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Tuesday, August 16, 2016

Paul Samuelson confundió a generaciones enteras sobre la economía

(Flickr) Samuelson
“Economía” de Samuelson dominó los cursos universitarios durante dos generaciones. Su influencia en nuestro pensamiento sobre el papel del gobierno en los asuntos económicos no puede ser subestimada. (Flickr)
Si usted recibió un curso universitario de introducción a la Economía en los últimos cincuenta años, es muy probable que su libro de texto fuera una de las 19 ediciones de “Economía”, de Paul Samuelson. Desde la primera edición en 1948, “Economía” de Samuelson ha vendido más de cuatro millones de ejemplares y ha sido traducido a 41 idiomas.
Paul Samuelson fue el economista académico más influyente de la segunda mitad del siglo 20, y su texto reveló a generaciones de estudiantes las ideas del economista británico John Maynard Keynes. Keynes desarrolló el criterio que la intervención gubernamental en asuntos económicos era necesaria para servir al interés público.



“Economía” de Samuelson dominó los cursos universitarios durante dos generaciones. Su influencia en nuestro pensamiento sobre el papel del gobierno en los asuntos económicos no puede ser subestimada. Como él mismo destacó: “No me importa quién escriba las leyes de una nación… mientras yo pueda escribir sus textos de economía”. Entonces, ¿qué nos enseñó el Profesor Samuelson? Y qué debemos olvidar.
Samuelson creía en la economía centralmente planificada. Para ser preciso, las ideas del Dr. Samuelson evolucionaron con los años, evolución que puede constatarse en las diferentes ediciones de su texto. Pero todavía en 1989, en la decimotercera edición (con William Nordhaus como coautor) afirmaba: “La economía soviética demuestra que, en contra de lo que muchos escépticos creían anteriormente, una economía socialista centralizada puede funcionar e incluso prosperar”. Dos años después, la economía soviética colapsó. Conceptualmente ciego, el brillante Dr. Samuelson no lo vio venir.
Samuelson también apoyó posiciones antiahorro, considerando incorrectamente que mayores índices de ahorro podrían provocar que el dinero “escapara” fuera del sistema y contrajese la economía.
Su pensamiento se extendió a apoyar los impuestos progresivos: “En la medida que los dólares se tomen de personas ricas antes que de personas pobres forzadas a gastar, los impuestos progresivos tienden a mantener el poder de compra y los empleos a un alto nivel…”. Aberrantemente sugirió que la imposición progresiva podría incentivar a las personas a trabajar más duro para enriquecerse.
En la década de los setenta, Samuelson mantuvo que el déficit de gastos no era un problema significativo. Argumentó que “nos debemos a nosotros mismos”, afirmando que el interés en una deuda interna se paga por americanos a americanos, sin pérdida directa de bienes o servicios.
Como un convencido del activismo gubernamental Samuelson creía que un gobierno grande puede proveer estabilizadores intrínsecos a la economía con políticas de compensación por desempleo y bienestar, y otras políticas de ese tipo. Sus discusiones sobre el papel del gobierno enfatizaban los fallos del mercado, con pocas referencias a los fallos del gobierno. Su seducción por un gobierno activista lo llevó a proclamar que políticas gubernamentales dañinas probablemente eran excepcionales.
Nuevas escuelas de pensamiento económico y la evidencia empírica demuestran que mucho de lo que el Dr. Samuelson nos enseñó sobre economía era imperfecto o simplemente erróneo. Nuestras convicciones sobre ahorros, planificación centralizada, intervención gubernamental, déficit de gastos, imposición fiscal progresiva, fallos del mercado, políticas de bienestar, y mucho más, han evolucionado o cambiado radicalmente.
A favor del Dr. Samuelson, señalemos su voluntad de actualizar su texto de acuerdo al avance intelectual y nuestra comprensión de los asuntos económicos. En ediciones posteriores, incluso sugirió que ya no coincidía con algunos de sus análisis previos. En sus propias palabras: “Lo que era excelente en la edición 1 es anticuado en la 3; y quizás ya no es cierto en la 14”.
Lamentablemente, la mayoría de nosotros, y nuestros políticos, que aprendimos economía con los textos de Samuelson, no nos actualizamos adecuadamente con los avances en esa ciencia. Consecuentemente, la mayoría de las políticas públicas actuales se formulan de acuerdo con los falibles principios económicos que aprendimos de Samuelson en nuestros años escolares. Lo mismo aplica a editores y comentaristas que promueven, sin preocupaciones intelectuales, el diseño keynesiano promovido por el texto de Samuelson.
Ese es el insidioso efecto Paul Samuelson: dudosas políticas públicas, basadas en cuestionables principios económicos, pero defendidas por dos generaciones reticentes a reconocer los errores en sus cursos universitarios  de economía.

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