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Monday, August 22, 2016

Altruismo

Altruismo

 
¿Cuál es el código moral del altruismo? El principio básico del altruismo es que el hombre no tiene derecho a existir por sí mismo, que el servicio a los demás es la única justificación de su existencia, y que sacrificarse es su principal deber, virtud y valor moral.
No confundas altruismo con amabilidad, buena voluntad, o respeto por los derechos de otros. Estas no son causas primarias sino consecuencias, las cuales, de hecho, el altruismo hace imposibles. La causa irreducible del altruismo, la base absoluta, es el auto-sacrificio, lo que significa: la auto-inmolación, la abnegación, la negación de uno mismo, la auto-destrucción – lo que significa: el yo como criterio del mal, y el no-yo [lo desprendido, lo desinteresado, lo altruista] como criterio del bien. –




No te escondas tras superficialidades como si deberías darle una moneda a un mendigo o no. Esa no es la cuestión. La cuestión es si tienes o no derecho a existir sin dársela. La cuestión es si tienes que seguir comprando tu vida, centavo a centavo, de cualquier mendigo que decida aproximarse a ti. La cuestión es si la necesidad de otros es la primera hipoteca sobre su vida y el propósito moral de tu existencia. La cuestión es si el hombre debe ser considerado como un animal a ser sacrificado. Cualquier hombre de autoestima responderá: “No.” El altruismo dice: “Sí“.
# # #
Hay dos cuestiones morales que el altruismo agrupa en un “paquete único”: (1) ¿Qué son valores? (2) ¿Quién debe ser el beneficiario de los valores? El altruismo sustituye la segunda por la primera; evade la tarea de definir un código de valores morales, dejando así al hombre, de hecho, sin guía moral.
El altruismo declara que cualquier acción realizada en beneficio de otros es buena, y cualquier acción realizada en beneficio propio es mala. Así, el beneficiario de una acción es el único criterio de valor moral – y mientras ese beneficiario sea alguien distinto de uno mismo, cualquier cosa vale.
# # #
Es tu mente lo que ellos quieren que entregues – todos los que predican el credo del sacrificio, sean cuales sean sus postulados o sus motivos, te prometan otra vida en el cielo o un estómago lleno en esta tierra. Los que empiezan diciendo: “Es egoísta perseguir tus propios deseos, debes sacrificarlos a los deseos de otros” – acaban diciendo: “Es egoísta mantener tus propias convicciones, debes sacrificarlas a las convicciones de otros”.
# # #
Hay una palabra, una única pregunta, que puede aniquilar completamente la moralidad del altruismo y que ésta no puede soportar: la pregunta es: “¿Por qué?” ¿Por qué debe el hombre vivir por el bien de los demás? ¿Por qué debe ser un animal a ser sacrificado? ¿Por qué es eso el bien? No hay ninguna razón terrenal para eso – y, señoras y señores, en toda la historia de la filosofía jamás ninguna razón terrenal ha sido ofrecida.
Es sólo el misticismo lo que les permite a los moralistas salirse con la suya. Siempre fue el misticismo — lo de fuera de este mundo, lo sobrenatural, lo irracional — el argumento para justificarlo, o, para ser exactos, para escapar de la necesidad de justificarlo. Uno no justifica lo irracional, uno sólo lo acepta por fe. Lo que la mayoría de los moralistas – y unas pocas de sus víctimas – reconocen, es que razón y altruismo son incompatibles.
# # #
¿Por qué es moral servir la felicidad ajena, pero no la tuya propia? Si disfrutar es un valor, ¿por qué es moral cuando es experimentado por otros, pero inmoral cuando es experimentado por ti? Si la sensación de comer un pastel es un valor, ¿por qué es una complacencia inmoral en tu estómago, pero un objetivo moral para ti el que lo logres en el estómago de otros? ¿Por qué es inmoral para ti el desear, pero moral el que otros lo hagan? ¿Por qué es inmoral producir un valor y quedárselo, pero moral darlo? Y si no es moral el que tú te quedes con un valor, ¿por qué es moral que los otros lo acepten? Si eres desinteresado y virtuoso cuando lo das, ¿no son ellos interesados y malvados cuando lo toman? ¿Es que la virtud consiste en servir al vicio? ¿Es el objetivo moral de los que son buenos su auto-inmolación en beneficio de los que son malos?
La respuesta que evadís, la monstruosa respuesta es: No, los que toman no son malos, siempre que ellos no hayan ganado el valor que les diste. No es inmoral que ellos lo acepten, siempre que ellos sean incapaces de producirlo, incapaces de merecerlo, incapaces de darte ningún valor a cambio. No es inmoral el que ellos lo disfruten, siempre que no lo hayan obtenido por derecho.
Tal es el código secreto de vuestro credo, la otra mitad de vuestro doble criterio: es inmoral vivir por tu propio esfuerzo, pero moral vivir por el esfuerzo de otros – es inmoral consumir tu propio producto, pero moral consumir el producto de otros – es inmoral ganar, pero moral mendigar – son los parásitos la justificación moral para la existencia de los productores, pero la existencia de los parásitos es un fin en sí misma – es malo beneficiarse a través de logros, pero bueno beneficiarse a través de sacrificio – es malo crear tu propia felicidad, pero bueno disfrutarla al precio de la sangre de otros.
Vuestro código divide a la humanidad en dos castas y exige que vivan por reglas opuestas: los que pueden desear cualquier cosa y los que no pueden desear nada, los escogidos y los condenados, los jinetes y los acarreadores, los devoradores y los devorados. ¿Qué criterio determina tu casta? ¿Qué contraseña te admite a la élite moral? La contraseña es falta de valores.
Sea cual sea el valor implicado, es tu falta del mismo la que te da una reivindicación sobre aquellos a quienes no les falta. Es tu necesidad lo que te da una reivindicación a recompensas. Si eres capaz de satisfacer tu necesidad, tu habilidad anula tu derecho a satisfacerla. Pero una necesidad que eres incapaz de satisfacer te da el primer derecho sobre las vidas de la humanidad.
Si tienes éxito, cualquier hombre que fracasa es tu amo; si fracasas, cualquier hombre que tiene éxito es tu siervo. Sea tu fracaso justo o no, sean tus deseos racionales o no, sea tudesgracia inmerecida o el resultado de tus vicios, es la desgracia la que te da derecho a recompensas. Es el dolor, no importa su naturaleza o su causa, el dolor como un absoluto primario, el que te da una hipoteca sobre toda la existencia.
Si curas tu dolor por tu propio esfuerzo no recibes crédito moral: tu código lo considera desdeñosamente como un acto de interés propio. Sea cual sea el valor que intentes adquirir, sea riqueza o comida o amor o derechos, si lo adquieres por medio de tu virtud, tu código no lo considera como una adquisición moral: tú no le ocasionas pérdidas a nadie, es un comercio, no una limosna; un pago, no un sacrificio. Lo merecido pertenece al reino egoísta y comercial del beneficio mutuo; es sólo lo inmerecido lo que establece esa transacción moral que consiste en el beneficio de uno al precio de un desastre para el otro. Exigir recompensas por tu virtud es egoísta e inmoral; es tu falta de virtud la que transforma tu demanda en un derecho moral.
Una moralidad que considera la necesidad como una reivindicación, considera el vacío – la no-existencia – como su norma, su criterio de valor; recompensa una ausencia, un defecto: debilidad, ineptitud, incompetencia, sufrimiento, enfermedad, desastre, la falta, la lacra, el fallo – el cero.
# # #
El altruismo considera la muerte como su objetivo final y su criterio de valor.
# # #
Dado que la naturaleza no le proporciona al hombre una forma automática de supervivencia, dado que él tiene que mantener su vida por su propio esfuerzo, la doctrina de que ocuparse de sus propios intereses es malvado significa que el deseo del hombre de vivir es malvado – que la vida del hombre, como tal, es malvada. Ninguna doctrina puede ser más malvada que eso.
Sin embargo, ése es el significado de altruismo.

Altruismo

Altruismo

 
¿Cuál es el código moral del altruismo? El principio básico del altruismo es que el hombre no tiene derecho a existir por sí mismo, que el servicio a los demás es la única justificación de su existencia, y que sacrificarse es su principal deber, virtud y valor moral.
No confundas altruismo con amabilidad, buena voluntad, o respeto por los derechos de otros. Estas no son causas primarias sino consecuencias, las cuales, de hecho, el altruismo hace imposibles. La causa irreducible del altruismo, la base absoluta, es el auto-sacrificio, lo que significa: la auto-inmolación, la abnegación, la negación de uno mismo, la auto-destrucción – lo que significa: el yo como criterio del mal, y el no-yo [lo desprendido, lo desinteresado, lo altruista] como criterio del bien. –



Friday, July 15, 2016

Replanteando el significado de egoísmo

replanteando egoísmo 
En el ámbito de la ética no hay característica más ampliamente condenada que el egoísmo. Prácticamente nadie cuestiona la premisa que nos han enseñado a todos desde la infancia: actuar para beneficio propio es moralmente malo, sacrificarse a otros es la esencia de la virtud moral. Es considerado incuestionable y evidente que el egoísmo es malo.
Pero, ¿lo es?
El egoísmo es vilipendiado porque se le asocia con el comportamiento amoral y depredador de un Bernie Madoff o de Atila, rey de los Hunos. El egoísmo queda supuestamente personificado en alguien que miente, roba y mata con el fin de satisfacer sus propios deseos.


Si examinamos seriamente el significado de lo que es egoísmo, sin embargo, surge una evaluación muy distinta. Ser egoísta es preocuparse por los intereses propios de uno. Si es así, ¿qué pasa con quienes persiguen sus propias metas y se centran en sus propios intereses sin victimizar a otros? ¿Qué pasa con el estudiante ambicioso que decide pasar tiempo estudiando en vez de ceder a las súplicas de sus hermanos de fraternidad para que se vaya con ellos de fiesta? ¿Qué pasa con el empresario que, haciendo caso omiso de las personas que le instan a ir a por “dinero fácil”, lucha y sufre durante años para poder desarrollar un producto superior? ¿Qué pasa con el artista dedicado que se niega a ceder y en vez de eso crea una obra que responde plenamente a sus criterios independientes? Todas ellas son personas que están actuando en beneficio propio – que están actuando egoístamente – pero cuya ganancia no la consiguen por medio de la pérdida de otro. ¿Por qué, entonces, se asocia el preocuparse por la propia vida con victimizar a otros? ¿Por qué no son quienes no victimizan – o sea, las personas que optan por mejorar sus vidas por su propio esfuerzo – los representantes correctos del egoísmo?
Piensa en qué significa preocuparte por tu propio interés. No implica hacer lo que te venga en gana; ese es el camino de la auto-destrucción. El primer requisito del interés personal es un compromiso con la razón – un compromiso por descubrir y aceptar los hechos de la realidad, el compromiso de dejarse guiar por la mente en vez de por caprichos aleatorios. El individuo verdaderamente egoísta enfoca la vida a largo plazo y en base a principios morales. Por ejemplo, él abraza el valor de la honestidad porque entiende que falsificar la realidad, de cualquier forma que lo haga, a la larga le causará perjuicios. Él abraza el valor de la justicia porque entiende que juzgar a las personas por lo que son en realidad, en vez de fingir que son otra cosa, es en su propio interés. Él abraza el valor de la integridad porque entiende que se beneficia siendo leal a sus propias convicciones – las cuales él deriva de los hechos de la realidad – en vez de rendirlas a la conveniencia del momento. (Para una elaboración más detallada sobre egoísmo y principios morales, ver el capítulo 4 de mi libro En defensa del egoísmo.)
En el trato con la gente, por lo tanto, la persona egoísta rechaza la antítesis de la razón: la fuerza. Esa persona respeta el principio de los derechos individuales porque se da cuenta de que su propio interés depende de ello. En consecuencia – y contrariamente a los Atilas y a los Madoff – él trata con otros a través de persuasión y comercio, no a través de coerción y engaño.
El individuo auténticamente egoísta disfruta de una vida productiva y que se respeta a sí misma. Él rechaza lo inmerecido. Él no chupa la sangre de otros, como hace una sanguijuela. Él vive, no quitándoles sus bienes a otros, sino ganándose lo que quiere. Se relaciona con la gente ofreciendo valor por valor, para beneficio mutuo. Él no se sacrifica por otros ni sacrifica a otros por él.
Los depredadores del mundo se contradicen en sus verdaderos intereses a largo plazo. Al evadir las exigencias de la vida humana, al tratar de existir con la ley de la jungla, están perjudicándose a sí mismos. Su maldad no radica en el deseo de lograr su propio bienestar, sino en su creencia irracional de que la forma de lograrlo es alimentándose parasitariamente de otros.
Pero los que marcan el tono intelectual de nuestra cultura quieren hacernos creer que el egoísmo requiere la destrucción de otros. Ellos difuminan la distinción obvia entre un productor y un depredador, entre alguien que hace dinero y alguien que lo roba. Ellos fusionan a los dos en un nebuloso “paquete único”, haciéndole creer a la gente que, igual que un depredador está cometiendo un crimen moral, también lo hace cualquier persona que persiga su verdadero interés personal.
De esa forma, nos han dejado con la falsa alternativa de o ser altruista sacrificándonos por otros, o ser “egoísta” sacrificando a otros a nosotros. Y ¿qué pasa con la verdadera alternativa? ¿Qué pasa con el grupo de individuos auto-responsables y auto-suficientes que diligentemente persiguen sus propios intereses sin sacrificarse ellos mismos ni sacrificar a los demás? No existe tal categoría, nos dicen.
Pero sí existe, de hecho, esa categoría, y representa el egoísmo verdadero y racional, así que, ¿qué justifica las exigencias del altruismo? ¿Qué razón terrenal hay para que tengas que subordinarte a los demás? ¿Por qué tienes el deber de sufrir para que otra persona pueda beneficiarse?
Puede ser perfectamente apropiado, por simple generosidad, ayudarle a una víctima inocente que ha tenido una desgracia. Pero eso no es lo que el código del altruismo requiere de ti. La generosidad es un regalo por el cual el destinatario debe estar agradecido. El altruismo, sin embargo, exige el pago de una deuda: una deuda moral no elegida que le debes a cualquier persona que carezca de lo que tú tienes. Si se necesita dinero para la matrícula universitaria de alguien, o para pagar su seguro de salud o su hipoteca – o para ayudarle a los extranjeros de Bangladesh – estás ordenado a proporcionarlo, según la doctrina del altruismo.
La pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué el hecho de que alguien necesite tu dinero le genera un derecho a tenerlo, mientras el hecho de que tú lo hayas ganado, no?
Tienes una vida, y debería ser preciosa. Debe ser un fin en sí misma, no simplemente un medio para los fines de otros. No debes estar obligado a sacrificarte por los deseos y las necesidades de otros. Tu vida es tuya, y debes tener el derecho moral a vivirla.
# # #
Por Peter Schwartz,

Replanteando el significado de egoísmo

replanteando egoísmo 
En el ámbito de la ética no hay característica más ampliamente condenada que el egoísmo. Prácticamente nadie cuestiona la premisa que nos han enseñado a todos desde la infancia: actuar para beneficio propio es moralmente malo, sacrificarse a otros es la esencia de la virtud moral. Es considerado incuestionable y evidente que el egoísmo es malo.
Pero, ¿lo es?
El egoísmo es vilipendiado porque se le asocia con el comportamiento amoral y depredador de un Bernie Madoff o de Atila, rey de los Hunos. El egoísmo queda supuestamente personificado en alguien que miente, roba y mata con el fin de satisfacer sus propios deseos.

Altruismo

 
¿Cuál es el código moral del altruismo? El principio básico del altruismo es que el hombre no tiene derecho a existir por sí mismo, que el servicio a los demás es la única justificación de su existencia, y que sacrificarse es su principal deber, virtud y valor moral.
No confundas altruismo con amabilidad, buena voluntad, o respeto por los derechos de otros. Estas no son causas primarias sino consecuencias, las cuales, de hecho, el altruismo hace imposibles. La causa irreducible del altruismo, la base absoluta, es el auto-sacrificio, lo que significa: la auto-inmolación, la abnegación, la negación de uno mismo, la auto-destrucción – lo que significa: el yo como criterio del mal, y el no-yo [lo desprendido, lo desinteresado, lo altruista] como criterio del bien. –




No te escondas tras superficialidades como si deberías darle una moneda a un mendigo o no. Esa no es la cuestión. La cuestión es si tienes o no derecho a existir sin dársela. La cuestión es si tienes que seguir comprando tu vida, centavo a centavo, de cualquier mendigo que decida aproximarse a ti. La cuestión es si la necesidad de otros es la primera hipoteca sobre su vida y el propósito moral de tu existencia. La cuestión es si el hombre debe ser considerado como un animal a ser sacrificado. Cualquier hombre de autoestima responderá: “No.” El altruismo dice: “Sí“.
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Hay dos cuestiones morales que el altruismo agrupa en un “paquete único”: (1) ¿Qué son valores? (2) ¿Quién debe ser el beneficiario de los valores? El altruismo sustituye la segunda por la primera; evade la tarea de definir un código de valores morales, dejando así al hombre, de hecho, sin guía moral.
El altruismo declara que cualquier acción realizada en beneficio de otros es buena, y cualquier acción realizada en beneficio propio es mala. Así, el beneficiario de una acción es el único criterio de valor moral – y mientras ese beneficiario sea alguien distinto de uno mismo, cualquier cosa vale.
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Es tu mente lo que ellos quieren que entregues – todos los que predican el credo del sacrificio, sean cuales sean sus postulados o sus motivos, te prometan otra vida en el cielo o un estómago lleno en esta tierra. Los que empiezan diciendo: “Es egoísta perseguir tus propios deseos, debes sacrificarlos a los deseos de otros” – acaban diciendo: “Es egoísta mantener tus propias convicciones, debes sacrificarlas a las convicciones de otros”.
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Hay una palabra, una única pregunta, que puede aniquilar completamente la moralidad del altruismo y que ésta no puede soportar: la pregunta es: “¿Por qué?” ¿Por qué debe el hombre vivir por el bien de los demás? ¿Por qué debe ser un animal a ser sacrificado? ¿Por qué es eso el bien? No hay ninguna razón terrenal para eso – y, señoras y señores, en toda la historia de la filosofía jamás ninguna razón terrenal ha sido ofrecida.
Es sólo el misticismo lo que les permite a los moralistas salirse con la suya. Siempre fue el misticismo — lo de fuera de este mundo, lo sobrenatural, lo irracional — el argumento para justificarlo, o, para ser exactos, para escapar de la necesidad de justificarlo. Uno no justifica lo irracional, uno sólo lo acepta por fe. Lo que la mayoría de los moralistas – y unas pocas de sus víctimas – reconocen, es que razón y altruismo son incompatibles.
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¿Por qué es moral servir la felicidad ajena, pero no la tuya propia? Si disfrutar es un valor, ¿por qué es moral cuando es experimentado por otros, pero inmoral cuando es experimentado por ti? Si la sensación de comer un pastel es un valor, ¿por qué es una complacencia inmoral en tu estómago, pero un objetivo moral para ti el que lo logres en el estómago de otros? ¿Por qué es inmoral para ti el desear, pero moral el que otros lo hagan? ¿Por qué es inmoral producir un valor y quedárselo, pero moral darlo? Y si no es moral el que tú te quedes con un valor, ¿por qué es moral que los otros lo acepten? Si eres desinteresado y virtuoso cuando lo das, ¿no son ellos interesados y malvados cuando lo toman? ¿Es que la virtud consiste en servir al vicio? ¿Es el objetivo moral de los que son buenos su auto-inmolación en beneficio de los que son malos?
La respuesta que evadís, la monstruosa respuesta es: No, los que toman no son malos, siempre que ellos no hayan ganado el valor que les diste. No es inmoral que ellos lo acepten, siempre que ellos sean incapaces de producirlo, incapaces de merecerlo, incapaces de darte ningún valor a cambio. No es inmoral el que ellos lo disfruten, siempre que no lo hayan obtenido por derecho.
Tal es el código secreto de vuestro credo, la otra mitad de vuestro doble criterio: es inmoral vivir por tu propio esfuerzo, pero moral vivir por el esfuerzo de otros – es inmoral consumir tu propio producto, pero moral consumir el producto de otros – es inmoral ganar, pero moral mendigar – son los parásitos la justificación moral para la existencia de los productores, pero la existencia de los parásitos es un fin en sí misma – es malo beneficiarse a través de logros, pero bueno beneficiarse a través de sacrificio – es malo crear tu propia felicidad, pero bueno disfrutarla al precio de la sangre de otros.
Vuestro código divide a la humanidad en dos castas y exige que vivan por reglas opuestas: los que pueden desear cualquier cosa y los que no pueden desear nada, los escogidos y los condenados, los jinetes y los acarreadores, los devoradores y los devorados. ¿Qué criterio determina tu casta? ¿Qué contraseña te admite a la élite moral? La contraseña es falta de valores.
Sea cual sea el valor implicado, es tu falta del mismo la que te da una reivindicación sobre aquellos a quienes no les falta. Es tu necesidad lo que te da una reivindicación a recompensas. Si eres capaz de satisfacer tu necesidad, tu habilidad anula tu derecho a satisfacerla. Pero una necesidad que eres incapaz de satisfacer te da el primer derecho sobre las vidas de la humanidad.
Si tienes éxito, cualquier hombre que fracasa es tu amo; si fracasas, cualquier hombre que tiene éxito es tu siervo. Sea tu fracaso justo o no, sean tus deseos racionales o no, sea tudesgracia inmerecida o el resultado de tus vicios, es la desgracia la que te da derecho a recompensas. Es el dolor, no importa su naturaleza o su causa, el dolor como un absoluto primario, el que te da una hipoteca sobre toda la existencia.
Si curas tu dolor por tu propio esfuerzo no recibes crédito moral: tu código lo considera desdeñosamente como un acto de interés propio. Sea cual sea el valor que intentes adquirir, sea riqueza o comida o amor o derechos, si lo adquieres por medio de tu virtud, tu código no lo considera como una adquisición moral: tú no le ocasionas pérdidas a nadie, es un comercio, no una limosna; un pago, no un sacrificio. Lo merecido pertenece al reino egoísta y comercial del beneficio mutuo; es sólo lo inmerecido lo que establece esa transacción moral que consiste en el beneficio de uno al precio de un desastre para el otro. Exigir recompensas por tu virtud es egoísta e inmoral; es tu falta de virtud la que transforma tu demanda en un derecho moral.
Una moralidad que considera la necesidad como una reivindicación, considera el vacío – la no-existencia – como su norma, su criterio de valor; recompensa una ausencia, un defecto: debilidad, ineptitud, incompetencia, sufrimiento, enfermedad, desastre, la falta, la lacra, el fallo – el cero.
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El altruismo considera la muerte como su objetivo final y su criterio de valor.
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Dado que la naturaleza no le proporciona al hombre una forma automática de supervivencia, dado que él tiene que mantener su vida por su propio esfuerzo, la doctrina de que ocuparse de sus propios intereses es malvado significa que el deseo del hombre de vivir es malvado – que la vida del hombre, como tal, es malvada. Ninguna doctrina puede ser más malvada que eso.
Sin embargo, ése es el significado de altruismo

Altruismo

 
¿Cuál es el código moral del altruismo? El principio básico del altruismo es que el hombre no tiene derecho a existir por sí mismo, que el servicio a los demás es la única justificación de su existencia, y que sacrificarse es su principal deber, virtud y valor moral.
No confundas altruismo con amabilidad, buena voluntad, o respeto por los derechos de otros. Estas no son causas primarias sino consecuencias, las cuales, de hecho, el altruismo hace imposibles. La causa irreducible del altruismo, la base absoluta, es el auto-sacrificio, lo que significa: la auto-inmolación, la abnegación, la negación de uno mismo, la auto-destrucción – lo que significa: el yo como criterio del mal, y el no-yo [lo desprendido, lo desinteresado, lo altruista] como criterio del bien. –



Que Dios le bendiga: El Papa muestra cómo tanto la izquierda como la derecha son enemigas de la libertad

Es muy significativo el que la encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI (publicada en junio de 2009) sea esencialmente un manifiesto Socialista. En ella, el Papa aboga abiertamente por un estado socialista mundial.
+ + +
En artes marciales, un principio básico para lidiar con dos atacantes a la vez es colocarse de tal forma que estén los dos a la vista en una sola dirección, o bien delante o a un lado. Enfrentarse a dos enemigos simultáneamente ya es un serio problema, pero estar entre ellos es excepcionalmente difícil, pues hay que dividir la atención y constantemente cambiar el enfoque de un atacante a otro. Lo mismo ocurre en asuntos militares: una guerra es más difícil cuando se combate en dos frentes; los recursos de un ejército tienen que ser divididos, y si los atacantes son esencialmente diferentes, la lucha puede requerir estrategias y equipos diferentes aun cuando los principios fundamentales de defensa sean los mismos.


Este concepto se aplica también de alguna forma al ámbito de las ideas. Si el Papa Benedicto XVI usa su influencia para apoyar a la izquierda política, como ha hecho con su encíclica Caritas in Veritate (La Caridad en la Verdad), entonces nos está haciendo a nosotros, los defensores de la razón, un gran servicio. Como líder religioso del mundo y el infalible autor de la doctrina y la opinión de la Iglesia Católica, el Papa ciertamente ha de ser considerado un representante intelectual de la religión en general, que ha sido hasta ahora un portavoz para los conservadores, cuyos enemigos eran los izquierdistas políticos, o sea: los liberales, los progresistas, los relativistas, los subjetivistas.
Así que es muy significativo el que la encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI sea esencialmente un manifiesto socialista. En ella, el Papa proclama abiertamente la plataforma de un estado socialista y paternalista mundial.
Los enemigos de la razón se están consolidando. La derecha y la izquierda política, en muchos aspectos, se están colocando en el mismo lado; ambos frentes de nuestra guerra intellectual están convergiendo. Mientras los liberales modernos y los conservadores afirman ser lo contrario unos de los otros, ambos revelan a través de sus acciones su origen común: el altruismo, que requiere el sacrificio del individuo al grupo. Esta consolidación de ideas puede que ayude a convencer a las mentes pensantes que para conseguir salvar el mundo libre, la opción filosófica fundamental no es entre la derecha y la izquierda, sino entre la razón y la irracionalidad.
Esta mezcla de la derecha y la izquierda es patente ya en el título – en el tema y motivación – de la encíclica Caritas in Veritate. La explicación dada por el Papa para este concepto está en un pasaje relativamente oscuro al principio del documento [Nota 1]. El pasaje es difícil de entender en parte porque se necesita un tiempo para desenmarañar los nuevos significados de palabras que normalmente nos son familiares y muy claras. Por ejemplo, la verdad para la Iglesia no significa la cualidad o el estado de ser un hecho de la realidad; se refiere a hechos, pero también a revelaciones de Dios; la verdad realmente significa aquí lo revelado, la verdad revelada, la verdad dogmática, la doctrina de la Iglesia, la Verdad con mayúscula (aunque raramente se use con mayúscula en el texto). De la misma forma, la caridad no se limita al significado corriente de hacer donaciones voluntarias, sino que parece significar un deber social y una responsabilidad “en el centro de la doctrina social de la Iglesia”, repleta de obligaciones económicas y políticas.
La motivación para lanzar esta encíclica parece ser la preocupación del Papa de que la caridad, en el mundo moderno, está divorciada de la verdad – es decir, lo que se entiende normalmente por caridad hace que ésta carezca de moralidad. La caridad, recordemos, es el deber del ciudadano con el estado socialista, y la verdad es la “verdad revelada”. O sea, a grosso modo, la encíclica justifica la “caridad“: el socialismo internacional – respaldándola con la “verdad“: la fe religiosa.
La letanía de políticas izquierdistas en Caritas in Veritate es amplia e implacable. El documento aplaude el principio de redistribución de la propiedad expresado en la encíclica Rerum Novarum (1891), pero considera que la mera redistribución de la riqueza es algo pasado de moda, que se muestra “incompleta para satisfacer las exigencias de una economía plenamente humana”. Fue la Populorum Progressio la que en 1967 introdujo por primera vez el socialismo total y global (que Caritas in Veritate ahora apoya), presionando al Estado para que convenciera a los hombres que “deben aceptar los impuestos necesarios sobre sus lujos y sus gastos extravagantes para promover el desarrollo de las naciones y la preservación de la paz”. [Nota 2, énfasis añadido.]
Como es típico de la izquierda, Caritas in Veritate denuncia las “desigualdades” en la riqueza, el “consumismo”, y el “superdesarrollo”. La raison d’être del trabajo no es producir, sino proporcionarle al hombre un salario, dignidad, y una jubilación cómoda; el objetivo de crear riqueza es darles ayuda a los pobres en los países en desarrollo. La encíclica “siente mucho la urgencia” de reformar las Naciones Unidas ” para que se dé una concreción real al concepto de familia de naciones” – lo que consiste ni más ni menos que en darle más poder a una organización compuesta en gran parte por dictadores criminales. Por lo visto, a la justicia no se llega a través de instituciones que defiendan los derechos de la propiedad, sino a través de instituciones que distribuyan riquezas a los pobres. El medio ambiente es un valor intrínseco que no debe ser “abusado” por hombres productivos. El sector financiero debe ser regulado para “proteger a las partes más débiles”, que son “explotadas” por capitalistas codiciosos. Pero esos mismos capitalistas codiciosos deben “favorecer formas nuevas de comercialización de productos” de países que no producen nada o casi nada de valor, “para garantizarles una retribución decente a los productores”. Las naciones ricas no tienen derecho a “acumular” energía, mientras que las naciones pobres no tienen la capacidad de producir su propia energía, así como individuos ricos no tienen derecho a consumir lo que han producido mientras haya barrigas hambrientas en el mundo.
Por encima de todo, la encíclica muestra un desprecio total por el individuo – un desprecio aún más siniestro porque alude de vez en cuando a los conceptos de derechos y de libertad. El documento explícitamente enfatiza la imposibilidad de separar la “ética de la vida” de la “ética social”. Cada mención obligatoria de “libertad” y de “desarrollo personal” (obligatorias porque sin ellas la Iglesia no conseguiría mantener su charada de posar a favor de la libertad) es destruida por el mandato “trascendente” de servir a Dios y a la humanidad. Benedicto XVI sigue los pasos de Pablo VI: el objetivo y el derecho de ejercer la libertad individual consiste en servicio. El principal objetivo de esta vida terrenal es: ” ante todo, el que los pueblos salgan del hambre, la miseria, las enfermedades endémicas y el analfabetismo”. Obsérvese el énfasis indiscutible en el criterio de valor: los otros. El paraíso ideal de la Iglesia no es uno en el que cada hombre salga por sí mismo de la pobreza y la miseria, sino uno en el que cada hombre saque a su prójimo. Para la Iglesia, el hombre debe ser libre; libre para servir.
Por supuesto, la encíclica rodea su abogacía del socialismo con suficientes afirmaciones y negaciones para poder defenderse de las posibles acusaciones de ser el manifiesto socialista que en realidad es. Proclama, por ejemplo, que su noción del desarrollo ” supone la libertad responsable de la persona”, alerta contra el relativismo cultural, insiste en la libertad de religión, y profesa admirar la tecnología. Pero nada de eso cambia la esencia de su mensaje: que ser humano consiste en servir el “bien común”.
Aunque es imposible enumerar y discutir aquí todos los ejemplos de la política izquierdista propuesta por Caritas in Veritate, hemos incluido varias citas del original [Nota 3].
Resulta cada vez más obvio que las supuestas diferencias entre la izquierda secular y la derecha religiosa no son tan diferentes, y que en realidad ambas facciones no son opuestas en absoluto sino que están en el mismo bando. Y, lo que es aún más importante: esas dos no son las únicas opciones posibles. Existe una tercera opción, una visión que ni prescinde de la moralidad (como la de los “liberales” modernos) ni la coloca en una dimensión sobrenatural (como la de los conservadores). Es una visión que considera la razón como un absoluto, rechaza totalmente la fe, y mantiene que la moralidad es un código de valores basado en la realidad y esencial para la vida humana – y precisamente por esas razones defiende el derecho de cada hombre a su propia vida, a la propiedad que produce, a la libertad de sus pensamientos y acciones, y a perseguir su propia felicidad.
Si los fundamentos socialistas del manifiesto de Benedicto XVI ayudan a aclarar que tanto la izquierda como la derecha son enemigas de la libertad, entonces bienvenidas sean sus palabras, y por Dios que no pare de hablar hasta que las personas racionales entiendan su verdadero significado.

Que Dios le bendiga: El Papa muestra cómo tanto la izquierda como la derecha son enemigas de la libertad

Es muy significativo el que la encíclica Caritas in Veritate de Benedicto XVI (publicada en junio de 2009) sea esencialmente un manifiesto Socialista. En ella, el Papa aboga abiertamente por un estado socialista mundial.
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En artes marciales, un principio básico para lidiar con dos atacantes a la vez es colocarse de tal forma que estén los dos a la vista en una sola dirección, o bien delante o a un lado. Enfrentarse a dos enemigos simultáneamente ya es un serio problema, pero estar entre ellos es excepcionalmente difícil, pues hay que dividir la atención y constantemente cambiar el enfoque de un atacante a otro. Lo mismo ocurre en asuntos militares: una guerra es más difícil cuando se combate en dos frentes; los recursos de un ejército tienen que ser divididos, y si los atacantes son esencialmente diferentes, la lucha puede requerir estrategias y equipos diferentes aun cuando los principios fundamentales de defensa sean los mismos.

Los Diez Mandamientos vs. América

 
“Si yo hablara vuestro tipo de lenguaje, diría que el único mandamiento moral del hombre es: Pensarás. Pero un “mandamiento moral” es una contradicción. Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional, y la razón no acepta mandamientos”. Discurso de Galt (La Rebelión de Atlas).
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¿Qué son los Diez Mandamientos? ¿Cuál es su significado filosófico, y qué tipo de sociedad implican?
Los conservadores religiosos claman que los Diez Mandamientos proporcionaron la base moral sobre la cual se constituyeron los Estados Unidos. Pero, ¿puede eso haber sido posible? Dejemos de lado la pregunta histórica de qué fuentes utilizaron los Padres Fundadores, que eran en su mayoría deístas. La pregunta más básica es: ¿puede una nación de libertad, individualismo y búsqueda de la felicidad estar basada en los Diez Mandamientos?


Démosle un vistazo a los mandamientos. Su gramática varía entre las versiones católica, protestante y judía, pero el contenido es el mismo.
El primer mandamiento es: “Amarás a Dios sobre todas las cosas”.
Siendo el primero, es el fundamental. Su esencia es afirmar que el individuo no es un ser independiente con derecho a vivir su propia vida, sino un vasallo de un Señor invisible. Dice, en efecto, “Yo te poseo; debes obedecerme”.
¿Pueden los Estados Unidos estar basados en eso? ¿Puede una idea tan servil corresponder con lo que América representa: la tierra del individuo libre, independiente, soberano, que existe por su propio beneficio? La pregunta es retórica.
El segundo mandamiento es una extensión del anterior, con contenido específico acerca de no servir a ningún otro dios ni adorar a “imágenes paganas” (ídolos). Las versiones judías y protestantes amenazan a los herejes con castigos contra sus descendientes – el pecado heredado – “transmitiendo la iniquidad de los padres a los hijos, hasta la tercera y cuarta generación…”.
Esta concepción primitiva de la ley y la moralidad contradice flagrantemente los valores americanos. La culpa heredada es un concepto imposible y degradante. ¿Cómo puedes ser culpable de algo que no hicistes? En términos filosóficos, representa la doctrina del determinismo, la idea de que tus decisiones no cuentan para nada, que factores fuera de tu control gobiernan tu “destino”. Es la negación del libre albedrío y por lo tanto de la responsabilidad personal.
La nación del “self-made man” no puede conciliarse con la horrible noción de que serás castigado por el “pecado” de tu tatarabuelo.
Su numeración varía entre las diferentes versiones, pero los siguientes dos o tres mandamientos prohíben tomar el nombre de Dios “en vano”, y ordenan dedicar un día especial (el sábado para los judíos, el domingo para los católicos, etc.) para alabarlo.
En suma, el primer grupo de mandamientos te manda reverenciar, adular, humillarte y obedecer. Esto es imposible de reconciliar con el concepto americano de un individuo que depende de sí mismo y es dueño de sí mismo.
El mandamiento de en medio, “Honrarás a tu padre y a tu madre”, es manifiestamente injusto. La justicia exige que honres a quienes merecen honor, el cual se han ganado por sus decisiones y acciones. Tu padre y tu madre concretamente pueden merecerse tu honor, o no – esto te corresponde juzgarlo a ti, en base a cómo te hayan tratado y a una evaluación racional de su carácter moral.
Exigir que la hija de Stalin honre a Stalin no sólo es obsceno, sino que también demuestra la demanda de irracionalidad que hay implícita en el primer grupo de mandamientos. Se te ordena, no que pienses o juzgues, sino que eches por la borda tu razón y simplemente obedezcas.
El segundo grupo de mandamientos no es objetable, pero es común a virtualmente cualquier sociedad organizada: mandamientos contra el asesinato, el robo, la mentira y demás. Pero lo que sí es objetable es la noción que no existe ningún fundamento racional – o sea, basado en la realidad – para rechazar el comportamiento criminal, que sólo el incuestionable decreto de un Castigador sobrenatural es lo que hace que actos como el robo o el asesinato sean malos.
La filosofía básica de los Diez Mandamientos es el polo opuesto de la filosofía que cimienta el ideal americano de una sociedad libre. La libertad requiere:
– una Metafísica de lo natural – no de lo sobrenatural; de libre albedrío – no de determinismo; de la realidad primaria del individuo, no de la tribu o la familia;
– una Epistemología de pensamiento individual, aplicando una lógica estricta, basada en la percepción de la realidad, no en la obediencia y el dogma;
– una Ética de interés propio racional para lograr los valores escogidos, con el objetivo de la felicidad individual en esta tierra, no el temeroso, obligado apaciguamiento de un “Dios celoso” que dicta “mandamientos”.
Más que en los Diez Mandamientos, el verdadero fundamento de los valores de los Estados Unidos quedó plasmado en La Rebelión de Atlas, de Ayn Rand:
“Si yo hablara vuestro tipo de lenguaje, diría que el único mandamiento moral del hombre es: Pensarás. Pero un “mandamiento moral” es una contradicción. Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional, y la razón no acepta mandamientos”.
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Adaptado de comentarios originales de Harry Binswanger

Los Diez Mandamientos vs. América

 
“Si yo hablara vuestro tipo de lenguaje, diría que el único mandamiento moral del hombre es: Pensarás. Pero un “mandamiento moral” es una contradicción. Lo moral es lo escogido, no lo forzado; lo comprendido, no lo obedecido. Lo moral es lo racional, y la razón no acepta mandamientos”. Discurso de Galt (La Rebelión de Atlas).
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¿Qué son los Diez Mandamientos? ¿Cuál es su significado filosófico, y qué tipo de sociedad implican?
Los conservadores religiosos claman que los Diez Mandamientos proporcionaron la base moral sobre la cual se constituyeron los Estados Unidos. Pero, ¿puede eso haber sido posible? Dejemos de lado la pregunta histórica de qué fuentes utilizaron los Padres Fundadores, que eran en su mayoría deístas. La pregunta más básica es: ¿puede una nación de libertad, individualismo y búsqueda de la felicidad estar basada en los Diez Mandamientos?