Saturday, June 18, 2016
EE.UU.: ¿Por qué Trump?
Una ola de populismo recorre Occidente. El progresismo militante está a punto de morir de éxito. Sus excesos lo condenan. Los riesgos del futuro vencedor, sin embargo, se ciernen sobre Europa. No así sobre los Estados Unidos.
El ascenso de Trump a “presunto” candidato por el Partido Republicano en la contienda presidencial americana tiene todo que ver con la espantosa presidencia de Obama que ha exasperado al pueblo americano. Es una reacción natural, acaso saludable. El escándalo no ha sido que Trump ganara limpiamente las primarias republicanas cosechando un apoyo popular sin precedentes sino que Obama llegara a la presidencia e hiciera casi exactamente lo que se propuso. “Estamos a 5 días de cambiar de transformar Estados Unidos de forma fundamental”. Dijo como preludio. Y está a punto de lograrlo. Llevándose a medio mundo consigo.
La orgía demagógica obamesca comenzó con la firma el día de su inauguración del decreto de cierre de Guantánamo. Sigue abierto. Y desde entonces no ha hecho sino empeorar.
En el plano nacional impuso Obamacare con las sabias palabras de la entonces portavoz del Congreso, Nancy Pelosi: Tenemos que aprobar la ley para saber lo que hay en ella. ¿Es constitucional? ¿Está Ud. de broma? El resultado ha sido seguros más caros para los que ya los tenían y un aumento insustancial de los asegurados con planes en cualquier caso insuficientes. La guinda del pastel ha sido su obsesión con intentar vía decreto obligar a las Hermanitas de los Pobres, una orden que se dedica al cuidado de moribundos, a pagar un seguro sanitario con anticonceptivos y abortifacientes. Gracias a Dios, el Supremo ha requerido a Obama revisar su decreto contrario al Estado de Derecho. Ahora pretende aquilatar su aflictivo legado con decretos y circulares varias destinadas a dejar, apelando a la ley anti-segregación entre blancos y negros, no menos, que los varones que duden de su identidad de género, a saber, sexual, puedan colarse en las duchas y baños públicos femeninos. La locura no anda lejos.
Obama acumuló déficits consecutivos y una deuda inabarcable que tendrán que pagar las generaciones siguientes entregando a cambio un crecimiento económico raquítico, el más penoso post-depresión jamás conocido por el país más rico de la Historia. El paro efectivo americano es prácticamente un 10%, guarismo europeo. La población activa está en cifras de los años setenta. Es un desastre sin paliativos. Y todo ello con una política monetaria de tintes chinescos. Devaluación interna y tipos por los suelos. Triste.
En política exterior Obama ha oscilado entre el rescate de desertores a cambio de terroristas en, curioso, Guantánamo (caso Bergdahl) y el abandono de sus aliados a su suerte. Los casos más sangrantes fueron los de Irak, Afganistán e Israel. La guía de su conducta ha sido la revocación de la idea de que los Estados Unidos han sido una fuerza para el bien el mundo, convencido de que han sido todo lo contrario. Vaya usted a saber si ha oído hablar de Normandía.
El resultado es un Oriente Medio en caos, 500,000 muertos (las instituciones internacionales han dejado de contar) en Siria, que se acordarán siempre de la vulneración de su propia “línea roja” al tirano Asad y 5 millones de refugiados, la peor cifra desde la II Guerra Mundial. A ello debe añadirse la tolerancia de facto del Estado Islámico siguiendo el modelo Kerry de convertir el terrorismo en una nuisance o molestia, que hay que soportar estoicamente. Sobre todo si sucede en París, Bruselas o Bagdad. Todo ello después de calificar al Estado Islámico como “Equipo de aficionados”. Al mismo tiempo, las llamadas ejecuciones extrajudiciales mediante drones han alcanzado cifras insospechadas y resultados escasamente efectivos para combatir el terrorismo. Entretanto, Irán camina a buena paso hacia un ingenio nuclear y China incrementa su presión sobre sus vecinos. Su política exterior es una eficaz maldad que borra a Estados Unidos de la ecuación, difícilmente imaginable en un presidente americano.
Ante ello, el pueblo americano ha dicho basta. Los registrados como republicanos han votado masivamente a alguien que se oponga sin tapujos a la continuidad, vía Hillary Clinton, de un presidente incalificable. Las mayorías estériles otorgadas a los republicanos durante seis años, debido a la tibieza de sus reproches a Obama, han hecho el resto.
En suma. La lógica más aristotélica preside la reacción del pueblo americano.
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