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Monday, August 22, 2016

Cielo, Infierno y Socialismo


La quiebra financiera mundial ¿supondrá el fin del socialismo?
La bancarrota ideológica del socialismo se ha puesto de manifiesto con la insolvencia de los gobiernos.
El socialismo puede significar cosas diferentes para personas diferentes, pero independientemente de cómo se defina, está siendo sometido a una prueba rigurosa. La prueba será visible para todos, mientras países de todo el mundo se quedan sin dinero y enfrentan deudas abrumadoras imposibles de pagar así como otras promesas financieras variadas que no podrán honrar. En resumen, la bancarrota ideológica del socialismo se pondrá al descubierto por la insolvencia de los gobiernos.
Tenía que suceder tarde o temprano. Las razones no son difíciles de entender.


La bancarrota ideológica está brillantemente resumida por el autor británico y defensor de los derechos individuales, Cecil Palmer: “El socialismo es viable sólo en el cielo donde no lo necesitan, y en el infierno donde ya lo tienen”. Y la insolvencia del gobierno la explica el famoso economista Frederic Bastiat, que hace casi 150 años hizo esta juiciosa observación sobre el embrionario socialismo moderno que estaba emergiendo en esa época: “El Estado es la gran ficción por la que todos tratan de vivir a costa de los demás”. Más recientemente, Margaret Thatcher, como político sensato que era, lo expresó de manera pragmática: “El problema con el socialismo es que tarde o temprano se te acaba el dinero de los otros”.
Mirad a Grecia, por ejemplo. Grecia no dispone de los recursos financieros necesarios para pagar sus deudas, las cuales están a niveles de basura [junk]. No muy distantes están Letonia, España, Irlanda, el Reino Unido y casi todos los demás países de Europa, aunque aún exhiban títulos valorados como de “nivel de inversión”. La realidad es que las agencias de calificación aún no han aceptado la extensión y profundidad de la insolvencia generalizada de los gobiernos, o voluntariamente han evadido el hecho mirando para otro lado. Y no olvidemos Islandia, que por supuesto ya se ha desplomado.
¿Cómo pudimos hundirnos hasta llegar a esta situación? El Premio Nobel Friedrich von Hayek nos da la respuesta en su brillante libro, profundo y profético, El Camino de la Servidumbre, escrito durante los últimos años de la Segunda Guerra Mundial.
El tema central de Hayek es que las guerras aumentan el poder del Estado moderno porque la planificación nacional para luchar en la guerra continúa incluso en tiempos de paz. Entonces esta planificación perenne del gobierno expande el estado del subsidio a lo largo del tiempo, con resultados perjudiciales. Más importante aún, la actividad económica se ve dificultada por el creciente gobierno, haciendo que personas y recursos se vuelvan menos productivos. En otras palabras, como el gobierno no crea bienes y servicios de consumo, se convierte en una carga económica para el sector productivo de la economía.
Luego, a medida que el gobierno crece, los grupos de presión se vuelven cada vez más numerosos y poderosos, llevando a la corrupción política. Más guerras, o incluso las tensiones de política exterior y las crisis económicas, pueden impulsar a demagogos y a líderes dictatoriales a ampliar aún más los poderes del Estado en detrimento de todos y cada uno de nosotros. En palabras de Hayek: “Las emergencias han sido siempre el pretexto bajo el cual las garantías de la libertad individual se han erosionado”.
Hayek señaló que los daños sutiles infligidos sobre la economía productiva y el crecimiento visible del Estado derivados del socialismo se hacen evidentes sólo a lo largo del tiempo. Hemos llegado a ese punto.
Más personas dependen del Estado que las que proporcionan el dinero que el Estado necesita para cumplir sus promesas. La mayor parte de Europa hace mucho tiempo pasó el umbral del 50%, con más gente dependiendo del gobierno que en el sector privado, pero incluso en los Estados Unidos – que durante mucho tiempo reinó como bastión de capitalismo, mercados libres y gobierno limitado – el 58% de la población obtiene sus ingresos del gobierno en algún nivel.
En consecuencia, nos estamos acercando a una encrucijada. Un camino conduce a más socialismo, más demagogos y, finalmente, a un dictador prometiendo que hará “funcionar” el socialismo. El otro conduce a la sociedad capitalista que los Estados Unidos llegó a ser un tiempo atrás, con mercados libres, gobierno limitado y un incondicional estado de derecho.
Esperemos elegir correctamente. Si no lo hacemos, sabemos por Winston Churchill lo que nos espera: “El vicio inherente al capitalismo es la distribución desigual de las bendiciones; la virtud inherente del socialismo es el reparto equitativo de las miserias”.

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