REMEMBRANZAS LIBERTARIAS
Ricardo Valenzuela
Como consecuencia a mi ultima
colaboración en diferentes diarios del país misma titulé “La Marcha de la
Anarquía,” y en la cual analizo y doy mi punto muy personal de la ya famosa
marcha Zapatista; tuve respuestas que jamas hubiera imaginado, y que me indican
que definitivamente tengo mas de los dos lectores que yo había presupuesto.
Dichas respuestas han sido en ambos sentidos, a favor de mis conceptos, y en
contra, más o menos con la misma intensidad y en la misma proporción, lo que me
indica lo dividido que se encuentra México.
Sin embargo, tuve una que me hizo pensar
con profundidad, y sobre todo, encontrar otra perspectiva ante tan espinoso
problema. Uno de mis lectores después de agresivamente atacarme, describir a
Marcos como el héroe que México no había tenido en toda su historia, me afirma
que a través de mi escrito destilo mi “sangre blanca” y mi total
desconocimiento de los indios. Eso me hizo reflexionar y responderle a esta
persona de la siguiente manera: “Esta usted equivocado y le voy a describir de
donde vengo. Cuando Alvaro Obregón era Presidente de México, mi tío Gilberto
Valenzuela era Secretario de Gobernación. El Presidente vivía en el castillo de
Chapultepec, y el Secretario de Gobernación en una pequeña casa adjunta al
castillo.”
“Mi padre, quien era mas de 20 años menor
que su hermano Gilberto, vivía con él en la pequeña casa al lado del castillo.
Me platica que siendo un niño, todas las mañanas la guardia personal del
General Obregón—que era configurada de puros indios yaquis—los llevaban a él y
a Don Alvaro Obregón Jr. a pasear a caballo por todo el bosque. De ahí nació
una gran amistad de mi padre con Don Alvaro, y sobre todo, una gran admiración
por los indios yaquis a quien mi padre siempre describía como los guerreros más
valientes de la revolución. Durante las noches, el General y Presidente,
obligaba a mi padre y a Don Alvaro a tomar clases de la lengua Yaqui con uno de
los jefes. Eso, me platica mi padre, les permitió conocer esa raza tan
orgullosa, digna, y sabia.”
Años después cuando ya mi padre había
regresado de Europa armado con un Doctorado en Derecho Internacional de la
Universidad de Bruselas, fungió a sus 27 años como Secretario Particular del
Gobernador de Sonora Roman Yucupicio, quien era 100% indio Mayo. Hasta la fecha
comenta mi padre que el haber desarrollado esa función le dio la oportunidad ya
de hombre, el conocer los valores y las costumbres de esa gran raza a la que
tanto admira. Platica mi padre que siendo gobernador Yucupicio, Cárdenas quien
era Presidente, le quiso establecer una gubernatura paralela a través de un
Comandante de la Zona Militar. Yucupicio llamó a Cárdenas y le dice: “Hemos
dejado las armas para abrir paso a la legalidad. Tengo 20,000 yaquis listos
para defender la soberanía y las leyes del Estado; Me retira a este comandantito,
o lo retiro yo.” El comandante al día siguiente fue removido de su cargo.
Le sigo comentando a esta persona: Yo me
hice hombre en los llanos de los ranchos ganaderos de Sonora. Ahí en los
ranchos de mi abuelo, muchos de los vaqueros eran yaquis, la cocinera de la
casona también lo era. Una de mis nanas era 100% india. Me críe y me hice
hombre junto con los hijos de esos vaqueros, de igual a igual. Pero a mí nunca
nadie me dijo que ellos eran menos y yo era más. Yo nunca supe que éramos de
clases sociales diferentes, ni pienso que ellos lo sabían. Cuando hacíamos
alguna travesura nos castigaban por igual, cuando trabajábamos con ahínco y
devoción, nos premiaban por igual. Lo único que a veces me indicaba algo
diferente, era cuando los vaqueros le decían a uno de mis primos que tiene ojos
azules; ghuizari; en Yaqui es rubio.
El evento más importante en esos días
eran las reuniones en la noche alrededor de la “lumbrarada” que el viejo indio
Pedro Daniel preparaba. Decía mi abuelo que tenia más de 100 años y era de las
huestes del jefe Cajeme. Ante el círculo que se formaba alrededor del viejo,
Pedro no daba consejos, simplemente salían de su boca palabras sabias: “El país
está fregado decía Pedro; y es que lo que se consigue peleando y a la fuerza
nunca dura, y la palabra nunca es muy larga, puede ser una eternidad. Es como
cuando te robas una mujer, la tienes pero no es tuya. Porfirio fue buen
presidente, pero se amachó en la silla. Lo sacaron a la fuerza, y a la fuerza se
siguieron quitando el bastón del mando.”
“Luego inventaron eso de la PRI que yo
siempre le dije al Alvaro (Obregón) que no iba a servir, y no ha servido porque
fue a la juerza y entre unos cuantos. Luego salieron con eso del ejido. También
le dije al Alvaro que no iba a funcionar. Lo que no es de nadie, nadie lo
cuida, y cuando todo es de todos, pos menos lo cuidan. Son como los burros
mostrencos que andan en la sierra. No son de nadie, y nadie los cuida. Vienen
los yoris (blancos) en los pájaros cuachones (aviones) y los matan. Que me los
den a mi, y ya verán que si vuelven los yoris en sus pájaros cuachones, los
tumbo a peñascasos. Pero uso la juerza pa defender lo mío, no pa convencer a
los demás por donde nos vamos.”
Seguía Pedro: “Yo anduve con el Alvaro
viejo en medio de la balacera. Y ¿pa que,? Pa nada. Si, les ganamos, pero los
otros no quedaron conformes, porque fue a la juerza. No los convencimos con
palabras. Y un pleito que no se acaba con palabras, nunca se acaba. Ahí están
los negros al otro lado. Estuvo muy mal que los tuvieran como animales, y a la
juerza los soltaron. Pero velos, tienen 100 años peleándose casi igual. ¿Por
qué? Porque los otros no quedaron convencidos. Los pleitos ahora están en las
cabezas de la gente, y esos pleitos son más largos. Pa que en este país todos
los yoris nos vean como a mi me ve el ancaspochis (mi abuelo), así como amigos,
como hermanos, va a pasar mucho tiempo y quien sabe si ni ustedes lo vean.”
“Pero yo no lo agarré a garrotes pa que
el me viera así. Así es el. Desde que se acabó la balacera (la revolución), en
este país todo mundo cree que las cosas se consiguen a la juerza, y no es así,
a la juerza no se consigue nada. Pa nosotros conseguir es eso, tener algo tuyo,
como lo que yo consigo cuando voy al monte por palmilla pa hacer bacanora. Pero
lo conseguí yo con mi trabajo, no le fui a gritar al ancaspochis que me lo
diera. Allá mas pa enfrente, cuando ustedes sean hombres, platiquen la historia
del indio Coyote Iguana. Hace como 100 años se robó en el monte a la hija del
yori que era jefe en Hermosillo. Vivió con el más de 40 años, tuvieron hijos.
Pero la primera vez que la dejó ir sola al mercado de Villa de Seris, pos ya
nunca volvió. Porque a la juerza no se pude.”
O sea amigo lector; si conozco a los
indios, y a la juerza no se debe ni se puede.
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