Saturday, July 9, 2016

Las quiebras de Peña Nieto

Sergio Negrete Cárdenas


 
 

Pemex
México está en quiebra y resquebrajamiento. En muchos aspectos Enrique Peña Nieto no es un presidente sino un síndico tratando de administrar un desastre. Levantó la alfombra que por décadas había estado en la sala principal de la casa y encontró una cantidad inesperada de porquería. El piso bajo el grueso tapete no estaba listo para la limpieza, sino absolutamente podrido.

Las grietas han surgido en los lugares más inesperados. La excepcional reforma energética, se suponía, iba a traer raudales de inversiones y mantener al sector como fuente de ingresos para el Estado. Fue aprobada justo antes de que el petróleo iniciara su brutal desplome.

Peor, evidenció que los miles de millones de dólares invertidos por Pemex sólo frenaban la caída en las reservas y producción. La carga de pensiones y deudas fue el remate que mostró a una empresa hundida.

Ahora, lo impensable: el gobierno está inyectándole capital. Al menos ya se dejó de soñar que es un gigante industrial.

La reforma educativa evidenció la quiebra del sistema formativo. No sólo su pobrísima calidad (eso ya se sabía), sino la evidencia de cómo el Estado había entregado el manejo administrativo (y presupuestal) a una mafia, que evidentemente ahora se defiende con uñas y dientes.

Y, por supuesto, están las concesiones escandalosas (herencia de plazas, la posibilidad de cobrar sin pisar una escuela) que serían impensables en cualquier otro país, pero que en México son “conquistas laborales”.

Por desgracia, lo que también está en evidencia es la quiebra de la autoridad, su claudicación ante un grupo que igual estrangula a la ciudad de Oaxaca que a la capital del país.

La cesión de los espacios públicos ante el terror de ser acusado de represor; la afectación de millones mientras transcurre el chantaje para que se anule la reforma. Se alimentó a las tiendas Diconsa por medio de un puente aéreo. Igual las autoridades se sintieron como el gobierno estadounidense cuando logró salvar a Berlín Occidental de caer ante la Unión Soviética gracias a una medida similar. Si algo mostró fue a un Estado mexicano en jaque y perdiendo la guerra, con el surtido de suficientes sopas de pasta como una victoria pírrica.

Los artífices de esas reformas tan cuidadosamente preparadas sobre el papel no incluyeron a un Estado listo para implementarlas, quizá confiados en el pasado casi dictatorial del PRI. Si algo mostraron las amenazas (vanas) del titular de Gobernación fue a una autoridad débil, arrinconada y sin estrategia. Porque hay básicamente dos alternativas: mantener la reforma educativa o rendirse.

Además el presidente Peña carece de la autoridad que da el apoyo popular. Hay otra quiebra en su administración: la moral, por las numerosas acusaciones de corrupción que lo tocan de cerca y lejos, desde Veracruz a Quintana Roo, y que han derribado sus niveles de aprobación.

No ha sido capaz de enfrentar su quiebra personal, menos todavía las otras que están desmoronando al país entre sus manos. Ojalá asuma su papel de síndico y actúe, con rapidez y contundencia, ante esas numerosas quiebras. Después de todo, pidió y obtuvo el apoyo popular para tener esa responsabilidad.

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