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Monday, October 10, 2016

Obama y su legado en Medio Oriente

Medio Oriente
Estos días, la pregunta acuciante es: ¿Hillary o Trump? Más allá de las elecciones de noviembre, y de las quinielas, conviene recordar los desafíos con los que quienquiera que vaya a ocupar el Despacho Oval tendrá que lidiar en un Medio Oriente sumido en el caos, presa del juego geopolítico, la barbarie yihadista del Estado Islámico y Al Qaeda, la total disfunción de Estados como Siria, Irak o el Líbano, y del nuevo poder regional: Irán. Para ello, debemos analizar cuál ha sido el legado regional de estos ocho años de Barack Obama.
Muchas de las razones de la deriva de la región se remontan a antes de los dos mandatos de Obama, es verdad. Sin embargo, la política en muchos sentidos revolucionaria del actual presidente en Medio Oriente no ha traído buenos resultados. La estrategia de Obama ha consistido básicamente en una retirada progresiva y a trompicones de Medio Oriente y, por tanto, en abandonar la región a su suerte. Mark Lynch resumió en Foreign Affairs la percepción de la política mesoriental de Obama:



Su administración ha fallado consistentemente a la hora de cumplir las promesas formuladas en sus inspiracionales discursos [en alusión al que pronunció en la Universidad de El Cairo en 2009].
Ciertamente, su famoso discurso de El Cairo supuso sólo palabras y buenas intenciones. El acercamiento al mundo árabe y al mundo islámico planteado por Obama ha sido un total despropósito, y es también el origen narrativo de sus errores en Medio Oriente.

Siria, Irán y el conflicto entre israelíes y palestinos

Dos años después del discurso de marras estalló la Primavera Árabe. EEUU no la vio venir, falló en la prevención y sobre todo carecía de un plan de contingencia. Los resultados saltan a la vista para cualquiera que vea el telediario. Antes de la Primavera Árabe, Medio Oriente no era precisamente un paraíso; ahora es una región signada por la violencia, los enfrentamientos sectarios, la persecución de los cristianos y el desmantelamiento de los Estados que las potencias europeas dibujaron en el acuerdo de Sykes-Picot. Los habitantes de Medio Oriente –con la excepción de, como siempre, Israel– no son más libres ni están más seguros. Obama no dedicó esfuerzos suficientes a promocionar la democracia y la libertad con los nuevos aires de cambio, intentando siempre no parecerse al dirigismo de los neocons de Bush.
El ejemplo paradigmático de la mala gestión que la Administración Obama ha hecho de la Primavera Árabe lo encontramos en Siria. Hisham Melhem, corresponsal de Al Arabiya en Washington, se muestra claro: el legado de Obama en Medio Oriente está definido porel desastre de Siria. No atacar cuando Asad usó armas químicas e intervenir en el conflicto ayudando y armando a grupos de la oposición ha derivado en un sonado fracaso. Ha sido Putin el que ha hecho retroceder al ISIS en Siria y reforzado al régimen de Asad. Y es Putin el que está erigiendo a Rusia en el nuevo patrón externo de Medio Oriente: además de su ayuda a los regímenes de Siria e Irán, tiene la intención de retomar las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos.
En Irak, la estrategia ha sido aún peor que en Siria. Es lógico que Obama quisiera poner fin a la posguerra iraquí, ya que fue una de sus banderas electorales. Lo que se alejó de toda estrategia sensata fue abandonar Irak cuando los iraquíes más necesitaban a los americanos; y éstos tuvieron que volver para combatir al peor enemigo posible: el ISIS. Su responsabilidad como presidente era enfrentar el problema que dejó la invasión de Irak y su mala gestión posterior, no abandonar el país a su suerte. EEUU tenía un deber para con los iraquíes y para con la estabilidad de la región, y el trabajo no debió dejarse a medio hacer porque, como siempre ocurre, sobre todo en geopolítica, los espacios vacíos o abandonados son ocupados por otros actores. Ahora Bagdad no hace caso a Washington, sino a Teherán.
Y hablando del diablo: el acuerdo nuclear con Irán ha sido vendido como el gran éxito de la diplomacia de Obama. No obstante, no sólo supone el control y la limitación del uso de energía nuclear por parte de Irán durante los próximo quince años, sino que también significa volver a abrir el mercado iraní al mundo, descongelar los activos multimillonarios de Teherán y perpetuar el régimen teocrático, sin haber pretendido detener sus actividades nocivas, entre ellas, la financiación del terrorismo, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos o la implicación en los conflictos regionales. Tal como dice Clifford May, la administración Obama ha hecho una mala apuesta en Medio Oriente al confiar en que Irán cambiaría su comportamiento tras el acuerdo; pero es también una mala apuesta porque Obama ha dejado la región a una suerte de equilibrio de fuerzas entre suníes y chiíes, es decir, entre Arabia Saudita e Irán. Al juego del equilibrio de fuerzas para lograr la estabilidad se han apuntado muchos presidentes norteamericanos, es cierto; pero en Medio Oriente el gatillo se aprieta con demasiada facilidad, y los nuevos actores no estatales no son sátrapas corruptos que atiendan a razones lógicas, sino líderes fanáticos y asesinos que buscan consolidar su poder mediante la guerra y el terror. El equilibrio de fuerzas, pues, puede llevar a una guerra regional de consecuencias apocalípticas.
Otro de sus grandes fracasos, quizás el más palpable, es el proceso de paz entre israelíes y palestinos. Los resultados de las iniciativas de Obama y su administración brillan por su total ausencia. Obama no ha logrado ningún avance hacia la paz, pese al inagotable esfuerzo de su secretario de Estado, John Kerry, en el año 2014. Según Paul Scham, del Middle East Institute, un acuerdo de paz está hoy más lejos que hace 20 años. Los palestinos, por su parte, siguen divididos –a falta de una Palestina, hay dos, enfrentadas y alejadas de la convivencia con Israel–; y con respecto a la especial relación con Israel, “más allá de la política e irrompible”, de acuerdo con las palabras del mismísimo Obama, está en uno de sus momentos más enrarecidos: mientras la cooperación militar y tecnológica continúa y aumenta, los puentes de diálogo entre Jerusalén y Washington están deteriorados. Ejercer toda la presión sobre Israel en las conversaciones de paz, desoír las preocupaciones israelíes en las negociaciones con Irán y amenazar con una resolución condenatoria en el Consejo de Seguridad han dejado al Estado judío en una posición aislada y marginada que ha hecho a sus líderes mirar hacia otro lado en busca de socios estables y confiables.

Bin Laden, drones, petróleo

No todo han sido errores y malos resultados en la política de Obama en Medio Oriente. Su administración impulsó la búsqueda de Bin Laden, lo encontró y lo eliminó, al mismo tiempo que centró los esfuerzos en hostigar a Al Qaeda.
Otra de sus más exitosas, y a la vez discretas, políticas ha sido diezmar a Al Qaeda en Afganistán y Pakistán mediante ataques con drones. En febrero de 2015 los muertos fueron 2,364 (314 de ellos, civiles). Una estrategia efectiva pero que no ha sido muy aireada, principalmente porque son ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por la CIA –que no está sujeta a las reglas de enfrentamiento del Ejército– y no encaja con el marketing del Yes We Can y con su discurso buenista.
En lo que a seguridad energética se refiere, Obama ha promovido la reducción de la dependencia del petróleo potenciando el fracking y planeando la construcción del oleoducto Keystone XL con Canadá. Ésta es quizá la medida más sabia y largoplacista tomada por la administración Obama; por ello, sus resultados, seguramente beneficiosos, irán desplegándose a lo largo de los años venideros.
En suma, las malas políticas de Obama en la región eclipsan a las buenas. Su legado en Medio Oriente es malo, porque lo deja claramente peor de como lo encontró.

Obama y su legado en Medio Oriente

Medio Oriente
Estos días, la pregunta acuciante es: ¿Hillary o Trump? Más allá de las elecciones de noviembre, y de las quinielas, conviene recordar los desafíos con los que quienquiera que vaya a ocupar el Despacho Oval tendrá que lidiar en un Medio Oriente sumido en el caos, presa del juego geopolítico, la barbarie yihadista del Estado Islámico y Al Qaeda, la total disfunción de Estados como Siria, Irak o el Líbano, y del nuevo poder regional: Irán. Para ello, debemos analizar cuál ha sido el legado regional de estos ocho años de Barack Obama.
Muchas de las razones de la deriva de la región se remontan a antes de los dos mandatos de Obama, es verdad. Sin embargo, la política en muchos sentidos revolucionaria del actual presidente en Medio Oriente no ha traído buenos resultados. La estrategia de Obama ha consistido básicamente en una retirada progresiva y a trompicones de Medio Oriente y, por tanto, en abandonar la región a su suerte. Mark Lynch resumió en Foreign Affairs la percepción de la política mesoriental de Obama:


Tuesday, September 20, 2016

Obama y su legado en Medio Oriente

Medio Oriente
Estos días, la pregunta acuciante es: ¿Hillary o Trump? Más allá de las elecciones de noviembre, y de las quinielas, conviene recordar los desafíos con los que quienquiera que vaya a ocupar el Despacho Oval tendrá que lidiar en un Medio Oriente sumido en el caos, presa del juego geopolítico, la barbarie yihadista del Estado Islámico y Al Qaeda, la total disfunción de Estados como Siria, Irak o el Líbano, y del nuevo poder regional: Irán. Para ello, debemos analizar cuál ha sido el legado regional de estos ocho años de Barack Obama.
Muchas de las razones de la deriva de la región se remontan a antes de los dos mandatos de Obama, es verdad. Sin embargo, la política en muchos sentidos revolucionaria del actual presidente en Medio Oriente no ha traído buenos resultados. La estrategia de Obama ha consistido básicamente en una retirada progresiva y a trompicones de Medio Oriente y, por tanto, en abandonar la región a su suerte. Mark Lynch resumió en Foreign Affairs la percepción de la política mesoriental de Obama:



Su administración ha fallado consistentemente a la hora de cumplir las promesas formuladas en sus inspiracionales discursos [en alusión al que pronunció en la Universidad de El Cairo en 2009].
Ciertamente, su famoso discurso de El Cairo supuso sólo palabras y buenas intenciones. El acercamiento al mundo árabe y al mundo islámico planteado por Obama ha sido un total despropósito, y es también el origen narrativo de sus errores en Medio Oriente.

Siria, Irán y el conflicto entre israelíes y palestinos

Dos años después del discurso de marras estalló la Primavera Árabe. EEUU no la vio venir, falló en la prevención y sobre todo carecía de un plan de contingencia. Los resultados saltan a la vista para cualquiera que vea el telediario. Antes de la Primavera Árabe, Medio Oriente no era precisamente un paraíso; ahora es una región signada por la violencia, los enfrentamientos sectarios, la persecución de los cristianos y el desmantelamiento de los Estados que las potencias europeas dibujaron en el acuerdo de Sykes-Picot. Los habitantes de Medio Oriente –con la excepción de, como siempre, Israel– no son más libres ni están más seguros. Obama no dedicó esfuerzos suficientes a promocionar la democracia y la libertad con los nuevos aires de cambio, intentando siempre no parecerse al dirigismo de los neocons de Bush.
El ejemplo paradigmático de la mala gestión que la Administración Obama ha hecho de la Primavera Árabe lo encontramos en Siria. Hisham Melhem, corresponsal de Al Arabiya en Washington, se muestra claro: el legado de Obama en Medio Oriente está definido porel desastre de Siria. No atacar cuando Asad usó armas químicas e intervenir en el conflicto ayudando y armando a grupos de la oposición ha derivado en un sonado fracaso. Ha sido Putin el que ha hecho retroceder al ISIS en Siria y reforzado al régimen de Asad. Y es Putin el que está erigiendo a Rusia en el nuevo patrón externo de Medio Oriente: además de su ayuda a los regímenes de Siria e Irán, tiene la intención de retomar las conversaciones de paz entre israelíes y palestinos.
En Irak, la estrategia ha sido aún peor que en Siria. Es lógico que Obama quisiera poner fin a la posguerra iraquí, ya que fue una de sus banderas electorales. Lo que se alejó de toda estrategia sensata fue abandonar Irak cuando los iraquíes más necesitaban a los americanos; y éstos tuvieron que volver para combatir al peor enemigo posible: el ISIS. Su responsabilidad como presidente era enfrentar el problema que dejó la invasión de Irak y su mala gestión posterior, no abandonar el país a su suerte. EEUU tenía un deber para con los iraquíes y para con la estabilidad de la región, y el trabajo no debió dejarse a medio hacer porque, como siempre ocurre, sobre todo en geopolítica, los espacios vacíos o abandonados son ocupados por otros actores. Ahora Bagdad no hace caso a Washington, sino a Teherán.
Y hablando del diablo: el acuerdo nuclear con Irán ha sido vendido como el gran éxito de la diplomacia de Obama. No obstante, no sólo supone el control y la limitación del uso de energía nuclear por parte de Irán durante los próximo quince años, sino que también significa volver a abrir el mercado iraní al mundo, descongelar los activos multimillonarios de Teherán y perpetuar el régimen teocrático, sin haber pretendido detener sus actividades nocivas, entre ellas, la financiación del terrorismo, las violaciones sistemáticas de los derechos humanos o la implicación en los conflictos regionales. Tal como dice Clifford May, la administración Obama ha hecho una mala apuesta en Medio Oriente al confiar en que Irán cambiaría su comportamiento tras el acuerdo; pero es también una mala apuesta porque Obama ha dejado la región a una suerte de equilibrio de fuerzas entre suníes y chiíes, es decir, entre Arabia Saudita e Irán. Al juego del equilibrio de fuerzas para lograr la estabilidad se han apuntado muchos presidentes norteamericanos, es cierto; pero en Medio Oriente el gatillo se aprieta con demasiada facilidad, y los nuevos actores no estatales no son sátrapas corruptos que atiendan a razones lógicas, sino líderes fanáticos y asesinos que buscan consolidar su poder mediante la guerra y el terror. El equilibrio de fuerzas, pues, puede llevar a una guerra regional de consecuencias apocalípticas.
Otro de sus grandes fracasos, quizás el más palpable, es el proceso de paz entre israelíes y palestinos. Los resultados de las iniciativas de Obama y su administración brillan por su total ausencia. Obama no ha logrado ningún avance hacia la paz, pese al inagotable esfuerzo de su secretario de Estado, John Kerry, en el año 2014. Según Paul Scham, del Middle East Institute, un acuerdo de paz está hoy más lejos que hace 20 años. Los palestinos, por su parte, siguen divididos –a falta de una Palestina, hay dos, enfrentadas y alejadas de la convivencia con Israel–; y con respecto a la especial relación con Israel, “más allá de la política e irrompible”, de acuerdo con las palabras del mismísimo Obama, está en uno de sus momentos más enrarecidos: mientras la cooperación militar y tecnológica continúa y aumenta, los puentes de diálogo entre Jerusalén y Washington están deteriorados. Ejercer toda la presión sobre Israel en las conversaciones de paz, desoír las preocupaciones israelíes en las negociaciones con Irán y amenazar con una resolución condenatoria en el Consejo de Seguridad han dejado al Estado judío en una posición aislada y marginada que ha hecho a sus líderes mirar hacia otro lado en busca de socios estables y confiables.

Bin Laden, drones, petróleo

No todo han sido errores y malos resultados en la política de Obama en Medio Oriente. Su administración impulsó la búsqueda de Bin Laden, lo encontró y lo eliminó, al mismo tiempo que centró los esfuerzos en hostigar a Al Qaeda.
Otra de sus más exitosas, y a la vez discretas, políticas ha sido diezmar a Al Qaeda en Afganistán y Pakistán mediante ataques con drones. En febrero de 2015 los muertos fueron 2,364 (314 de ellos, civiles). Una estrategia efectiva pero que no ha sido muy aireada, principalmente porque son ejecuciones extrajudiciales llevadas a cabo por la CIA –que no está sujeta a las reglas de enfrentamiento del Ejército– y no encaja con el marketing del Yes We Can y con su discurso buenista.
En lo que a seguridad energética se refiere, Obama ha promovido la reducción de la dependencia del petróleo potenciando el fracking y planeando la construcción del oleoducto Keystone XL con Canadá. Ésta es quizá la medida más sabia y largoplacista tomada por la administración Obama; por ello, sus resultados, seguramente beneficiosos, irán desplegándose a lo largo de los años venideros.
En suma, las malas políticas de Obama en la región eclipsan a las buenas. Su legado en Medio Oriente es malo, porque lo deja claramente peor de como lo encontró.

Obama y su legado en Medio Oriente

Medio Oriente
Estos días, la pregunta acuciante es: ¿Hillary o Trump? Más allá de las elecciones de noviembre, y de las quinielas, conviene recordar los desafíos con los que quienquiera que vaya a ocupar el Despacho Oval tendrá que lidiar en un Medio Oriente sumido en el caos, presa del juego geopolítico, la barbarie yihadista del Estado Islámico y Al Qaeda, la total disfunción de Estados como Siria, Irak o el Líbano, y del nuevo poder regional: Irán. Para ello, debemos analizar cuál ha sido el legado regional de estos ocho años de Barack Obama.
Muchas de las razones de la deriva de la región se remontan a antes de los dos mandatos de Obama, es verdad. Sin embargo, la política en muchos sentidos revolucionaria del actual presidente en Medio Oriente no ha traído buenos resultados. La estrategia de Obama ha consistido básicamente en una retirada progresiva y a trompicones de Medio Oriente y, por tanto, en abandonar la región a su suerte. Mark Lynch resumió en Foreign Affairs la percepción de la política mesoriental de Obama:


Monday, September 12, 2016

GEORGE CHAYA La silenciosa persecución a los cristianos en Medio Oriente



Iglesias como la maronita, la melquita sirio-católica o la apostólica armenia están siendo diezmadas por el islamismo mientras Europa mira para otro lado

En estos días, el destino de los cristianos que aún quedan en Oriente Medio aparece poco en las noticias de los principales medios de comunicación. En la actualidad, las noticias se focalizan en los atentados terroristas sucedidos en Europa, yendo siempre detrás del último –como lo hacen las agencias de seguridad, aunque sin evitar el próximo–. Considerando la orientación tanto de las iglesias como de la dirigencia política en los países europeos, la omisión del drama de los cristianos y sus iglesias no deja de ser lamentable, según declaraciones del filósofo, académico y teólogo australiano Mark Durie. 


La propia prensa italiana menciona que "en lugar de la franqueza que debería escucharse en el marco de una realidad concreta sobre las raíces religiosas de los sujetos que han ejecutado y planifican más atentados terroristas, los políticos y la prensa europea a menudo se agotan en manifestaciones de dolor y en expresar la necesidad de tolerancia como medio de hacer frente a este tipo de violencia".

Durie otorgó una amplia entrevista a la BBC de Londres que recogió el diario árabe Al Haya. En ella, Durie señaló que tal perspectiva europea contiene un grave error, pues "a menudo se utiliza como pretexto para censurar a quienes hacen las preguntas difíciles, cuando nadie responde los cuestionamientos elementales sobre el contenido de la fe que siguen los islamistas. Al tiempo que el mundo libre y defensor de las libertades democráticas no se plantea párrafos del libro sagrado que los islamistas siguen (refiriéndose al Corán)".
Durie cita interesantes ejemplos, como cuando se menciona: "Luchad contra los que no creen en Alá y contra aquellos que han recibido las Escrituras (judíos y cristianos) hasta que paguen la yizya (impuesto o tributo) y ellos se entreguen a la sujeción de Alá" —Corán, Sura 9:29.
El pensador australiano señala también que "si esto persiste, los cristianos no tendrán futuro en la región y desaparecerán en menos de 25 años".

"El destino de los cristianos que aún quedan en Oriente Medio se vislumbra como oscuro de toda oscuridad si los principales medios de comunicación no hablan de su infortunio y los crímenes que se cometen contra ellos", declaro Durie.
"En la actualidad y desde principios de 2015, la prensa occidental se centra en los atentados terroristas acaecidos en Europa y en asuntos sobre la continua y descontrolada migración de musulmanes de África y Asia a Europa Occidental. La omisión por parte de la Iglesia de las matanzas y el sufrimiento de sus fieles es lamentable", afirmó el teólogo australiano.

Muchos miembros de las iglesias europeas se encuentran atemorizados, particularmente desde la orgía de agresiones sexuales en masa cometida contra las mujeres alemanas la noche del último 31 de diciembre. Fue allí donde se pudo observar con claridad como los miembros de la congregación de la catedral de Colonia quedaron perplejos y aterrorizados por los inmigrantes musulmanes.
El 15 de febrero, el ministro del Interior francés, Bernard Cazeneuve, se vio obligado a admitir que los ataques contra lugares de culto y cementerios cristianos en Francia aumentaron un 30% respecto del año anterior y que han sido 820 los casos denunciados, declaró al diario francés Le Figaro.

El 27 de marzo de este año, las agencia de noticias informaron que los yihadistas comenzaron a atacar en trenes y en el metro. Luego fue que bombardearon Bruselas ese mismo mes. Y como pudo establecer la agencia de seguridad interior francesa, los islamistas tenían la intención de atacar y masacrar fieles católicos durante los servicios de las pascuas en varias capitales europeas, incluyendo el Reino Unido.
Durante abril, las autoridades italianas hicieron varias detenciones de miembros de una célula de planificación yihadista cuyo plan era atacar tanto el Vaticano como la embajada de Israel en Roma.

La noche del 25 de junio, la consigna de guerra yihadista de "Allahu Akbar" ('Dios es grande') apareció pintada en la estatua de San Petronio (santo patrón) de la ciudad de Bolonia, Italia.
El 27 de junio, testigos informaron que un sujeto al grito de "Allahu Akbar" profanaba la iglesia de St. Paul, en Malmö, Suecia, rompiendo objetos de culto y los ventanales del templo.
La culminación de estas atrocidades se produjo el 26 de julio, cuando monjas, fieles católicos y un sacerdote fueron tomados como rehenes en una iglesia de Normandía, Francia. Resistiendo en su altar, el padre Jacques Hamel, de 85 años, fue decapitado frente a sus fieles en plena misa.
Policías alemanes montan guardia fuertemente armados las 24 horas en la catedral de Bremen, desde marzo de 2015, después de recibir información de la inteligencia interior alemana de que yihadistas planeaban atacar la catedral de la ciudad y la sinagoga.

En lugares como Siria e Irak, comunidades cristianas, acostumbradas a vivir en paz con sus vecinos musulmanes por los últimos 20 años, hoy ven que esos mismos vecinos se lanzan a cazarlos como animales, influenciados por el fundamentalismo.
En lugares como Líbano y Siria, donde nacieron y se expandieron las iglesias orientales de varias denominaciones que se arraigaron allí por siglos, entre ellas, la maronita, la melquita sirio-católica o la apostólica armenia, están siendo diezmadas por el islamismo.
Bajo la dominación islámica, los cristianos y judíos sometidos al islam que se negaron a la conversión debían pagar un impuesto que evitaba que fuesen sacrificados por los musulmanes. El impuesto, denominado yizya –en lengua árabe–, fue reimplantado por el ISIS en junio de 2014. Y como señala Durie, tal "pacto de rendición llegó a ser conocido como dhimmitud".

La racionalización de estos acontecimientos históricos y la violencia que acompañó a su eventual imposición estaban recogidas por la revelación "divina", en el verso 9:29 del Corán. El escritor Carey Lodge lo explica en The Christian Today cuando cita el ejemplo del asalto a la iglesia en Qamishli en que "los atacantes robaron las cajas de donación de la iglesia antes de detonar sus explosivos y destruirla".

"En la actualidad, una proporción significativa de la población musulmana de Europa en países tan variados como el Reino Unido, Alemania, Bélgica, Francia y Suecia, subsisten económicamente de la asistencia social del Estado de acogida y de donaciones provenientes de los impuestos derivados de la dhimmitud que reparten organizaciones islamistas bajo la cobertura de caridad", señaló Durie.
La pregunta que plantea Durie, teniendo en cuenta la creciente demografía musulmana, es: "¿Qué pasará cuando los sistemas de prestaciones económicas de Europa colapsen en el mediano plazo?". El australiano sostiene, sin dudar, que de esta situación derivan las acusaciones de intolerantes que se hacen frecuentemente a algunos políticos europeos como Mogens Camre en Dinamarca, Geert Wilders en Holanda y Björn Hocke en Alemania.

Como advierte Durie: "En esta lucha no es correcto privilegiar al amor o a la verdad. Lo que Occidente va a necesitar es otra cosa bien diferente, pues la verdad sin amor puede causar un dolor de cabeza sin fin. Pero el amor sin verdad puede causar una ceguera ingenua que tolera el abuso dócilmente y conduce a posiciones autodestructivas. Es probable que esta confrontación de las ideas torne en una larga guerra donde todos vamos a necesitar mucha compasión. Aunque sin verdad para fortalecerla, solamente el amor no nos salvará de perderla".
 

GEORGE CHAYA La silenciosa persecución a los cristianos en Medio Oriente



Iglesias como la maronita, la melquita sirio-católica o la apostólica armenia están siendo diezmadas por el islamismo mientras Europa mira para otro lado

En estos días, el destino de los cristianos que aún quedan en Oriente Medio aparece poco en las noticias de los principales medios de comunicación. En la actualidad, las noticias se focalizan en los atentados terroristas sucedidos en Europa, yendo siempre detrás del último –como lo hacen las agencias de seguridad, aunque sin evitar el próximo–. Considerando la orientación tanto de las iglesias como de la dirigencia política en los países europeos, la omisión del drama de los cristianos y sus iglesias no deja de ser lamentable, según declaraciones del filósofo, académico y teólogo australiano Mark Durie. 

Tuesday, July 19, 2016

El Estado Islámico y la muy larga guerra contra el terrorismo

Bandera del EI
Vaya Ramadán hemos tenido. Orlando: 49 muertos. Estambul: 44 muertos. Daca: 22 muertos. Bagdad: 220 muertos. Varios lugares de Arabia Saudí: 7 muertos.
Todos estos atentados han estado relacionados con el Estado Islámico (EI), aunque ha variado su grado de implicación. El terrorista de Orlando fue al parecer radicalizado a distancia, mientras que se cree que los terroristas de Estambul eran una célula del EI procedente de Siria. Salvo en Orlando, en todos estos atentados ha participado más de un atacante. El aterrador grado de coordinación y disciplina ha hecho que algunos hablen de “manadas de lobos” y no de “lobos solitarios”.
En todos los casos, excepto en Daca y Orlando, la mayoría de los muertos han resultado ser correligionarios musulmanes. Se dijo que en Daca los terroristas sólo habían matado a los rehenes que no pudieron recitar versos del Corán. En cambio, en el atentado de Bagdad –el peor de todos y el peor que haya ocurrido allí jamás–, todas las víctimas eran musulmanas, que estaban celebrando su liberación nocturna de las restricciones del Ramadán.



Entre los analistas ha sido común decir que estos ataques se cometieron en respuesta a las pérdidas territoriales sufridas recientemente por el EI. Se dice que la organización terrorista ha perdido el 47 % de su territorio en Irak y el 20% en Siria. Los analistas (y algunos funcionarios del Gobierno de EE.UU.) sugieren que, en consecuencia, el EI está tratando de mantener su relevancia ampliando las operaciones fuera del núcleo de su califato. Podría ser. O podría ser también que el EI ha estado todo el tiempo planeando una campaña de atentados en el extranjero, al margen de que perdiese territorio o no. No sabemos lo suficiente como para ofrecer una respuesta definitiva.
Lo cierto sigue siendo que, incluso en sus actuales condiciones de debilidad, el EI es la organización terrorista más poderosa del planeta, y posiblemente incluso la más fuerte de la historia. Las autoridades de EE.UU. calculan que sus ingresos petroleros se han reducido a la mitad, pero aún así sigue generando 150 millones de dólares al año.
En cuanto a sus recursos humanos, el New York Times informó de lo siguiente:
Las filas del Estado Islámico en Irak y Siria se han reducido a entre 18.000 y 22.000 combatientes, desde un pico de unos 33.000 el año pasado, según las autoridades estadounidenses. Pero hay movilizados unos 20.000 militantes bajo la bandera del Estado Islámico en al menos ocho organizaciones afiliadas en Libia, Egipto, Afganistán, Pakistán y Nigeria, entre otros. al-Qaeda, en comparación, tuvo su pico en 2.000 combatientes.
En resumen: no demos por muerto aún al EI. Tiene potencial para causar estragos en los próximos años, en cualquier forma que adopte. Es obvio que sería enormemente ventajoso destruir su control físico del territorio en Irak y Siria, que es lo que posibilita su enorme flujo de ingresos (que provienen de los impuestos a las personas bajo su dominio y de sus enredos criminales, y de la producción de petróleo) y lo que le proporciona un espacio para entrenar y adoctrinar a sus reclutas, así como el aura triunfal que tanto ha contribuido a su atractivo para potenciales terroristas de todo el mundo.
Pero aunque destruir el califato reducirá sin duda la amenaza del EI, es probable que no la elimine. Como al-Qaeda, de la que una vez fue filial, el EI demuestra una desoladora capacidad para adaptarse a las adversidades: ya vimos cómo pudo resucitar tras las derrotas que sufrió en Irak en 2007 y 2008, cuando allí era conocido como al-Qaeda.
El hecho de que el presidente Obama haya ralentizado la campaña contra el EI –han transcurrido dos años desde que se restableció el califato– ha dado tiempo a la organización de Bagdadi para montar una red terrorista mundial que no será fácil eliminar. La continuada capacidad del EI para perpetrar o inspirar ataques terroristas en todo el mundo hace que la afirmación del presidente de que ha sido “contenida” resulte ridícula. Sí, casi: ha quedado suelto en el mundo un patógeno letal que no va a ser fácil erradicar.
Si hay algo positivo en la ofensiva mundial del EI es que podría unir a más países aún en la lucha contra él. En concreto, Turquía tiene la capacidad de causar un considerable daño al EI si la situación se agrava lo suficiente. El año pasado, el Gobierno turco ya tomó medidas contra el EI, lo que probablemente provocó el atentado en el aeropuerto de Estambul y los ataques previos. Esperemos que ahora Turquía redoble sus esfuerzos.
Pero aun en el caso de que la amenaza del EI acabara reduciéndose, hay otras organizaciones terroristas, como al-Qaeda, que aguardan entre bastidores. De hecho, los mayores beneficiarios de la campaña contra el EI en Irak y Siria podrían ser otras organizaciones terroristas suníes y chiíes ansiosas por llenar el vacío. La única manera de evitarlo es fomentar que haya Gobiernos funcionales en Siria e Irak que puedan controlar su propio territorio, pero hay escasas esperanzas de lograrlo en un futuro cercano. Sigue siendo guerra larguísima, y no se ve ninguna luz al final del túnel.

El Estado Islámico y la muy larga guerra contra el terrorismo

Bandera del EI
Vaya Ramadán hemos tenido. Orlando: 49 muertos. Estambul: 44 muertos. Daca: 22 muertos. Bagdad: 220 muertos. Varios lugares de Arabia Saudí: 7 muertos.
Todos estos atentados han estado relacionados con el Estado Islámico (EI), aunque ha variado su grado de implicación. El terrorista de Orlando fue al parecer radicalizado a distancia, mientras que se cree que los terroristas de Estambul eran una célula del EI procedente de Siria. Salvo en Orlando, en todos estos atentados ha participado más de un atacante. El aterrador grado de coordinación y disciplina ha hecho que algunos hablen de “manadas de lobos” y no de “lobos solitarios”.
En todos los casos, excepto en Daca y Orlando, la mayoría de los muertos han resultado ser correligionarios musulmanes. Se dijo que en Daca los terroristas sólo habían matado a los rehenes que no pudieron recitar versos del Corán. En cambio, en el atentado de Bagdad –el peor de todos y el peor que haya ocurrido allí jamás–, todas las víctimas eran musulmanas, que estaban celebrando su liberación nocturna de las restricciones del Ramadán.


Saturday, June 18, 2016

En Siria arranca la Tercera Guerra Mundial

Bandera de Siria
Desde la caída del muro de Berlín, Rusia ha pasado por una fase de gran depresión económica y social en la que apenas podían poner a navegar más de dos destructores y su aviación militar estaba en tierra. Sus tropas pasaban hambre y se veían incapaces de mantener los frentes de insurgencia en el sur del país y en las antiguas regiones soviéticas.
Desde la llegada de Putin al poder, el presupuesto de defensa ruso se ha multiplicado por siete, ha lanzado nuevos programas de armamento incluyendo nuevos misiles nucleares, algunos de ellos desplegados en trenes en movimiento para evitar su destrucción. Desde 2005 Rusia, sin hacer mucho ruido en la esfera internacional, ha sido capaz de generar una capacidad militar que en la era de la distensión y el buenismo occidental, resulta mucho más letal que la de la antigua Unión Soviética sin haber abandonado sus ansias expansionistas.



La tercera fase comenzó con la intervención en Ucrania y los continuos escarceos de la aviación rusa sobre Europa, incluyendo sobrevuelos de aviones con capacidad nuclear sobre los países de Europa Occidental. La invasión de Crimea constituyó sin duda la primera prueba de fuego. De forma parecida a como hizo Hitler en el territorio de los sudetes, Rusia puso a prueba la capacidad de respuesta política y militar de Occidente, ¿y qué ocurrió?; nada. En un mes después de la invasión se reunía el consejo de ministro de la Federación rusa en Sebastopol. Mientras, la intervención rusa en Ucrania es un clamor, y a estas alturas es evidente que Rusia planea un golpe definitivo para anexionarse las repúblicas prorrusas a final de año cuando convenzan a la opinión pública internacional de que el régimen de Kiev ha incumplido los acuerdos de Minsk. Es una historia que se repite en otros modelos de expansionismo de los últimos siglos.
Rusia ha sido el gran aliado en las discusiones entre Estados Unidos e Irán, del régimen de los ayatolás, hasta el punto de que es Moscú quien acogerá los sobrantes de material radioactivo de Irán. Teherán ha conseguido varios objetivos estratégicos para su régimen: fin del embargo; reconocimiento internacional y hasta un cierto agradecimiento por su intervención contra el Estado Islámico en Irak, cuando en el fondo lo que está planteando es la invasión de Irak, para lo cual los dos enemigos son los kurdos y los suníes sirios e iraquíes que cada vez con más intensidad se abrazan al Daesh como la única manera de resistir el ataque de los chiítas. La intervención de Irán en Irak está reforzando al Estado Islámico con la llegada de cientos de nuevos militantes cada semana.
Rusia, después de estar mareando la perdiz con el Pentágono haciendo ver que habría colaboración para Siria, ha decidido actuar apoyando a Assad aludiendo a la vieja fraternidad ruso-siria; otro paso típico de estos modelos de intervención militar. Rusia ha desplegado decenas de carros de combate y unos treinta aviones en Siria. Pero los ataques de Rusia no han ido contra el Estado Islámico sino contra los insurgentes moderados, la mayoría sunitas, que eran apoyados por Turquía y Occidente. Rusia ha decidido reforzar al régimen de Assad para luego con el soporte militar de Irán derrotar a los sunitas en Irak y Siria, y establecer una alianza o confederación chiíta entre las tres naciones. De momento, le quieren dejar el trabajo sucio contra los radicales del Daesh a Occidente con los riesgos que esto implica para los países europeos.
Turquía está perdida en este juego. Por una parte castiga a los kurdos que están frenando al Daesh y a los iraníes, pero por otra se puede encontrar con cientos de kilómetros de frontera con un mundo chiíta, enemigo histórico de los turcos, que podría sacudirse en unos pocos años de los acuerdos con Occidente y regresar con el apoyo de Rusia a la capacidad nuclear.

¿Cuáles serán las consecuencias inmediatas?

Cuando Siria haya recuperado con el apoyo ruso el control del país, prohibirá a las naciones occidentales intervenir en el conflicto, y entonces con Irán terminará la guerra contra los sunitas en Irak y Siria.
Las tropas iraníes llegarán a la frontera con Israel y desde Siria podrán sin grandes dificultades atacar constantemente al pueblo judío, que se encontrará con la mayor amenaza a su seguridad e integridad desde que se fundó el estado de Israel y estará obligada a intervenir en Siria para salvaguardar su seguridad contra una alianza sirio iraní apoyada por Rusia, que luego jugará nuevas cartas para sacar en Europa ventajas de las cesiones en Oriente Medio, y esto pasa por un nuevo estatus de los países del este de Europa.
Los países sunitas liderados por Arabia no van a permitir que el régimen iraní se expanda de esta manera y formarán una coalición internacional de países moderados desde Marruecos hasta el Golfo para impedir que la amenaza se haga realidad. De esta manera un conflicto militar mayúsculo se formará en la región, y llegados a este escenario, Occidente ya no podrá hacer nada.
Los errores de Obama aplaudidos por los regímenes buenistas europeos son los que nos están llevando a este clímax bélico que se producirá en los próximos meses. Aplaudir las revueltas democráticas para luego no apoyarlas militarmente, dejándolas a los pies de los caballos como la revolución en Irán; no reaccionar de una forma determinante ante la invasión de Crimea; haber dado a entender que la alianza con Israel no era tan sólida; creer que con Irán podría haber una colaboración sincera; no apoyar de una forma más activa a sus aliados en la región frente a la amenaza iraní y, sobre todo, la retirada de Irak, el mayor error estratégico de Estados Unidos de los últimos cincuenta años.
Ahora entenderán muchos por qué era tan importante Irak en este escenario y la presencia occidental en la región. Si entonces no queríamos la guerra, ahora la vamos a tener que aceptar porque no habrá otra alternativa. Lo peor de todo esto es que si Irán se sale con la suya, todos los movimientos terroristas del Sahel y Nigeria que juraron fidelidad de conveniencia a Estado Islámico, sin inmutarse, lo harán con Irán y comenzarán a desestabilizar países como Marruecos y Argelia amenazando ya directamente nuestros propios intereses nacionales.

Nunca desde la crisis de los misiles de Cuba el mundo había estado más cerca del cataclismo como hoy; evitarlo dependerá de la fortaleza de Occidente y de la inteligencia en la selección de los apoyos y del manejo de la diplomacia y la fuerza para que se pueda evitar un conflicto que pueda llegar a adquirir unas dimensiones que no se nos ocurrirían en nuestras peores pesadillas.

En Siria arranca la Tercera Guerra Mundial

Bandera de Siria
Desde la caída del muro de Berlín, Rusia ha pasado por una fase de gran depresión económica y social en la que apenas podían poner a navegar más de dos destructores y su aviación militar estaba en tierra. Sus tropas pasaban hambre y se veían incapaces de mantener los frentes de insurgencia en el sur del país y en las antiguas regiones soviéticas.
Desde la llegada de Putin al poder, el presupuesto de defensa ruso se ha multiplicado por siete, ha lanzado nuevos programas de armamento incluyendo nuevos misiles nucleares, algunos de ellos desplegados en trenes en movimiento para evitar su destrucción. Desde 2005 Rusia, sin hacer mucho ruido en la esfera internacional, ha sido capaz de generar una capacidad militar que en la era de la distensión y el buenismo occidental, resulta mucho más letal que la de la antigua Unión Soviética sin haber abandonado sus ansias expansionistas.


Irán: Peor que Arabia Saudita

Iran nuclear
En la jungla sin ley que es el sistema internacional, las naciones rara vez pueden permitirse el lujo de elegir el bien o el mal. Por lo general se trata de elegir un mal menor o mayor. Es lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial, cuando nos aliamos con Stalin para detener a Hitler, y es lo que sucede hoy en el caso de Arabia Saudita contra Irán. Ambos países libran una competición por el poder y la influencia en Medio Oriente. Ambos violan los derechos humanos; pero no nos equivoquemos: Irán es bastante peor desde el punto de vista estadounidense, no sólo moral sino estratégicamente hablando.
Vale la pena tener esto en cuenta mientras vemos cómo se desarrolla el drama por la ejecución del jeque Nimr al-Nimr por los sauditas. Al Nimr era un clérigo chií fuertemente critico con la familia real saudita. Por lo que puede juzgarse a partir de la información públicamente disponible, no defendía la violencia ni tomaba parte en actividades terroristas. Así las cosas, su ejecución, junto a la de otras 47 personas, constituye una farsa y una colosal violación de los derechos humanos.



Pero eso no implica que Irán pueda consentir que una turba asalte y lance bombas incendiarias contra la embajada saudita de Teherán. Se trata de una violación de las normas que rigen las relaciones entre los países, según las cuales las embajadas son territorio bajo soberanía del titular de la propia embajada, y no se puede entrar en ellas sin su permiso. Pero desde la revolución de 1979, que incluyó, naturalmente, el asalto a la embajada de Estados Unidos en Teherán y la toma de diplomáticos como rehenes, el régimen iraní ha convertido en práctica habitual la violación de la inmunidad diplomática y de otras reglas de las relaciones internacionales. Tan sólo unos años después, en 1983, terroristas patrocinados por Irán cometieron un atentado contra la embajada estadounidense en Beirut en el que mataron a 63 personas: uno más de los numerosos crímenes iraníes contra Norteamérica que el régimen revolucionario de Teherán no ha enmendado y por el que no se ha disculpado.
Aunque invoque la venganza divina contra Arabia Saudita, no es que el régimen iraní esté precisamente en condiciones de protestar por las violaciones a los derechos humanos cometidas por Riad. A finales de octubre, una investigación de Naciones Unidas descubrió que el empleo de la pena capital por Irán estaba aumentando a un ritmo exponencial, y que en 2015 se superarían las mil personas ejecutadas en la República Islámica. Amnistía Internacional, que informó de que en el primer semestre del año se había ejecutado a cerca de 700 personas, proclamó:
Las autoridades iraníes deberían avergonzarse de ejecutar a cientos de personas con absoluto desprecio a las garantías básicas del proceso debido.
El panorama general de los derechos humanos en Irán no resulta más alentador. Según Human Rights Watch, pese a la elección del candidato moderado Hasán Ruhaní como presidente en 2013, el país no ha visto mejoras significativas en el campo de los derechos humanos. Elementos represivos presentes en las fuerzas de seguridad y de inteligencia y en el sistema judicial siguen conservando amplios poderes y continúan siendo los principales autores de abusos (…) El país sigue siendo uno de los mayores carceleros mundiales de periodistas, blogueros y activistas en las redes sociales. Mir Husein  Musavi, Zahra Rahnavard y Mehdi Karrubi, destacadas figuras de la oposición que llevan desde febrero de 2011 sin ser acusadas formalmente de nada ni ser llevadas a juicio, siguen bajo arresto domiciliario.
Y no olvidemos las mayores violaciones de derechos humanos del régimen iraní, cometidas no en su territorio sino en el de Estados vecinos. Dede 2011 Irán ha respaldado una sangrienta campaña de su peón Bashar al Asad para reprimir un levantamiento en su contra. Según cálculos conservadores, Asad ha matado al menos a 200.000 de sus compatriotas con ayuda iraní, empleando armas químicas y bombas de barril, entre otros medios. Se trata de un crimen contra la humanidad que roza el genocidio, y no podría haberse cometido sin el patrocinio de la República Islámica. Además, Irán auspicia escuadrones de la muerte chiíes en Irak; arma a Hezbolá y Hamás, empeñados en la aniquilación de Israel; respalda a los rebeldes huzis del Yemen y comete atentados contra los judíos en general y los israelíes en particular desde Bulgaria a Argentina.
Arabia Saudita ya es lo bastante mala; es la sociedad más opresiva y cerrada que he conocido. Su discriminación sexual da náuseas. Su promoción de la ideología wahabista ha desempeñado un papel significativo en el auge de grupos como al-Qaeda. Pero el reino saudita también se siente amenazado por ese grupo terrorista y otros de su misma ralea y ha actuado enérgicamente contra ellos. Desde luego, muchos sauditas siguen formando parte de AQ, del Estado Islámico (EI) y de otros grupos, pero, por lo que sabemos, lo hacen sin respaldo estatal y, de hecho, frente a un activo esfuerzo por detenerlos. Por otra parte, la Fuerza al-Quds iraní patrocina el terrorismo con pleno apoyo del régimen de Teherán.
En resumen: por muy desagradables que sean los sauditas, los iraníes son mucho peores. Arabia Saudita no está cometiendo crímenes contra la humanidad como está haciendo Irán, ni trata de subvertir a sus vecinos, ni de librar una guerra contra Estados Unidos o contra nuestros aliados. De hecho, los sauditas han alcanzado una tranquila distensión con los israelíes porque ambos están unidos en su mutua oposición al creciente poder de Irán.
La política estadounidense debería ser clara: hemos de estar de parte de los sauditas (y de los egipcios, de los jordanos, de los emiratíes, de los turcos, de los israelíes y de todos nuestros aliados) para detener al nuevo Imperio Persa. Pero en cambio la Administración Obama, moral y estratégicamente confundida, está mimando a Irán, en la vana esperanza de que con ello, de algún modo, convertirá a Teherán de enemigo en amigo.
La última prueba de todos estos mimos ha sido la decisión adoptada la víspera de Año Nuevo por la Administración de no imponer sanciones contra Irán tras haber llevado ésta a cabo en los últimos meses  pruebas de misiles balísticos, contraviniendo las sanciones de Naciones Unidas. Con ello se envía una terrible señal a Teherán y al resto de la región: Estados Unidos no sólo no castigará las violaciones iraníes de las normas internacionales, sino que se mantendrá al margen mientras Irán trata de dominar la región.
Por desgracia, ciertos republicanos (léase Ted Cruz) están apoyando esta farsa al sugerir que Estados Unidos se alíe con el principal peón iraní, el régimen de Asad. Cruz tiene razón en cuanto a que a veces Estados Unidos tiene que hacer causa común con regímenes indeseables. Pero en Medio Oriente deberíamos hacerlo con Arabia Saudita y con otras monarquías del Golfo frente a la República Islámica de Irán. En otras palabras: Tendríamos que ponernos del lado de nuestros aliados contra nuestros enemigos.
Esto podría parecer una perogrullada, pero por lo visto en estos tiempos no lo es, en medio de la confusión desbocada que impera en Washington.

Irán: Peor que Arabia Saudita

Iran nuclear
En la jungla sin ley que es el sistema internacional, las naciones rara vez pueden permitirse el lujo de elegir el bien o el mal. Por lo general se trata de elegir un mal menor o mayor. Es lo que pasó en la Segunda Guerra Mundial, cuando nos aliamos con Stalin para detener a Hitler, y es lo que sucede hoy en el caso de Arabia Saudita contra Irán. Ambos países libran una competición por el poder y la influencia en Medio Oriente. Ambos violan los derechos humanos; pero no nos equivoquemos: Irán es bastante peor desde el punto de vista estadounidense, no sólo moral sino estratégicamente hablando.
Vale la pena tener esto en cuenta mientras vemos cómo se desarrolla el drama por la ejecución del jeque Nimr al-Nimr por los sauditas. Al Nimr era un clérigo chií fuertemente critico con la familia real saudita. Por lo que puede juzgarse a partir de la información públicamente disponible, no defendía la violencia ni tomaba parte en actividades terroristas. Así las cosas, su ejecución, junto a la de otras 47 personas, constituye una farsa y una colosal violación de los derechos humanos.


Thursday, June 16, 2016

¿Cómo se puede destruir al ISIS?

El primero paso para poder destruir al Estado Islámico es identificar qué es, en qué cree, qué quiere y qué es vital para su supervivencia

(Univisión)
En el reportaje publicado en The Atlantic, el periodista Graeme Wood explica todo lo que hay que saber acerca del ISIS para poder destruirlos. (Univisión)
En quizá uno de los mejores reportajes que he tenido el placer de leer, titulado What ISIS Really Wants?, publicado en The Atlantic, el espléndido periodista Graeme Wood esboza un panorama en el que describe perfectamente qué es el Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS), qué quiere el ISIS, y cómo se puede acabar con él.
¿Cómo se puede destruir al ISIS? Ese es quizá uno de los mayores interrogantes que la mayoría de los líderes del mundo se hace diariamente. El grupo terrorista más peligroso y poderoso del momento ha perpetrado los mayores atentados desde que Al-Qaeda asesinó a más de 3000 personas en Nueva York en aquel trágico septiembre de 2001. ISIS es hoy, sin duda alguna, la amenaza más latente y preocupante que enfrenta Occidente.



El pasado domingo 12 de junio hubo un ataque a una discoteca LGBT en Orlando, Estados Unidos, en el que murieron 50 personas. Omar Mateen, el perpetrador, se identificó como adepto al Estado Islámico, y luego, el mismo ISIS se atribuyó el atentado. Con este asedio a la civilización, Occidente vuelve a demostrar cierta vulnerabilidad frente al fundamentalismo.
Cada vez se hace más necesaria la neutralización del mayor grupo terrorista del momento. Pero, ¿cómo es posible esto?

Primero: ¿Qué es el ISIS?

Wood, el artista detrás de What ISIS Really Wants?, señala varias cosas que primero hay que considerar con gran cautela: ISIS es un grupo terrorista islámico identificado con el ala yihadista de los suníes, denominada salafismo. El salafismo surge de las doctrinas del mismo profeta del Islam, Mahoma, y, además, consagra un completo modo de vida que emula sus enseñanzas. El grupo terrorista actualmente reina —por así decirlo— en un área incluso mayor al Reino Unido. A diferencia de otros grupos terroristas como Al-Qaeda, el ISIS tiene territorio y además toda una compleja estructura burocrática.
Bajo su reinado no se vive como en los Estados en los que el ISIS está presente: es decir, si un musulmán reside en un área controlada por el ISIS, obtiene una serie de beneficios y responsabilidades que no tiene directamente del Estado per se (Siria o Iraq).
Como lo establece la ley islámica, ISIS debe cumplir una serie de deberes si desea reinar. Es una responsabilidad imperante la aplicación de un completo «estado de bienestar» en los territorios que controla; sin embargo, también hay una aplicación estricta de la Sharia.
La Sharia es la ley islámica. Es el cuerpo de Derecho Islámico y constituye un código bien detallado de conductas, normas, criterios y reglas; no obstante, la Sharia no es un dogma —como sí lo es el Corán. Por supuesto: la Sharia proviene del Corán y el Hadiz (las acciones y dichos de Mahoma), y son las escuelas de interpretación islámica, en las que participan diferentes intelectuales y juristas del mundo islámico, las que deciden qué será ley y qué no en un Estado teocrático musulmán.
En la Sharia se establecen todo tipo de normas como la hiyab (forma de vestir), la yihad (guerra santa), etcétera.

¿Qué motiva a ISIS?

Wood, a través de una ardua investigación que involucra el contacto con miembros, partidarios o simpatizantes del ISIS, trata de entender qué es exactamente lo que ISIS quiere, y lo descubre.
“Para todos los seguidores del ISIS, el grupo terrorista sigue las interpretaciones más coherentes y aprendidas del Islam”, escribe Wood.
“Toda decisión y ley promulgada por el Estado Islámico se adhiere a lo que se llama “La metodología del Profeta”, que significa, explica Wood, “seguir las enseñanzas y el ejemplo de Mahoma hasta el más mínimo detalle”.
“Los musulmanes pueden rechazar al Estado Islámico —y ciertamente la mayoría lo hace—; pero pretender que no es un grupo religioso y de enseñanzas milenarias, con toda una teología que se debe entender para poder combatirla, ha puesto a Estados Unidos en una posición de debilidad frente al ISIS”, señala Wood.
Por lo tanto, partiendo de esto —que no es una simple deducción, sino la conclusión de un férreo trabajo de investigación— ISIS lo que quiere es aplicar las verdaderas y más profundas enseñanzas del Profeta: convertir o eliminar a los infieles (aquí entran los chiitas, quienes para los suníes son infieles porque han, presuntamente, innovado el Corán, y por lo tanto han negado su ‘perfección’); crear un gran Estado Islámico e implantar un régimen teocrático; aplicar, por supuesto, la ley Sharia; y, por último —y este es el punto más importante y en donde está la clave de cómo destruir al ISIS— volver a instaurar un califato a través de la figura del Califa.

¿Cómo destruir a ISIS?

El Califa es, para los musulmanes, el cargo del sucesor y delegado directo del profeta Mahoma. Es decir, es «el gran sucesor», es la figura que representa la autoridad de Mahoma en el mundo.
El último gran Califa —hasta hace dos años— había sido Abdul Mejid II, de la dinastía otomana; sin embargo, en 1926, luego de la disolución del Imperio Otomano, Turquía abolió el califato a través de una reforma constitucional bastante polémica y rechazada por toda la comunidad musulmana.
A partir de entonces el Islam se había quedado sin un líder directo, sin un representante del profeta Mahoma. Las grandes diferencias entre las ramas de la religión imposibilitaron el consenso sobre otro «sucesor». Hasta que en junio de 2014 todo cambió.
Abu Bakr al-Baghdadi se autoproclamó, en un discurso que fue visto por millones de musulmanes en todo el mundo, como el gran Califa del Islam. Wood, en el reportaje, cuenta cómo al entrevistar a un importante predicador del Islam, Musa Cerantonio, este le habló sobre la alegría que sintió cuando vio a al-Baghdadi: “Yo estaba en un hotel y vi la declaración por televisión (…) Yo estaba sorprendido, me preguntaba: ¿Por qué estoy en este cuarto y no estoy allá?”.
Así como para Cerantonio, la proclamación de al-Baghdadi como Califa del Islam implicó una gran felicidad para el pueblo musulmán. Desde 2014, cuando se instauró el califato, la influencia del Estado Islámico creció enormemente y el número de yihadistas aumentó considerablemente.
El Califa es una esperanza para el Islam porque, explica Wood citando un texto del Profeta, “Morir sin jurarle lealtad al Califa es morir en la completa ignorancia y en la incredulidad, por lo que, aquel musulmán que muera así, no será salvado”.
Es decir, explica el predicador musulmán Cerantonio, “El califato no es solo una entidad política, sino un vehículo para la salvación”. Aquí surge algo más alarmante y que explica el auge de la influencia del ISIS: “Esto significa que la gran mayoría de musulmanes en la historia, y todos los que murieron entre 1924 (año en que se acabó el califato) y 2014, murieron en la deshonra y no encontraron la salvación. Para Cerantonio, “El Islam, incluso, es restablecido gracias al Estado Islámico”.
Pero hay un punto que resuelve todo el rompecabezas y que hasta ahora pocos líderes mundiales han entendido: para que exista el califato debe existir el Estado Islámico como tal, es decir, como un Estado. “El califato no puede existir como un movimiento underground, se necesita la autoridad territorial”, explica Wood. Este es el punto más importante. Esto es lo que debe entender Estados Unidos.
“Al-Qaeda es indestructible porque pueden sobrevivir, como cucarachas, al esconderse; en cambio, el ISIS no puede”, dice el reportero.
Actualmente el ISIS posee una suprema autoridad sobre grandes zonas de Iraq y Siria; como ya se mencionó, controlan un territorio mayor al del Reino Unido. Para ellos y para muchos musulmanes —incluso algunos países—, esto es un Estado legítimo. Por lo tanto, si el Estado Islámico pierde ese territorio, inmediatamente deja de ser un califato. El Califa se sostiene gracias a la autoridad territorial, porque sobre esta comanda, y es en esta en donde se encuentra la salvación.
Si se llega a quitar el territorio que comanda actualmente, los ataques de musulmanes a Occidente continuarían seguramente, en forma de lobos solitarios; sin embargo, todo el valor de su propaganda desaparecería y con ello el deber de los musulmanes de emigrar y unirse al ISIS. El yihadismo se reduciría sustancialmente, al igual que su influencia.
No obstante, surge otro gran dilema: un ataque al territorio, o una invasión que despoje a los musulmanes de su territorio, también es una táctica a la que juega el terrorismo. Una invasión y una posible ocupación del espacio controlado por ISIS confirmaría la retórica radical de que Estados Unidos quiere embarcarse en una moderna cruzada en contra del Islam y que quieren asesinar a los musulmanes. De ocurrir esto los adeptos a la religión se podrían radicalizar y la amenaza crecería.
La situación, ciertamente, es sumamente compleja. El terrorismo está creciendo y se convierte cada vez más en una amenaza mortal y con más poder. Vemos como el mundo observa esto y, por el miedo o por la prevención, no se actúa en contra del creciente Estado Islámico. La inercia de los gobernantes está permitiendo que el terrorismo se expanda. Cada vez Occidente se ve más vulnerable y el terror, el odio y la radicalización se propagan.
La solución no es fácil, la barbarie le ha declarado la guerra a la civilización y la complejidad es extrema; sin embargo, el mundo está apuntando en la dirección equivocada. El primer paso para destruir al enemigo es identificar qué es, en qué cree, qué quiere, y qué es vital para su supervivencia. En What ISIS Really Wants?, Graeme Wood determina todo esto de una manera excelsa, que hace al reportaje un trabajo de lectura imprescindible.

¿Cómo se puede destruir al ISIS?

El primero paso para poder destruir al Estado Islámico es identificar qué es, en qué cree, qué quiere y qué es vital para su supervivencia

(Univisión)
En el reportaje publicado en The Atlantic, el periodista Graeme Wood explica todo lo que hay que saber acerca del ISIS para poder destruirlos. (Univisión)
En quizá uno de los mejores reportajes que he tenido el placer de leer, titulado What ISIS Really Wants?, publicado en The Atlantic, el espléndido periodista Graeme Wood esboza un panorama en el que describe perfectamente qué es el Estado Islámico de Iraq y Siria (ISIS), qué quiere el ISIS, y cómo se puede acabar con él.
¿Cómo se puede destruir al ISIS? Ese es quizá uno de los mayores interrogantes que la mayoría de los líderes del mundo se hace diariamente. El grupo terrorista más peligroso y poderoso del momento ha perpetrado los mayores atentados desde que Al-Qaeda asesinó a más de 3000 personas en Nueva York en aquel trágico septiembre de 2001. ISIS es hoy, sin duda alguna, la amenaza más latente y preocupante que enfrenta Occidente.