Wikipedia

Search results

Showing posts with label acuerdo de paz. Show all posts
Showing posts with label acuerdo de paz. Show all posts

Wednesday, December 21, 2016

¿Qué premia el Comité Noruego que otorga el Nobel de la Paz?

Hana Fischer se pregunta qué premio el Comité del Nobel otorgándole el Premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos si el acuerdo de paz es considerado por muchos como una forma de asegurarles impunidad a quienes perpetraron delitos de lesa humanidad.

El presidente colombiano Juan Manuel Santos acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz. El Comité Noruego se empecinó en otorgárselo a pesar de que los colombianos —los directamente interesados en terminar con el sangriento conflicto que asola a su país desde hace medio siglo— consideraron que el acuerdo Santos-Farc era inaceptable.
La actitud de los noruegos origina una interrogante: ¿Qué es lo que se premia?


Objetivamente, el “GPS” que debería guiar al jurado en sus decisiones, es el testamento de Alfred Nobel que señala: “La totalidad de lo que queda de mi fortuna quedará dispuesta del modo siguiente: el capital, invertido en valores seguros por mis testamentarios, constituirá un fondo cuyos intereses serán distribuidos cada año en forma de premio entre aquéllos que el año precedente hayan realizado el mayor beneficio a la humanidad”.
Subjetivamente, el Nobel de la Paz es el reconocimiento a aquellos que han cimentado sobre bases morales la convivencia pacífica, ya sea entre naciones o dentro de un pueblo. El premio sirve para poner el foco sobre ellos e implícitamente, designarlos como ejemplo a imitar.
Por consiguiente al honrar a alguien con esa distinción, simultáneamente, el jurado norego delata mucho acerca de su propia conducta moral.
El Comité Noruego del Nobel está compuesto por cinco miembros. Son nombrados por el parlamento, lo cual provoca que la configuración política sea muy similar entre ambas instituciones. En consecuencia, la ideología no es ajena a muchas de las decisiones tomadas por este comité que en teoría, es independiente.
Al justificar el premio de este año, se expresa que Santos llevó a cabo un "proceso histórico de reconciliación y hermanamiento nacional". Y que "pese al 'no' mayoritario en el referéndum, ha acercado de forma significativa hacia una solución pacífica el sangriento conflicto". Por tanto, la intención fue impulsar "a todos aquellos que tratan de lograr la paz, la reconciliación y la justicia en Colombia".
Lo que afirma este Comité no se sustenta en los hechos. Para empezar desde 1981 —presidencia de Julio Cesar Turbay— se vienen realizando esfuerzos por acordar con los guerrilleros una salida negociada al conflicto interno. E, invariablemente, las Farc han demostrado que no son de fiar.
Asimismo, ha quedado demostrado que cuanto más se les concede, más abusan del poder obtenido. Bajo la presidencia de Andrés Pastrana las Farc obtuvieron 42 mil kilómetros de zona desmilitarizada, con la excusa de instalar una mesa de diálogo. En esa región equivalente al tamaño de Suiza, “gobernaron” a su antojo sin rendirle cuentas a nadie. Convirtieron ese territorio en una especie de zona franca, donde se rearmaron y retuvieron a los secuestrados.
Mediante el acuerdo alcanzado con Santos, las Farc conseguían algo prodigioso: ir apoderándose del poder político de Colombia en forma paga y gozando de todas las comodidades. Les “regalaban” una cuota política sin necesidad de pasar por las urnas y una justicia particular que en gran medida, les aseguraría la impunidad a pesar de las atrocidades cometidas.
En consecuencia, ¿de qué reconciliación habla el Comité y cuál es su sentido de la Justicia y la democracia? ¿Cuál es el mensaje transmitido? ¿El premio concedido a Santos impulsará la paz en otras partes del mundo o por el contrario, les dará alas a otros asesinos, total  “no pasa nada” y encima te premian.
La “solución” encontrada por Santos equivale a decir que se “pacificó” una zona dominada por delincuentes, porque se dejó a la población indefensa a su merced. Actitud por cierto muy diferente a las asumidas por Nelson Mandela o Gandhi (a quien nunca le fue concedida esta distinción). Estos dos verdaderos amigos de la moral, lograron conjugar la paz con la reconciliación pero sin sacrificar a la Justicia.
Es obvio que este premio estaba decidido de antemano. El jurado estaba convencido que el resultado del plebiscito le sería favorable y de ese modo su elección quedaría “santificada”. Seguramente el triunfo del “No” los tomó por sorpresa pero eso no los hizo recapacitar. Recordemos que Noruega fue uno de los países garantes de este proceso de paz. En cierto modo, es como si se hubieran premiado a sí mismos.
Esa tesitura no es un hecho aislado; en la última década la independencia y objetividad de este Comité han quedado en entredicho en varias oportunidades:
En el 2007, le fue concedido este nobel a Al Gore por su documental “Una verdad incómoda” y al Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPPC). Uno se pregunta, ¿qué tiene que ver el cambio climático con la lucha por la paz y la concordia? Para colmo, el film de Gore está lleno de falsedades y el trabajo de la IPPC es acusado de ser realizado bajo premisas corruptas, porque los datos son manipulados y se rechazan deliberadamente los informes científicos que los refutan. Ese escándalo es conocido como “Climategate".
Parecería que el Comité lo que en realidad premia, es su propia agenda política: ecologismo e intereses económicos de Noruega derivados de la actividad petrolera. Posiciones que van de la mano porque las restricciones medioambientales favorecen a los países más desarrollados.
Por otra parte, en 2015 fue destituido Thorbjørn Jagland, presidente del Comité. El jerarca afirmó que su cese se debía a que en 2010 le concedió el Premio de la Paz al disidente chino Liu Xiaobo. La reacción del gigante asiático fue congelar las relaciones diplomáticas con Noruega, lo que tuvo un efecto devastador, especialmente en la exportación de salmón. Se especula que China exigió la destitución de Jagland para restablecer las relaciones.
Y ahora ha saltado el “nobelgate”: los vínculos de Santos con la industria petrolera noruega, a quien el presidente colombiano le habría entregado una licencia para explotar hidrocarburos en el Caribe colombiano. El tema saltó al conocerse que Kaci Kullmann Five —actual presidenta del Comité— ocupó un alto cargo en Statoil, la petrolera estatal noruega, cuando se negociaba ese asunto con Colombia.
¿Qué es lo que realmente premia el Comité al otorgar el Nobel de la Paz?

¿Qué premia el Comité Noruego que otorga el Nobel de la Paz?

Hana Fischer se pregunta qué premio el Comité del Nobel otorgándole el Premio Nobel de la Paz a Juan Manuel Santos si el acuerdo de paz es considerado por muchos como una forma de asegurarles impunidad a quienes perpetraron delitos de lesa humanidad.

El presidente colombiano Juan Manuel Santos acaba de recibir el Premio Nobel de la Paz. El Comité Noruego se empecinó en otorgárselo a pesar de que los colombianos —los directamente interesados en terminar con el sangriento conflicto que asola a su país desde hace medio siglo— consideraron que el acuerdo Santos-Farc era inaceptable.
La actitud de los noruegos origina una interrogante: ¿Qué es lo que se premia?

Wednesday, November 2, 2016

Sobre el fracasado acuerdo de paz en Colombia

Hana Fischer estima que el rechazo del acuerdo de paz en el plebiscito brinda a Colombia una oportunidad para que la paz se fundamente sobre bases más sólidas.
Hana Fischer es analista política uruguaya.
El domingo 2 de octubre los colombianos rechazaron el acuerdo de paz negociado entre el presidente Juan Manuel Santos y las FARC en Cuba. El resultado fue de 50,21% a favor del No y 49,78% que votó el Sí.
Podría parecer que la diferencia entre ambas posturas es mínima. Pero no es así. En una elección el sentir popular se expresa de varias maneras, una de ellas es absteniéndose de votar.
Teniendo en cuenta que en el mencionado plebiscito el 63% de la población no acudió a las urnas, eso significa que únicamente el 18% de los colombianos apoyaron el Sí. Es decir, una ínfima porción.
Por otra parte, teniendo en cuenta la relevancia del tema, es imposible atribuir dicha actitud a la indiferencia. Por consiguiente, la interpretación lógica es que esas personas con su abstención, emitieron un potente mensaje hacia aquellos que negociaron el acuerdo: no les tenemos confianza.
Las razones son varias:



El lugar escogido para negociar fue Cuba, contando con el beneplácito de los hermanos Castro que apoyaron el acuerdo, tal como prueba el hecho de que Raúl haya asistido en persona a la firma del Acuerdo Final en Cartagena. También el chavismo lo respaldó. Conociendo la forma en que ambos regímenes conciben la democracia, ese aval es una advertencia del modo en que podrían evolucionar sus instituciones republicanas si las Farc tomaran el poder.
Santos negoció el acuerdo contando con índices de aprobación muy bajos (alrededor del 29%), por lo que su capital político era exiguo al momento de firmarlo. Por otra parte, en muchos aspectos lo negociado riñe con el sistema republicano y democrático de gobierno.
Uno de los pilares de la paz social, es la garantía  de que todos son iguales ante la ley. La existencia de Justicias diferentes para unos y otros, en rigor, no es Justicia. En consecuencia, no es correcto afirmar que una justicia transicional permitirá la pacificación del país. Esa ley “perdona tutti” a las Farc, difícilmente será aceptada por las víctimas y sus familiares, tal como demuestra la evidencia histórica. Recordemos que sus miembros son culpables de crímenes de lesa humanidad, torturas, abusos sexuales y reclutamiento de menores. Infamias que sobrepasan a las cometidas por las dictaduras militares latinoamericanas de las décadas de 1970-1980. También en estos países se trató de dar vuelta la página otorgando amnistía a los abusadores y el resultado no ha sido el esperado: se sigue clamando por “Verdad, Justicia y castigo a los culpables”. Eso ocurre porque hay ciertas cosas que no son perdonables.
Además, tal como expone Danilo Rojas —presidente del Consejo de Estado (corte encargada de los procesos administrativos), esa justicia transicional acareará inseguridad jurídica. Expresó su preocupación por el futuro de la acción de tutela, el concepto de cosa juzgada, la reparación de las víctimas y otros temas que pueden generar conflictos de competencias con respecto a la justicia ordinaria.
Otro de los mensajes emitidos a través del susodicho acuerdo fue, que el crimen paga, que es buen negocio. Se pueden cometer las más terribles atrocidades y no obstante, ser “premiados”. Plinio Apuleyo Mendoza en una carta abierta a Mario Vargas Llosa detalla lo que obtendrán los FARC: “quedarán eximidos del pago de cárcel a pesar de los atroces delitos que cometieron durante más de 50 años; tendrán 26 curules efectivas en el Congreso, 31 emisoras de radio, canal de televisión, un caudaloso presupuesto para la difusión de su plataforma ideológica y ocuparán vastas zonas de concentración en el país, sin presencia de la Fuerza Pública, y que de hecho se convertirán en pequeños estados independientes para propagar su proyecto socialista”.
Mendoza expresa que además, “las FARC constituyen el tercer cartel mundial de la droga y que no van a renunciar a su millonario negocio. La prueba es que en los dos últimos años de negociación, los cultivos de coca se han duplicado en el país, pues el Gobierno suprimió la fumigación aérea”. Eso significa que el narcotráfico tendría sus propios representantes en el parlamento.
Uno se pregunta: ¿qué sentido de la democracia surge del mencionado acuerdo? ¿Otorgar escaños parlamentarios que no responden al voto popular?
Varias de las actitudes de los líderes de las FARC delatan ese desprecio hacia la democracia y que para ellos no es más que un mecanismo para obtener el poder total, a la manera de Hugo Chávez y acólitos. Aceptaron la realización del plebiscito convencidos que ganaba el Sí por amplia mayoría (así lo indican las encuestas) pero no por auténtica convicción democrática.
Así lo delata el triunfalismo que mostraron al firmar el acuerdo. Lo revela el comunicado que emitió su jefe máximo Rodrigo Londoño, alias “Timochenko", tras conocerse que una mayoría manifestó no estar de acuerdo con el pacto firmado. En un video publicado en línea declaró con arrogancia, que el resultado del plebiscito no tiene efectos jurídicos y que debe ser implementado a pesar de los resultados adversos en los comicios.
El acuerdo fue negociado entre élites sin participación de la sociedad civil. La paz era un objetivo extensamente anhelado, pero… ¿a cualquier precio? ¿Sería pan para hoy y hambre para mañana?
Ese sentir fue expuesto por la colombiana Andrea Ardila. Ella declaró que quedaba “La sensación de un acuerdo no justo para el colombiano común, para los que vivieron atrocidades, para los que de una u otra manera sentían que no podía haber crímenes de lesa humanidad sin un pago mínimamente justo (...) y no de pronto una sensación de paños de aguas tibias para crímenes tan complicados".
Por su parte el secretario general de la OEA Luis Almagro, escribió en su cuenta Twitter que "Es clave que el proceso de paz llegue a todos los colombianos, incluyendo al 60% que no votó. Apoyamos diálogo incluyente. La Paz es obra de todos".
En conclusión, constituyó una buena noticia para Colombia la no aprobación del pacto firmado y una oportunidad para que la paz se cimente sobre bases más sólidas

Sobre el fracasado acuerdo de paz en Colombia

Hana Fischer estima que el rechazo del acuerdo de paz en el plebiscito brinda a Colombia una oportunidad para que la paz se fundamente sobre bases más sólidas.
Hana Fischer es analista política uruguaya.
El domingo 2 de octubre los colombianos rechazaron el acuerdo de paz negociado entre el presidente Juan Manuel Santos y las FARC en Cuba. El resultado fue de 50,21% a favor del No y 49,78% que votó el Sí.
Podría parecer que la diferencia entre ambas posturas es mínima. Pero no es así. En una elección el sentir popular se expresa de varias maneras, una de ellas es absteniéndose de votar.
Teniendo en cuenta que en el mencionado plebiscito el 63% de la población no acudió a las urnas, eso significa que únicamente el 18% de los colombianos apoyaron el Sí. Es decir, una ínfima porción.
Por otra parte, teniendo en cuenta la relevancia del tema, es imposible atribuir dicha actitud a la indiferencia. Por consiguiente, la interpretación lógica es que esas personas con su abstención, emitieron un potente mensaje hacia aquellos que negociaron el acuerdo: no les tenemos confianza.
Las razones son varias:


Saturday, October 1, 2016

Colombia y su atroz futuro

Colombia
El gobierno de Bogotá y los narcoguerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las tristemente célebres FARC, han llegado a un acuerdo de paz tras 52 años de violenta insurgencia por parte de este brazo armado del Partido Comunista.
Hay otras guerrillas igualmente comunistas, como el Ejército de Liberación Nacional o ELN, auspiciadas por Cuba en los años sesenta, pero las más fuertes y destructivas han sido las de las FARC.
Las FARC creían en el marxismo-leninismo y trataron denodadamente de construir en el país una sociedad semejante a la cubana o a la soviética, comenzando su labor de demolición de la democracia liberal en medio de la Guerra Fría.


Debo aclarar para los colombianos, y acaso para los que no lo son, que la expresión democracia liberal nada tiene que ver con el partido que lleva esa palabra en el nombre, sino con un modelo político que incluye el pluripartidismo, la alternancia en el gobierno, el respeto por las libertades y los derechos humanos, incluida la propiedad privada, la separación de poderes, la transparencia en los actos de gobierno y la existencia de un mercado abierto en el que las personas y las empresas realicen sus transacciones económicas. Es decir, el Estado que los comunistas califican de burgués y que las FARC se empeñaron en destruir.
Para lograr ese objetivo, y como una forma de aterrorizar a la población, las FARC asaltaron, secuestraron y vendieron rehenes, o los asesinaron, violaron muchachas campesinas, convirtieron por la fuerza a niños en guerrilleros, obligándolos a matar, colocaron bombas en lugares públicos y cometieron toda clase de crímenes atroces, incluyendo el cultivo, venta y exportación de cocaína, hasta convertirse en uno de los cárteles más poderosos del mundo. Exportaban la droga, fundamentalmente hacia territorio de Estados Unidos, el más odiado de los enemigos.
Obviamente, con ese sanguinario prontuario delictivo las FARC no podían evitar que la justicia persiguiera y castigara severamente a sus miembros de acuerdo con la Constitución, las leyes y el Código Penal colombianos. De manera que en las conversaciones de paz suspendieron el Estado de Derecho aprobado por el país anteriormente y se acogieron a una justicia provisional transitoria que garantizara a los insurgentes penas muy leves o impunidad, y hasta costosísimos recursos económicos, para incorporarse a otro género de vida.
En todo momento en las conversaciones estuvo presente un último chantaje: si no se pactaba lo que convenía a los delincuentes, estos seguirían matando, violando y traficando con drogas, como habían hecho hasta entonces.
El Estado, que representaba a 45 millones de colombianos, aceptó las humillantes condiciones de las FARC, apenas siete mil guerrilleros, y firmó un acuerdo con los cabecillas, liderados por un truculento señor que se hace llamar Timochenko.
Los pactos, como se sabe, deberán ser legitimados por los electores colombianos en un plebiscito que se puede ganar con sólo el 13% de los sufragios, una cantidad mínima de votos. Algo muy peligroso, dado que afectará a la nación por varias generaciones. Esto sucederá el 2 de octubre próximo.
¿Qué pasará a partir de ese momento? Esa es la pregunta que se debieron hacer el presidente Juan Manuel Santos y los miembros del gobierno que sirvieron como negociadores.
Esa es la pregunta que se hubiera hecho un verdadero estadista y no un político convencional preocupado por los efectos inmediatos de la maniobra.
Quizás la gran diferencia entre un estadista y un político convencional sea ésa: los estadistas se basan en principios y en una visión del Estado que los lleva a ponderar sus acciones a largo plazo. Saben que los actos que hoy parecen útiles y buenos en el futuro pueden convertirse en errores tremendos que afecten negativamente a la sociedad.
Tan importante como exigir a los narcoguerrilleros de las FARC que dejaran sus armas era que abandonaran expresamente su pretensión de destruir el modelo de Estado que los colombianos han escogido libremente para vivir.
¿Qué pasará a partir del momento en que la mayoría de los electores, ingenuamente, apoyen los acuerdos firmados en La Habana?
Pasará que las FARC comenzarán a utilizar la estrategia chavista.
Ocurrirá que las FARC se insertarán en la vida política del país y comenzarán a desmontar la democracia, como hicieron en Cuba y en Venezuela, porque han renunciado a la guerra armada, pero no a establecer un régimen comunista, sencillamente porque son el brazo armado de un partido marxista-leninista que cree en unas supersticiones que les llevó a cometer toda clase de crímenes durante más de medio sigo.
A Colombia le espera un futuro atroz, infinitamente peor y más negro que este presente incómodo y, a veces, sangriento que hoy padece. Será la consecuencia de no tener un verdadero estadista en el Palacio de Nariño.

Colombia y su atroz futuro

Colombia
El gobierno de Bogotá y los narcoguerrilleros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, las tristemente célebres FARC, han llegado a un acuerdo de paz tras 52 años de violenta insurgencia por parte de este brazo armado del Partido Comunista.
Hay otras guerrillas igualmente comunistas, como el Ejército de Liberación Nacional o ELN, auspiciadas por Cuba en los años sesenta, pero las más fuertes y destructivas han sido las de las FARC.
Las FARC creían en el marxismo-leninismo y trataron denodadamente de construir en el país una sociedad semejante a la cubana o a la soviética, comenzando su labor de demolición de la democracia liberal en medio de la Guerra Fría.