Pokémon GO y el capitalismo
Por Ignacio Moncada
Pokémon GO, el juego para móviles lanzado a principios de julio, es ya uno de los fenómenos más relevantes de los últimos años en el mundo del entretenimiento. El juego se basa en ir capturando y evolucionando los simpáticos monstruitos de la popular saga japonesa, como ya era habitual en las anteriores entregas de la franquicia. La auténtica novedad estriba en que combina dos tecnologías innovadoras: la geolocalización (para jugar hay que moverse físicamente por la ciudad) y la realidad aumentada (los pokémon aparecen superpuestos a la realidad percibida a través de la cámara del móvil). Es previsible, visto el extraordinario éxito que ha cosechado la aplicación, que pronto empiecen a desarrollarse y estrenarse otros juegos imitando y mejorando esta novedosa forma de jugar.
El éxito ha sido inmediato. El mismo día del lanzamiento la aplicación se hizo con el primer puesto de la lista de juegos más descargados de la App Store de Apple y la Play Store de Google. A los pocos días el juego superó al porno en búsquedas en Google, tenía tantos usuarios diarios como Twitter y sus usuarios lo utilizaban durante más tiempo al día que Facebook. En menos de un mes Pokémon GO ya ha alcanzado en usuarios diarios a Facebook, ha sido descargado más de 100 millones de veces y genera más de 10 millones de dólares al día.
Pokémon GO no sólo ha supuesto una revolución en el mundo del entretenimiento, sino que se ha convertido en todo un fenómeno financiero. A los tres días del lanzamiento de la aplicación, Nintendo, propietaria de un 33% de The Pokémon Company y de parte de Niantic, la desarrolladora del juego, vió subir sus acciones en más de un 50%. Tras sólo ocho sesiones de cotización, el valor de Nintendo en bolsa ya se había disparado más de un 120% respecto al día del lanzamiento. En cuestión de pocos días, Nintendo pasaba a valer 23.000 millones de dólares más. En los siguientes días, dudas respecto a la capacidad de generación de beneficios de la aplicación para Nintendo han desinflado el ascenso inicial de la acción, dejando el incremento bursátil en sólo un 50% desde la aparición de Pokémon GO.
Pero además del importante impacto tecnológico y financiero, Pokémon GO también ha hecho acto de presencia en el ámbito del debate político y económico. Al poco tiempo de su estreno, el periodista José García Domínguez negó que Pokémon GO fuera una criatura del libre mercado, sino que debe su existencia al Estado. En línea con la popularizada tesis de la economista Mariana Mazzucato, García Domínguez afirma que Pokémon GO “hubiese sido imposible sin la tecnología de Google y Apple. Y la tecnología de Google y Apple hubiera sido imposible sin la investigación básica planeada, dirigida y financiada por el Estado norteamericano”.
Sin embargo, el último informe publicado por el Instituto Juan de Mariana se dedica a refutar en detalle la tesis de Mazzucato, con un capítulo dedicado en exclusiva a desmontar la afirmación de que el iPhone o Google deben su existencia al Estado emprendedor. El informe señala que “un estudio detenido de la historia del desarrollo de las tecnologías que constituyen el iPhone y los motores de búsqueda muestran que el progreso en esos sectores ocurría antes de la intervención estatal y que muchos agentes contribuyeron a él, sin ningún plan a priori”. Como añade Juan Ramón Rallo, “ni Google, ni el iPhone ni tantísimas otras tecnologías fundamentales para nuestras vidas han nacido de la actividad planificadora del Estado, sino de la competencia y cooperación descentralizada de universidades (muchas de ellas privadas), grandes empresas, start-ups o fundaciones”. Pokémon GO, por extensión, no es un subproducto de la innovación estatal, sino un hijo legítimo del capitalismo.
Y como tal lo consideran sus más fervientes críticos. Como es ya habitual, un producto que cosecha un gran éxito dando un servicio novedoso a millones de usuarios, que genera beneficios para las personas que lo han hecho posible, y que lo hace sin agredir ni coaccionar a nadie, no tarda en recibir críticas de los enemigos del libre mercado.
Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, empleó parte de su programa televisivo en arremeter contra Pokémon GO, al que acusaba de “promover la violencia” por introducir a los jóvenes “en la cultura de la muerte que impone el capitalismo”. Este tipo de aplicaciones, de acuerdo con el tirano chavista, “genera realidades virtuales vinculadas a las armas, a la violencia y a la muerte”. Más que hablar del popular juego para móviles, que parece no conocer muy bien, pareciera que está hablando de la situación a la que el propio régimen chavista ha conducido a Venezuela.
Una crítica algo más elaborada la publicó el periodista Timothy Lee, quien afirma que “Pokémon GO representa todo lo que está mal en el capitalismo tardío”. De acuerdo con el autor, “productos como Pokémon GO explican en buena parte el actual estado de la economía global”. Por un lado, dice que generan desigualdad regional. Si antes la gente gastaba su dinero en negocios locales, como en ir a restaurantes, al cine, a tiendas o a la bolera, ahora su dinero va a parar a gigantes tecnológicos concentrados en grandes ciudades como Apple, Google, Facebook o Amazon.
Esta primera crítica no tiene mucho sentido por tres problemas fundamentales. Primero, el periodista no tiene en cuenta que los ingresos de estos gigantes tecnológicos no van a parar a unos pocos individuos, como da a entender, sino que se reparten entre los millones de accionistas, empleados y proveedores que tienen estas empresas por todo el mundo. Segundo, olvida que el juego es gratuito, por lo que es capaz de proporcionar un gran valor a los usuarios mientras éstos siguen gastando la misma renta en otros productos y servicios. Pero sobre todo, porque precisamente Pokémon GO está promoviendo que los usuarios salgan a la calle, recorran sus ciudades y hagan uso de restaurantes y comercios al tiempo que disfrutan de la búsqueda y captura de estos populares monstruos de bolsillo.
Por otro lado, Timothy Lee afirma que estos nuevos negocios tecnológicos son culpables de que los tipos de interés estén por los suelos y que la economía apenas crezca. Dice que “las sumas totales que se están invirtiendo en estas áreas son una pequeña fracción del capital total que la gente tiene disponible para invertir. Y en el resto del país les está costando encontrar ideas de inversión productivas. Así que los tipos de interés siguen cayendo”. Esto causa, según el autor, una caída de la demanda que es responsable del escaso crecimiento económico. Dejando a un lado el tremendo lío macroeconómico que se hace Lee, llama especialmente la atención la propuesta que hace al final del artículo para solucionar todo este problema engendrado por el perverso capitalismo: “los bancos centrales deben hacer más para estimular la demanda”. En pocas palabras, el periodista propone solucionar un problema según él causado por unos bajos tipos de interés… ¡bajando aún más los tipos de interés!
No sólo las críticas de Timothy Lee carecen de fundamento. En realidad, como afirman Michael Farren y Adam Millsap, “Pokémon GO más bien representa lo mejor del capitalismo porque se basa en intercambios voluntarios: nadie está obligado a descargar el juego, los jugadores pueden dejar de jugar en el momento que quieran, y si valoran los ítems especiales disponibles en la tienda del juego pueden comprarlos para mejorar su experiencia”. Quienes se lamentan de que cada vez existan menores barreras y costes para que millones de personas disfruten de más y mejores bienes y servicios, incluidas nuevas formas de entretenimiento, se están revelando como enemigos del progreso.
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