Hana Fischer indica que la creencia de los tupamaros de que incrementando el gasto en asistencialismo se reduciría la delincuencia no ha sido respaldada con resultados.
“En su momento estuvieron dispuestos a conseguir el poder por vías no democráticas porque la obsesión era que consiguiendo el poder se transformaba la sociedad. Luego por vías democráticas el pueblo les dio la opción de ejercer para resolver los problemas sociales, y no solo no se solucionaron sino que se agravaron”.
Las opiniones de Bartol son relevantes porque no es ningún charlatán sino alguien que habla con conocimiento de causa. La institución que dirige está en Casavalle, una de las zonas más peligrosas de Montevideo. Allí viven familias marginadas de la sociedad, en la pobreza extrema y en donde la delincuencia se mueve a sus anchas. En ese contexto, la labor y los resultados obtenidos por Los Pinos son asombrosos. Enseña oficios y se destaca por organizar anualmente una olimpíada matemática para escolares de ese barrio.
Los Pinos no es la única institución educativa privada y casi gratuita ubicada en los barrios más conflictivos de la capital. Hay varias más a pesar de la resistencia feroz de una parte de la izquierda gobernante, que ni hace ni deja hacer. Sin embargo, lo que diferencia a Los Pinos de esas otras instituciones privadas, es que no hacen una selección de alumnos. Por consiguiente, entre los que allí asisten hay de todo: hijos de delincuentes, chicos que estuvieron presos y otros que luego de realizar los cursos, la capacitación e incluso obtener empleo, siguen ligados al mundo del delito.
Por tanto, Bartol conoce a fondo tanto la problemática de la delincuencia como lo que han venido realizando los gobernantes izquierdistas en esta materia desde que obtuvieron el poder en 2005. Y ahí es donde resalta el abismo entre el discurso, la acción y los resultados concretos obtenidos.
Por ejemplo José Mujica en 2009 —por aquel entonces candidato presidencial— expresó: “Está también el reconocimiento de que parte de los problemas de seguridad son los problemas sociales que hace muchos años no pudimos arreglar. Entonces, lo que se le critica al Frente, las políticas sociales —todo eso que se nos ha criticado— en el fondo son políticas de seguridad. Si no integramos parte de una sociedad al resto, si no elevamos ese fondo que tiende a quedar al costado de la sociedad, después vamos a tener que hacer frente a esos problemas”.
Con respecto al sistema penitenciario declaró:
“En materia de cárceles no precisamos ir a buscar cátedra afuera, tenemos que ir a la década de los cuarenta acá en Uruguay; no precisamos mucho, tenemos que tener memoria, nada más”.
Como es sabido, Mujica salió electo presidente de la república para el período 2010-1015. Nombró como ministro del interior a su amigo el ex tupamaro Eduardo Bonomi. Asimismo, expandió el gasto en asistencialismo. Además, la mayor parte de su gobierno coincidió con un aumento impresionante de los precios de los productos de exportación uruguayos, lo cual provocó que su administración contara con ingentes recursos. Desde el punto de vista político, tuvo mayoría absoluta en ambas cámaras. O sea, una situación ideal para cualquier gobernante.
Los resultados obtenidos fueron los siguientes:
Según los datos aportados por el Observatorio Nacional sobre Violencia y Criminalidad del Ministerio del Interior, en el 2004 hubo 7.000 rapiñas (robo con violencia) y 200 homicidios en nuestro país. En 2015 pasó a haber 21.000 rapiñas (el triple) y 290 asesinatos (un tercio más). Actualmente hay una rapiña cada 30 minutos y un asesinato cada 30 horas.
Frente a ese evidente fracaso, los gobernantes sostienen que “toda la sociedad” es culpable de la situación imperante en el país. Esas afirmaciones han provocado indignación general. Bartol —quien desde hace 20 años está trabajando con la población más difícil de Montevideo— expresó:
“Y ahora nos quieren endosar a todos que somos responsables. Hablando mal y pronto, ¡las pelotas somos todos! Yo estoy acá en el barrio haciendo muchísimo por estos gurises. Y como yo hay muchísima gente haciendo cosas por la gente que está complicada como para que ahora venga el que dijo que lo iba a solucionar si llegaba al poder y se ponga a lloriquear que no puede”.
Otro dato que muestra la forma de pensar de estos gobernantes, son los dichos de Bonomi ante ciertos hechos que conmocionaron a la opinión pública: en un mismo fin de semana, en eventos diferentes fueron asesinados a sangre fría dos hombres cuando acudieron a auxiliar a mujeres que estaban siendo rapiñadas. La valentía y hombría de bien que demostraron esos dos individuos —uno perteneciente a los estratos altos de la sociedad y el otro a los más bajos— los convirtieron en héroes y en personas digna de admiración.
Pero Bonomi —el responsable de la seguridad pública desde el 2010— en vez de reconocer su propia incompetencia, rezongó implícitamente a las víctimas fatales tratándolas de tontas, declarando: “En esa situación me parece que no conviene la resistencia". En otras palabras, no hay que hacer nada ni ayudar al prójimo cuando está en peligro.
Tal afirmación denota una degradación moral impresionante y para colmo, una invitación a la delincuencia para que “trabaje” tranquila.
Tal como observa Bartol:
“El Estado no ha logrado controlar esto ni encauzarlo. Alguien tiene que decir ‘muchachos se acabó el recreo’ (…) Van, vienen, delinquen, hacen lo que quieren, no les pasa nada. Cuando ves las cifras globales del delito y que solo agarran al 10%, si sos joven y arriesgado, te tirás al delito”.
Y el otro lado de la moneda es:
“El Estado agarra a un muchacho que se mandó la macana de su vida y tendría que ir a la cárcel para rehabilitarse y lo tira a que se lo coman los perros y no hace nada (…) te voy a poner en un lugar que, agarrate, porque te vas a tener que defender a cuchilladas, porque además no te va a salvar nadie".
Los tupamaros realmente están transformando a la sociedad uruguaya… para peor.