a su etapa global. Prefiguró el sistema final de alianzas. Llevo a la Solución Final al nivel industrial de matanzas. Ayudó a que Estados Unidos entrara en guerra e indudablemente abrió las compuertas del “préstamo y arriendo” de Estados Unidos a la Rusia de Stalin. Como ha señalado Ralph Raico, los poderes presidenciales propios del préstamo y arriendo constituyeron una de las grandes expansiones de poder en la historia estadounidense. En este sentido, ver el ensayo crítico de Raico sobre Storm on the Horizon, de Justus Doenecke, así como la revisión de FDR de Raico, en la que trata al personaje de Hopkins.