Thursday, December 15, 2016

Drogas: Lucha inútil contra el mercado




“Nada ni nadie será capaz de erradicar el consumo de drogas cuando el mercado provee a quienes la demandan. Cualquier intento para lograrlo, sólo incrementa el precio haciendo la actividad más rentable, promueve el crimen, la corrupción y la violación de libertades civiles.”

RICARDO VALENZUELA
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La semana pasada, al estar asistiendo a la conferencia del Business Forum, nos llegaba la noticia del feroz enfrentamiento entre sicarios profesionales y la policía estatal, arrojando un saldo de casi 30 muertos. Se me hacía difícil entender que esa bella y apacible zona de mi estado, Sonora, protagonizara un hecho no visto desde las incursiones de los Apaches durante el siglo XIX.

Sin embargo, este no era producto de ganaderos defendiendo sus ranchos, era simplemente la más reciente manifestación de una guerra que desde su inicio ha estado perdida, pero cada día su amenaza crece abrazando al país: El combate al narcotráfico.

 
Nada ni nadie será capaz de erradicar el consumo de drogas cuando el mercado provee a quienes la demandan. Cualquier intento para lograrlo, sólo incrementa el precio haciendo la actividad más rentable, promueve el crimen, la corrupción y la violación de libertades civiles.

Para sentar la plataforma, la guerra contra las drogas ha promovido la gente crea el gobierno, no la sociedad civil, es el mágico instrumento para la solución del problema. Ello, como en muchas otras actividades, promueve el abandono de su responsabilidad de parte de la familia dando vida a famosas afirmaciones como: que te mantenga el gobierno.

Por infinidad de razones burocráticas, los guerreros antidrogas no quieren hacer distinción entre la severidad de las mismas y, por ello, emerge una ilógica evaluación cuando se piensa la marihuana, cocaína y heroína son igualmente destructivas. Sin embargo, otras drogas como el alcohol y el tabaco, disfrutan de legalidad y el gobierno constantemente presiona para que letales drogas recetadas se ofrezcan a precios razonables.

Esta es la más flagrante hipocresía de nuestros redentores incrustados en nido de la demanda, y sus efectos cada día corrompen más la cultura y los procesos políticos. Nuestros santos guerreros, proceden primero a federalizar su control y, siempre hambrientos de poder, lo convierten en un tema de política internacional obligando a países en todo el mundo, el llevar a cabo agresiones en contra de sus sociedades.

En esta santificada guerra, para los gobiernos todos somos sospechosos. Se intervienen cuentas bancarias, se hostiga a la gente en los aeropuertos, en las aduanas, en las carreteras. Entre Culiacán y Nogales, la ruta por la que transita más del 50% de la legumbre que consume EU, hay cuatro puestos de revisión militar en donde los camiones, con buena suerte, pierden horas esperando en líneas que alcanzan varios kilómetros de longitud.

Aquellos que usan drogas ocasionalmente de forma “recreativa,” son tratados como los peores criminales y reciben sentencias que arruinan sus vidas. Sin embargo, asesinos, secuestradores y violadores son dejados en libertad puesto que las prisiones están saturadas. El 80% de la población en prisiones de los EU, la componen esos pacíficos usuarios y le cuestan al estado más de $100,000 millones de dólares anuales.

Después de mil batallas libradas, sabemos bien es una guerra perdida. Conocemos sus gigantescos costos en lo que se refiere a libertades civiles, así como para los cofres donde reside el dinero de nuestros impuestos. Sin embargo, los concesionarios del negocio—los narcotraficantes—le dan la bienvenida pues operando sus monopolios, continúan generando ganancias irracionales siempre y cuando no se permita la competencia que tanto temen, motivo primordial por las olas de violencia.

Señores guerreros; rendición y legalización.

Pero ¿realmente se pudiera legalizar el uso de las drogas? Si revisamos la Constitución nos daremos cuenta no existen bases que lo impidan. No contiene algo que permita a los burócratas gubernamentales controlar lo que fumamos, inhalamos, comemos o nos inyectamos, y al permitir tomen control de nuestros cuerpos, estamos aceptando el semillero de la tiranía. El problema de narcóticos más grave existe dentro de las prisiones y pregunto: Si en las prisiones no lo pueden controlar ¿Una sociedad libre debería tan siquiera tratar?

Pero los santos guerreros advierten, “legalizando las drogas estarían disponibles para todos.” Sin embargo, parecen ignorar es lo que ya sucede. Legalizando las drogas ¿que sucedería si la gente aumenta su consumo? Como dicen los gringos, so be it y que lo hagan, la gente irresponsable hace multitud de cosas que los dañan. No se bañan, no cepillan sus dientes, fuman, toman, ingieren alimentos que los matan. Sin embargo, en una sociedad libre estos problemas deben ser resueltos en las familias, en las iglesias y utilizando normas comunes no la opresión del estado.

Pero el esquema mental establecido en nuestras sociedades les dice: El gobierno es la extensión de la divina autoridad que debe proteger a esa población estúpida e ignorante. Dios ha enviado a estos sabios pastores que realmente saben lo que es bueno para su descerebrado rebaño. Entonces, su sabiduría y nuestra ignorancia es tal, que deben protegernos de los daños que nosotros mismos nos infringimos.

Pero al aceptar estos argumentos, se abre un enorme zaguán a todo tipo de opresiones ¿Por qué permitirles solamente el cuidado de nuestro cuerpo? El daño que se produce a la mente y alma es mucho más grave ¿Por qué no prohibir la mala lectura, las perniciosas películas, la música promotora de Juanes Charrasqueados, arte, profesores destructores de la juventud? El daño causado por malas ideologías y malas religiones es mucho peor que la devastación de drogas.

Jefferson afirmaba: La historia siempre muestra esa evolución en la que los gobiernos crecen y las libertades se encogen. Cuando la sociedad acepta abolir la libertad del hombre para decidir su propio consumo, cuando al hacerlo no afecte a sus semejantes, estará aboliendo el concepto medular de su libertad. Y aquellos que lo aceptan esgrimiendo el aspecto filosófico del problema, castran su poder evadiendo responsabilidad para promover censura, intolerancia, persecución.

Desde el punto económico hemos afirmado oferta y demanda siempre se encontrarán, legal o ilegalmente. Una actividad que genera 500,000 millones de dólares al año, jamás podrá ser erradicada y su galante combate, lo único que provoca es que sus monopolios se fortalezcan para generar ganancias superiores al PIB del 90% de los países del mundo, y una violencia que ha provocado ciudades como Monterrey, hagan palidecer las calles de Bagdad.

En 1920, al inicio de la prohibición de alcohol en los EU, en Nueva York existían 10,000 bares. Su consumo se hizo más peligroso, nacía el crimen organizado, redujo el ingreso por impuestos, promovió la corrupción oficial y el padre de los Kennedy se hizo multimillonario. Al abolirse, trece años después, en la misma ciudad operaban 30,000 bares clandestinos. En 1920 el consumo era de 0.2 galones per capita, al abolirse se había incrementado a 1.5 ¿No hemos aprendido de la historia?

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