Capitalismo, política, empleo y salarios – por Gabriel Boragina
Aunque parezca mentira la ignorancia que existe sobre el capitalismo sigue siendo tan grande que no deja de sorprendernos la cantidad de juicios disparatados que se emiten de continuo sobre el mismo. A pesar de habernos ocupado bastante de este tema, volveremos a analizar algunos de los dislates más comunes que aun hoy en día todavía se siguen profiriendo sobre esta cuestión.
Por ejemplo, se dice que el capitalismo es el resultado de “las manipulaciones del poder”. Pero ya hemos explicado que el capitalismo no tiene nada que ver con los “manipuladores del poder”. Capitalismo y manipuladores del poder son términos antitéticos. El capitalismo es anti-poder, si por la palabra “poder” entendemos el poder político, ya que este último siempre ha sido el gran enemigo del capitalismo. Por el contrario, el poder político siempre ha querido absorber el poder económico que el capitalismo genera. Y como ya hemos expuesto, el poder político se nutre del poder económico del capitalismo y termina sofocándolo, hasta el punto en que los políticos se dan cuenta que si extinguen al capitalismo ellos mismos se quedarán sin el cuerpo económico del cual parasitan y lucran.
Luego se indica que el capitalismo “se beneficia” de las leyes políticas. Pero, al contrario, las leyes políticas siempre han perjudicado al capital, y por ende, al capitalismo desde luego. El capitalismo no tiene nada que ver con las leyes políticas, porque normalmente las leyes dictadas por los gobiernos a lo que apuntan es a expropiar el capital privado de mil maneras posibles: impuestos, tasas, controles de precios, aranceles, cuotas, inflación, racionamientos, y un sin fin de medidas que tratan por todos los medios de estrangular al capital, con el fin último siempre de que el capital privado pase a manos de los gobiernos y sus burócratas, que son los que lucran a costa del capital particular. Claro que hay “empresarios amigos” del gobierno, que también medran de este modo, pero estos “empresarios” no son capitalistas, sino estatistas, y en la medida que participan del robo estatal y del botín que el gobierno roba a los verdaderos capitalistas, dejan de ser empresarios y se convierten en cómplices del estado-gobierno delincuente.
Raramente se encuentran leyes que “beneficien” al capital privado. Cada vez es más extraño verlo en más países. Normalmente, las leyes benefician a los políticos exclusivamente, succionando el capital de los capitalistas. De este modo, el capital pasa del bolsillo de la gente al de los políticos. Que los políticos al frente del gobierno roben el capital privado no convierte a dichos políticos en “capitalistas”, sino en lisos y llanos ladrones “de guante blanco” que tienen la ley de su lado. Es una aberración llamar a estos ladrones estatistas por el nombre de “capitalistas”.
También otra sandez que se repite a menudo es que sería “falso” que el capital sea insuficiente. Pero quien diga esto no sólo nada sabe de economía, sino que además ni siquiera está al corriente de la actual situación económica mundial. En este marco descripto antes, el capital siempre será insuficiente, porque al haber pasado al bolsillo de los políticos implica consumo de capital. Enriquecen los políticos porque (debido a que) empobrecen los capitalistas. Tenemos que recordar que el capital siempre es privado, y siempre rinde sus frutos en manos privadas. Cuando el capital es expropiado por los gobiernos, los políticos que lo han expoliado generalmente tienden a dilapidarlo, por cuanto nada les ha costado obtenerlo. De la misma manera que el ladrón se da la gran vida con el botín, los gobernantes operan de idéntica forma cuando roban el capital de los privados mediante leyes que -directa o indirectamente- significan expoliación de capital, que es lo que ocurre en nuestros días en la mayor parte del mundo.
Asimismo se señala que el capitalismo es fruto de la política. Mezclar “capitalismo” con “política” es un gravísimo error. Que por común que es (y lo es) no deja de ser grave. El capitalismo no “nace” de la política, ni es su “resultado”. Por el contrario, como ya hemos descrito, la política es la gran enemiga del capitalismo. El político trata de ser popular para obtener votos. Y va de suyo que los votos que le interesan son los de la mayoría. Los grandes capitalistas no forman parte de esa mayoría. ¿Por qué razón los políticos podrían tratar de “favorecer” a personas que no forman parte de la mayoría de los votantes? Ningún político ganaría elecciones solamente con los votos de los capitalistas. No tiene pues ningún motivo para hacerse “amigo” de capitalistas que no constituyen parte de la masa electoral. Masa electoral que si da el triunfo a los políticos. Por esto, el estúpido “argumento” que los políticos estarían en “connivencia” o “conciliábulos” con los capitalistas para beneficiarse, no es más que otra de las tantas boberías que dicen muchas personas que no tienen ni la menor idea ni de economía ni de política.
Se expresa que por “culpa” del capitalismo hay exceso de oferta por sobre la demanda. Y que esto es lo que causa desempleo o salarios “miserables”. Otro grave error, fruto de desconocer economía. Ya que si la oferta crece más que la demanda y no se ajusta por el precio de mercado, quiere decir que allí no hay ni “capitalismo” ni “mercado libre” ni nada de esto. En este caso, lo que hay es estatismo, por cuanto si oferta y demanda no ajustan es porque existen medidas del gobierno que lo impiden, tales como las leyes de “salarios mínimos”, que fijan salarios por encima del nivel de productividad laboral, generando desocupación.
Es por esto que el desempleo o paro (como le llaman en España) sólo existe en regímenes estatistas, no capitalistas. Es estatismo puro, de tipo intervencionista. No capitalismo.
Si no hay elevación de salarios no hay capitalismo. Hay estatismo. Intervencionismo. Porque si hubiera capitalismo, los salarios subirían vertiginosamente en todas partes. En este caso, al aumentar el capital, se generará inmediata competencia entre los empleadores para captar y atraer mano de obra desocupada o ya empleada. Esta competencia obligará a los empresarios a ofrecer mejores sueldos a la masa de trabajadores, con la consecuencia de disminución del desempleo y -simultáneamente- aumento de salarios. Pero en el sistema actual -estatista- esto no sucede, porque el gobierno restringe la competencia cada vez más. A la vez que ataca impiadosamente al capital. La derivación de esto último es: menores salarios reales, mayor tasa de desocupación, incremento de los niveles de pobreza. Esto es estatismo, no capitalismo.
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