Adrián Ravier estima que una apreciación del dólar socavaría el desempeño de las economías latinoamericanas. En particular, haría más urgente de lo que ya es una reforma fiscal en Argentina.
Si atendemos a lo que ha ocurrido en la historia de los últimos 40 años, podemos evidenciar ciclos de depreciación y apreciación que, sin lugar a dudas, han acelerado y desacelerado el crecimiento en las economías emergentes. Veamos este proceso histórico:
-Depreciación del dólar en los años 1970-1978: la política monetaria laxa de los años setenta fue acompañada de bajas tasas de interés para enfrentar la estanflación y las dos recesiones estadounidenses, lo que fue acompañado con un crecimiento que superó el 6% promedio en América Latina.
-Apreciación del dólar en los años 1979-1985: la política de Paul Volcker de desinflación hizo subir la tasa de interés al 8%, contrajo el crédito y América Latina tuvo su década perdida.
-Década de 1990: Bill Clinton asumió en 1992 y abandonó una política de depreciación que había iniciado en 1986. Sin embargo, hasta 1996 no se observa una política de apreciación del dólar. Sí se la puede ver al partir del segundo mandato de Clinton, entre 1996 y 2000. Mientras EE.UU. disfrutó de una década fuerte de crecimiento, América Latina tuvo una primera mitad de la década de alto crecimiento y una segunda mitad con dificultades.
-Depreciación del dólar en los años 2002-2011: con Alan Greenspan tratando de evitar los efectos sobre el empleo de la crisis de 2001, volvió una política monetaria laxa, con bajas tasas de interés ("too low, too long"). La depreciación del dólar fue acompañada por altos precios de commodities que impulsaron un mayor ritmo de crecimiento en las economías emergentes (más del 4% promedio en la región hasta la crisis de 2008-2009).
-Apreciación del dólar en los años 2012-2016: la apreciación del dólar regresó y con ello se deprimieron los precios de los commodities, lo que inició un proceso de complicaciones para las economías emergentes. Los analistas pronostican una pronta suba de tasas de interés que atraerá capitales a EE.UU., lo que fortalecerá aún más la apreciación, mantendrá deprimidos los precios de los commodities y anticipa que la tasa de crecimiento en la región será baja.
Al margen de la relación ineludible entre el escenario global y la performance de las economías emergentes, debería quedar claro que hay mucho para hacer en la economía local. Independientemente de los promedios de crecimiento de los países de la región que recién comentamos, los últimos 40 años han mostrado dinámicas muy diferentes en los países del Mercosur, por un lado, y los países que hoy constituyen la Alianza del Pacífico, por el otro.
Argentina no puede seguir subestimando este posible cambio en el escenario global, pero más importante aún es que se plantee una visión de largo plazo que resuelva los problemas estructurales de la economía, empezando por el déficit fiscal.
La estrategia gradualista enfrenta el riesgo de un escenario de apreciación en EE.UU. que incrementará los costos de endeudamiento y hará urgente (aunque ya lo es hoy) la reforma fiscal.
Cabe admitir también que, a contramano de este escenario, todavía se puede contar con el rebote regional que tras dos años de recesión contribuirá a empujar a la Argentina a una esporádica salida del estancamiento. Por otro lado, cada vez hay más consenso sobre el éxito del blanqueo. Se espera un mínimo de 60 mil millones de dólares que alimentarán las arcas fiscales y darán un respiro a la economía argentina.
José Luis Espert ha cuestionado el consenso entre los economistas acerca de un crecimiento económico prácticamente seguro para Argentina en 2017. Pero pienso que Argentina sí crecerá entre un 2% y un 4% sobre la base de los cuatro motores del programa 2017: reparación histórica a jubilados y pensionados decidida por la Justicia y que alimenta el consumo; rebote de Brasil como uno de los principales socios comerciales; política fiscal en obra pública que inició su expansión en el segundo semestre de 2016 y que alimentará la demanda agregada en el corto plazo; efecto del blanqueo y su impacto sobre la inversión y la recaudación fiscal.
Efectivamente, 2017 será un año de crecimiento o más bien rebote. ¿Pero después qué? Argentina continúa presentando un peligroso déficit fiscal que ahora dejará de monetizar, pero la sustitución de fuentes de financiamiento la llevará a un peligroso sendero de endeudamiento. Necesitamos convertir el rebote en crecimiento, y esto es difícil de sostener sin un cambio real en la política económica.